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EL BUCLE INFINITO

lunes, 3 de febrero de 2014


Y pasa la vida… y ya estamos en 2014, unos cuantos años después de que empezara esta nueva fase del capitalismo que los medios de incomunicación dieron en llamar crisis y que cada vez más gente denomina estafa. Lamentablemente, todo sigue igual.

Empezamos el año exactamente igual que siempre. 

Los grandes bancos multiplicando exponencialmente sus beneficios mientras siguen condenando a la miseria y la muerte a miles de seres humanos con el apoyo incansable de un Estado que se dedica a regalarles dinero a cambio del incalculable apoyo financiero para los partidos y organizaciones afines. 

Las grandes transnacionales en su dinámica de enriquecerse, a costa de exigir el sacrificio humano con condiciones de trabajo cada vez más esclavistas, gracias a una legalidad redactada para eso, y con la amenaza del desempleo más implacable que nunca.

Los poderes públicos sentados en su atalaya, negociando sus intereses y representando la tragicomedia de la democracia para tenernos entretenidos mientras siguen afianzando y ampliando este sistema de humillación y esclavitud en el que somos meros números que oscilamos entre las columnas de los necesarios y los prescindibles. Delegando en los tecnócratas del escalafón alto la gestión de la democracia, es decir, dejando que el sistema judicial y el policial se encarguen de mantener las cosas en su sitio de que nada altere el discurrir de los días.


Mientras tanto, ¿qué hacemos nosotros? Pues seguimos como siempre, cada uno a lo suyo. Eso sí, siempre con un ojo puesto en lo del vecino, no sea que dejemos pasar la oportunidad de joder. Porque si algo está claro es que nosotros no aprendemos. Parece que seamos incapaces de sacar ninguna lección de estrategias, intenciones y acciones del pasado. Repetimos una y otra vez los mismos planteamientos de lucha, de resistencia… esperando que por arte de magia los resultados sean diferentes y parece que seguimos sorprendiéndonos cuando esto no sucede. 

Para empezar seguimos planteando nuestra lucha desde la resistencia en lugar de empezar a combinar esto con la existencia. Basta ya de desgastarnos siempre en ir a remolque de las decisiones políticas que sólo nos conduce a acabar luchando por migajas y a festejar como enormes victorias cada vez que se sale a la calle a protestar contra alguna ley injusta sin cuestionarnos nada más allá y dejando esa lucha en el momento en que los objetivos planteados se creen conseguidos. No debemos olvidar que hasta la fecha todos los logros que festejamos no son más que pequeños parches que en nada nos acercan a un cambio de paradigma social (si es que realmente esto es lo que pretendemos con nuestra lucha, cuestión ésta que todavía está por ver y sobre la que hay mucho que hablar).

Seguimos, aunque parezca mentira, ilusionándonos cada vez que se acercan elecciones con la aparición de nuevos proyectos políticos que prometen poner las instituciones al servicio de la ciudadanía. Como si eso fuera posible, como si esas instituciones fueran neutrales y su ejercicio dependiera de la buena voluntad de sus ocupantes. Las instituciones de esta supuesta democracia son las instituciones del poder, creados por los poderosos con la única misión de servir a sus intereses y absolutamente culpables de la inmovilidad de la situación. Estás apariciones periódicas de nuevos intentos de lo que algunos denominan frentes populares son en parte culpables del poco avance del pensamiento crítico en nuestra sociedad; ya que imposibilitan la aparición de nuevas formas de organización popular y la necesaria reflexión crítica de los postulados habituales de lo que denominan izquierda que en el mejor de los casos no pasa de una renovada socialdemocracia. 

Las agresiones a las que nos vemos sometidos son constantes, sin embargo, mientras no seamos capaces de autoorganizarnos en un primer lugar para asegurar la subsistencia diaria y en última instancia para hacer una verdadera reflexión crítica sin prejuicios ideológicos de ninguna clase de la realidad que vivimos y de las implicaciones que esto tiene, no saldremos jamás de este bucle de acción-reacción en el que llevamos todas las de perder y que sólo nos depara una caída libre hacia una vida cada vez más lejos de un ideal de dignidad que ni siquiera nos atrevemos a imaginar a día de hoy pero que es imprescindible para garantizar la viabilidad de todo tipo de vida en este planeta.


NO SOMOS CULPABLES

jueves, 24 de octubre de 2013
Largos debates, conversaciones con cierto sabor a resentimiento y desesperanza giran en torno a la falta de reacción social ante la ofensiva desatada por los grandes capitales y los centros de poder político siempre ansiosos por ampliar sus beneficios económicos en primer término, y como objetivo de fondo aumentar la capacidad de dominio sobre el resto de seres que habitan el planeta.
Durante mucho tiempo el sistema social se ha encargado de ir destruyendo el tejido social en el que las personas se apoyaban siempre para tratar de vivir una vida lo más acorde posible a su modo de sentir. Precisamente ahí, en el modo de sentir, es donde ha centrado gran parte de sus esfuerzos el poder.
Muy pronto se dieron cuenta de la importancia de modificar esa manera de sentir que incluía una visión colectiva de la vida, una forma de sentir que incluía al otro, al entorno natural que se consideraba parte inseparable de la propia vida, y que provocaba que la vida fuera vivida en común.
Obviamente, para que un sistema basado en la avaricia, en la imperiosa necesidad de poseer más y más funcione se necesita romper esa idea de lo común. Se necesita atomizar al ser humano y romper los lazos que le conectan con el resto para convertirlo en un autómata perfectamente dispuesto a cumplir con el papel asignado en la función capitalista. Sólo con la desconexión entre iguales es posible desentenderse de los problemas ajenos y desligar los propios de los globales, y de ahí  a no tener ningún problema a pasar por encima de quien sea para seguir adelante (sin saber muy bien hacia donde) hay un paso bien pequeño.
Y así lo ha hecho, como siempre usando esas poderosas maquinarias que utiliza a su antojo como son el sistema educativo, los medios de información y la industria del entretenimiento (el sólo hecho de que exista algo llamado industria del entretenimiento da la medida del éxito obtenido por el sistema en su proceso de desconexión del individuo con su entorno)
Se ha potenciado tanto lo individual que se ha traspasado la línea que separa el necesario desarrollo de la persona con esa zona oscura donde el egoísmo lo puede todo.
Durante muchos años se ha ido potenciando una sibilina manera de modelar la personalidad humana basada en la suprema importancia de la satisfacción de las necesidades personales. En esto, tiene mucho que ver la infiltración de las ciencias psi, especialmente la psicología, en todos los ámbitos del control social mejorándolos y perfeccionándolos hasta límites insospechados. (Este tema da para mucho más y trataré de ampliarlo en otra ocasión).
Junto a la importancia de esa satisfacción, se induce la creencia del mérito personal y, por tanto, la falsa ilusión de que todo lo que nos ocurre en la vida es consecuencia única y exclusivamente de nuestros actos. Es decir, queda eximido de toda responsabilidad el sistema político, económico y social. Todo es fruto del hacer individual independientemente de cualquier condicionante.
Esta excelente estrategia de control social ha desactivado casi cualquier posibilidad (es obvio que el casi no incluye a todas esas personas que si reaccionan y se esfuerzan en construir otra forma de vivir, cada uno a su manera) de reacción social y al pasar de los años ha conseguido dejar una ingente cantidad de personas que no salen de su asombro y estupor ante la actual situación. Una gran masa de gente que no llega a comprender qué salió mal. Siguieron las instrucciones al pie de la letra, se dedicaron en cuerpo y alma a cumplir con lo que el sistema esperaba de ellos y ahora se encuentran en una situación de indefensión absoluta. Y lo qué es peor, absolutamente convencidos de qué ha sido culpa suya.
Personas que han cumplido con su labor de asalariados durante años y ahora se ven como seres inservibles sin saber por qué, jubilados que tras entregar hasta la última gota de sudor han visto como todo lo que con esfuerzo consiguieron juntar para pasar sus últimos años se ha evaporado, varias generaciones convencidas de que estudiar era lo que debían hacer para alcanzar la vida que el sistema les ofrecía y se encuentran con la cruda realidad de ser mano de obra sobrante, y así un largo etcétera de personas y situaciones diversas. Todas ellas con algo en común, un sentimiento de culpa inoculado por el sistema y con una nula capacidad de reacción fuera de los cauces que el propio sistema ofrece.
Es necesario tratar esta cuestión con lógica. Si hemos seguido las normas que nos debían guiar al buen vivir según el sistema y esto no se ha producido sólo hay una posible conclusión lógica: no somos culpables, entonces ¿quién es el culpable? Todos los dedos deben apuntar en la misma dirección: el sistema capitalista. Por tanto, sólo puede haber una salida posible, acabar con él.
 

MALDITA GANANCIA

jueves, 10 de octubre de 2013


Vivimos en la agitación constante, en un vertiginoso ir y venir sin saber de dónde partimos ni hacia dónde vamos. Continuas convocatorias a todo tipo de actos por parte de innumerables colectivos, plataformas, partidos, asambleas, mareas, sindicatos y coordinadoras siempre con la intención de dejar claro un posicionamiento más o menos contrario a cualquier aspecto de esta realidad social que nos golpea.
Uno tras otro se suceden los discursos, las proclamas, los manifiestos oscilando entre la defensa de lo que se consideran derechos inalienables y la llamada a la revolución contra el poder criminal que nos gobierna.
Finalmente, llega el desánimo y la deserción. El abandono de lo que se ha dado en llamar la lucha y la consiguiente disolución de toda la energía entre esa maraña indescifrable que forman conceptos como ciudadanía y vida cotidiana.
Sin embargo, se insiste una y otra vez en los mismos métodos con la esperanza de obtener resultados diferentes, o tal vez con el objetivo más retorcido de volver a obtener esos mismos resultados, es decir, la nada.


¡Revolución! Es sin duda una de las palabras más usadas de la historia de la humanidad y con tantos significados como seres humanos existen. A pesar de ello, hay una cuestión que inevitablemente hay que plantearse a la vista de los resultados de lo que se han considerado revoluciones a lo largo de la historia y que nos han traído hasta el momento presente.
¿Es posible una verdadera revolución si no va precedida de una evolución en las ideas que dominan nuestra vida y el modelo social impuesto?

En la actualidad vivimos en la sociedad de la ganancia y del interés, en la que todo gira en torno a la posibilidad de obtener un diferencial positivo de cada acción realizada. Esto es algo bastante obvio en la esfera económica puesto que está en la base del propio capitalismo. Este faro que ilumina todo el funcionamiento del sistema económico está íntimamente alimentado con el concepto de propiedad, puesto que para obtener una ganancia, un beneficio hay que poseer algo con lo que poder interactuar.

Posesión y ganancia, dos factores que inevitablemente conducen al tercer pilar: control. Hay que asegurar esa propiedad para obtener la ganancia. El sistema lo sabe y lo ejerce de una manera brutal a través de múltiples mecanismos.

La revolución tan anunciada y deseada pasa por ahí, por combatir ese triunvirato que sostiene todo el entramado. Sin embargo, para llegar a ese punto debe suceder que esas ideas evolucionen a nivel personal, porque ese trío ideológico también rige en nuestro día a día y no sólo en los asuntos económicos. El sistema se ha integrado de tal manera que cada paso que se da en la vida se analiza en función de la posible ganancia que se puede obtener (no sólo económica, también emocional, temporal y en cualquier otro parámetro que se nos ocurra). Así hemos oído en innumerables ocasiones cómo se analiza una relación interpersonal en función de si se ha sacado más de lo que se ha invertido en ella. Obviamente este análisis sólo es posible desde la creencia de la posesión de algo, tangible o no, que estimamos valioso.
Por eso, parece que el tiempo de la revolución no está cercano. Sin embargo, el tiempo de los actos revolucionarios esta aquí. Ahora mismo no hay nada más revolucionario al alcance de nuestras manos que renunciar a regir la vida humana por el criterio de la ganancia. Evolucionar hacia otros criterios personales nos acercará cada vez más hacia ese momento revolucionario que tanto necesita el conjunto de la humanidad. Sólo superando la creencia de que siempre hay que sacar algo de cada acto que se hace podremos plantearnos la construcción de otro mundo en el que el sufrimiento sea tan sólo un lejano recuerdo.

DE LO DESEADO Y DE LO INMEDIATO

jueves, 27 de junio de 2013
La claridad con la que se nos presenta el estado actual de cosas, debería hacernos pensar que ésta mal llamada crisis (más que crisis es la evolución lógica de un sistema depredador y explotador) no proviene ni de un desmantelamiento de lo que se ha dado en llamar Estado del Bienestar, ni de la corrupción política, ni de una desregulación del sistema financiero.
No parece posible, ni deseable, una vuelta al principio del s.XXI donde siempre según nuestra perspectiva de “sociedad democrática y desarrollada” todo iba fantásticamente bien (nunca nos cansaremos de repetir que para dos terceras partes de la humanidad hace muchísimos años que todo va indudablemente mal). Decimos que no es deseable, ya que como mencionábamos anteriormente, la situación de miseria y explotación que estamos viviendo es fruto del mismo sistema que nos dominaba entonces. Por tanto, sería de necios embarcarnos en una lucha de la que no podríamos salir jamás vencedores puesto que ningún resultado nos sería favorable.

En otro artículo de este blog citaba al historiador Braudel que decía: el capitalismo sólo triunfa cuando se identifica con el Estado, cuando es el Estado. En mi opinión no se puede describir mejor la evolución sistémica que hemos vivido a lo largo de muchos años. El capitalismo se ha identificado tanto con el Estado que se han fusionado en uno sólo, de tal forma que los intereses de las grandes multinacionales son los intereses del Estado y todas las políticas dirigidas por el Estado favorecen directamente a éstas. Esta identificación sólo ha sido posible después del paso por la sociedad del consumo y del bienestar que consiguió con creces su principal objetivo: domesticar al pueblo y convertirlo en esclavo de su propio modo de vida, y después de años y años de adoctrinamiento educativo que han logrado con éxito su propósito: producir una generación tras otra de personas sin ningún tipo de pensamiento ni conciencia crítica (es obvio que estoy generalizando). Por si acaso, para aquellas personas que ni por esas quedaron convencidas de la benevolencia del sistema, el Estado ha puesto en marcha su maquinaria, más o menos encubierta, de represión dejando de este modo el camino franco para convertir esta dictadura capitalista en lo que ellos denominan estado democrático.

 
Por todo esto y muchas otras razones que no harían más que abundar en estos argumentos, nos parece que cualquier intento de construir una alternativa basada en el Estado y en la legitimación de su papel como benefactor de la sociedad y administrador de lo común está abocada al fracaso (además más temprano que tarde). Frente a esta afirmación cabe la alternativa de construir espacios y realidades al margen de cualquier control estatal. En este sentido desde siempre, aunque tal vez en los últimos tiempos más si cabe, se han ido desarrollando proyectos y espacios con un alto grado de autonomía (qué difícil es escapar del control social) en ámbitos tan dispares pero imprescindibles como el trabajo, la educación, la salud, el desarrollo comunitario,… Apoyamos sin reservas estos proyectos basados en la autonomía y la autogestión, donde la democracia directa es la base de decisión y donde todas las personas están al mismo nivel.

Sin embargo, no podemos ocultar una realidad. Estos proyectos son a día de hoy minoritarios, además requieren de una concienciación y una valentía que no todo el mundo, ni mucho menos, posee (al margen de la situación personal de cada una). Es necesario apoyar, fomentar y participar de estos espacios de libertad pero la situación apremia y una revolución de tal calibre (la que nos llevaría a una sociedad libre sin espacios de poder y sin explotación) lleva un largísimo camino que, si bien hemos de empezar a andar, no puede ser excusa para obviar la situación que nos rodea.

En el estado español hay familias enteras que día tras día se quedan sin un techo bajo el que cobijarse, casi un tercio de la población infantil pasando hambre, más de seis millones de personas desposeídas del único modo de subsistencia que el capitalismo permite (el trabajo asalariado), varios millones viviendo de la caridad o exprimiendo hasta la última gota cualquier pensión o prestación, recortes en todo tipo de servicios y prestaciones que precarizan más y más nuestra vida. Estas y tantas otras situaciones provocan un nivel de angustia e impotencia que llevan en algunas ocasiones a quitarse la vida ante la falta absoluta de perspectivas de futuro.

La pregunta es obvia, ¿cómo combinar ambas cuestiones? Una revolución tanto personal como social es imprescindible, pero hay algo clarísimo: la revolución o es de todos o no será y la situación actual está más encaminada a la subsistencia del día a día que a la alteza de miras y la consecución de grandes logros revolucionarios. ¿Entonces?

Sería ingenuo esperar que todo el mundo de repente comprendiéramos la absoluta necesidad de construir nuestras vidas y nuestra sociedad al margen del control estatal así pues, ¿qué hacer?


En este terreno, debemos seguir luchando en la defensa de nuestros iguales frente al canibalismo del capital, más que nunca hay que poner en marcha mecanismos de solidaridad y apoyo mutuo. La mejor forma de demostrar que la construcción de la autonomía es posible es demostrándolo día a día, no podemos encerrarnos en nuestros proyectos y desconectarnos de la realidad; sino que hay que tratar de ir involucrando al máximo de gente posible desde la práctica diaria de la solidaridad.

Aquí, también se plantea una cuestión interesante. ¿Cómo mantenerse al margen de luchas cotidianas cuando el dolor y la muerte de seres humanos nos envuelven de una forma absoluta? Imposible, hay que estar a pie de calle peleando incluso por reivindicaciones que nos saben a poco, reformistas y legitimadoras pero, sin duda, una salida de emergencia para esta situación asfixiante. Me detengo en tres luchas que me parecen interesantes por diversas razones.

Por un lado, en el tema de la vivienda hemos visto y seguimos viendo una enorme movilización social. Sé que la dación en pago no es solución (aunque sí un alivio) pero lo que me interesa del asunto y lo que apoyo fundamentalmente es el empoderamiento social frente a los desahucios y la toma de la okupación como una estrategia cada vez más aceptada por un mayor número de personas. La acción directa colectiva como forma de lucha es un paso enorme.
(Por ejemplo http://www.publico.es/457625/la-pah-ocupa-otros-dos-bloques-de-pisos-vacios-en-badalona-y-torrevieja)
 

Luego, tenemos el camino emprendido por diversos colectivos sociales por la Renta Básica. Existen múltiples propuestas sobre este tema, la mayoría de ellas encaminadas a perfeccionar la sociedad de consumo (aunque para ello, dotando de recursos económicos a todo el mundo), sin embargo el camino tomado por las gentes de la red de Baladre puesto en primera línea por los campamentos Dignidad extremeños tiene un factor de construcción de lo colectivo más que interesante, al tiempo que posibilita el abandono del trabajo asalariado como método de subsistencia.
(Me refiero a esto https://www.youtube.com/watch?v=m28bPSwSmgY)

Por último, en el ámbito laboral (por desgracia tan importante a día de hoy) destaco la lucha propuesta desde el anarcosindicalismo por la jornada laboral de un máximo de 30 horas semanales sin reducción salarial como estrategia para repartir el trabajo (y de paso un poco la riqueza).
(Propuesta aquí http://www.cnt.es/noticias/reduccion-de-jornada-30-horas-semanales-sin-reduccion-salarial)
 

Tomo las tres propuestas como ejemplo y como simples herramientas de transformación ante la emergencia social que vivimos, pero destaco lo mucho que pueden servir para que aquellas personas que no están por la construcción de ese otro mundo posible empiecen a vislumbrar otra realidad que sirva de impulso para seguir profundizando en su lucha personal y hacia una revolución social.

Sé que este es un discurso que no gusta a casi nadie; pero creo que conjugar las dos vertientes: la construcción de espacios independientes del control estatal y la mejora inmediata de las condiciones de vida de la inmensa mayoría, es muy importante para poder iniciar el largo camino de la evolución personal y, sobre todo, de la revolución social.
 

LAS LEYES EDUCATIVAS PASAN, EL SISTEMA EDUCATIVO PERMANECE

lunes, 27 de mayo de 2013
Ya la tenemos aquí. Año y medio después de acceder al poder ya tenemos nueva ley educativa (en este caso la LOMCE, Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa). Aunque faltan los trámites habituales del paripé parlamentario, la ley ha llegado para quedarse (al menos hasta que llegue un nuevo gobierno y decida hacer su propia reforma).
 
Esto no es nada nuevo, cada gobierno ha lanzado su reforma educativa, cada una con sus matices ideológicos en función del papel asignado al partido de turno en este teatro de marionetas a cuyo funcionamiento se le llama normalidad democrática. Eso sí, ninguna de todas estas leyes y reformas sucesivas han cuestionado, ni de forma leve, los verdaderos objetivos que se esconden tras el sistema educativo de nuestra sociedad.

Durante décadas, millones de personas hemos pasado por este filtro, llamado sistema educativo, encargado de modelarnos y adecuarnos a las necesidades de cada momento histórico. La misma introducción de este sistema responde a la necesidad de producir en serie combustible humano para alimentar el engranaje de la recién llegada sociedad industrial.

Desde ese mismo instante se vislumbró el potencial de la educación estatal y de la imperante necesidad de universalizarla. Así, en el Estado español se institucionaliza la educación a partir de la Constitución de 1812, donde el Estado se hace con sus riendas (hasta entonces en manos del clero) estableciendo dos principios básicos, al menos sobre el papel, que perduran a día de hoy, la universalidad (todo el mundo está obligado a pasar por ahí) y la homogeneidad de lo enseñado (garantizando así la imposibilidad de dotar a la escuela de una dimensión emancipadora y crítica imprescindible).

Esta necesidad se ha visto colmada independientemente del tipo de régimen político instaurado y de la supuesta orientación ideológica del mismo. En todos estos lugares el sistema escolar tiene un objetivo primordial más o menos oculto: transmitir y asegurar la asimilación de una necesidad de ser enseñados. De esta forma se consigue que las personas nos desentendamos de la responsabilidad de nuestro propio desarrollo, dejándolo siempre en las manos de los expertos. Junto a esta enseñanza, también se nos inicia en una sociedad en la que todo (valores, capacidades, necesidades, realidades…) es susceptible de ser producido y medido. Esto nos lleva irremediablemente a la aceptación de todo tipo de clasificaciones jerárquicas, incluso a dar por válida y natural una sociedad estratificada en la que tu posición depende de valores totalmente mesurables. La escuela nos instruye para ocupar el lugar que el poder nos tiene reservado dentro de nuestro sistema social y para saber aceptar que esa posición no depende de cada uno de nosotros; sino que está en función de una serie de parámetros (económicos, étnicos, origen social,…) que la maquinaria opresora se encarga de medir y catalogar.

El poder siempre ha sido muy hábil en lo que se refiere al sistema educativo, a lo largo de la historia ha sabido siempre dotar a la escuela del envoltorio adecuado en función de los vientos que soplaban. Ha convertido al sistema educativo en un arma de doble filo. Por un lado, adiestra y prepara a las futuras generaciones para engrasar la maquinaria social y, por otro lado, sirve de arma arrojadiza para el debate político entre los diferentes actores sistémicos. En esta segunda vertiente, vemos cómo en el Estado español desde hace muchos años se ha establecido este debate en torno a la religión en la escuela y a la dicotomía pública-privada. A primera vista debates interesantes y necesarios pero que vistos con un poco de atención no son más que cortinas de humo que, en realidad, sólo sirven para distraer nuestra atención (de hecho, en todo este tiempo, independientemente del color del gobierno, la iglesia ha estado muy presente en la escuela y la privatización ha sido subvencionada por el Estado a manos llenas) y obligarnos a tomar posición en uno u otro sentido y, así, no tomar conciencia del verdadero debate: ¿Qué tipo de educación queremos? ¿Necesitamos un sistema educativo controlado por el poder? ¿Tiene sentido defender una educación que nos instruye para ser esclavos?...

Así se ha conseguido que la escuela se haya convertido en los últimos tiempos en la Iglesia del pueblo trabajador. El objetivo de que todo el mundo tenga iguales oportunidades de educarse es deseable y completamente realizable. Sin embargo, tratar de llevar esto a cabo a través de la escolarización obligatoria (tal y como hace el Estado) no es más que el mismo mecanismo utilizado por la Iglesia para captar y fidelizar a las personas. Lo que nos lleva a asimilar que es en el sistema educativo donde reside la verdad absoluta e incuestionable.


Ha llegado la hora de romper con esta creencia. Ya basta de defender una escuela que jamás ha cuestionado ni lo hará los mecanismos de dominación y explotación del poder.

Por supuesto hay que defender la educación pública. Pero hay que ir más allá en esa defensa. Hay que crear una verdadera educación pública basada en la participación de todos frente al modelo de expertos vigente. Hay que cambiar el paradigma actual en el que es imprescindible la acreditación estatal de cualquier habilidad para poder ejercerla como si el único lugar donde se puede aprender fuera la escuela. Hay que apostar por una gestión colectiva y por un papel protagonista de las personas que desean aprender independientemente de la edad que tengan. Y, sobre todo, hay que dejar que sea cada cual el que decida su camino, a qué ritmo y en qué momento quiere recorrerlo.

Es hora de construir otra forma de educar, donde todos tengamos nuestra parte de responsabilidad, donde la persona sea el centro de su educación y decida cómo y cuándo. No necesitamos factorías de crear esclavos, necesitamos construir espacios donde acompañar y facilitar los procesos de formación de seres humanos libres y críticos.
 

DE LA REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA Y POLÍTICA

lunes, 28 de enero de 2013
Seguimos la travesía por estos tiempos convulsos. A nuestro alrededor la maquinaria capitalista continua con su acelerada destrucción de la misma esencia humana que durante siglos ha ido perfeccionando y poniendo a punto y que, ahora, ha decidido aplicar con potencia sobre la Europa del sur con especial dedicación.
Después de varios años de sufrir esta aceleración del capitalismo más salvaje y criminal parece ser que, al menos en el Estado español, ya hemos encontrado la receta mágica que todo lo cura: la regeneración democrática.
Ya hace tiempo que los grandes medios de desinformación se encargan de dejar caer este concepto para que lo vayamos asimilando y, al parecer, con un resultado excelente. La idea es tan simple como atractiva: el problema es la corrupción política y el deficiente sistema democrático fruto de la transición. Por tanto, la solución a todos nuestros problemas reside en arreglar esto.
Como siempre, una de las principales características del poder capitalista es su especial habilidad para reconocer los puntos débiles de la sociedad y explotar tanto sus miedos como sus esperanzas, sobre todo las fundadas en falsas creencias acerca del poder de la democracia representativa. Ayudado en sus medios de propaganda y en las ilustres firmas que en ellos se encargan de propagar el pensamiento único. Siempre a cambio del favor del sistema, están lanzando el mensaje de que la clave de todos los males reside en un sistema político deficiente.
Por supuesto, todos los medios utilizan un concepto de política reducidísimo, asimilando la política a la acción que realizan los partidos políticos reconocidos por el sistema como los únicos y legítimos agentes de la acción política. Esta asimilación persigue un doble objetivo: por un lado, negar cualquier posibilidad al pueblo de participación política fuera de los rediles de los partidos políticos, perfectamente controlados a través de sus estructuras de poder internas y su dependencia económica externa. Por otro lado, al recluir la política al ámbito de los partidos la regeneración de la política pasa siempre por cuestiones que solamente tienen que ver con los partidos y su funcionamiento.
Pasa lo mismo con el constante engaño al que nos somete el sistema haciéndonos creer que la democracia es esto que sufrimos cada día; cuando no es otra cosa que una oligocracia donde el poder lo ostentan los mismos desde hace décadas. Así pues, cuando los voceros del poder hablan de regeneración democrática a través de infumables editoriales en todos los medios. Siempre se refieren a este sistema parlamentario y representativo (que tan sólo representa a la clase dominante) sin dejar ni un resquicio a la acción del pueblo autoorganizado.
Estas asimilaciones contienen el peligro de dar pie a diferentes salidas. Por un lado, es posible que se pretenda tan sólo un pequeño maquillaje del sistema político a través de cambios que nada cambian como explicamos más adelante (seguramente ésta es la opción preferida por el sistema y por la que aboga ahora mismo). También puede llevar a una solución intermedia al estilo Italia o Grecia, es decir, un gobierno elegido a dedo por el capital ante la inoperancia de los partidos tradicionales. Finalmente, si el poder se siente amenazado no cejará en el descrédito político con el fin de predisponer a la población hacia la necesidad de un gobierno de unidad nacional o uno neofascista.
De esta manera, el sistema está consiguiendo reconducir todo el descontento y la desesperación del pueblo hacia esta cuestión de la regeneración. Han decidido poner en primer plano los casos de corrupción política, de financiación irregular de partidos, etc., y les han asignado el papel de culpables y, por tanto, de responsables de todos los males habidos y por haber. Todo son comparaciones entre el dinero robado por partidos y políticos y los puestos de trabajo que se podrían crear con esas cantidades, o los recortes que no hubieran tenido que hacer si ese dinero hubiese estado disponible.
Siguiendo este razonamiento, muchas de las luchas que se han ido creando y llevado adelante durante los últimos tiempos están empezando a inclinarse por estas tesis. Proliferando las voces que exigen está regeneración y la creación de todo tipo de partidos frentepopulistas para tratar de ser partícipes de la regeneración que nos impone el poder.
Ante este panorama vuelven a aparecer las recurrentes propuestas que según el poder nos acercaría a la perfección democrática. A saber, listas abiertas en todas las votaciones, cambio de la ley d’hondt por una más “representativa”, transparencia absoluta en la gestión del dinero público, poner fin a las subvenciones que reciben los partidos, articulación de mecanismos para la participación ciudadana (es decir, mejorar un poquito el tema de las ILPs),… por supuesto, todo esto obviando la verdadera cuestión de fondo.
Vivimos bajo un régimen global capitalista que antepone la dominación y el beneficio económico a cualquier otra consideración. El sistema político es tan sólo una coyuntura dentro de la globalización capitalista y tiene la forma que el poder considera oportuna en cada momento histórico.
Son la explotación sin límite de los seres humanos y del planeta, la mercantilización de todos los aspectos de la vida, la imposición de la posesión como el máximo exponente de la realización humana y la total anulación de la libertad humana los pilares de la actual situación de crisis global.
Es en estos aspectos donde debemos volcar todo nuestro entusiasmo y nuestra fuerza. Sin embargo, no podemos desdeñar la oportunidad que nos ofrece el sistema. Desde luego que es imprescindible la regeneración política y democrática, pero no en el sentido que el poder nos quiere hacer comprender; sino en el verdadero sentido. Necesitamos recuperar la verdadera política, la que realizamos todas las personas en cada acto de nuestras vidas y necesitamos recuperar la democracia, la única que merece ese nombre, aquella en la que todos tenemos la oportunidad de crear el mundo y la sociedad en la que queremos vivir.
 

REVOLUCIÓN E INMEDIATEZ

jueves, 29 de noviembre de 2012
El título de este post surge de la reflexión ante los acontecimientos que se van desarrollando a nuestro alrededor durante estos últimos años.
La aceleración de la destrucción de la mascarada que suponían los Estados del Bienestar ha dado paso al estupor en las sociedades del Norte opulento. Tras años de vivir el sueño capitalista sin mirar atrás, es decir, sin que nuestras mentes precarias hayan tenido siquiera la opción de pararse a pensar por un instante el precio que estábamos pagando por esa vida consumista y totalmente automatizada. Ni por un instante, la mayoría de nosotros, sopesamos el nivel de miseria, explotación y destrucción a la que estábamos (estamos) sometiendo a gran parte del planeta y a todo ser vivo, incluidos los seres humanos, que en él habitan. Porque no podemos engañarnos por más tiempo, no es posible una gestión humanizada del capitalismo. Ni capitalismo amable, ni verde ni nada que se le parezca. Este sistema requiere de explotación y de represión en grandes dosis; sino, no es posible. Y todo esto es inimaginable sin el soporte de los Estados. Hay una frase del historiador francés Braudel que dice: el capitalismo sólo triunfa cuando se identifica con el Estado, cuando es el Estado.
Esto es exactamente lo que está sucediendo ahora mismo. La identificación Capitalismo-Estado es absoluta. Frente a todas esas tesis que se empeñan en asegurar que la crisis actual (utilizo el término crisis para resumir la situación actual a sabiendas que esto no es una crisis sino una estrategia perfectamente orquestada para arrasar con cualquier atisbo de derecho que pudiéramos tener) se debe a la desregulación del sistema y al ataque neoliberal contra el Estado del Bienestar, afirmación ésta que da por buena la acepción anteriormente comentada del capitalismo amable, y que se resolvería con una buena regulación de los flujos económicos y, en el caso concreto español, con el cumplimiento de lo que refleja la Constitución del 78 (esa que consagra entre otras cosas al capitalismo como sistema y la explotación como método, o legitima la toma del poder por parte del ejército en caso de que lo anterior pudiera verse amenazado).
Esta lamentable tesis es la que se está imponiendo poco a poco tras el estallido de indignación por parte de una población que veía como se derrumbaba el maravilloso estilo de vida en el que estábamos inmersos. Gran parte de la contestación al sistema se ha ido encauzando desde unos inicios más o menos revolucionarios y esperanzadores, hacia una especie de respuesta socialdemócrata radical que básicamente consiste en el fortalecimiento de un Estado social y en la recuperación de derechos laborales y ciudadanos.
A nadie puede extrañarnos esta respuesta. Si pensamos por un momento de dónde partimos, vemos la infinitud de condicionantes que predisponían a una respuesta como ésta. Llevamos muchísimos años de dominación total por parte de la clase dominante bajo diferentes formas (monarquías, dictaduras, repúblicas, democracia parlamentaria) salvo pequeños momentos históricos y localizados muy puntualmente. Con todo lo que esto conlleva de adoctrinamiento en el espíritu de servidumbre y de resignación. Especial mención a las últimas décadas bajo el falso espejo democrático que se ha encargado de desarticular todo intento de creación y consolidación de respuestas populares y ha fomentado hasta implantarlo totalmente. Un hedonismo individualista basado el egocentrismo exorbitante que nos ha hecho desplazar el foco sobre el enemigo hasta situarlo sobre cualquiera que no sea nuestra propia persona y a interiorizar la culpa de todo lo que este sistema despiadado provoca. Por supuesto que en todo esto que comentamos hay que destacar el papel realizado por el sistema educativo y los medios de comunicación, ambos controlados y dirigidos por los mismos intereses. Con todos estos y muchos otros argumentos nos encontramos que cuando se intenta dar una respuesta por parte del pueblo ésta se convierte en efímera y se diluye lentamente en un sinfín de acciones tan valientes como estériles.
Esta respuesta se ha visto, a su vez, condicionada por varios factores; pero sólo quiero comentar un par de ellos, uno en el plano individual y otro en lo colectivo:
-          Desde el primer momento se ha entendido que la opción válida de hacer política es recuperar el espacio público y común para la acción política, entre otras razones por el hartazgo de las estructuras corporativistas de partidos y sindicatos en general. Esto derivó en la creación de asambleas populares, grupos de afinidad,… sin embargo el paso del tiempo y pasado el subidón revolucionario inicial se ha impuesto la lógica del sistema que nos hace egoístas y desconfiados de nuestros iguales, que nos convierte en seres incapaces de asumir un compromiso a largo plazo y con claras dificultades para compartir el esfuerzo y el compromiso. Obviamente esto como todas las generalizaciones no refleja fielmente el total de la realidad pero sí, creo, que una gran parte de ella.
-          En lo colectivo este desmembramiento de la respuesta popular ha posibilitado que sus restos fueran buscando alianzas en colectivos y partidos políticos de la llamada izquierda social y radical. Toda vez que todo este grupo de colectivos y partidos parte de la base de la exigencia al poder establecido o la toma del mismo por las vías que el capitalismo ofrece (es decir nulas para quien no sea capitalista) las respuestas se han ido matizando y reelaborando hasta encajar en este marco de acción convirtiéndose, así, en réplicas de lo ya existente. Por otro lado, los colectivos que se mueven fuera de ese ámbito y que no están interesados en la toma del poder sino en la construcción de alternativas viven inmersos en el constante dilema de mantenerse “puros” y por tanto verse reducidos a la invisibilidad.
Desde luego que el cambio no va a ser fácil, pero necesitamos pensar en un nuevo modelo social en el que todo el mundo tenga cabida mientras seguimos en la calle con la protesta. Ese modelo social implica, necesariamente, la participación de todas las partes. Y esto es lo más complicado: crear una manera de relacionarnos que se ajuste a todas las nuevas realidades y necesidades.
Es necesario realizar el esfuerzo personal de reflexionar y compartir estas reflexiones acerca de aquellas cuestiones que consideramos indispensables en la lucha anticapitalista e iniciar, de esta manera, la creación de un verdadero tejido social de lucha y oposición con ese componente de creación de nuevas formas de relacionarnos entre las personas y el medio.
La salida pasa por nuevas formas de organización y participación, en la que todo el mundo pueda (y lo haga) implicarse de manera directa. También pasa por romper esas cadenas mentales que nos unen a un modelo de vida, el capitalista, que no se corresponde con la esencia humana ni con nuestro lugar dentro de ese todo llamado Tierra. Pasa por recuperar la fe en nuestra propia potencia creadora y en aunar esfuerzos con el resto.
En definitiva, pasa por creer de verdad que ese otro mundo es posible y por desear que ese otro mundo sea una realidad. A partir de ahí, hay que obrar en consecuencia (a cada cual su historia personal, su conciencia político-social,… le hará seguir su camino en ese obrar en consecuencia) y, sobre todo, no desfallecer jamás.

Fuente: Quebrantando el Silencio 

¿EDUCACIÓN PÚBLICA? SÍ, PERO DE VERDAD

martes, 16 de octubre de 2012
Volvemos a las andadas. Nuevo gobierno y ya tenemos nueva ley educativa (en este caso la LOMCE, Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa). Poco han esperado para lanzarla pero claro es lo que tiene la mayoría absoluta, que ni se molestan en guardar las formas.
Esto no es nada nuevo, cada gobierno ha lanzado su reforma educativa, cada una con sus matices ideológicos (por supuesto jamás poniendo en tela de juicio el orden establecido). Sin embargo, estos matices son los que sirven para encender la mecha del “debate político” y dejar de lado lo importante de la cuestión.
Ahora tocan las reválidas, la eliminación de educación para la ciudadanía, la segregación sexista, la exaltación de la patria… Por supuesto, toca el tema estrella cuando gobierna la cara derechona del sistema: la privatización de la educación y el trato de favor hacia la educación privada (mayoritariamente religiosa).
A todo esto hay que añadir el recorte radical que sufre el presupuesto dedicado a educación y lo que esto conlleva: menos profesorado, más alumnos por aula, no cubrir bajas, el despido de miles de interinos, la reducción de las rutas de transporte, de las becas, del servicio de comedor (la polémica de los tuppers es demencial). Como gran novedad incluye un bufón como ministro de educación.
Vale decir, y que quede claro, que entre la educación pública, tal y como se entiende mayoritariamente, y la educación privada hay que luchar y defender la pública. La cuestión que aquí queremos destacar es que la lucha no debe quedarse ahí.
Percibo un más que comprensible cansancio a mi alrededor por parte de la gente que un día sí y otro también sale a la calle a protestar contra toda la batería de reformas y leyes con las que nos golpea el poder. El sistema ha acelerado su marcha en la parte del globo en la que vivimos (en otras latitudes llevan siglos sufriéndolo) y la reacción se está desarrollando a alta velocidad. Tan rápida va, que ya empieza a desgastarse. Y es que este sistema tiene la gran virtud de haber conseguido encauzar toda la contestación en defender cuestiones y aspectos que son claramente favorables al mantenimiento y al reforzamiento del propio sistema. Nos explicamos:
Llevamos mucho tiempo defendiendo un sistema público de educación frente al modelo privatizador por el que aparentemente apuesta el neoliberalismo. Hemos creado plataformas para ello, hemos tragado salir con los sindicatos pactistas y con otros que claramente trabajan para la patronal, hemos gritado, nos hemos asambleado y hemos hecho mil y una acciones para defender esa educación pública. Sin embargo, no debemos perder de vista que ese sistema de educación pública que defendemos no es más que una engrasada maquinaria de fabricar millones de peones desechables para el sistema y un buen puñado de obreros especializado y mandos intermedios que en un futuro serán los modernos cipayos de nuestra sociedad.
Hay diferentes estrategias para conseguir que defendamos un sistema que no es perjudicial, se mire como se mire. En los últimos años, con la llegada de ese capitalismo salvaje llamado neoliberalismo, ha sido el fantasma de la privatización del servicio. Esta estrategia ha forjado la idea de que la educación va a ser exclusivamente para ricos (siempre dentro del esquema educación igual a escolarización) y, por tanto, favorece el surgimiento de la protesta popular a favor del sistema educativo público para regocijo del Estado que contempla complacido cómo nos dedicamos como posesos a defender su sistema de adoctrinamiento favorito.
En el tema educativo hemos caído (como en casi todos los ámbitos) en la lucha por el mal menor. Decimos aborrecer el sistema capitalista y la esclavitud y pobreza que genera y, sin embargo, nos dejamos el aliento en ponerle parches una y otra vez, de tal manera que al final sólo conseguimos reformarlo y reforzarlo. Transformando la lucha social en un motor de refinamiento del sistema.
La educación es algo en lo que hemos dado el brazo a torcer desde hace mucho tiempo. Hemos aceptado la ecuación que propone el poder de que educación es igual a escolarización, permitiendo de esta manera que sea el Estado el que decida qué conocimientos, valores y actitudes debe poseer cada persona. Por supuesto, la decisión es totalmente favorable a sus intereses y convierte el sistema educativo en el arma más poderosa de dominación y transmite el mensaje de la necesidad que tenemos las personas de ser enseñadas y aleccionadas en las cosas supuestamente más importantes para nosotras. Todo este mecanismo de dominación lo envuelve el poder con el manto del Estado social, bajo el pretexto del derecho universal a la educación, sin embargo, lo que realmente pretende y consigue es que el pueblo crea que no es posible la educación sin el sistema educativo estatal. Y, así, convierte este derecho en el derecho universal al sometimiento. De esta forma se consigue que las personas nos desentendamos de la responsabilidad de nuestro propio desarrollo y deleguemos en el Estado paternalista. Junto a esta enseñanza, también nos inicia en una sociedad en la que todo (valores, capacidades, necesidades, realidades…) es susceptible de ser producido y medido. Lo que nos lleva irremediablemente a la aceptación de toda clase de clasificaciones jerárquicas, incluso a dar por válida y natural una sociedad estratificada en la que tu posición depende de valores totalmente mesurables. La escuela nos instruye para ocupar el lugar que el poder nos tiene reservado dentro de nuestro sistema social y para saber aceptar que esa posición no depende de cada uno de nosotros; sino que está en función de una serie de parámetros (económicos, étnicos, origen social,…) que la maquinaria estatal se encarga de medir y catalogar.
Por supuesto, como he dicho anteriormente, hay que defender la educación pública. Pero hay que ir más allá en esa defensa. Hay que crear una verdadera educación pública basada en la participación de todos frente al modelo de expertos vigente. Hay que cambiar el paradigma actual en el que es imprescindible la acreditación estatal de cualquier habilidad para poder ejercerla como si el único lugar donde se puede aprender fuera la escuela. Hay que apostar por una gestión colectiva y por un papel protagonista de las personas que desean aprender independientemente de la edad que tengan. Y, sobre todo, hay que dejar que sea cada cual el que decida su camino y a qué ritmo quiere recorrerlo.
Fuente: Quebrantando el Silencio @Quebrantando

“DECIDÍOS A NO SERVIR, Y SERÉIS LIBRES”

miércoles, 5 de septiembre de 2012
¿Cómo se puede no tomar la decisión y persistir en la servidumbre?

A primera vista puede parecer una cuestión muy simple, sin embargo, la práctica diaria de la inmensa mayoría de nosotros nos dice que hay algo más detrás de todo esto. Si fuera así de simple (no descarto que lo sea) viviríamos en un mundo libre.

La primera cuestión que se plantea para no tomar la decisión es precisamente la falta de conciencia de nuestra condición de siervos. Difícilmente se puede tomar una decisión sobre un asunto que es inexistente para uno mismo.

Casi la totalidad de la población humana vivimos en sociedades controladas por unos pocos dominadores que extienden sus tentáculos sobre todo aquello a su alcance para establecer el control social. En estas sociedades siempre se actúa previniendo, asociando la libertad a lo que es menester desear. En otras palabras, los auxiliares del sistema venden la ideología dominante con la pretensión de ser la única disponible en el mercado intelectual. La libertad que defienden se asocia a un objeto deseable útil a la sociedad: libertad de consumir, de poseer, de disponer de bienes materiales, libertad de conformarse al modelo de consumidor ensalzado por los sistemas publicitarios y promocionales; libertad de comprar una conducta, valores o un modo de presentarse al otro, y así se nos propone: ya listo para usar, por la ideología dominante y transmitida por lo que se ha dejado de llamar propaganda para convertirse en publicidad.

La libertad se reduce entonces, a la posibilidad de inscribirse en una lógica mimética, de participar en la carrera en la que todo el mundo aspira a ascender a los niveles superiores de la escala social que propone el mundo mercantil.

Querer la libertad que ofrece este sistema induce a inscribirse en el movimiento gregario y supone no tener que obligarse a reflexionar, analizar, comprender, pensar; es decir, ahorrarse todo esfuerzo crítico propio, pues basta con obedecer.

Así pues, vemos cómo aparece un nuevo enfoque en la cuestión: la lucha por la libertad ya existe, pero por una libertad fraudulenta y edulcorada que agota nuestras energías, puesto que se basa en el tener y no en el ser y, por tanto, es una lucha irresoluble ya que siempre se puede (y lamentablemente se quiere) tener más.

Esta es la primera barrera que hay que romper para poder plantearse la cuestión inicial. Y es precisamente aquí donde está una de las labores más importantes a desarrollar por todas aquellas personas conscientes, luchar contra ese control social que nos tiene alienados y totalmente adoctrinados y hacer ver (con la palabra, pero sobre todo con el ejemplo) que existen otros modelos y que la libertad es otra cosa más allá de elegir entre playa o montaña para las vacaciones. Sabemos que ésta es una lucha muy desigual, puesto que el sistema tiene una gran cantidad de recursos disponibles y una maquinaria de control y represión apabullante. Por eso, es tan importante la lucha con el ejemplo y la acción cotidiana, porque es la baza más poderosa que tenemos a nuestro alcance. La vía de la construcción y el apoyo de medios alternativos de comunicación es fundamental ya que el sistema nos ha enseñado a ver la realidad a través de ellos y tenemos la tendencia a recurrir a ellos (eso sí, hay que hacerlo manteniendo el mismo espíritu crítico con el que abordamos los medios de desinformación masiva).

Superado este punto, existe un nivel de conciencia superior sobre la situación que nos hace ver de manera más o menos clara que la libertad que nos ofrece el sistema no es más que otra forma de esclavitud (quizá la más perversa por su envoltorio) y, a pesar de esto, persistimos en la servidumbre. ¿Por qué? Por miedo a la libertad y, sobre todo, a lo que ésta representa.

Dentro de este sistema inhumano, libertad implica represión y pérdida. Represión en todos los niveles a los que tiene acceso el entramado Estado-Capital, que son la mayoría (policía, justicia, trabajo, economía,…). Éste es un factor que una persona concienciada puede aceptar en mayor o menor medida como parte de la lucha emancipatoria, sin embargo tras alguna experiencia inicial puede alejar a muchos de este camino y dejarse arrastrar por el mundo de la “felicidad capitalista”.

La segunda cuestión que entra en juego es la pérdida. Ésta también se entiende en un sentido muy amplio. Por un lado, tenemos la pérdida de lo material que si bien en nuestro mundo ideológico no representa ningún problema (más bien al contrario) en el día a día de nuestra servidumbre capitalista nos resulta imprescindible para seguir adelante. Esto acaba planteando un círculo vicioso de difícil solución ya que nunca parece llegar el momento de romper esta rueda que nos impulsa día a día a seguir sirviendo. Por otro lado, está la pérdida social debida al magistral plan que el poder desarrolla a través de los medios de comunicación y que nos despersonaliza para convertirnos en miembros de la sociedad, de la masa. Las técnicas mediáticas asocian, según el modelo pavloviano, lo deseable para el individuo con lo deseable para la comunidad: el bien de uno se define en relación con lo que realiza el bien de la totalidad. De esta manera se formula el moderno contrato social en el que la invitación supone, entre diplomacia y coerción, el abandono de toda pretensión y voluntad individuales en provecho de una elección que abarque el conjunto de la sociedad. Esto todavía alcanza mayor trascendencia si reducimos el ámbito de la sociedad a la familia, donde siguiendo las normas imperantes, se sacrifica todo (hasta la libertad) en pos del bien común.

Libertad significa elegir, pensar por uno mismo, inventar, amar sin reservas, establecer planos de igualdad, coherencia y muchísimas otras cosas que exigen un esfuerzo y una constancia muy difíciles de sostener en un mundo en que todo se ha concebido para mantener muy limitado el espíritu crítico y la acción sincera. Es en este segundo plano donde la lucha se hace necesariamente personal e intransferible, donde no sirve más conciencia que la propia y donde está la verdadera batalla. Sin una victoria en este plano, cualquier cambio, cualquier revolución se antoja imposible.
Fuente: Quebrantando el Silencio

Prevén respaldo masivo de trabajadores cubanos a proceso electoral: Videos y Ley electoral

viernes, 31 de agosto de 2012
La Habana, 31 ago (PL) El secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Salvador Valdés, adelantó hoy una participación masiva de los afiliados a esa organización social en los comicios generales 2012-2013 en la isla.

En declaraciones al Noticiero Nacional de Televisión, el dirigente expresó seguridad en la alta concurrencia de los trabajadores en el proceso electoral que tendrá el próximo lunes el comienzo de unas 51 mil reuniones vecinales en el país para la nominación de candidatos a las Asambleas Municipales del Poder Popular.
 
También consideró la tradicional asistencia a las urnas de los integrantes de la CTC, entidad que este año batió su récord de afiliación al llegar a tres millones 517 mil miembros.
Se tiene que expresar el apoyo de nuestra sociedad al socialismo y las transformaciones en marcha, a través de la asistencia a las urnas y de la selección de candidatos en las asambleas de nominación, opinó.
 
A principios de julio, el Consejo de Estado convocó a comicios generales en Cuba, los cuales tendrán el próximo 21 de octubre su primera etapa con las votaciones para delegados a las asambleas municipales del Poder Popular.

En ese sentido, Valdés señaló que la participación de los trabajadores en el proceso -que incluye además la elección de delegados a las asambleas provinciales y diputados al Parlamento- debe ser consciente y no por disciplina.

Al abordar la presencia de trabajadores en la Asamblea Nacional recordó que un 25 por ciento de los escaños lo ocupan vinculados directamente a la producción y los servicios.
Sin mencionar a intelectuales, científicos y representantes de la cultura y de otros sectores que también son trabajadores, dijo el dirigente.

Para los comicios en Cuba están convocadas unas ocho millones 500 mil personas, cifra que será definitiva en las próximas semanas luego de un proceso de validación popular del padrón.

Recientemente, la presidenta de la Comisión Electoral Nacional (CEN), Alina Balseiro, vaticinó en declaraciones a Prensa Latina una amplia asistencia a las urnas, lo cual es usual en la isla.

Según datos de la CEN, en todas las votaciones celebradas desde 1976, cuando entró en vigor la actual Constitución, han participado más del 95 por ciento de los electores.
 
Fuente Prensa Latina


Videos relacionados

Salvador Valdés Mesa: El Movimiento Sindical apoya el proceso electoral en Cuba

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Cuba: Los Joven Club de Computación participan activamente en el proceso electoral


Video en Youtube


 
Serán de su interés:

Características principales del Sistema Electoral Cubano
    
Fuente Oficina Nacional de Estadísticas


Texto de la Ley Electoral
    
Fuente Gaceta Oficial de la República de Cuba

REFLEXIÓN SOBRE EL SENTIDO DE LA LUCHA

sábado, 3 de marzo de 2012
Un simple vistazo al panorama político-social que nos rodea en esta decadente sociedad nos ofrece una perspectiva desoladora.

El actual sistema encauza al ser humano hacia la eterna esclavitud y sometimiento a la esfera económica y, por tanto, a la dependencia del trabajo asalariado (al precio que sea) como único modo de vida. Ante esta perspectiva nos lanzamos a las calles cientos de miles de personas protestando y mostrando nuestro absoluto desacuerdo con unas políticas que cada vez más nos encaminan a la negación de todo aquello que significa ser humanos, es decir, al embrutecimiento de las personas hasta ponernos al borde de la incultura y perfectamente preparados para acabar los unos con los otros con tal de sobrevivir.
Sin embargo, siendo sinceros, la mayoría de las protestas van dirigidas contra cuestiones específicas que, en el fondo, podríamos resumir en la vuelta a un estado anterior de la situación. La verdad es que nos han condenado a la eterna esclavitud y contra esto nos conformamos con exigir la simple promesa de que todo vuelva a ser como antes, cuando todos éramos felices.
A pesar de que este tipo de protestas son menudencias para los actuales Estados y sus socios capitalistas, no han desaprovechado la oportunidad para enseñar los dientes y morder sin mayores reparos. Eso sí, sólo muerden en aquellas protestas organizadas fuera de los cauces que ellos controlan, seguramente en un intento de amedrentar cualquier intento de organización espontánea que pudiera cuajar al margen de sindicatos oficialistas y partidos habituales de la oposición (peones todos ellos igual de importantes en este juego).
Las últimas actuaciones policiales han desencadenado, por fin, la respuesta de un pueblo que parecía dormido ante las constantes agresiones y represiones policiales. El hecho que ha marcado la diferencia ha sido el objetivo de la violencia policial: jóvenes estudiantes protestando por las pésimas condiciones del sistema educativo.
Hasta hace bien poco, la represión se reservaba para organizaciones en lucha de marcado carácter político (antifascistas, anarquistas, independentistas, antidesarrollistas,...) y pasaba totalmente inadvertida para la gran mayoría gracias al eficaz trabajo de los medios de desinformación que simplemente ocultaban los hechos o los enmarañaban de tal forma que se convertían en legítima defensa policial frente a los desmedidos ataques de terroristas. Recuerdo una de las primeras informaciones que me impactaron, tiempo después de que sucediera. Fue la brutal represión policial acontecida en Sevilla contra una manifestación en protesta contra el quinto centenario. Aquello fue una verdadera orgía de violencia en la que se utilizó munición de verdad por parte de la policía acabando con tres heridos graves, uno de los cuales acabó muerto. Y qué decir de las innumerables denuncias realizadas en y desde la ONU (con todo lo que tiene que callar esta organización) contra las reiteradas torturas perpetradas por la policía y avaladas por un sistema judicial que en un alarde de sinceridad, jamás ha intentado enmascarar su marcado carácter continuista con la dictadura fascista.

Todo esto viene a revelar el marcado carácter dictatorial de este sistema de control social llamado democracia. Es por ello, que se plantea una profunda reflexión sobre lo que significa una verdadera contestación de carácter revolucionario.

En primer lugar, parece bastante claro que la acción amparada en organizaciones políticas o sindicales con un papel activo en este sistema democrático parece destinada al fracaso (si su objetivo es cambiar el status quo en el que sobrevivimos) o, siendo optimistas, a conseguir un relativo éxito en forma de pequeños paños calientes sobre las sangrantes heridas que nos inflige este sistema criminal. Pero no nos dejemos engañar por esas pequeñas mejoras momentáneas. Ahora y siempre no han sido más que refinados mecanismos de mejora para el propio sistema. Una de sus mayores habilidades siempre ha sido el adelantarse a cualquier movimiento de oposición para captarlo y tornarlo favorable.

Frente a esta cuestión no podemos caer en esa posición tan cómoda y, desgraciadamente, tan extendida de ser uno de esos revolucionarios de salón y ordenador que predican sus verdades absolutas acerca del fin del sistema capitalista debido a su propia incongruencia (ese precioso eslogan que dice algo así: el capitalismo requiere de una acumulación y depredación infinita dentro de un mundo con recursos finitos).
Comparto la frase y su significado, sin embargo, esta posición sólo es posible si se asume que nada ni nadie va a hacer nada al respecto.
Para todos aquellos que mantienen esta postura tengo un par de cuestiones. Una: sin plantear una verdadera batalla al sistema, la agonía puede eternizarse de tal manera que ninguna generación futura que podamos cabalmente imaginar, verá el final del capitalismo y de la opresión. Dos: esperar el derrumbe del sistema y pretender que ninguno de los actuales dueños del mundo haga algo al respecto (un vistazo histórico basta para darse cuenta de que ante cualquier situación mínimamente angustiosa para el poder se ha resuelto a través de la muerte y la destrucción) es, simple y llanamente, ridículo.

Este panorama reduce las opciones a nuestro alcance prácticamente al mínimo pero no las elimina. La única salida a este dilema es la creación de una conciencia colectiva que nos haga ver con claridad que cualquier intento de crear una nueva sociedad basada en valores de igualdad, justicia y solidaridad pasa forzosamente por un cambio en las relaciones de poder y sus estructuras jerárquicas. Mientras sigamos admitiendo que no podemos ser los protagonistas de este cambio y que deben ser otros los que lo hagan por nosotros estaremos avocados al fracaso y, por tanto, al eterno sometimiento. Sólo cuando empecemos a creer que de verdad somos ese 99% que vive bajo las garras de la tiranía y que por una simple cuestión de número podemos tomar las riendas de nuestro destino, estaremos iniciando el verdadero camino del cambio y de la revolución.

LA TRIBU FRENTE AL INDIVIDUO

viernes, 5 de agosto de 2011
De nuevo en ruta, un paso más en el largo camino hacia la dignidad. De la decisión de cada persona surge el colectivo, emerge la necesidad de volver a nuestros orígenes, la tribu. Esta vez, sin cometer el error de formar miles, sólo una, la tribu humana.


En un sistema cuya mejor arma de desactivación es el individualismo llevado al extremo, la respuesta natural debe ser lo colectivo. El uso de nuestras capacidades para recuperar lo que por derecho es nuestro, el espacio público donde hablar, debatir y decidir por nosotros mismos es un primer paso, un buen primer paso, pero sólo eso.


El gran paso consiste en llevar adelante esas decisiones. Por ello, romper el egoísmo inducido en el que vivimos es imprescindible. Sin el compromiso y el sacrificio, sin la capacidad de creer y pensar en el otro, sin el esfuerzo que supone la formación personal para poder actuar con conciencia, es imposible siquiera hacerle un rasguño al sistema, y estoy convencido de que para llevar adelante nuestras decisiones habrá que hacerle mucho más que un simple rasguño.


Indudablemente, esto es ampliamente conocido por los valedores del funcionamiento actual del mundo. De hecho, lo saben tan bien que sus mayores esfuerzos van dedicados a fabricar individuos y no personas.

La enajenación a la que se somete a cualquier ser humano (especialmente si desarrolla su existencia en los mal llamados países democráticos) desde la infancia es constante. Sistemas educativos diseñados para crear autómatas sin capacidad de raciocinio; perfectamente dispuestos a acatar todo aquello que le está reservado en la vida; modelos sociales vacíos de contenido moral a los que admirar con la secreta esperanza de convertirse en uno de ellos; referentes culturales prefabricados con el único propósito de hacer olvidar la verdadera cultura: la cultura popular; un inmenso sector dedicado exclusivamente a entretener al personal cumpliendo de manera tan eficaz su objetivo que ha acabado por convertirse en el analgésico más potente jamás utilizado por el ser humano.

El fomento de la diferencia es otra de las grandes armas del sistema. A lo largo de la historia, las religiones, las características personales, los determinantes culturales, la lengua, el territorio,... Todo ha sido utilizado siempre por los poderosos para mantenernos ocupados en guerras estériles que no nos dejan siquiera atisbar las verdaderas causas de la situación de opresión bajo la cual llevamos muchísimos años.

El retorno a lo tribal, a las raíces de nuestro mundo nos conduce inevitablemente a lo colectivo y es desde ahí, desde donde debemos iniciar la necesaria revolución.


Planes de ajuste

viernes, 15 de julio de 2011
Por Juan José Oppizzi

Me parece que a nadie le es ajena la frase del título. En especial a los habitantes de Hispanoamérica. Todos la hemos oído alguna vez asociada a señores de habla muy rebuscada, explicando cosas muy difíciles, que al poco tiempo se transformaban en situaciones muy fáciles de percibir: baja de sueldos, disminución de jubilaciones, quita de presupuesto educativo, merma en los recursos de salud pública. En estos días estamos oyéndola aplicada a una región del mundo que nadie, en los años noventa del siglo anterior, hubiera soñado: Europa. ¡Paradojas de la historia! La poderosa Europa, la que parecía haber hallado la solución a todos sus males, la que orgullosamente amplió la Unión, la que creó una moneda competidora del dólar (buen dolor de barriga para los EE.UU.), esa misma, ahora está repartiendo entre sus miembros las recetas que otrora el FMI se dignaba a obsequiar a los países del Tercer Mundo para que supuestamente entraran al Primero. Los pueblos de Portugal, España y Grecia (mañana tal vez sean otros) están probando cuán maravilloso es ese camino.
¿Por qué sucede esto? Hay varias causas. Una es elemental: la Unión Europea no es una federación basada en principios de solidaridad social ni en sistemas igualitarios, sino en un rígido orden corporativo, dictado por conglomerados económicos particulares. Por ejemplo, el libre empleo de los habitantes de los países integrantes del bloque (es decir, la posibilidad de que cualquiera acceda a un trabajo en cualquiera de las naciones) es una cínica herramienta de los países más poderosos para tomar mano de obra baratísima proveniente de los menos favorecidos. A su vez, en naciones como Polonia, Eslovenia o Bulgaria se ha formado –de la mano de lamerones partidos de derecha– una mentalidad que considera óptimo seguir el derrotero (nunca mejor aplicado el sonido de esa palabra) de los estados de Europa Occidental.
La crisis ya es innegable; no sirve de nada echarle la culpa a la inmigración africana o latinoamericana. Y hay algo más que a quienes pensamos de modo diferente –o sea: a quienes no nos tragamos la píldora capitalista– nos inquieta: que partidos autodenominados “socialistas” hayan sido, justamente, los encargados de ejecutar al pie de la letra las órdenes de la burocracia establecida en Bruselas. Los gobiernos de Portugal, España y Grecia han bajado la cabeza y han aplicado planes sideralmente ajenos a cualquier ideario que lleve, siquiera apenas, el título de “socialista”. Creo que a esta altura, esos partidos deberían elegir entre dos opciones: o cambiarse el nombre o tener algo de dignidad y resistir los disparates que les imponen aquellos centros despiadados de poder. Supongo que serán muchos los que a esta altura se preguntarán qué sentido tiene el seguir perteneciendo a la Unión Europea; ¿qué males mayores han de sufrir si se niegan a acatar los siniestros dictados que les aseguran años de penurias? El salvataje que les proporcionan los cuantiosos préstamos otorgados por el FMI y por los bancos centrales de los patrones de la UE, Alemania y Francia, no es para el grueso de la población; son transfusiones a las grandes empresas; esas corporaciones se dan el lujo de extorsionar a los estados, amenazándolos con quiebras y despidos de trabajadores. Aquí, en mi país, Argentina, padecimos el engaño monstruoso de los noventa, durante el cual los portavoces neoliberales nos decían que fuera de sus dogmas estaba el abismo; y luego vimos que ése era el abismo.
En Europa se aprecian movimientos de protesta. La mayoría de la gente no está de acuerdo con las medidas que toman sus gobiernos. Sin embargo, la trampa del sistema es demasiado compleja; la burocracia combate las rebeldías: las disuelve a través de los entramados electorales o con los bastones policiales. Falta –y quizá no está lejos– llegar al punto en que los cuestionamientos adquieran dimensión totalizadora. Tal vez ese punto sea la conciencia de que el capitalismo europeo al fin se ha quitado la máscara; ahora es El Capitalismo a secas, dueño de haciendas y personas, señor metálico de la vida y de la muerte.

Imagen agregada FOTO Chuchi Guerra
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