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Abstencionismo, México, 2015

viernes, 5 de junio de 2015

Abstencionismo, México, 2015
Carlos Murillo González


Parecía una elección “normal”, de esas que no atraen tanto a la gente por que son intermedias  (para renovar la Cámara de Diputados) y en algunos estados, para presidencias municipales y gubernaturas. De repente el debate sobre el voto nulo y el voto útil en los reducidos ámbitos intelectuales, pero luego la presencia de lo hardcore en Guerrero, Chiapas y Michoacán. El boicot de las elecciones ha iniciado.

El derecho a votar o no votar

La constitución mexicana nos otorga el derecho al voto a la ciudadanía mayor de 18 años, mas no así el deber de votar. Precisamente es una obligación moral cuya decisión de abstenerse no está sujeta a castigo. En las democracias electorales contemporáneas, mayoritariamente occidentales, la vida democrática de la mayoría se reduce a depositar un voto cada determinado tiempo para continuar o cambiar con un régimen político-económico. La realidad de esta manera de organización falsamente llamada “democrática” es sobre todo psicológica: da la sensación de orden en un juego de ganar o perder a modo de apuesta. Todo está bien mientras se mantenga la seguridad, las instituciones, las y los líderes, etcétera.       

Despolitización, apatía y analfabetismo político

El grueso de la población mexicana difícilmente puede considerarse ciudadanizada; es decir, no es una sociedad consciente de sus derechos y obligaciones, apenas apurada por el gran esfuerzo que implica la supervivencia diaria, en el caso de los sectores más marginales, o enfocada totalmente hacia el individualismo egoísta en lo económico y pragmático en lo político en los sectores aburguesados y agringados. Ese es el principal obstáculo para una democracia que no aspira a la igualdad ni a la libertad: inmensos sectores a los cuales engañar o corromper, como sucede en los EEUU (país abstencionista por excelencia).

La agenda de Washington

Los intereses de los EEUU en México son cada día más claros: somos sus aliados, además de sus vecinos, y sobre todo, una rica fuente de recursos naturales, no renovables y humanos. Para la supervivencia de la gran potencia, México es indispensable, igual que Canadá y casi por los mismos motivos. Por lo tanto, el sistema político-económico-militar debe ser similar,  o sino será absorbido por el imperio, como parece ser el trasfondo de la ruta iniciada con la “guerra” contra el narco. Washington sabe muy bien el tipo de canallas que dirigen al país, mientras estos le sigan entregando las riquezas de la nación a sus empresas e intereses bélicos, no harán nada para cambiar este tipo de democracia.

Un sistema hecho para agandallar

El fraude electoral sigue siendo un hecho consumado en México. Ningún partido juega limpio y los que pretenden hacerlo por que así les favorece la preferencia electoral, no saben defender sus triunfos. Muchas personas saben que no se respeta el voto, que se compra la voluntad de las personas, y al desconocer la vida democrática, reproducen la cultura política del autoritarismo, el machismo, la intolerancia religiosa y de género, además del racismo. Es una situación favorable para el orden jerárquico, pero no para una organización políticamente sana, socialmente saludable. El fraude va desde las promesas de campaña (el futuro no se puede controlar) hasta el software que contabiliza y redistribuye los votos a favor de “x” candidato(a).   

Las encuestas y las campañas

En el entramado de la “lucha” electoral y sus jugosos premios (sueldazos, fuero, relaciones de poder, nula rendición de cuentas, viajes, etcétera) las y los candidatos se convierten en el mejor de los casos, de gentes bien intencionadas a futuros y comprobados tiranos, con sus honrosas excepciones. En general las propuestas de campañas para esta elección son igual de pobres y simplonas como las de siempre. Las encuestas por su parte están supeditadas a quien las paga y habría más de una razón para dudar de ellas en un país donde la mayoría de la gente no vota. Por eso las tendencias de las encuestas son más bien tendenciosas y no reflejan la realidad de un país despolitizado.    

Ganarle al PRI

Participar en la farsa de las elecciones significa de antemano, legitimar el régimen y por lo tanto, al PRI. Es muy complicado ganarles electoralmente, pues cuentan con las instituciones de su lado, principalmente los electorales, sus partidos satélites (PVEM y Nueva Alianza) un verdadero ejército de “promotores”  (golpeadores) del voto, organización territorial y harto dinero para las campañas políticas. Al PRI no se le puede ganar a la buena y menos en un terreno que conoce bastante bien, pues lo ha construido a su modo. ¿Qué el PRI gana con el abstencionismo? Claro que sí, como también lo hace con cada elección. El PRI vive por y para las elecciones.

Propuestas

Si el camino electoral no es la respuesta, entonces cuál es. Hay muchas maneras de organización sociológica fácilmente identificables, desde las luchas armadas (rebeliones, revoluciones, golpes de Estado…) hasta las pacíficas (huelgas, insurgencia civil, boicots…) pasando por las institucionalizadas (plebiscitos, referéndums, revocación de mandato…) y, aunque no lo crea, fenómenos como el abstencionismo pueden hacer cambiar un sistema, pues es ridículo simular una democracia donde nadie vota. Por lo pronto ya tomaron la iniciativa las y los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) particularmente en Chiapas, Oaxaca y Guerrero.


FALTAN 43

Enajenación y elecciones

jueves, 14 de mayo de 2015


Enajelecciones
Carlos Murillo González


Ciudad Cárcel, Chihuahua, primavera del 2015


El tiempo transcurre detenido en el siglo XX. Empieza un ciclo electoral, termina otro. El único momento en que la “política” está permitida: la “ciudadanía”  “participa” en prácticamente una de las pocas opciones pacificas para ejercer al menos, un posicionamiento.

El porfiriato no se ha ido, regresa con refuego neoliberal a proseguir el saqueo de la nación, ahora en su versión transnacionalizada. Al menos Díaz era un nacionalista, mientras sus herederos del PRI, PAN, PRD y demás, equivalen a los Conservadores del siglo XIX, los mismos que trajeron a Maximiliano y Carlota. Con el México independiente se celebran elecciones más o menos periódicas, para terminar con la farsa electoral porfiriana en teoría sepultada, ya entrado el siglo XX. El siglo XXI todavía no empieza.

Todavía hay muchos fanáticos de Díaz,  conservadores neoliberales (perdón por el pleonasmo: conservador = neoliberal, así salió el engendro) mutantes clasistas/racistas/misóginos, con aspiraciones aristocráticas, dispuestos a hacer negocios turbios a expensas de la riqueza de la nación, que es patrimonio de todos y todas; o del perjuicio a la salud, economía, cultura y territorio de las personas, así como de daños irreversibles al medio ambiente. Ya no es necesario el virrey cuando se es un protectorado (“aliado”) estadounidense.

Pareciera que ya no es la historia de México, sino la de un país que fue.

Así las elecciones aseguran el tan preciado orden social. Pero, ¿quiénes votan? En el siglo XIX, al menos en el estado de Chihuahua votaban los hombres mayores de veintiún años con alguna propiedad; es decir, terratenientes. Indios, pobres y mujeres estaban excluidos. La revolución de 1910 supuso la teoría del fin del fraude electoral y la reelección presidencial, pero las mujeres alcanzaron el voto hasta 1957 y las y los jóvenes de dieciocho años hacia 1967. Aún así, hoy se vota menos.

Las elecciones son una forma ordenada de simular democracia (gobierno del pueblo) tanto en países capitalistas como socialistas. Las elecciones son una herramienta política, y no per se, un sinónimo de democracia, ¿será que la gente lo sabe? Tal vez no sepa qué es democracia, pero sabe de lo de Ayotzinapa, de la injusticia y de la pobreza. Hoy votan los más pobres y los más ricos por intereses encontrados; en medio una gran masa se desgrana entre votar o no votar; entre el fútbol, las telenovelas y algo que no comprende.

La anestesia es eficaz. La gente añora regresar al pasado, a soñados mejores tiempos que nunca existieron. No se dan cuenta que un tal Duarte les está robando su dinero y quitando el futuro a sus hijos e hijas. Prefiere ignorar las atrocidades cometidas en Juárez y la Sierra Tarahumara antes que solidarizarse con víctimas y activistas. Esta es la gente más peligrosa, la más dañada; la posible víctima o victimaria de la constante violencia del Estado policiaco-militar.

Votar legitima al sistema y a la vez es casi el único recurso conocido de participación ciudadana. Una participación sumisa, lacaya, despreciable y despreciada. Las elecciones se han vuelto un desagradable y caro circo que no divierte a nadie, no hace falta promover el abstencionismo, la política está en otra parte.

La lucha de clases la van ganando los conservadores (empresarios, partidos políticos, ejército, iglesia católica) unidos para mantener el status quo por las buenas, y sobre todo por las malas. Las banderas en contra del próximo fracking por venir, contra el feminicidio, el alto a la violación a los derechos humanos o las exigencias de justicia y reparación del daño para tantas personas afectadas por la todavía vigente y censurada “guerra contra el narco” brillan por su ausencia. Esas cuestiones no se ven ni se tocan, mucho menos hechos concretos como las catástrofes de la fábrica Blueberry y el Aeroshow.

En México votar es un derecho, mas no una obligación. Para muchos(as) es un dilema ético, pues implica cuestionarse el beneficio o desperdicio del voto (particularmente su voto) para otro tanto es un esfuerzo inútil, un acto superfluo. Quienes ven la utilidad del voto suelen cuestionar a quienes no lo hacen. Quienes practican una política más allá de lo electoral, suelen criticar a quienes sólo votan. Una vasta parte de la sociedad no lo hace por motivos mucho más humildes (despolitización social y analfabetismo político) que a veces ni alcanza a comprender.

La democracia es una bandera política de lucha tanto de izquierda como de derecha. Los primeros buscan la horizontalidad, la igualdad de las mayorías de manera equitativa. Los segundos enfatizan el lema de la libertad (sobre todo económica) basada en el individuo y el orden jerárquico. La democracia electoral es una herramienta política para legitimar regímenes, nada más. Si quiere democracia, la tiene que aprender desde niño(a) en la casa, la educación u (opcional) la religión, pero todos sabemos que la familia, la escuela y la iglesia, suelen ser instituciones más bien autoritarias.

Hay además otras formas de hacer democracia o ir más allá de ella: autogestión, autonomía, acracia, tribunales populares, cooperativas y cuando éstas fallan, también están las protestas y mítines, la resistencia civil pacífica, el boicot, la revocación de mandato, el plebiscito o el referéndum. La democracia es mucho más participativa que sólo salir a votar.



ELl derecho al voto nulo

jueves, 12 de abril de 2012


y la anulación de las elecciones




Las elecciones, para quienes no han descubierto la alternativa de unidad
en torno a la organización, sienten que es el único camino.
Ignacio del Valle

Tan sólo la cantidad de sangre derramada sería pretexto suficiente para sabotear cualquier intento de legitimar el poder político, como las tradicionales elecciones, confundidas erróneamente con la democracia. Sin embargo, cual rigorosa ceremonia, el requisito mínimo de la democracia burguesa, lo electoral, se mantiene como el único camino de participación democrática; algo así como un “día de las madres” sexenal; una feria, una rifa donde se apuesta, no importa el resultado, a la continuidad.

Jugar al voto nulo es un derecho, pero sigue siendo un juego dentro de lo electoral; simplemente se aprovecha el momento de promoverlo. Es una protesta legítima, por que no entra en la lógica partidista de sumas y restas, razón por la cual se le descalifica: no es pragmática. En lo político, el movimiento parece más abierto, su convocatoria atrae a personas de distintas formas de pensar y es muy conocido en el internet. Razones hay muchas para las y los anulistas de dejar en blanco, escribir una leyenda o garabato, pero es posible notar un molestar general hacia la política, el gobierno, los partidos, las y los candidatos, el sistema. La boleta adquiere el nivel de lo sagrado, un fetiche que representa efectivamente un poder: el voto, MI VOTO. Es algo complejo entenderlo pero es una acción que divide, partidiza.

Desde un punto de vista político no electoral, la anulación del voto y mejor aún, la anulación de las elecciones desde la sociedad, sería una opción para obligar a hacer política de otra manera. ¿Qué pasaría si hubiera un empate técnico entre los tres candidatos(as)?; ¿Podríamos vivir uno o dos años sin presidente mientras arreglaran sus diferencias? Hasta más, pero, si eso sucediera, ¿Para qué tener gobernantes, entonces? Es cosa seria; mantener una clase política como la mexicana, resulta muy cara y peligroso. Faltan elementos para hacer rotar el poder y éste no se concentre. El poder político debe circular y mutar, en su actual forma no nos sirve de mucho.

Actualmente existe un monopolio partidista del gobierno y el Estado. La democracia no es ciudadana.

El movimiento de las y los anulistas, sin proponérselo, aglutina a personas decepcionadas con el sistema electoral y con el desempeño de las y los políticos ganadores independientemente de sus ideologías y eso es lo que no se alcanza a comprender: no se trata de partidos, candidatos o campañas, sino de todo el aparato en sí; hay un hartazgo real y total.

No hay garantías de que se cumplan las promesas de campaña, como tampoco de que el poder ciegue a quien lo asuma como presidente de la república y mucho menos para evitar los malos elementos y mañas de quienes acompañarán al nuevo presidente(a) en el gabinete. A estas alturas se sabe además que la o el presidente no gobiernan solos: están las cámaras y los poderes fácticos legales, como los empresariales, principalmente las televisoras; o los ilegales, prácticamente relacionados con el narcotráfico (hoy más fuerte que nunca) y aunque no se quiera reconocer, existe además la presión e influencia de Washington, cada vez más inmiscuido en la vida política nacional.
 
Parafraseando a Octavio Rodríguez Araujo y John Ackerman, “con un voto se gana la elección” de acuerdo a las reglas del sistema electoral vigente, lo cual, según ellos, nulifica la intención del voto nulo. Ahí es donde está precisamente el error: el sistema mismo impera negativamente a través del los poderes fácticos para posicionar sus intereses por encima del resto (incluyendo el IFE). En otras palabras, la elección ya está hecha (ya hay un ganador) convocar a elecciones sólo es una pantalla para hacerlo legal. Así estuviera Jesucristo concursando como candidato, si la decisión está hecha, no gana.

En la democracia electoral se compite para ganar, pero no para gobernar. Eso mismo hace que la gente participe menos, pues no quiere ser parte del engaño de un concurso donde apenas es algo más que un participante pasivo, casi un observador(a) por que luego no ve los resultados. Los partidos y las y los políticos profesionales, promocionan desde siempre la desmotivación a votar para facilitar el voto duro, controlado y manipulado.

El abstencionismo, donde se incluye el voto nulo, estaría poniendo en jaque no sólo el sistema de elecciones, sino todo el sistema político; es necesario. No se puede seguir jugando a la lotería a ver si la o el próximo gobernante sale mejor que el anterior, es ridículo. Más congruente que celebrar elecciones, habría que hacer un juicio político a las y los gobernantes, pero no hay la suficiente “ciudadanía” (consciencia) para llevarlo a cabo. Mientras tanto el abstencionismo se encamina a ser el medio para anular las elecciones, los gobernantes no representan al pueblo.


Abstencionismo para demócratas

viernes, 10 de febrero de 2012


Politicians don´t see people, they see votes
Anthony de Mello

El abstencionismo es un fenómeno mucho más grande que la ausencia de votantes en las elecciones. Es una sociedad anónima, una presencia socialmente ausente por distintos motivos, pero ni es un grupo homogéneo o estable, ni es una fuerza políticamente nula. Para las democracias electorales es más preocupante el abstencionismo electoral que el abstencionismo de la vida pública en general pues es la base de la legitimación del sistema mismo.  

Abstencionismo complejo y caótico
La palabra abstencionismo o abstencionista, se toma a priori como algo negativo, un problema sociopolítico y ético-moral sin tomar en consideración la opinión de quienes no votan o piensan hacerlo. Cuando la democracia se reduce a la participación electoral, se produce una dinámica o pasividad político-social dependiendo del tipo de elección, la calidad de las propuestas y candidatos(as) y el ánimo del electorado, quien es el que finalmente decide votar o no. Si no hay conexión entre la vida en sociedad y sus distintos ámbitos, incluyendo la vida familiar y laboral,  mas si la consciencia social y generacional está contaminada, alienada, seguramente en esa sociedad habrá muchas mayores posibilidades de abstencionismo más allá de las elecciones.

Cuándo se convierte en problema
El abstencionismo electoral, el más investigado alrededor del mundo. No fue una preocupación real en México hasta el inicio de la alternancia del poder generada  por la competencia partidista a finales del siglo XX, convirtiéndose luego en un fenómeno generalizado en la república a mediados de la década pasada. Es un problema mayúsculo para la clase política pues supone un alarmante tendencia a votar menos en cada elección y eso significa falta de legitimidad. Estados como Chihuahua o el Estado de México, no llegan ni siquiera al cincuenta por ciento de participación. Aún en el ejercicio partidista el abstencionismo es alto, como lo muestra la más reciente elección interna del Partido Acción Nacional para elegir candidato a la presidencia, donde sólo participó una cuarta parte de sus militantes y simpatizantes.

Cómo se manifiesta
Los motivos del abstencionista son muy variados y ya han sido estudiados, clasificados y hasta satanizados dependiendo del resultado de las investigaciones: apatía, malestar, desencanto, valemadrismo, decepción, desconfianza, escepticismo, revanchismo o hartazgo son resultados recurrentes y directamente relacionados con las expectativas y experiencias de quienes optan por el abstencionismo, pero también se entrelazan con variables como el analfabetismo político, la despolitización social, el individualismo egoísta, la enajenación y el activismo. Todo en respuesta y reacción obviamente con las contradicciones del sistema político en todas sus variables. Está particularmente asentado en las y los jóvenes, el grupo de edad más numeroso y también el más abstencionista, así como en los sectores más pobres y menos escolarizados, que son mayoría en el país.

La polémica del voto nulo: el abstencionismo con voz
En el juego político electoral la abstención juega un papel muy importante. Si la oferta electoral está muy pobre, es válido no votar, aunque esto no resuelva la falta de opciones. Se ejerce el derecho a la abstención cuando se anula o deja en blanco la boleta electoral o simplemente no se acude a las urnas con la intención de demostrar una posición con respecto al espectro político; hay una intención cívica y pacífica manifiestamente clara, a diferencia del abstencionismo apático (que se entiende como una protesta silenciosa, pero poco efectiva y esta enajenante) este tipo de abstencionismo anulista es abiertamente activista y promociona la no participación como forma de poder cívico para cambiar las reglas del juego político.

Votar, actividad de la minoría
Por ser la política entendida en el imaginario colectivo como una práctica profesional especialmente elitista y no cómo una práctica social amplia e inherente al ser humano (sociológica) se confunde en las elecciones la democracia con la votación, que es sólo una herramientas democrática. Existe un malestar generalizado con la clase política, independientemente de los candidatos y partidos, pues todos son vistos con la misma mirada. La desconfianza en las instituciones y actores políticos es grande en la sociedad y esto hace que las elecciones sean cada vez más pronunciadamente un ejercicio de militantes, simpatizantes y oportunistas, más la compra de votos y otras acciones fraudulentas.

La amenaza de la violencia y el narco
Esta amenaza es circunstancial, más ampliada y alimentada por la actual administración federal para generar miedo, pero también alcanza para alejar a votantes de las urnas. Este es un excelente ejemplo de que el abstencionismo no es un enemigo a vencer, sino la situación a conocer que genera el fenómeno. Autores como Octavio Rodríguez Araujo, despotrican contra las y los abstencionistas y anulistas preocupado por su impacto negativo en la oferta electoral de izquierda sin considerar el grado de violencia en el país, desconociendo la situación específica de cada lugar (el DF no es México) y de hartazgo con la forma de hacer campañas y ejercer el poder político. Pero no debe preocuparse demasiado, el desencanto político electoral pega más a la derecha que a la izquierda.

Ensayo sobre la lucidez
Una de las últimas novelas de José Saramago, Ensayo sobre la lucidez, aborda el tema del abstencionismo. En una situación atípica, las y los votantes sin campaña de por medio, ni forma de ponerse de acuerdo, en una especie de iluminación de consciencia colectiva, salen en masa a depositar sus boletas en blanco en una relación 85-15 con partidistas, anulistas y abstencionistas en conjunto, lo cual genera la trama de la novela: se convierte en un asunto de Estado. No hay que menospreciar el abstencionismo, este tiene una razón de ser y de existir; tiene una fuerza en sí misma, latente, pero todavía no consciente.

¿Si la democracia funcionara, habría abstencionismo?


imagen tomada de http://www.resistenciavegana.es
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