Buscar en este blog

Mostrando entradas con la etiqueta miedo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta miedo. Mostrar todas las entradas

Guatemala: En nombre de la Seguridad Nacional

viernes, 16 de noviembre de 2012
Por Camilo Martiano*
 
 

Los últimos acontecimientos políticos en Guatemala han estado bajo el patrón de la Seguridad Nacional y en nombre del desarrollo del país han saqueado inmejorablemente los bienes del Estado (creando una cultura del miedo) además. En nombre de la seguridad nacional han estado tratando de resolver conflictos agrarios, energéticos, mineros, de salud y educación  entre otros; actividades que por instrucción y mandato de la Carta Magna pertenecen al Estado (Art. 1, 2, 3, 4 CPRG [1]). Sin embargo la Seguridad Nacional la han convertido en Cultura de miedo arrojando diversos modus operandi, haciendo creer al pueblo en general: “LA OBLIGACION DEL ESTADO ES DESARROLLAR EL BIEN COMÚN DE SUS HABITANTES” art. 1 CRPG. Dicho de otra manera: hoy día esta cultura de miedo “Seguridad Nacional” tiene convulsionada a toda una nación.  

En repetidas ocasiones hemos escrito al respecto, encontrando un sin número de respuestas lógicas que nos llevan a hacer la siguiente reflexión: “Si bien es cierto Guatemala por años ha venido transcurriendo por un mundo político interno mediatizado que no atraviesa por factores comunes nacionales sino por interés comunes de pocos que han visto siempre en el erario nacional su mayor fuente de ingresos y garantía de su bien común”.

Este ingreso -al erario  nacional– durante años se ha venido menguando y resolviendo en pocas manos denominadas inversionistas o mal llamados empresarios, en otras palabras financistas de campañas electorales. Aunado a este problema está el dinero por parte del Narcotráfico -en Guatemala- que no es menos y que garantiza al candidato pujante una posible victoria. Se suman a esta cultura de miedo los medios de comunicación, o industria mediática globalizada, quienes se encargan de construir escenarios imaginarios para el control social, llevando con ello el propósito último de las grandes cadenas internacionales, que no es informar si no servir a gobiernos y grandes corporaciones para administrar y regular el flujo de la información.

Precisamente, el tema de la Seguridad Nacional este gobierno de turno la ha focalizado tanto en los medios de comunicación convencional, dando a conocer como logros las irregularidades y falta de transparencia. Para ello han servido incondicionalmente los medios de comunicación en su mayoría: televisiva, escrita y muchos más, que han mostrado como noticias un campo pagado dejando entrever lo servil que puede llegar a ser la cultura de miedo.

La cultura de miedo “Seguridad Nacional” paraliza, impide pensar coherentemente y muchos menos hacer críticas; y esto lo saben de sobra los poderosos. Esta cultura es una cultura de sometimiento y la dominación sobre grandes conglomerados humanos. Millones están, literalmente, cautivos en grandes urbes, domesticados por el miedo, obligados a seguir destinos miserables a cambio del consumo alienante y basura.

Con ello decimos que esta cultura de miedo ha sido manejada y presentada como una seguridad nacional preocupada incluso por los avatares del mundo: catástrofes naturales, cambio climático, pobreza extrema, INSEGURIDAD -la mejor manejada-, convirtiendo todo en una necesidad, haciendo creer al pueblo que las obras o mega proyectos son la salvación del país y que éste necesita de la inversión extranjera para generar empleos… empleos miserables que llevan al caos y descontento de la población.  Por esa misma razón el pueblo de Guatemala se ha comenzado a dar cuenta en estos últimos tiempos que la famosa seguridad Nacional no es otra cosa que conveniencia de pocos y desastre de muchos.

Si en verdad están interesados en la Seguridad Nacional, es mejor ponerle suma y prestar atención al próximo mega proyecto que tienen en ciernes los mismos que se han beneficiado del erario nacional, mismo que trata de la transportación de Energía Eléctrica, no dejando otras ganancias al pueblo más que el alto costo de la misma y muertes por distintas causas que genera el alto voltaje. Con este tema que en poco tiempo estaremos informando a detalle a la opinión internacional les dejo por hoy y concluyo: Seguridad Nacional de pocos y cultura de miedo de muchos. Gobierno actual de Guatemala…


 
[1] Constitución Política de la República de Guatemala

*Comunicador y revolucionario guatemalteco, solidario con Cuba y su revolución

Imagen agregada RCBáez sobre fotos de Dick Emanuelsson y archivo

“DECIDÍOS A NO SERVIR, Y SERÉIS LIBRES”

miércoles, 5 de septiembre de 2012
¿Cómo se puede no tomar la decisión y persistir en la servidumbre?

A primera vista puede parecer una cuestión muy simple, sin embargo, la práctica diaria de la inmensa mayoría de nosotros nos dice que hay algo más detrás de todo esto. Si fuera así de simple (no descarto que lo sea) viviríamos en un mundo libre.

La primera cuestión que se plantea para no tomar la decisión es precisamente la falta de conciencia de nuestra condición de siervos. Difícilmente se puede tomar una decisión sobre un asunto que es inexistente para uno mismo.

Casi la totalidad de la población humana vivimos en sociedades controladas por unos pocos dominadores que extienden sus tentáculos sobre todo aquello a su alcance para establecer el control social. En estas sociedades siempre se actúa previniendo, asociando la libertad a lo que es menester desear. En otras palabras, los auxiliares del sistema venden la ideología dominante con la pretensión de ser la única disponible en el mercado intelectual. La libertad que defienden se asocia a un objeto deseable útil a la sociedad: libertad de consumir, de poseer, de disponer de bienes materiales, libertad de conformarse al modelo de consumidor ensalzado por los sistemas publicitarios y promocionales; libertad de comprar una conducta, valores o un modo de presentarse al otro, y así se nos propone: ya listo para usar, por la ideología dominante y transmitida por lo que se ha dejado de llamar propaganda para convertirse en publicidad.

La libertad se reduce entonces, a la posibilidad de inscribirse en una lógica mimética, de participar en la carrera en la que todo el mundo aspira a ascender a los niveles superiores de la escala social que propone el mundo mercantil.

Querer la libertad que ofrece este sistema induce a inscribirse en el movimiento gregario y supone no tener que obligarse a reflexionar, analizar, comprender, pensar; es decir, ahorrarse todo esfuerzo crítico propio, pues basta con obedecer.

Así pues, vemos cómo aparece un nuevo enfoque en la cuestión: la lucha por la libertad ya existe, pero por una libertad fraudulenta y edulcorada que agota nuestras energías, puesto que se basa en el tener y no en el ser y, por tanto, es una lucha irresoluble ya que siempre se puede (y lamentablemente se quiere) tener más.

Esta es la primera barrera que hay que romper para poder plantearse la cuestión inicial. Y es precisamente aquí donde está una de las labores más importantes a desarrollar por todas aquellas personas conscientes, luchar contra ese control social que nos tiene alienados y totalmente adoctrinados y hacer ver (con la palabra, pero sobre todo con el ejemplo) que existen otros modelos y que la libertad es otra cosa más allá de elegir entre playa o montaña para las vacaciones. Sabemos que ésta es una lucha muy desigual, puesto que el sistema tiene una gran cantidad de recursos disponibles y una maquinaria de control y represión apabullante. Por eso, es tan importante la lucha con el ejemplo y la acción cotidiana, porque es la baza más poderosa que tenemos a nuestro alcance. La vía de la construcción y el apoyo de medios alternativos de comunicación es fundamental ya que el sistema nos ha enseñado a ver la realidad a través de ellos y tenemos la tendencia a recurrir a ellos (eso sí, hay que hacerlo manteniendo el mismo espíritu crítico con el que abordamos los medios de desinformación masiva).

Superado este punto, existe un nivel de conciencia superior sobre la situación que nos hace ver de manera más o menos clara que la libertad que nos ofrece el sistema no es más que otra forma de esclavitud (quizá la más perversa por su envoltorio) y, a pesar de esto, persistimos en la servidumbre. ¿Por qué? Por miedo a la libertad y, sobre todo, a lo que ésta representa.

Dentro de este sistema inhumano, libertad implica represión y pérdida. Represión en todos los niveles a los que tiene acceso el entramado Estado-Capital, que son la mayoría (policía, justicia, trabajo, economía,…). Éste es un factor que una persona concienciada puede aceptar en mayor o menor medida como parte de la lucha emancipatoria, sin embargo tras alguna experiencia inicial puede alejar a muchos de este camino y dejarse arrastrar por el mundo de la “felicidad capitalista”.

La segunda cuestión que entra en juego es la pérdida. Ésta también se entiende en un sentido muy amplio. Por un lado, tenemos la pérdida de lo material que si bien en nuestro mundo ideológico no representa ningún problema (más bien al contrario) en el día a día de nuestra servidumbre capitalista nos resulta imprescindible para seguir adelante. Esto acaba planteando un círculo vicioso de difícil solución ya que nunca parece llegar el momento de romper esta rueda que nos impulsa día a día a seguir sirviendo. Por otro lado, está la pérdida social debida al magistral plan que el poder desarrolla a través de los medios de comunicación y que nos despersonaliza para convertirnos en miembros de la sociedad, de la masa. Las técnicas mediáticas asocian, según el modelo pavloviano, lo deseable para el individuo con lo deseable para la comunidad: el bien de uno se define en relación con lo que realiza el bien de la totalidad. De esta manera se formula el moderno contrato social en el que la invitación supone, entre diplomacia y coerción, el abandono de toda pretensión y voluntad individuales en provecho de una elección que abarque el conjunto de la sociedad. Esto todavía alcanza mayor trascendencia si reducimos el ámbito de la sociedad a la familia, donde siguiendo las normas imperantes, se sacrifica todo (hasta la libertad) en pos del bien común.

Libertad significa elegir, pensar por uno mismo, inventar, amar sin reservas, establecer planos de igualdad, coherencia y muchísimas otras cosas que exigen un esfuerzo y una constancia muy difíciles de sostener en un mundo en que todo se ha concebido para mantener muy limitado el espíritu crítico y la acción sincera. Es en este segundo plano donde la lucha se hace necesariamente personal e intransferible, donde no sirve más conciencia que la propia y donde está la verdadera batalla. Sin una victoria en este plano, cualquier cambio, cualquier revolución se antoja imposible.
Fuente: Quebrantando el Silencio

Nuevamente se me prohíbe subir a un avión... ¿Y la soberanía de España?

martes, 8 de mayo de 2012
Verdaderamente, el cinismo y la prepotencia imperial, no tienen coto... por segunda vez a un periodista (por cierto, al buscarlo en google, su nombre aparece una vez solo y en segundo lugar con el agregado de la palabra "farc"...) cuya única "peligrosidad" es estar al lado de la verdad y la justicia, se le prohibe ¡¡sobrevolar!! el territorio yanqui!!  No ya desembarcar si no simplemente sobrevolar el sagrado "paraíso"... mientras cobijan y aúpan a un verdadero terrorista: Posada Carriles

Nuevamente se me prohíbe subir a un avión... ¿Y la soberanía de España?
Por Hernando Calvo Ospina*



El domingo 6 de mayo pasado, al registrarme en el aeropuerto de Paris me dijeron que había un problema informático con el vuelo de Air Europa, que cubría Madrid-La Habana. Por tanto, apenas llegara a la capital española se me entregaría la tarjeta para abordar.

Llegué al aeropuerto de Madrid, Terminal 3. Fui al punto de información de Air Europa. Ahí, después de una llamada, me dijeron que debía ir hasta la Terminal 1, donde me darían la tarjeta. Caminé hasta allá. Me presenté a una taquilla. Me enviaron donde una joven, la cual realizó dos llamadas. Faltaban 40 minutos para las tres de la tarde. El mismo tiempo para que el avión partiera. Al insistirle a la mujer por mi tarjeta de embarque, me dijo que yo debía “esperar a la persona de la embajada”. Extrañado, le pregunté que cuál persona, de qué embajada. Sin mirarme y sin amabilidad, me repitió que debía esperar “a la persona de la embajada”. Esperé.

Al fin la vi llegar con un hombre alto, de lentes, un poco grueso, trigueño, con más de cincuenta años. Me dijo, él, en voz baja, que le permitiera el pasaporte. Al creerlo parte de Air Europa se lo entregué. Pero inmediatamente noté que tenía acento latino, y le pregunté: “¿quién es usted? ¿Se puede identificar?”. Me mostró rápidamente un carnet que llevaba agarrado en la cintura, pero que una especie de chaqueta escondía. El nombre que me dio era castellano. “Soy de la embajada de Estados Unidos de América”, me precisó.

Sorprendido ante esa frase, le dije que me devolviera mi documento porque él no tenía ese derecho estando en España. Con una voz calmada, me pidió el favor de no discutirle, o hacerle un escándalo porque yo podía crearme un problema innecesario. La mujer de Air Europa se había retirado desde un comienzo.

Sabiendo en qué arena me estaba moviendo, lo dejé ver y re-ver mi pasaporte. Se hizo aparte, llamó y, en inglés, dio mis datos. Luego, amablemente, me llamó para preguntarme en donde estaba mi pasaporte colombiano. Le respondí que hacía 30 años no viajaba con un documento de mi país de origen. Y que si ese documento que tenía en sus manos era francés, era porque Francia me lo había otorgado. Seguidamente quiso saber cuántos años tenía de casado, el nombre de mi esposa e hijos. Le contesté, con mucha cortesía, que él no tenía autoridad para que yo le respondiera eso. Que no se olvidara que él estaba en España. Y que lo mejor era que llamara a su embajada en París, donde sabían más de mi vida que yo mismo.

Después de hablar otros minutos más por teléfono, escribir algo en el mismo, y hacer anotaciones en un viejo cuaderno, vino hacia mí. Poniendo cara de apenado, me dijo que no podía irme en ese vuelo porque el avión sobrevolaría, por unos minutos, territorio estadounidense. Y yo estaba “en una lista de personas peligrosas para la seguridad de su país". Sencillamente, y con una sonrisa, le agradecí la información y hasta la decisión. Aunque poco de novedosas tenían. (1)

Quise preguntarle por qué su gran imperio siente temor ante mí, un simple periodista y escritor, cuando ni una escopeta de caza sé manejar y le tengo temor al estallido de un “buscapiés”. Pero preferí volverlo a mirar a los ojos y seguir con mi sonrisa en los labios. ¡El no podía imaginar cómo su gobierno me hace sentir de importante!

Seguidamente, con gentileza, me preguntó si yo tenía una tarjeta de presentación para que se la diera. Le respondí que no tenía problema para ello, pues ya se la había entregado a colegas suyos en París. Y que, como esos colegas habían hecho, podía llamarme algún día para invitarme a tomar vino, y entre copas volverme a proponer de trabajar para su gobierno. “Me encanta conversar con ustedes. Aprendo mucho”, le dije antes de verlo partir como cualquier otro visitante de ese aeropuerto.

Después realicé los reclamos pertinentes a la empresa Air Europa, en particular para que se solucionara mi viaje a Cuba. Atónito, les escuché decir que era mi responsabilidad por ¡no saber el trayecto de ese vuelo! De nada sirvió decirles que en octubre 2011 no había tenido problema.

Uno de ellos me dijo, casi en confesión, que ese paso de “unos minutos” sobre el espacio estadounidense hacia Cuba, se había hecho por presión de Washington: así se obtenía la lista de pasajeros que iban a la Isla, en tiempo real.

Aunque traté de no demostrarlo, sentí rabia e impotencia. Más lo segundo. ¿Cómo era posible que un funcionario de la seguridad estadounidense pudiera pedirme el pasaporte, confiscármelo e interrogarme en pleno territorio español? ¿Quién le entregó ese derecho soberano? ¿Por qué no se envió a un aduanero o a un humilde agente de tránsito, pero de nacionalidad española?

Y, ¿por qué me dejaron ir hasta Madrid, cuando, muy seguramente, desde el momento que compré el pasaje, diez días antes, los servicios de seguridad de Estados Unidos y Francia supieron mi recorrido? Estoy casi convencido que ellos lo sabían: unos y otros me han dicho que mis teléfonos, computadoras y pasos, regularmente se escudriñan. Algunas veces lo he comprobado.

Durante el vuelo de regreso a Paris, pensé en mis tantas amistades españolas. Como son personas dignas, se asombrarán al saber de esto, pues no logran acostumbrarse a que la soberanía del país siga cayendo tan bajo.

Ah, y la única alternativa que me dejan para viajar a Cuba, desde Europa, es Cubana de Aviación. ¡Ahí tienen dignidad!

* Periodista y escritor colombiano residente en Francia. Colaborador de Le Monde Diplomatique.

Nota:

(1) "El día que Estados Unidos me prohibió sobrevolar su territorio". http://hcalvospina.free.fr/spip.php...


Enviado por su autor

Fuente original http://hcalvospina.free.fr/spip.php?article384
Imagen agregada RCBáez sobre foto Virgilio PONCE

Miedo en el Capitolio: una fórmula peligrosa

martes, 19 de julio de 2011
Por Iroel Sánchez
Como en su momento lo fueron la Unión Soviética o el terrorismo, Internet parece ser el nuevo pretexto del Pentágono para reclamar más recursos y justificar la represión dentro del territorio norteamericano.  [Y fuera de él, agregaría yo. N. del E.]

Días atrás, en su empeño por desvalorizar la iniciativa de un grupo de jóvenes cubanos que promovían un encuentro a través de la red social twitter, uno de los voceros de la política norteamericana hacia Cuba en Internet acusaba a la Isla de estar entre quienes “siguen considerando la Red como ¨asunto de seguridad nacional¨ o que intentan poner ¨puertas al campo¨ en el ámbito de las nuevas tecnologías.”

Sin embargo, no pasó mucho tiempo para comprobar quiénes son los máximos exponentes de esas concepciones que intentan convertir la web en un campo de batalla y quieren aplicar en ella todas las reglas de la guerra.

Un artículo de The Hill, el periódico del Congreso de Estados Unidos, proclamaba el pasado 14 de julio que el departamento de Defensa de Estados Unidos ha declarado Internet “territorio de guerra”. Como en su momento lo fueron la Unión Soviética o el terrorismo, Internet parece ser el nuevo pretexto del Pentágono para reclamar más recursos y justificar la represión dentro del territorio norteamericano.

Según The Hillicon Valley -blog tecnológico de The Hill- un documento presentado por el Pentágono al Congreso intenta argumentar que “El Departamento y la nación tienen vulnerabilidades en el ciberespacio” y añade que  “Nuestra confianza en el ciberespacio presenta un marcado contraste con nuestra insuficiente seguridad cibernética”. Y a continuación, viene la amenaza pura y dura para que le aprueben rápido su plan, al señalar que otras naciones “están trabajando para explotar redes del Departamento de Defensa no clasificadas y clasificadas, y algunos organismos de inteligencia extranjeros ya han adquirido la capacidad de interrumpir los elementos de la infraestructura de información del Departamento de Defensa”, además de que “Por otra parte, los actores no estatales amenazan cada vez más de penetrar y desarticular las redes del Departamento de Defensa y de los sistemas.”

Coincidentemente, el senador y ex candidato republicano a la presidencia, John Mc Cain, reclamó a los congresistas una “comisión especial sobre Ciberseguridad y Fltraciones de Inteligencia Electrónica”, “capaz de redactar una legislación integral de seguridad cibernética con rapidez sin necesidad de trabajar a través de numerosas instancias y en algunos casos, por comités que compiten entre sí por obtener jurisdicción.”. No hay que ser un genio para percatarse del vínculo entre el miedo y las presiones para aprobar rápidamente –y sin los trámites de rigor- el “plan”, como antes ocurrió con la llamada “Ley patriota” a raíz de los atentados a los Torres gemelas.

Según lo revelado por The Hill, el Pentágono quiere  “atraer a los mejores talentos vinculados a las nuevas tecnologías” y “se centrará en el establecimiento de programas dinámicos para atraer talento precoz”. Lo que no dice el citado artículo ni tampoco el plan es lo que puede suceder con ese “talento precoz” cuando –como el soldado Bradley Manning- se percate, a diferencia de los congresistas estadounidenses, para qué sirven realmente tantos planes y recursos en la República  de Wall Street. (Publicado en CubAhora)



¿Fantasmas en el Pentágono? . Imagen del blog "Fanal cubano"

No tengas miedo

viernes, 6 de mayo de 2011
La sociología de la religión es una rama de las ciencias sociales que estudia la relación entre la curiosidad innata de la humanidad por conocer e inteligir las cosas, con la creación de instituciones y sociedades afines. La religión es tan importante como la política; de hecho tendrían el mismo origen junto con la ciencia en un momento remoto de la existencia humana cuando no estaban tan definidas las funciones de cada una, sino más fusionadas y confusas.

La influencia de la religión en la vida cotidiana de las personas se vuelve tan intensa que luego pasa desapercibida, como algo natural. La religión marca las reglas de conducta en sus grupos de influencia. Los grandes filósofos del siglo XIX, como Hegel, Marx, Saint Simon y Comte (este último pretendido padre de la sociología moderna) escribieron mucho al respecto. Hoy es posible estudiar las relaciones de poder entre iglesia y Estado o bien entrar a lo profundo de las creencias sobre lo sagrado en los cultos populares como el de la Santa Muerte, las sectas suicidas, los ritos satánicos y no menos interesante, estudiar fenómenos alienantes como el fanatismo.

Fácilmente se pueden regionalizar los países donde predominan las grandes religiones de masas en el mundo contemporáneo, donde destacan el Islam, la religión con la feligresía más grande y de mayor crecimiento, seguida por el cristianismo, el hinduismo, taoísmo, budismo, hasta la poco populosa, pero muy influyente religión judía. Pero la cifra es indeterminable, hay cantidad de religiones por todas partes, de muy diversos tamaños e influencias. El fenómeno de lo que actualmente llaman sectarismo, no es otra cosa que el descubrimiento moderno de cómo surgen o se desprenden de otras religiones, nuevos cultos que luego tendrán la oportunidad, como todas las creencias religiosas, de trascender la barrera del tiempo. La religión es un fenómeno sociológico, más que social: hay al menos una intención de que la creencia, cualquiera que esta sea, se contagie, se disperse a otras personas para que deje de ser una locura personal a una compartida.

En el caso del cristianismo, que anda celebrando sus 2011 años de existencia, con influencia principalmente en Europa y América descansa en tres grandes ramas: el catolicismo, el protestantismo y la ortodoxia. En México la Iglesia católica es la principal religión (83%) de una población que se declara como tal, aunque en la práctica dista de serlo e incluso se contrapone a la posición de sus jerarcas en temas como el aborto o la protección a curas pederastas. El catolicismo mexicano, si es que se le puede llamar así, tiene a la vez varias vertientes: la Teología de la Liberación, de inspiración marxista; el movimiento carismático, inspirado por el movimiento pentecostés evangélico; las distintas órdenes (jesuitas, franciscanos, dominicos, etcétera) coadyuvantes en la colonización de la Nueva España; congregaciones conservadoras y polémicas como los Legionarios de Cristo o fraternidades tipo los Caballeros de Colón.

La influencia de la Iglesia católica en México es fundamental para comprender mucho de la historia de este país. No son aislados los conflictos políticos donde interviene la iglesia, como la Independencia, la Guerra de Reforma e Intervención francesa y la Guerra cristera o bien los protagonismos de sacerdotes como Miguel Hidalgo, José María Morelos, Agustín Pro o Samuel Ruiz. En Chihuahua esta religión ha tenido su cuota de participación en la historia regional: inaceptable explicar las luchas por la apertura democrática en la década del ochenta del siglo pasado sin la decidida participación del catolicismo. Hoy la iglesia no sólo actúa aliada del poder político y económico, también actúa a través de una infraestructura educativa, de beneficencia, además de sus templos, a la vez que surgen nuevos movimientos hacia dentro de su grey, como antaño hacían las comunidades eclesiales de base (CEBs) pero ahora inclinados hacia los derechos humanos.

En cuanto a la superestructura desarrollada por el catolicismo en el estado, es importante reconocer la influencia de los franciscanos en el proceso de colonización primero, de los grupos originarios, luego en la aculturación bajo su batuta hacia una sociedad humilde y sumisa, despolitizada acorde con la ideología propuesta por su fundador: un cristianismo con tendencia al sacrificio y sufrimiento. Esta influencia permitió el desarrollo de sociedades dóciles, aunque luego vinieran otras órdenes a evangelizar bajo su creencia. El impacto de los misioneros franciscanos en el antiguo Paso del Norte o en la Sierra Tarahumara es evidente. La domesticación de la población de esta manera permite la explotación del poderoso sin temer una reacción violenta a sus actos.

Actualmente el catolicismo y el cristianismo en general siguen recurriendo a la política del miedo para mantener la unidad de su feligresía:miedo al pecado, miedo al infierno, miedo a las posesiones satánicas del cuerpo, miedo a Dios y por consecuencia, miedo a la autoridad. A diferencia de la doctrina original de Jesús el Cristo, la fastuosa Iglesia católica actúa exactamente en sentido opuesto a la propuesta cristiana: aliada de los poderosos y severa con su grey, condenando a esta última a una vida ideológicamente esclavizada, no permitiendo su desarrollo y libertad, precisamente lo que criticaba Jesús de su época.

La ignorancia es un enemigo invisible, pero combatible e eliminable. Muchas religiones prefieren mantener a sus seguidores en la oscuridad de la ignorancia que auxiliarles a ser personas libres e inteligentes. El miedo es una forma aberrante pero eficaz para mantener sometida a una sociedad dada y lo más difícil para la persona es precisamente dejar de creer en lo que se le ha enseñado desde la niñez, cuestionarle o cuestionarse sobre la verdad de las cosas y de aquello que considera como incuestionable, es desmoronar, hacer pedazos su realidad y eso también genera miedo: aceptar haber vivido equivocado.
 
Hoy vivimos en Chihuahua con miedo. Miedo a la violencia, miedo a la inseguridad, miedo a que las cosas se pongan peor, pero lo único que logramos con tanta preocupación es la inmovilidad. Si su religión le ofrece más miedos, conformismo o ni siquiera toca los temas que llaman la atención urgente, en vez de confortarle e invitarle a asumir la realidad de otra manera más propositiva y valiente, probablemente esa religión no le esté ayudando, sino perjudicando a usted y a la sociedad en general, creyente o no creyente.

EL MIEDO ES NUESTRO ENEMIGO

miércoles, 6 de abril de 2011
Desde siempre el miedo ha sido uno de los grandes motores de la sociedad. Nos ha servido para estar preparados cuando una situación era percibida como potencialmente peligrosa para nosotros y poder así afrontarla o rodearla, siempre para nuestro propio beneficio.
Esto ha convertido al miedo en un pilar de la evolución de la humanidad y eso es algo que las elites dominantes no han pasado por alto. A lo largo de la historia los miedos colectivos e individuales se han ido explotando con el único propósito de beneficiar a los poderosos y, por encima de todos ellos, al Estado.

La creencia en la existencia de un Estado poderoso se basa en la necesidad de protección, en la fe en que sólo una entidad superior puede cuidar de nosotros y mantener nuestro mundo en su sitio. Es así como el poder identifica o inventa los peligros (viene a ser lo mismo una que otra) de manera que el diseño ideológico de estos permite administrar los remedios y dirigir las conciencias.

Las maniobras de invención suelen ser de dos tipos: una en forma de culpable exterior (terrorismo, fundamentalismo, catástrofes climáticas,...) otra, en forma de desviación personal o interna (pérdida de empleo, precariedad y aislamiento social, imposibilidad de devolver las deudas contraídas para saciar un impulso consumista aprendido, ...) En cualquier caso, consiguen que la tensión permanente a la que nos someten logre despersonalizarnos de tal manera que este tipo de situación vital arrincona el libre criterio personal y limita el ejercicio público de derechos “justificadamente”.


Todos estos miedos que nos van creando a través de una inmensa tela de araña que conforma la maquinaria del Estado (medios de comunicación, policía, ejército, partidos políticos, sindicatos,...) nos exigen grandes sacrificios a nivel personal así como una competitividad salvaje, un adoctrinamiento de las conciencias, un rearme de los arsenales y, sobre todo, una sumisión total. Al trenzar este cúmulo de temores consiguen configurar una herramienta para el chantaje individual y colectivo, previa degradación de la política en beneficio del mercado y de la supuesta seguridad.


Así pues, el Estado comprende perfectamente que el miedo es un factor vital. Él mismo lo tiene, su mayor temor es la revolución de las personas y sabe que dicha revolución será inevitable en el momento en que a todos nos dé por pensar y reflexionar acerca del mundo que nos rodea y su funcionamiento. La conclusión lógica de todo esto es que el propio Estado patrocina y fomenta el mayor de los miedos que puede sufrir el ser humano: el miedo a pensar.

En los países económicamente avanzados, hace ya mucho tiempo que el Estado entendió que la mejor manera de infundir el miedo a pensar era crear una corriente ideológica tan intensa que cualquiera que se viera tentado a utilizar su capacidad de libre pensamiento quedara automáticamente denigrado a la categoría de marginal o mucho peor, de terrorista intelectual. Junto a esta corriente ideológica predominante, se encargó de instaurar una serie de mejoras en las condiciones de vida de sus ciudadanos con el propósito de crear una falsa apariencia de estar viviendo en el mejor de los mundos posibles. Así es como de manera automática se instaura el miedo de la población a perder lo obtenido lo cual lleva a aceptar de buen grado tantos sacrificios como sean necesarios para mantener esta falsa visión de la vida. Al mismo tiempo, esto crea el miedo al otro, a cualquier otro que quiera apoderarse de lo que, por derecho, nos pertenece, creando así sentimientos globales de xenofobia que, bien explotados, constituyen una pilar fundamental de los Estados y una excusa perfecta para el rearme y los estados de excepción en los que vivimos permanentemente.

Para perfeccionar este modelo y alejar toda tentación de ejercitar la libre conciencia, el Estado nos ha bombardeado (y continua haciéndolo más que nunca) con una infinitud de banalidades, con la esperanza (muy bien fundada) de mantener nuestro pobre intelecto ocupado. Así es como, en cuestión de muy poco tiempo, hemos pasado de preocuparnos por cómo mejorar nuestras vidas de una manera activa, a ceder todo el protagonismo al aparato estatal, quedando relegados a simples niños de teta esperando a que el Estado nos facilite nuestras vidas.

Por otro lado, en los países menos avanzados económicamente, el Estado (que no es más que una extensión de las antiguas metrópolis en la mayoría de los casos) no se anda con tanta sutileza psicológica e infunde el miedo a pensar con el método más antiguo: la violencia indiscriminada con el saldo de millones de muertos al año a causa de guerras, enfermedades y la imposibilidad de acceder a una alimentación suficiente.


La esperanza de construir un mundo mejor, o por lo menos de acabar con el que tenemos en menos de un periquete, pasa por superar ese miedo a pensar porque el pensamiento cuando es verdaderamente libre adquiere unos tintes revolucionarios y subversivos que son los que necesitamos para revertir el actual estado de las cosas. La libre conciencia es despiadada con los privilegios y las instituciones establecidas porque sabe que no son justas, es terrible con las costumbres establecidas porque comprende que son relaciones de servidumbre impropias del ser humano, es indiferente a la autoridad porque entiende que es totalmente arbitraria y carente de fundamento humano (únicamente concebida bajo criterios económicos). Por eso hay que derrotar el miedo que es el único impedimento para el avance del ser humano hacia un nivel superior de sociedad.

Fuente: Quebrantandoelsilencio
Con la tecnología de Blogger.
 

Buscar en:

Entradas populares