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¿Hay moscas en las botellas de Coca-Cola?: La propiedad de los medios, la propiedad de la información

viernes, 25 de julio de 2014
Por Pedro Ramiro; Revista Pueblos

La propiedad de los medios, la propiedad de la información
 

“Alguien dijo que en los Estados Unidos se puede escribir contra el presidente demócrata o contra el presidente republicano, pero nunca se podrá publicar la noticia de que se haya descubierto una mosca en una botella de Coca-Cola”. Así comienza Una mosca en una botella de Coca-Cola, el documental producido recientemente por OMAL-Paz con Dignidad y Producciones CMI (con dirección de Javier Couso y guion de Pablo Iglesias  [1]) en el que se analiza la relación que existe entre los principales medios de comunicación y las grandes multinacionales españolas. Porque, como se pregunta en el documental, ¿quién elige a los presidentes?, ¿la ciudadanía o los medios de comunicación? ¿Quién se atrevería a enseñar la mosca en la botella de Coca-Cola?
Tomando como base la investigación que Pascual Serrano ha hecho sobre los grandes grupos de comunicación que operan en el Estado español [2], este documental nos cuenta como “buena parte de la información que vemos, oímos y leemos pertenece al BBVA, a Repsol, al Grupo Planeta, a La Caixa, al Banco Santander, a Telefónica o a Silvio Berlusconi. Son grandes corporaciones multinacionales y agencias de publicidad las que controlan lo que ves, lo que oyes y lo que lees”. De ahí que en estos medios podamos ver con frecuencia noticias en las que se destaca el comportamiento “ejemplar” de las multinacionales españolas en América Latina. ¿Será una casualidad que los presidentes de los gobiernos latinoamericanos que han apostado por reforzar el papel del Estado y ejercer una mayor soberanía sobre sus recursos naturales sean, precisamente, los peor tratados por los mass media en este país?

Medios de comunicación y multinacionales españolas

En el prólogo del libro Papel mojado, Pere Rusiñol, ex redactor jefe de El País y adjunto a la dirección de Público hasta el cierre de su edición impresa, afirma que “hoy casi todos los grandes medios de España han sido absorbidos por el poder financiero. No con la clásica dependencia de la influencia publicitaria o de los créditos, sino de forma mucho más profunda: directamente en la propiedad” [3]. Por eso se explica, por ejemplo, que en el diario El País, propiedad de un grupo empresarial como Prisa que, a su vez, ha pasado a ser controlado por grandes bancos como el Santander y La Caixa, siempre ocupen titulares destacados las declaraciones de Emilio Botín sobre la “recuperación” de la economía española; mientras, por el contrario, escándalos como el del acuerdo del presidente del Santander con Hacienda para evitar ser condenado por evasión fiscal o el del indulto a su ex consejero delegado, concedido por el ejecutivo Zapatero justo antes de dejar el gobierno y posteriormente anulado por el Tribunal Supremo, pasen desapercibidos. Como cuenta Rusiñol, “en otras épocas el increíble indulto a Alfredo Saénz abriría el periódico en lugar de estar arrinconado en un faldón perdido” [4].

Existen pocos estudios que nos muestren el entramado de los grandes medios, nos expliquen sus relaciones con la banca o analicen sus conexiones con las empresas transnacionales. Traficantes de información, editado finalmente por Akal tras la negativa de los accionistas y directivos de Península (editorial controlada por el Grupo Planeta) a publicarlo a pesar de haberlo encargado y contar con el visto bueno del editor, es una de las pocas excepciones a esta regla. A partir de este libro de Pascual Serrano, el documental nos recuerda las conexiones entre las compañías multinacionales y los principales grupos mediáticos españoles: Prisa, editora de El País y dueña de la cadena SER, está en manos de fondos de inversión como Liberty y de bancos como La Caixa, Santander y HSBC; Vocento, responsable de ABC y diversos diarios locales, tiene entre sus propietarios al BBVA y Ferrovial; Unidad Editorial, empresa a la que pertenecen El Mundo, Marca y Expansión, también se encuentra controlada por un grupo financiero.

Eso por no hablar de cómo otros grandes grupos de comunicación, vinculados a diferentes familias del empresariado español (entre ellos están el Grupo Zeta, Planeta, Libertad Digital o el Grupo Intereconomía), concentran la propiedad de buena parte de los medios que vemos habitualmente en los quioscos y la televisión. “Los dueños, los accionistas, los anunciantes… esos son los verdaderos intocables”, dice Serrano como conclusión de su entrevista en el citado documental.

Noticias y “tratamiento informativo”

A nadie puede extrañar, en este contexto, el “tratamiento informativo” (por llamarlo de alguna manera) que dispensan los grandes medios de comunicación privados a las noticias relacionadas con las multinacionales españolas. En el mismo sentido, los gobernantes de países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, que han puesto en marcha políticas económicas contrarias a los intereses de estas mismas empresas (nacionalizaciones, subidas de impuestos, expropiaciones), son objeto de todo tipo de descalificaciones y comentarios agresivos por haberse atrevido a mostrar las moscas en las botellas de Coca-Cola. “Ha sido una información manipulada, agresiva y completamente sesgada, aplicando un doble rasero que no se aplica a otros países con bastante más deficiencias democráticas”, afirma en el documental Ignacio Escolar, director de eldiario.es. Y tenemos múltiples ejemplos de ello.

“Expolio”. “Atropello”. “Saqueo”. “Tropelía”. A mediados de abril de 2012, los principales periódicos de este país sacaban toda su artillería pesada y abrían sus ediciones con titulares como estos para descalificar la decisión del gobierno argentino de nacionalizar la petrolera YPF, filial de la multinacional española Repsol. “Populismo intimidatorio”, “matonismo”, “cacicada”, “peronismo trasnochado”, “nacionalismo visceral”, “guerra sucia”, “reflejo propio de otra época”… Todo valía con tal de criticar la medida del gobierno de Cristina Fernández (que, por cierto, contaba con un amplio respaldo de la población argentina según las encuestas) ya que, como dijo entonces el ministro de Asuntos Exteriores, se asumía que se trataba de “una decisión contra Repsol y, por tanto, contra España y contra el gobierno de España” [5].

Algo similar ocurrió en 2006, cuando el entonces recién elegido presidente Evo Morales promulgó la nacionalización de los hidrocarburos. Según el editorial que publicó El Mundo, “el decreto dinamita la libertad económica, un concepto ya de por sí muy devaluado en el país andino”. Haciendo causa común con los intereses de grandes compañías españolas como Repsol, el diario de Unidad Editorial se preguntaba: “¿Con qué seguridad invertirá a partir de ahora en Bolivia una empresa extranjera sabiendo que sus negocios pueden evaporarse en sólo unas horas?” [6] Más recientemente, los episodios de “conflicto” de Sacyr en Panamá [7] y de las nacionalizaciones de las filiales de Iberdrola, Red Eléctrica y Abertis en Boliva, nos sirvieron para comprobar que la reacción de las instituciones que nos gobiernan iba a ser la misma: “El gobierno español defiende siempre los intereses de las empresas españolas, estén dentro o estén fuera de España”, declaró el año pasado el ministro de Industria y Energía [8].

Que se trate de confundir los intereses de “nuestras empresas” y de todo lo que representa la marca España con los intereses generales de la población no es algo que sea demasiado novedoso [9]. La lógica es simple: identificar las ganancias obtenidas por la reducida minoría que posee la propiedad accionarial y ocupa la alta dirección de las grandes corporaciones con el “progreso” y el “bienestar” de las mayorías sociales. Tras la crisis financiera y la caída de la demanda en los países centrales, hoy que la ortodoxia dominante impone sus recetas para “salir de la crisis” y la internacionalización empresarial y la atracción de inversión extranjera se presentan como los pilares fundamentales para la ampliación de mercados y la “recuperación económica”, esta idea se ha visto todavía más reforzada (a pesar de que se demuestra su falsedad cada vez que se hacen públicos los datos de los dividendos empresariales y los sueldos de los grandes ejecutivos y se comparan con las condiciones laborales de la mayoría de la población). Y los medios de comunicación cumplen un papel central en todo ello: “Nos están obligando a creer que los intereses de las multinacionales españolas son nuestros intereses, cuando es precisamente lo contrario”, afirma en Una mosca en una botella de Coca-Cola la periodista Olga Rodríguez.

El Grupo Prisa como ejemplo

Dice Pere Rusiñol que “los medios de referencia son parte fundamental de este sistema en crisis y difícilmente pueden ser, en consecuencia, los más adecuados para narrar esta crisis” [10]. Podemos comprobarlo siguiendo la trayectoria de, por ejemplo, el Grupo Prisa.

Este gran grupo empresarial de comunicación ha venido organizando en los últimos años, tanto en América Latina como en España, los encuentros “Invertir en…” Contando con la colaboración de los respectivos gobiernos y con el patrocinio de las principales empresas españolas presentes en cada uno de estos países, el diario El País se ha dedicado a favorecer la expansión de los negocios de las transnacionales y promocionar las “bondades” de la inversión extranjera en México, Brasil, Chile, Perú, Colombia y Panamá. En enero de este año, sin ir más lejos, Prisa organizó la jornada Invertir en Colombia.En ella participaron el presidente del gobierno colombiano, Juan Manuel Santos; Felipe González, ex presidente del gobierno español y consejero de Gas Natural Fenosa; altos directivos de esta empresa gasista, Ferrovial, Indra y Telefónica. Y toda la imagen que dieron de Colombia los reportajes, entrevistas, tribunas de opinión y hasta el propio editorial de El País, como no podría ser de otra manera, giró en torno a las oportunidades de negocio para las empresas españolas en el país andino.

Fuera del relato oficial, cualquier “molestia” a los intereses del capital: nada de mencionar los índices de pobreza y desigualdad, ningún dato sobre la violencia política y las amenazas a los dirigentes sindicales, nada de hacer referencia a las protestas y movilizaciones populares contrarias a la creación de la sociedad neoliberal del “post-conflicto”. Como escribía Erika González, “ya sea por el hecho de que el Grupo Prisa es una compañía con inversiones en Colombia, o bien porque los grupos empresariales presentes en la jornada financien la publicidad de esta transnacional de la comunicación, el mensaje a transmitir se resumía en una idea: lo que es bueno para las transnacionales españolas es bueno para la población colombiana” [11].

Como nos cuenta el Informe Mongolia sobre los principales medios de comunicación españoles, “estos no son solo intermediarios: son agentes clave en la crisis”. Y efectivamente, sus conexiones con la banca y las grandes corporaciones, su dependencia tanto de las empresas anunciantes como de las entidades financieras que han pasado a controlar sus consejos de administración, les ha llevado a que “cualquier conflicto de estas empresas en el mundo es un problema automáticamente asumido como propio por más agentes: por los bancos accionistas y por los medios propiedad de estos”[12]. Pero ése no es nuestro problema.

*Pedro Ramiro coordina el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad.

Artículo publicado en el nº61 de Pueblos – Revista de Información y Debate, segundo trimestre de 2014, monográfico sobre comunicación, poder y democracia.

NOTAS:
  1. El documental Una mosca en una botella de Coca-Cola puede verse íntegramente online en http://omal.info/
  2. Serrano Pascual (2010): Traficantes de información. La historia oculta de los medios de comunicación españoles,Akal, Madrid.
  3. Reality News-Mongolia (2013): Papel mojado. La crisis de la prensa y el fracaso de los periódicos en España, Debate, Barcelona, p. 11.
  4. Ibídem, p. 14.
  5. “Argentina expropia a Repsol su filial YPF”, El País, 17 de abril de 2012.
  6. “El leonino decreto de Evo”, editorial de El Mundo, 3 de mayo de 2006.
  7. Ramiro, Pedro (2014): “Sacyr en Panamá o la historia de ‘nuestras empresas’”, en La Marea, 17 de enero.
  8. González, Erika (2013): “Iberdrola en Bolivia: una actividad nada ejemplar”, en Diagonal, 31 de enero.
  9. Ramiro, Pedro (2013): “¿A quién representa la marca España?”, en Pueblos, nº 57.
  10. Reality News-Mongolia, op. cit. p. 15.
  11. González, Erika (2014): “La Colombia del Grupo Prisa”, en el eldiario.es, 23 de enero.
  12. Reality News-Mongolia, op. cit. pp. 13 y 18.
Fuente original: http://www.revistapueblos.org/?p=17515

Asilo y emancipación informativa. WikiLeaks en el ojo de la tormenta diplomática

domingo, 19 de agosto de 2012

Por Fernando Buen Abad Domínguez



Repudiemos, mundialmente, toda amenaza contra el gobierno ecuatoriano y sus embajadas.

Por su propia iniciativa, y definición, la tarea de Assange -y WikiLeaks- debe ser tomada con pinzas científicas y con escepticismo sistemático. No hay otro modo de entrarle seriamente.

En la muy cerrada batalla que urge dar contra los monopolios de la información a nivel planetario, la estrategia de Assange ha implicado avances y retrocesos diversos. Por una parte su “metodología” logró liberar esa información “clasificada” que suele usarse como mercancía del poder para traficar influencias, traficar desestabilizaciones, espionajes y calumnias a granel y aunque eso por nadie era desconocido, la parición de “documentos” probatorios abre un espacio de lucha política inédito. Por otra parte, en su cantidad y densidad, el “aporte” de Assange deja muchas fisuras y no siempre es fácil validar los dichos ni verificar loa hechos aludidos en muchos de los mensajes “revelados”. Eso no se traduce, siempre, en fortaleza para el combate.

Romper los monopolios de la información exige trabajar, simultáneamente, en frentes diversos. Uno de ellos, por ejemplo, es el campo jurídico donde se requieren doctrinas constitucionales, e inteligencia reglamentaria, para impedir que la Información, su democratización, sus fuentes y responsabilidad social, no sea reducida al plano de las mercancías con las que el capitalismo especula, agrede y engaña a los pueblos. Se requiere un gran proyecto educativo impulsado por organismos internacionales y democráticos en los que prime el desarrollo científico de un protocolo metodológico abierto tanto para la identificación, producción, divulgación y evaluación de toda información, así como para cualquier otra relación en que esa información, por su naturaleza social, involucre relaciones entre personas o tecnologías. 

Hace falta una lucha política fundada en el desarrollo de estrategias éticas consensuadas abiertamente. Hace falta una transformación política que transforme la cultura de la producción informativa y re-catalogue todo el modelo burgués que la entiende, incluso, como arma extorsiva muy rentable. Es necesario demarcar campos de interés y calificar la producción de información como una actividad con responsabilidad política ineludible y susceptible de sanciones sociales muy claras y muy puntuales. Eso incluye a los “noticieros” tanto como a la producción de software y su trasmisión. 

Por ejemplo: CELAC podría contar con la Red de Intelectuales y Artistas en defensa de la Humanidad para desarrollar un programa científico solidario con los pueblos en defensa de la verdad, para profundizar las políticas de soberanía de la producción informativa e incluso en materia de distribución democrática de la información. Impulsar un Foro Social de la Comunicación con un capítulo especializado en producción de información. Es decir, abordar la ética de manera moderna y socialista, como se debe.

Podríamos garantizar una intervención crítica sobre todos los problemas y rezagos que pesan sobre las concepciones y prácticas actuales en materia de información. Exigir así internacionalmente que se garantice la seguridad social de la información, la vida de los trabajadores dedicados a ella y la inalienable responsabilidad de poner la cara, el nombre, la fecha y el lugar de la producción de información. Repudiar todas las amenazas, chantajes, extorsiones y falsificaciones que son impunemente emitidas en los medios de las oligarquías. Pero lo mismo hay que hacer cuando la información es escondida para traficar. Combatir frontalmente toda forma del delito informativo y comunicacional. 

He insistido en la urgencia de una Cumbre de Presidentes en materia de Comunicación hermanada con un Foro Social de la Comunicación para debatir y combatir la dependencia tecnológica, el rezago jurídico político, las falencias terribles en materia nueva doctrina para la comunicación emancipadora y la formación de cuadros en comunicación y, enfrentar de una vez, el problema de la soberanía de los contenidos. En este marco la lucha por la supresión de los monopolios de la información, en todas sus variedades, es tarea insoslayable y de prioridad especial. No podemos, ni debemos, dilatarnos más.

Soy de los que cree que la decisión de Ecuador respecto al asilo de Julian Assange debe ser acompañada continentalmente. Sin eludir las posibles responsabilidades legales que él tenga en otros ámbitos. 

Hoy la solidaridad se ha vuelto crucial debido a las comunicaciones antipáticas del imperio. Es necesario que los pueblos tomen un protagonismo especial en éste tema y se aproveche el momento como una oportunidad para la solidaridad incondicional, pero proactiva, con el gobierno de Ecuador y con su pueblo en lucha. Y más allá aprovechar la oportunidad para reafirmar luchas anti-imperialistas, luchas anticapitalistas históricas en un frente donde todos tenemos mucho que aportar. 

¿Avanzamos?
--
Dr. Fernando Buen Abad Domínguez
Universidad de la Filosofía
http://fbuenabad.blogspot.com/

Tomado de Redacción Popular
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