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La utilización mercenaria de la ciencia. I Parte

sábado, 23 de agosto de 2014
Por Antonio J. Martínez Fuentes*



La historia de las sociedades humanas muestra como a través del tiempo se han construido y construyen elaborados procedimientos, apoyados en la diversidad social, cultural y hasta biológica de los pueblos, para desestabilizar, subvertir, invadir y ocupar territorialmente países así como para aniquilar o estimular  oposiciones políticas y protestas sociales, los cuales serían una importante base del nuevo colonialismo en curso.

Las guerras de conquistas y colonización en África, Asia, y América Latina y el Caribe son ejemplos clásicos de estos procedimientos. En la actualidad se sabe que existen programas que emplean antropólogos en el apoyo a unidades de combate de las tropas estadounidenses para sus operaciones contrainsurgentes, lo que nos hace recordar las acciones desarrolladas en Chile en los años 60 a través del conocido Plan Camelot, calificadas como una “prostitución de la disciplina”. Incluso de la Universidad de Chicago salieron académicos a experimentar el empleo de las políticas neoliberales en ese país, tras el golpe de Estado ejecutado por Richard Nixon, Henry Kissinger y el general Augusto Pinochet en septiembre de 1973. Afganistán, Irak. Siria, Ruanda, Angola, Guatemala, son otros ejemplos, entre muchos.

Diversas agencias del gobierno estadounidense y ciertas organizaciones no gubernamentales que son apoyadas y contratadas por ellas, se valen de especialistas de distintas ramas de la ciencia para obtener informaciones en distintos países, a fin de desarrollar planes de desestabilización y subversión a corto, mediano y largo plazo contra gobiernos que consideran enemigos o potencialmente enemigos. En estos planes se conoce de la cooperación y coordinación del Departamento de Defensa con los integrante de la “comunidad de inteligencia” (CIA, DEA, FBI, etc.) y, entre otras, con la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID, por sus siglas en inglés), que depende del Departamento de Estado. Generalmente se recurre al trabajo de expertos en antropología, sociología, psicología, economía, ciencias políticas.

También resalta la necesidad de que las campañas de contrainsurgencia cuenten con “fuerzas flexibles”, adaptables a las distintas circunstancias en un país dado y capaces de “comprender” las culturas de los “nativos” que se rebelan contra el orden establecido. Cuestiones claves son:
  • - las labores de inteligencia y el análisis y aprendizaje de la sociedad de un país objetivo,
  • - los grupos étnicos que lo habitan,
  • - la forma de gobierno,
  • - las fuerzas coercitivas del Estado,
  • - sus instituciones, cultura, lenguaje, percepciones de sus connacionales, valores, redes,
  • - creencias de la población,
También se persigue evaluar el apoyo o tolerancia de la población hacia un grupo guerrillero, un gobernante o dirigente político, sus capacidades y vulnerabilidades, sus tácticas y estrategias y formas de organización.

Los dirigentes y líderes son motivo de un reconocimiento detallado, que comprende la historia personal, trayectoria, creencias, ideología, temperamento y educación entre otros aspectos.

Quienes colaboran en estos planes  no son más que instrumentos de guerra, suministradores de informaciones, ya que las decisiones finales las toma el personal militar.
Los cubanos tenemos una larga y amarga historia que narrar sobre estos métodos, desde el bioterrorismo hasta los hechos recientemente divulgados por la agencia de prensa AP sobre un plan promovido por la USAID y su contratista Creative Associates International, en el cual un ciudadano costarricense, jefe de una organización de derechos humanos en Costa Rica llamada Fundación Operación Gaya Internacional, contrató jóvenes latinoamericanos de distintos países a fin de identificar y convertir jóvenes cubanos en actores políticos efectivos contra el gobierno. y promover la desestabilización interna bajo la cobertura de programas culturales, de salud, de intercambios estudiantiles, entre otros.

El caso del empleo del conocimiento antropológico: un poco de historia

Cuando me preguntan sobre el concepto de Antropología, usualmente expreso, a fin de dar un concepto de amplio entendimiento, que la antropología es la ciencia que estudia la diversidad biológica y cultural  de la especie humana en el espacio y el tiempo, su origen y evolución.

Aunque en alguna que otra ocasión me refiero al estudio del otro, no es una expresión que sea de mi agrado pues siempre me da una especie de aire o tufo colonialista, neocolonialista e imperialista, que sirvió y sirve, entre otras cuestiones, para el uso de la antropología con fines de manipulación y dominación del llamado “otro”

La historia de los inicios de la antropología muestra los vínculos de las tradiciones antropológicas estadunidenses, británicas, francesas, holandesas y alemanas con la expansión colonial en África, Asia, Indonesia y sobre los territorios de los pueblos indígenas de América.

Según diversos autorizados antropólogos de la época, numerosos pueblos del planeta, de acuerdo con un riguroso análisis científico, no podían ser propiamente denominados humanos, y consideraron al europeo blanco como criterio de medida que consagraba la inferioridad de cualquier otra persona.

Así la antropología se vio involucrada en numerosas empresas coloniales, la conquista y el genocidio, mostrando, desde entonces, que no existe la neutralidad política en la disciplina.

El imperio colonial, la jerarquización de los seres humanos y los llamados zoológicos humanos.

 La historia de la humanidad nos muestra, amargamente, cómo durante la etapa colonialista numerosos pueblos fueron  conquistados y masacrados, cometiéndose verdaderos actos de genocidio. Las personas de otras culturas que sobrevivieron, muchas veces fueron sometidas a  atrocidades que los despojaron de toda dignidad.

Durante mucho tiempo los europeos secuestraron personas de distintas partes del planeta y las exhibían degradantemente, práctica que dio carácter a modos discriminatorios que persisten hasta nuestros días. El término de zoológicos humanos, usado para denominar estas exhibiciones, fue popularizado en el 2002 por la publicación de la obra Zoológicos humanos, escrito por varios historiadores franceses especialistas del fenómeno colonial. En su época eufemísticamente se les rotulaba como "exposiciones etnológicas" o "Ciudades de negros".

Así, numerosas personas de origen no europeo fueron expuestas como animales durante el siglo XIX, en los zoológicos, ferias coloniales, en exposiciones universales y hasta en congresos antropológicos. Durante todo el siglo XIX y hasta los inicios del siglo XX, la biología humana y la antropología física más ortodoxas habían proporcionado un marco teórico que podía servir de legitimación de este tipo de exhibiciones humanas así como de las conquistas coloniales.

En la Exposición Universal de  Bruselas de 1897, el rey Leopoldo II había organizado una representación del Congo con 267 hombres, mujeres y niños traídos de África, entre los que se contaban dos pigmeos. Llegaron casi un millón de visitantes que arrojaban comida a los africanos, quienes terminaron indigestados. Las autoridades colocaron un cartel: “Los negros son alimentados por el comité organizador”.

Para muchos de los más calificados antropólogos físicos de la etapa decimonónica finisecular, numerosos pueblos del planeta, de acuerdo con un riguroso análisis de las ciencias naturales, no podían ser propiamente denominados personas. De esta manera la objetivación científica de la jerarquía racial, impulsaban la expansión colonial.

Las eufemísticamente llamadas "exhibiciones etnológicas" del Jardín de Aclimatación de París “fueron legitimadas por parte de la Sociedad de Antropología -y por la casi totalidad de la comunidad científica francesa.


 “La antropología física, como la antropometría naciente, que constituye entonces una gramática de los "caracteres somáticos" de los grupos raciales -sistematizada en 1867 por la Sociedad de Antropología con la creación de un laboratorio de craneometría- y el posterior desarrollo de la frenología, legitiman la difusión de esas exhibiciones. Esas disciplinas incitan a los científicos a apoyar activamente dichas muestras, por tres razones pragmáticas: permiten disponer de manera práctica de un "material" humano excepcional (variedad, cantidad y renovación de especímenes…); despiertan el interés del gran público por sus investigaciones y por lo tanto permiten promover sus trabajos en la gran prensa; finalmente, aportan la prueba más concluyente de lo bien fundado de sus enunciados racistas con la presencia física de esos "salvajes".”

Las investigaciones realizadas han demostrado que los llamados zoológicos humanos no aportaron nada acerca de  los "pueblos exóticos". Al contrario permiten el análisis de las concepciones racistas europeas a finales del siglo XIX. Tales espectáculos degradantes tenían básicamente por función mostrar las manifestaciones de lo no acostumbrado y de lo disímil, por oposición a una elaboración de la humanidad según los cánones europeos.

Este ejemplo de la triste y amarga historia de los zoológicos humanos nos muestra como la antropología sirvió a la fría maquinaria del genocidio en aquellos momentos. 
Tristemente, aún hoy y bajo veladas formas, persiste la costumbre de llevar representantes de los “pueblos exóticos”, “pueblos primitivos” a determinadas celebraciones.

La perspectiva histórica de la antropología nos muestra que con mucha frecuencia fue usada - y aún no deja de serlo - para hacer énfasis en las diferencias llamadas raciales y ser un sustento para el racismo, la discriminación racial y los prejuicios raciales. Es innegable, y sobran los ejemplos de cómo el discurso antropológico en general, con su sello  de cientificidad, ha dado elementos para justificar superioridades e inferioridades de “raza”, clase y género y para el accionar contra los pueblos del llamado tercer mundo.

(Fin de la primera parte)


*Sociedad Cubana de Antropología Biológica.

Vea también entrevista al autor en Cubadebate
La construcción social del OTRO: Los zoológicos humanos
 
Imágenes tomadas de Wikipedia y Blog H-B, de José Barriga y de Taringa.net

Presidenciales yanquis: Bipartidismo a ultranza versus voto latino?

sábado, 3 de noviembre de 2012
Miguel Fernández Martínez,  periodista que atiende la sección “Norte” de Prensa Latina, nos entrega en la web de esta Agencia dos excelentes trabajos que cuestionan, desde aristas inusuales, el gran show mediático que son las presidenciales norteamericanas: unas elecciones donde el dinero pone y paga los candidatos, donde los más votados por el pueblo generalmente no alcanzan el escaño presidencial, donde una “pelea de gallitos” ante las cámaras puede decidir la inclinación de la balanza… una balanza que sólo admite dos platos: Demócratas y Republicanos. ¿Conoce Usted los otros partidos que contienden por el “Premio Gordo”?



La diversidad ¿partidista? en las elecciones de Estados Unidos
Por Miguel Fernández Martínez *

Aunque la lucha por conseguir la presidencia de Estados Unidos se concentra entre los tradicionales republicanos y demócratas, el espectro electoral abarca a otras agrupaciones que también lidian por llegar a la Casa Blanca.


Los rojos (republicanos) y los azules (demócratas) son los partidos políticos más grandes, y cuentan con suficientes recursos económicos para mantenerse en el ruedo a través de campañas propagandísticas que promocionan a sus principales aspirantes.

Barack Obama y Joseph Biden, aspirantes a la reelección demócrata, y Mitt Romney y Paul Ryan, candidatos republicanos, son los rostros visibles de esta contienda, que ya se convirtió en la más cara en la historia de Estados Unidos.

Pero junto a ellos, otros 15 grupos políticos aparecen inscriptos en los registros electorales, aunque apenas se habla de sus proyecciones.

Los pocos recursos financieros de estos partidos, y su poca capacidad de recaudación de fondos, les impiden marchar a la par con las dos fuerzas políticas principales, y esto trae como consecuencia que los electores no alcancen a conocer sus plataformas programáticas.

Detrás de rojos y azules avanza como tercera fuerza política el Partido Libertario, con Gary Jonson, exgobernador de Nuevo México, como candidato a la presidencia, y Jim Gray, exmagistrado de la Corte Suprema de California.

Tienen entre sus presupuestos de campaña reducir la capacidad del gobierno, favorecer los matrimonios entre personas del mismo sexo, legalizar el consumo de la marihuana y permitir un flujo migratorio sin restricciones legales.

Fundado en 1971, el Partido Libertario es el más grande de los grupos marginales en Estados Unidos, y cuenta con una base de votantes registrados que supera los 225 mil electores.

También destaca el Partido de la Reforma, fundado por Ross Perot, dos veces candidato a la presidencia de Estados Unidos, y que esta vez trae como candidatos a Andre Barnett, de Nueva York, y a Ken Cross, de Arkansas.

Este partido, fundado en 1995, se creó como una alternativa ante el desencanto en los partidos tradicionales -demócrata y republicano-, de trabajar seriamente en los temas más importantes de la sociedad estadounidense.

Los "reformistas" de Perot se apuntaron su mayor victoria cuando lograron llevar a Jesse Ventura como gobernador del estado de Minnesota en 1998.

En el ruedo electoral aparece nuevamente el Partido de la Prohibición, fundado en 1869, que lo convierte en el más antiguo de Estados Unidos en activo, con el binomio integrado por Lowell Fellure, de West Virginia, y Toby Davis, de Mississippi, y que se opone desde siempre a la venta y consumo de bebidas alcohólicas.

Entre los más reaccionarios destacan el Partido de la Tercera Postura, y el de la Constitución, los que promueven la supremacía blanca y tienen un carácter antiinmigrante.

Proponen castigos severos a la inmigración indocumentada, y una moratoria a la migración legal que garantice que todos los subsidios federales a los inmigrantes sean abolidos o eliminados.

Otras agrupaciones inscriptas son el Partido Verde, con Jill Stein, de Massachussets, y Cheri Honkala, de Pensilvania como candidatos, quienes promueven el cuidado del medio ambiente, la justicia social, la diversidad social y la no violencia, y el Partido Justicia, que defienden una reforma financiera electoral y modificar el sistema de rentas internas de Estados Unidos, al tiempo de prometer un sistema gratis de salud pública.

Están además el Partido Paz y Libertad, una agrupación de izquierda que nació durante la guerra de Vietnam, defensora de las libertades individuales y el derecho a la educación y la salud gratis, con Rossane Barr, de Hawai, y la activista Cindy Sheehan, de California como aspirantes a la presidencia.

Completan la lista los partidos Socialista, con Stewart Alexander, de California, y Alejandro Mendoza, de Texas como candidatos; el Socialista Igualitario, con Jerome White, de Michigan, y Phyllis Scherrer, de Pensilvania; y el Socialista de los Trabajadores, con James Harris, de Nueva York, y Maura Peluca, de Nebraska.

Cierra la campaña con el Partido Socialista y Liberación, el Independiente de América, y el Objetivista, que propone reformar el sistema de rentas internas y eliminar el impuesto sobre los ingresos.

Otra fuerza política que marcó este proceso electoral fue el Tea Party, un movimiento nacido en 2009 y que se enrumbó hacia la derecha más extrema del Partido Republicano.

A pesar de llevarse las palmas en las elecciones legislativas de 2010, el Tea Party ha tenido una presencia mucho más discreta en estos comicios, después que Michele Bachmann, su principal candidata en las primarias republicanas, sufrió un rotundo descalabro.

Según analistas políticos que siguen el tema electoral, la falta de respaldo al Tea Party puede haberse generado después de las negociaciones del techo de la deuda nacional en 2011, cuando la intransigencia de los congresistas elegidos un año antes con el respaldo de esta agrupación ultraconservadora estuvo a punto de abocar al país a la suspensión de pagos.

A pesar de la diversidad, incluida la relativa pluralidad política, nadie duda que el botín se repartirá, como siempre, entre los "elefantes" republicanos, y los "burros" demócratas, protagonistas eternos de estas contiendas.


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Las minorías étnicas en el foco de las elecciones estadounidenses
Por Miguel Fernández Martínez *

Cuando apenas restan pocos días para que las campañas políticas por ganar la presidencia en Estados Unidos lleguen a su fin, republicanos y demócratas prosiguen sus miradas hacia las minorías étnicas con derecho al voto.


Demócratas y republicanos, las dos agrupaciones partidistas con opciones reales de llegar a la Casa Blanca, saben perfectamente que entre los afroamericanos, latinos y otros grupos étnicos asentados en la nación puede estar el elemento necesario para inclinar la balanza durante el conteo de las boletas.

Lleva la peor parte en esta lid el candidato republicano Mitt Romney, quien no es bien mirado por las minorías a partir de sus desacertadas expresiones, en momentos marcadas por cierto perfil racista, pero sobre todo por las políticas sugeridas, las cuales recortarían ostensiblemente las ayudas financieras a los programas sociales de los que dependen muchos de estos grupos sociales.

El exgobernador de Massachussetts sigue haciendo esfuerzos por mejorar su imagen ante afroamericanos y latinos, los grupos de mayor incidencia en las elecciones estadounidenses, después de la población blanca de origen anglosajón.

Con los latinos, Romney prueba constantemente mover sensibilidades a través de su hijo Craig, quien se convirtió en el portavoz de la campaña republicana hacia los electores de origen hispano, a partir de su dominio del idioma español.

Aún así, sigue sin convencer a esta importante comunidad, cuyo crecimiento en los últimos años la convierte en estratégica, sobre todo en los llamados estados clave donde todavía impera la indecisión de muchos votantes.

Melissa Salas Blair, activista republicana latina de Texas y presidenta de Puentes Research and Communications en Houston, reconoció recientemente que en varias oportunidades Romney utiliza a su hijo Craig para dirigirse a los latinos, cuando es él quien debe hablar directamente a las comunidades, aunque fuera en inglés, pero con enfoque hispano, como hace el presidente Barack Obama.

De desacertada calificaron muchos activistas republicanos la participación del candidato rojo en la Conferencia Anual del Concilio Nacional de la Raza, hacia donde envió un video genérico de campaña y no uno dedicado a los latinos, lo cual le valió que fuera recibida por los presentes en total silencio y con murmullos reprobatorios.

Los republicanos también recibieron fuertes críticas por concentrar los esfuerzos propagandísticos dirigidos a los hispanos con referencias amenazantes a Cuba y Venezuela, algo que consideran como pifia, en tanto solo resultará efectiva en Florida, pero no en otros estados como Ohio o New México, según la opinión del consultor republicano David Johnson.

Por su parte, los demócratas aún mantienen las preferencias de las minorías en índices bastante parejos con las elecciones presidenciales de 2008, que llevó a la presidencia a Obama con el apoyo mayoritario de los afroamericanos y más de un 70 por ciento de latinos.

Uno de los temas más discutidos y que movilizó la atención de los diferentes grupos étnicos en Estados Unidos fue el plan de asistencia social sanitaria sugerido por los "azules", bautizado por los republicanos despectivamente como Obamacare.

Según los estrategas de la campaña de Romney, el plan de salud social propuesto por el candidato demócrata a la reelección debilitará el ya existente Medicare, del que actualmente se benefician principalmente personas blancas de bajos ingresos, a quienes supuestamente se les afectarían más de 700 millones de dólares en ayudas para reinvertir en asistencia generalizada para negros y latinos.

A pesar de los ataques, los republicanos insisten en convencer a estos sectores de la población estadounidense que se mantienen leales al voto demócrata, junto a las mujeres jóvenes y solteras de todas las razas.

Según Pew Research, el 89 por ciento de los votantes que se identifican como republicanos son blancos, por lo cual tienen muy pocas opciones de ganar terreno entre negros e hispanos, quienes persisten en apoyar a Obama.

De ahí que el equipo de campaña de Romney no tiene más opción que la de adoptar una estrategia que impulse la participación de los blancos en las urnas.

El voto afroamericano es otro de los renglones más sensibles en la recta final de esta campaña presidencial, más cuando tiene como antecedente haber respaldado a los demócratas con un 95 por ciento en 2008, y donde tampoco los republicanos han tenido avances.

Durante la reciente conferencia anual de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP), celebrada en Houston, Texas, Mitt Romney fue abucheado por los participantes cuando se comprometió eliminar "todos los programas caros y no imprescindibles que pueda encontrar, incluido Obamacare".

Para los demócratas no todo está seguro, pues según una reciente encuesta, los prejuicios hacia los afroamericanos aumentaron en los últimos años, algo que pondrá en peligro la intención de votos a favor del presidente Obama, el primer mandatario negro en la historia de Estados Unidos.

Según Jon Krosnick, profesor de la Universidad de Stanford, por más que se esperó que el impacto de la raza disminuiría con el paso del tiempo, parece que el impacto del sentimiento antinegro al votar es casi el mismo de hace cuatro años.

La encuesta, realizada por investigadores de Asociated Press, las universidades de Stanford y Michigan, y el Centro Nacional de Opinión Pública (NORC), de la Universidad de Chicago, reveló que el 51 por ciento de los estadounidenses expresa ahora actitudes contra los negros, frente a un 48 en 2008.

También se midieron índices de actitudes raciales implícitas, donde resultó que la cantidad de estadounidenses con sentimientos antinegros aumentó al 56 por ciento, superior al 49 durante las pasadas elecciones presidenciales.

Otro dato interesante resultó que el 57 por ciento de los blancos no hispanos estadounidenses manifestaron actitudes contra los latinos.

La encuesta realizada en septiembre último encontró que en virtud del prejuicio racial, Obama podría perder cinco puntos porcentuales de apoyo en el voto popular en las elecciones del 6 de noviembre frente al candidato republicano Romney.

Las minorías étnicas con derecho al voto enfrentarán las urnas entre amenazas de recortes de los republicanos y promesas incumplidas por los demócratas, lo que hace dificil predecir hacia dónde inclinar su voto, el cual sin lugar a dudas tendrá un valor importante en los resultados finales.



*Periodista de la Redacción Norte de Prensa Latina.

 

Mientras difama a Cuba, Washington se niega a investigar la muerte de ocho afrocubanos en Miami

lunes, 23 de enero de 2012
Por Jean-Guy Allard 
@AllardJeanGuy

Mientras difama a Cuba en una campaña de desinformación orquestada desde la Florida y financiada por la USAID, el Departamento de Justicia de Estados Unidos se niega a realizar una investigación sobre la muerte de ocho  afroamericanos  víctimas de  la policía de Miami bajo el pretexto  que, supuestamente,  estos "incidentes"  están siendo "revisados" por la fiscalía estatal de Miami-Dade.

Una investigación sobre la responsabilidad de la policía en  la muerte de jóvenes afroamericanos  ha sido prometida en noviembre, en una conferencia de prensa donde Thomas E. Pérez, un asistente de fiscal general, precisó que esta decisión surge después de recibir numerosas  “denuncias sobre un excesivo uso de la fuerza letal por arma de fuego por parte de miembros del Departamento de Policía” de este enclave mafioso del sur de la Florida.

Sin embargo, el Departamento de Justicia hará un estudio "de los métodos de entrenamiento y de las prácticas" de la policía de la ciudad de Miami pero no llevará a cabo investigaciones criminales de las muertes, que, supuestamente,  están siendo "revisadas" por la fiscalía estatal de Miami-Dade.

Pérez  reconoció que en  dieciséis meses, se había registrado “nueve tiroteos en los que estaba involucrada la Policía, que son de interés y que debemos investigar”, y señaló que desde julio de 2010 oficiales del MPD han disparado y matado a ocho jóvenes además de herir de gravedad a un noveno.

Las familias de los muertos han exigido investigaciones en numerosas oportunidades pidiendo transparencia de parte de la policía y de la fiscalía estatal. El NAACP y la Unión de Libertades Civiles Americanas (ACLU) se sumaron a las solicitudes. El entonces jefe Miguel Expósito, despedido en septiembre último por insubordinación, ni contestó.

TODOS LOS PRETEXTOS SIRVEN PARA MATAR AL HOMBRE NEGRO

Los jóvenes de los barrios segregados de Miami que han sido víctimas fatales de tiros policíacos y cuyas circunstancias de la muerte será objeto del estudio federal en los referidos diez meses -sin que un solo informe de investigación haya sido entregado ni un solo policía inculpado- son:

  • Travis McNeil, de 28 años, que estaba desarmado, fue muerto a tiros en su auto en el Pequeño Haití el 10 de febrero por el agente Reinaldo Goyo. Un amigo de McNeil, Kareem Williams, también recibió disparos, pero sobrevivió.
  • Joell Lee Johnson, un menor de 16 años, baleado en una supuesta operación contra robos, el 11 de agosto de 2010,
  • Gibson Junior Belizaire, de 21 años, muerto en un tiroteo con agentes en relación con una pelea familiar, el 14 del mismo mes;
  • Tarnorris Tyrell Gaye, de 19 años, ejecutado el día 20 siguiente  cuando, según la policía, apuntó a oficiales “con una escopeta mientras montaba bicicleta”.
  • Brandon Foster, 22 años, asesinado con siete tiros por tres policías en diciembre pasado, en el barrio segregado de Liberty City.
  • Lynn Weatherspoon, ejecutado a primeras horas del Año Nuevo 2011, supuestamente después de “un tiroteo” en el barrio segregado de Overtown, El policía que disparo ha sido identificado como Maurice Sodre, de 26 años.
  • DeCarlos Moore, asesinado en julio 2010 cuando “los oficiales pensaron equivocadamente que sus gafas de sol eran un arma de fuego cuando los saco de su coche” (sic).

Todos eran de raza negra.

No se menciona el caso particularmente escandaloso, del asesinato en Miami Beach, el 30 de mayo último, de Raymond Herisse, de 22 años de edad,  un joven haitiano residente del condado de Palm Beach, ejecutado con 100 balas por 12 policías, al negarse a parar su vehículo al salir de una fiesta en la playa.

MIAMI PREFIERE ESCONDER SU HISTORIA DE RACISMO Y VIOLENCIA

“Tenemos una crisis en esta comunidad, donde el departamento de policía recurre con demasiada facilidad a la fuerza letal, especialmente cuando se trata de jóvenes de la raza negra…”, señaló Howard Simon, director ejecutivo de la ACLU de la Florida, al conversar con la prensa local.

La investigación es la segunda en una década que realizan las autoridades federales sobre violaciones sistémicas de los derechos humanos por parte de oficiales de la Policía de Miami.

La prensa local de Miami prefiere no mencionar a la historia de racismo y de violencia de esta ciudad.

En la madrugada del 17 de diciembre de 1979, la policía de Miami mata a golpes Arthur McDuffie, un motorista negro desarmado. Absolución de los oficiales por un jurado blanco en 17 de mayo 1980 provocó una rebelión que fue sofocada por 3.500 soldados de la guardia nacional.

En 1982, dos agentes de la policía mataron  a un hombre negro de 20 años, Nevel Johnson Jr., sin provocación, en un salón de billar en las cercanías de Overtown. La verdadera rebelión popular docurrida espués de la absolución de uno de los asesinos fue sofocada por 3.500 soldados de la Guardia Nacional.

El 16 de enero de 1989 (Día de Martin Luther King), Clemente Lloyd,  de 23 años, fue asesinado a balazos por un policía mientras conducía su motocicleta. Su pasajero, Allan Blanchard, de 24 años de edad, murió de sus heridas. Una rebelión estalló, y el oficial de policía asesino, William Lozano, fue condenado por homicidio… pero en 1993 su condena fue revocada en apelación.

Esto sucede en la misma ciudad donde cinco cubanos fueron condenados a extravagantes sentencias de decenas de años de cárcel, por infiltrar a organizaciones terroristas, inspiradas por ese Estado y protegidas por las autoridades judiciales locales.

Imagen agregada RCBáez

El sistema de justicia que condenó a los Cinco: La ley contra el inmigrante (Tercera parte)

lunes, 9 de mayo de 2011
Por Salvador Capote
 

¿Qué sistema de justicia es ése donde el fiscal del gobierno exige a los tribunales rechazar el hábeas corpus de Gerardo, Antonio y René, tres de los cinco cubanos  antiterroristas encarcelados injustamente en Estados Unidos, mientras permite que permanezca impune el asesinato de Carlos Muñiz Varela? (1). Con el teclado de la computadora como escalpelo, continuemos su disección mostrando como las leyes de inmigración de Estados Unidos han estado signadas por la discriminación, la xenofobia, el racismo y, en ocasiones, como en la presente etapa, por la más refinada crueldad.

Los irlandeses fueron los primeros en sufrir el odio de los WASPS o “White Anglo Saxon Protestants” (Anglosajones blancos protestantes). En la década de 1840, huyendo de la hambruna, comenzaron a llegar a Estados Unidos en grandes cantidades. Eran muy pobres, con bajo nivel de educación y católicos. Vivieron hacinados en barrios insalubres en las ciudades situadas a lo largo de la costa atlántica. Los medios de prensa se encargaron de crear los estereotipos: fueron llamados despectivamente “paddys”, variante de la palabra “Patrick” en lengua gaélica (2), y fueron calificados de vagos, violentos y con tendencia al alcoholismo y la criminalidad. En las caricaturas, que aparecían con gran frecuencia en las publicaciones, se les ridiculizaba  mostrándolos con chaleco y sombrero de copa, con grandes narices rojas y siempre con una botella de whisky en la mano.

 La creciente frustración de los nativistas, es decir, de los ciudadanos con sentimientos hostiles hacia los inmigrantes en general y hacia ciertos tipos de inmigrantes en particular, determinaron la creación del primer gran movimiento anti-inmigrante en la historia de Estados Unidos. En las décadas de 1830 y 1840 tuvieron lugar motines anti-católicos. Las turbas atacaron impunemente las Iglesias, sobre todo en Nueva Inglaterra y Pensilvania. En 1834, en Boston, quemaron un convento de monjas ursulinas.

 En 1843 surgió una organización secreta, “Order of Star-Spangled Banner” (Orden de la bandera de las barras y las estrellas) que poco después se convirtió en el “American Party” (Partido Americano), más conocido como “Know-Nothing Party” (Partido de los que no saben nada), llamado así porque sus miembros respondían de ese modo: “I don’t know” (no sé), cuando alguien indagaba sobre los objetivos y políticas de la organización. Sus miembros provenían de la clase media urbana, se oponían a la inmigración, odiaban a los católicos y trataban de bloquear la asimilación de los inmigrantes a la sociedad.

 El partido llegó a tener más de un millón de miembros (1/8 del electorado potencial) y en las elecciones de 1854 y 1855 tuvo notables éxitos, logrando elegir a ocho gobernadores, más de un centenar de congresistas y a los alcaldes de Boston y Chicago. En consecuencia, muchos estados pusieron en vigor ordenanzas y leyes anti-inmigrantes. El presidente Ulysses S. Grant, Jefe del Ejército de la Unión durante la Guerra de Secesión, e integrante de los “Know-Nothing”, expresó en 1875: “Si tuviésemos otra contienda en el futuro cercano de nuestra existencia nacional, predigo que la línea divisoria no será la de Mason y Dixon (3) sino entre el patriotismo y la inteligencia [protestantes] de un lado, y la superstición, la codicia y la ignorancia [católicas] por otro.”

 Los chinos fueron los primeros asiáticos que migraron a Estados Unidos, principalmente a las ciudades de la costa occidental, en número significativo, y tuvieron que soportar todo el peso de los prejuicios raciales y étnicos. A comienzos de la década de 1850 emergen los clubs “anticulíes” (4) y esporádicamente se organizan boicots contra productos elaborados por los chinos. Editoriales que resaltaban estereotipos racistas aparecen cada vez con mayor frecuencia en los periódicos de San Francisco. A nivel estatal y local se ponen en vigor abusivas leyes y ordenanzas, como la ley de Oregón (1858) que exigía a los mineros y comerciantes chinos (y solamente a ellos) obtener y pagar una licencia operativa mensual. En 1854, la Corte Suprema de California decidió, en el caso “People v. Hall”, que los chinos no podían testificar en corte contra los blancos. Hall, un hombre blanco, habٌía asesinado a un chino, y los testigos eran de esa nacionalidad.

 La terminación en Promontory Point, Utah, en mayo de 1869, del ferrocarril Union-Central Pacific, lanzó de pronto sobre el mercado laboral de California a más de 10,000 trabajadores chinos. La histeria del “peligro amarillo” y de una supuesta invasión asiática a Estados Unidos subió de punto. Se multiplicaron los clubs anticulíes y las turbas racistas realizaron ataques frecuentes contra los barrios chinos. En la Sierra Nevada, los mineros blancos, con la complicidad de las autoridades estatales, despojaron y expulsaron violentamente a los mineros chinos.

 En 1874, en su mensaje anual, el presidente Grant se pronunció contra la inmigración asiática y llegó al extremo de afirmar que casi ninguna mujer china “realiza un trabajo honorable, sino que… son traídas para fines vergonzosos”. Al año siguiente, el Congreso aprobó la “Page Act” (5), ley dirigida contra las mujeres chinas. La aplicación de esta ley fue tan estricta que redujo prácticamente a cero la entrada de mujeres de ese país a Estados Unidos. Un comité congresional, establecido por esa misma legislatura, para investigar la inmigración china, incluyó en su informe final que “no hay raza aria o europea que no sea muy superior a la china”.

 Con estos avales de un presidente y del Congreso, no es de extrañar que la violencia anti-china alcanzase su expresión más criminal y vergonzosa en la masacre que tuvo lugar en Rock Spring, Wyoming, el 2 de septiembre de 1885, cuando la turba prendió fuego al barrio de los chinos. La cifra exacta de los asesinados no se conoce con exactitud pero se calcula entre 40 y 50. Muchos de ellos fueron quemados vivos, escalpados, decapitados, desmembrados, castrados, con extrema ferocidad. Los que perpetraron la masacre ni siquiera se tomaron el trabajo de enterrar a los muertos y, cuando una semana más tarde llegó por fin el ejército, encontró numerosos cadáveres en descomposición esparcidos por las calles o quemados dentro de las casas. Nadie resultó convicto por los crímenes de Rock Spring. Un gran jurado rehusó presentar cargos aduciendo que no había podido encontrar testigos.

 Otros actos de violencia extrema que quedaron impunes tuvieron lugar en diferentes estados, principalmente en California, Oregón y Washington. El 24 de octubre de 1871, unos 500 hombres blancos asaltaron el  “Chinatown” de Los Ángeles y asesinaron brutalmente a numerosos chinos, 84 según algunos estimados. “Chinese Massacre Cove” es el nombre oficial de un lugar a orillas del río Snake, en el condado de Wallowa, Oregón, donde, en 1887, fueron torturados, asesinados y mutilados 34 chinos. Un tribunal absolvió a los que perpetraron la masacre.

 En 1881, muchos estados, incluyendo Alabama, Ohio, West Virginia y Wisconsin, presentaron al Congreso peticiones anti-chinas. La legislatura de California declaró un día feriado para facilitar la realización contra esa etnia de manifestaciones públicas. Respondiendo a estas peticiones, el Congreso aprobó la “Chinese Exclusion Act” el 6 de mayo de 1882, que excluía a los trabajadores chinos por un término de diez años. La ley se renovó a su término y, por una nueva ley de 1904, la exclusión se estableció por tiempo indefinido. Lo peor de esta ley es que definió a las mujeres como trabajadoras y, por tanto, los inmigrantes chinos no tuvieron manera de reclamar a las esposas y otros familiares que habían quedado en China. Las familias quedaron divididas durante casi seis décadas hasta que ambos países se convirtieron en aliados contra el Japón durante la Segunda Guerra Mundial y, por ese motivo, el Congreso suavizó algunos aspectos de las leyes de exclusión. La “Repealer Act” (Ley de Revocación) de 1943 les permitió obtener la ciudadanía norteamericana y autorizó que los más ancianos, separados de sus familias durante generaciones, pudiesen traer de China a sus esposas. Como es de suponer, para la gran mayoría, el permiso llegó demasiado tarde.

 En 1906, después del terremoto, tuvieron lugar en la costa del Pacífico violentas manifestaciones, esta vez contra los japoneses. La legislatura de California aprobó una resolución solicitando al Congreso “limitar y disminuir” la inmigración nipona. En San Francisco, los negocios de su propiedad fueron vandalizados y los ataques no provocados contra transeúntes de esa nacionalidad resultaban cada vez más frecuentes. El 6 de octubre, el “San Francisco School Board” ordenó que todos los estudiantes japoneses de las escuelas públicas se trasladasen a las escuelas segregadas que funcionaban ya en el barrio chino desde 1885.

 Pero Japón era una potencia emergente, no la China débil de aquel entonces por lo que, para evitar complicaciones, el presidente Theodore Roosevelt decidió resolver el asunto por la vía diplomática. Las negociaciones dieron por resultado lo que recibió el nombre de “Gentlemen’s Agreement” (Pacto de Caballeros) que consistió de una serie de seis notas intercambiadas entre las dos cancillerías entre fines de 1907 y comienzos de 1908. El gobierno japonés se comprometió a no expedir documentos de viaje con destino a Estados Unidos a sus trabajadores; a cambio, Estados Unidos permitiría la reunificación de mujeres y niños con sus esposos y padres,  revocaría la segregación de los estudiantes en las escuelas y se comprometería a no permitir acciones violentas contra los inmigrantes japoneses.

 En la década de 1910, los agricultores japoneses de California, que poseían solo el 1% de la tierra, estaban produciendo el 10% de las cosechas. La reacción racista no se hizo esperar y en 1913 la legislatura del estado aprobó la “Alien Land Law” (Ley de la tierra de extranjeros) según la cual solo podían poseer terrenos los extranjeros que fuesen elegibles para obtener la ciudadanía. Como la ley de naturalización de 1870 negaba a los asiáticos el derecho a convertirse en ciudadanos, las víctimas de esta ley fueron los japoneses.

 Una ley aún más estricta fue promulgada en 1920, y la Corte Suprema en Webb v. Obrien (1923) determinó que el carácter discriminatorio de la ley no violaba la Constitución. Cuando, treinta años después, en 1953, fue al fin declarada inconstitucional, era ya demasiado tarde pues hacía largo tiempo que los agricultores japoneses habían perdido sus tierras.

 Al comenzar la Guerra con Japón, aproximadamente 2/3 de los japoneses de la costa del Pacífico eran ya ciudadanos norteamericanos por nacimiento, muchos de ellos por segunda o tercera generación. No obstante, después de Pearl Harbor, todos fueron tratados como enemigos extranjeros y más de 120,000 de todas las edades, por la Orden Ejecutiva 9066, fueron encerrados en diez campos de concentración. Los japoneses-americanos se vieron obligados a vender sus propiedades y pertenencias por una fracción de su verdadero valor.

 Aunque la Corte Suprema, en tres decisiones infamantes, ratificó la Orden Ejecutiva de Franklin Delano Roosevelt, actualmente se reconoce que el internamiento fue una acción ilegal, violatoria de las leyes internacionales, y realizada con extrema crueldad.

Historias similares podríamos recordar de otros muchos grupos étnicos. En realidad, desde que originalmente el Congreso, en 1790, restringió la ciudadanía a las “personas blancas libres”, todos los inmigrantes, excepto tal vez los provenientes del norte de Europa, han tenido que enfrentarse a leyes discriminatorias y al fanatismo de los sectores más racistas de Estados Unidos. Las cuotas de inmigrantes establecidas desde 1924 tienen por finalidad preservar la composición étnica y racial de la población de Estados Unidos limitando el número de inmigrantes del sur y del este de Europa y, por supuesto, de todo el Tercer Mundo, que se considera son inferiores genéticamente.

 Estas leyes racistas y los arraigados prejuicios antisemitas impidieron que Estados Unidos ofreciese asilo a los judíos europeos en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Estigma inborrable de aquella época es el “Viaje de los condenados”, en el barco Saint Louis, de casi un millar de refugiados judíos, a quienes Franklin Delano Roosevelt pudo salvar (y no lo hizo) de los campos de concentración nazis.

 Pero los que durante más tiempo (más de dos siglos) y con mayor profundidad, han visto el odio y los prejuicios transformarse en política oficial, son los hispanos y, en particular, los mexicanos. El Tratado de Guadalupe-Hidalgo, que puso fin a la Guerra de México y garantizaba los derechos a la propiedad de los nativos, fue violado sistemáticamente y las tierras y las minas pasaron a manos de los anglos por diversos medios, incluyendo la violencia. En las décadas que siguieron, las leyes racistas, llamadas “Greaser Laws” (leyes de los grasientos) consolidaron el estatus de los mexicanos como ciudadanos de segunda categoría.
 Sin embargo, el crecimiento demográfico hispano ha sido indetenible y, de continuar la tendencia actual, Estados Unidos se convertirá en una nación de mayoría hispana, con o sin inmigrantes ilegales. La nueva oleada de histeria anti-inmigrante toma como pretexto la necesidad de defender la frontera contra el cruce ilegal de indocumentados, pero lo real es el miedo a una creciente población hispana que está cambiando la faz de Estados Unidos. En 1950 había menos de 4 millones de hispanos en Estados Unidos. Actualmente hay más de 50 millones y es probable que esta cantidad se duplique en los próximos veinte años.

 El Ku Klux Klan, que permaneció estático y parecía moribundo, resurge ahora con fuerza, al igual que otros grupos de supremacía blanca, como “Neo-Nazis”, “Posse Comitatus”, “Aryan Nations”, “World Church of the Creator”, “American Skinheads”, “Free Militia”, “Minutemen”, etc., alimentados por fanáticos horrorizados por lo que consideran una marea de razas inferiores que inunda Norteamérica. Menos extremista pero más peligroso por su mayor amplitud es el movimiento fascistoide “Tea Party”.

 Todavía no se han borrado las cicatrices de la “Operation Wetback” (operación Mojado) montada por el presidente Dwight D. Eisenhower, durante la cual la patrulla fronteriza realizó grandes redadas en los barrios hispanos, detuvo a miles de personas sólo por su apariencia racial y expulsó del país a cerca de 700,000 personas. Miles fueron llevados en barcos a lugares lejanos como Veracruz con el fin de impedirles el regreso. Todo el desarrollo de la operación se caracterizó por la brutalidad y el racismo. No fue la primera operación de este tipo. Uno de los mayores crímenes en la historia de Estados Unidos fue la deportación masiva de mexicanos entre 1931 y 1934. Con la autorización del presidente  Herbert Hoover, más de 500,000 méxico-americanos, niños el 60% de ellos, fueron expulsados de Estados Unidos. En 2005, el Congreso de California aprobó la “Apology Act” (ley de disculpa) que reconocía “la evacuación inconstitucional y emigración forzada de ciudadanos estadounidenses y residentes legales de ascendencia mexicana”.

 La “PATRIOT Act” (Ley Patriota) (6), promulgada el 26 de octubre de 2001, dio luz verde a los cuerpos represivos para espiar tanto a individuos como a organizaciones, realizar allanamientos y arrestos arbitrarios, y encarcelar inmigrantes por tiempo indefinido sin presentar cargos. La “PATRIOT Act” abre una puerta legal hacia el fascismo.

 El 16 de diciembre de 2005, la Cámara aprobó la ley anti-inmigrante H.R. 4437, propuesta por Jim Sensenbrenner, representante republicano por Wisconsin. El “regalo” de Pascuas para las familias mexicanas y centroamericanas fue esta ley que convertía en criminal a todo extranjero ilegal, hombre, mujer o niño, y además, a todo el que le hubiese ayudado a entrar en el país o a permanecer en él. La ley transformaba de pronto en delincuentes a los 12 millones de personas que permanecen indocumentadas en el país, cifra seis veces superior al total de la ya de por sí enorme población penal de Estados Unidos. Para la ejecución imposible de esta despiadada y absurda ley habría que multiplicar por seis las dimensiones de todo el aparato jurídico y de todo el aparato represivo del país, con ampliaciones adicionales destinadas a detener, juzgar y encerrar a todos los empleadores, religiosos, médicos, maestros, trabajadores sociales, etc., que hubiesen prestado ayuda de algún modo al inmigrante indocumentado.

 l “Department of Homeland Security” (Departamento de Seguridad Nacional),  elefante blanco del presupuesto anual de Estados Unidos, en lugar de emplear los millones a su disposición en combatir el terrorismo –tarea para la cual fue creado-, los emplea en perseguir familias inmigrantes mexicanas, gente sencilla y trabajadora, cuyos antepasados eran los dueños de este país desde Pueblo, en Colorado, hacia el oeste y el sur.

 Los agentes de “Inmigration and Customs Enforcement” (ICE) (brazo del Homeland Security) violan actualmente los domicilios de las familias hispanas sin justificación legal y derriban puertas en la madrugada en busca de indocumentados. No es raro que ciudadanos o residentes legales con pobre dominio del inglés y sin posibilidad de contratar abogados, sean deportados erróneamente a México. Los agentes de inmigración, con atuendo de SWAT (7), incluyendo fusiles de asalto y chalecos a prueba de balas, aterrorizan a los trabajadores mexicanos que con frecuencia han vivido muchos años en este país y ven su vida y su familia destruídas en un segundo. No importa si los hijos han nacido aquí y son ciudadanos estadounidenses, no importa si uno de los miembros de la pareja es residente legal, el equipo de la migra tiene que cumplir con su cuota mensual de deportaciones.

 ¿Es dividiendo y destruyendo familias como el “Department of Homeland Security” combate el terrorismo? ¿Qué añade a la seguridad de la nación el temor de millones de inmigrantes a que toquen en sus puertas en medio de la noche?

 Todas estas medidas y leyes son contraproducentes. En otros tiempos, los indocumentados mexicanos entraban a Estados Unidos cuando había trabajo y salían cuando éste escaseaba, generalmente después de recoger las cosechas. Ahora permanecen en el territorio de Estados Unidos porque temen ser apresados al salir o al entrar de nuevo y ser procesados como criminales. Por otra parte, ni los muros más altos, ni los guardias mejor armados, ni turbas enfurecidas, los detendrán, por la simple y humana razón de que sus esposas e hijos en México necesitan de las remesas para subsistir.

 La ultraderecha racista, que se opone a una ley de reforma migratoria, ha utilizado siempre las mismas tácticas: generar miedo en las masas, el miedo que profundiza los sentimientos anti-inmigrantes, el miedo que divide a los trabajadores y convierte en conflictos raciales o étnicos la lucha de clases subyacente. “Peligro amarillo”, “peligro islámico”, “peligro hispano”, siempre habrá un pretexto para el odio. Lo irónico es que la abrumadora mayoría de los norteamericanos que se oponen a la reforma nunca han tenido contacto con un inmigrante ilegal. La imagen que tienen de él está configurada por los estereotipos que difunden los medios.

 El temor a un cambio del carácter racial y étnico, a un cambio en la identidad nacional, es el principal factor que utiliza la ultraderecha para alentar la fuerte corriente anti-inmigrante actual. La leyes aprobadas en Arizona, en Georgia, en la Florida y en vías de aprobarse en otros estados, pueden generar olas represivas de mayor alcance. Si la depresión económica se prolonga o acentúa, es probable que asistamos a pogroms anti-inmigrantes en algunas ciudades de Estados Unidos.

(1)   Carlos Muñiz Varela, cubano-puertorriqueño, miembro fundador de la revista Areíto y de la Brigada Antonio Maceo, asesinado por elementos vinculados a la mafia terrorista cubano-americana de Miami el 28 de abril de 1979.
 (2)   Saint Patrick (San Patricio) patrón de Irlanda.
 (3)   Línea de demarcación que simbolizaba la frontera entre el norte industrial y el sur esclavista (Dixie) de los Estados Unidos.
 (4)   “Coolie” (culí) fue un término utilizado para designar a jornaleros chinos con muy bajo salario.
 (5)   Por Horace F. Page, congresista republicano de California.
 (6)   PATRIOT: Providing Appropriate Tools Required to Intercept and Obstruct Terrorism.
(7)   SWAT: Special Weapons and Tactics (armas y tácticas especiales).

El sistema de justicia que condenó a los Cinco: La ley contra el negro (Segunda parte)

domingo, 24 de abril de 2011
Por Salvador Capote

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¿Qué sistema de justicia es ése que declara inocente a un monstruo como el terrorista Luis Posada Carriles mientras mantiene injustamente en prisión a cinco hombres de excepcionales valores humanos, los Cinco de Cuba? Continuemos la disección mostrando cómo las leyes de Estados Unidos justificaron los horrores de la esclavitud primero, la segregación racista después y perpetuaron la discriminación del negro hasta nuestros días.

Cuando Thomas Jefferson escribió en la Declaración de Independencia: “Todos los hombres son creados iguales”, no estaba pensando, con absoluta seguridad, en los esclavos ni en las minorías, ni en los siervos bajo contrato (“indentured servants”), ni siquiera en las esposas e hijas de los blancos acaudalados a quienes la famosa frase se refería. En este contexto, la palabra “hombres” hay que entenderla literalmente y hombres blancos propietarios específicamente. Cuando Jefferson diseñó su señorial mansión de Monticello, de 43 habitaciones, situó bajo tierra las barracas de los esclavos para que su fealdad no fuese visible desde el palacio. Cuenta el escritor norteamericano Gore Vidal, en su novela histórica “Burr”, que a los visitantes de Monticelli les sorprendía el extraordinario parecido físico de todos los niños mulatos de la plantación con su amo Jefferson. Cuando se firmó la Declaración de Independencia había en Estados Unidos 600 000 esclavos negros y ninguno de ellos fue liberado. Tendría que transcurrir casi un siglo para que la esclavitud desapareciese como institución, aunque dejando profundas y permanentes secuelas.

La Sección 2 del Artículo 1 de la Constitución de Estados Unidos, conocida como “compromiso de los tres-quintos”, estipulaba que para la representación de los estados en el Congreso, el valor de un esclavo negro era el de 3/5 de una persona.

Todo el aparato jurídico e institucional de Estados Unidos fue diseñado para crear y mantener los privilegios de los propietarios blancos. El conjunto de las decisiones de la cortes de justicia de la época reflejan claramente la total carencia de derechos legales de los negros. Una decisión famosa de la Corte Suprema de Estados Unidos tuvo lugar en el caso Dred Scott v. Sandford, 1857. Scott, un negro nacido en Estados Unidos, que había obtenido su libertad en Illinois, reclamó la condición de ciudadano. La Corte rechazó la petición alegando que a los negros nunca se les consideró como parte del pueblo de Estados Unidos.

En los libros de texto de las escuelas se enseña que la Guerra de Secesión se libró para liberar a los esclavos. En realidad, tuvo causas y motivaciones mucho más complejas. La guerra se desató debido a las contradicciones insalvables entre el Sur aristocrático, con estructuras de tipo feudal, donde las haciendas trabajadas por esclavos eran la fuente de riqueza y de poder, y un Norte capitalista, surgido a consecuencia de la revolución industrial, que necesitaba grandes masas de trabajadores para sus fábricas y que, para continuar su desarrollo, exigía la creación en todo el país de un nuevo orden económico y social. La guerra, además, fue un gran negocio y de ella surgieron colosales fortunas como las de Rockefeller, Carnegie, Morgan, Armour, Mellon, y Gould.

Uno de los mitos fundamentales en la historia de Estados Unidos es la presentación de Abraham Lincoln como el Gran Emancipador. En un discurso en 1858 (1), poco antes de comenzar la guerra, Lincoln expresó: “No estoy y no he estado nunca en favor de forma alguna de igualdad social y política de las razas blanca y negra; no estoy y no he estado nunca en favor de que los negros voten o sirvan como jurados; ni de que califiquen para ocupar cargos, ni tampoco de matrimonios inter raciales con personas blancas; y diré, además, que hay una diferencia física entre las razas blanca y negra que considero impedirá para siempre que las dos razas vivan juntas en términos de igualdad social y política. Y puesto que no pueden vivir de esa manera, mientras permanezcan juntas tendrá que haber una posición superior y otra inferior, y yo estoy tanto como cualquier otro hombre, en favor de que la posición superior se le asigne a la raza blanca”.

Cuando se produjo la secesión de los estados del Sur, Lincoln prometió no interferir con la esclavitud en los estados donde la institución se encontraba establecida y prometió también mantener la ley que permitía la persecución de los esclavos fugitivos. La prioridad de Lincoln era restaurar la Unión, no abolir la esclavitud. De hecho, cuatro estados esclavistas continuaron formando parte de ella: Maryland, Delaware, Kentucky y Missouri.

En septiembre de 1862, Lincoln firmó la Proclamación de Emancipación, pero ésta no liberaba todos los esclavos sino solamente aquellos de los territorios rebeldes no ocupados por el ejército de la Unión. Absurdamente, no liberaba a los esclavos en los territorios controlados por el gobierno.

Si hubo algún “Gran Emancipador” éste fue sin duda el dirigente negro estadounidense Frederick Douglass. Fue Douglass quien convenció a Lincoln de que no podría ganar la guerra sin liberar a los esclavos en el Sur y sin permitir a los negros en el Norte enrolarse en el ejército, y no fue hasta 1863 que el Congreso autorizó su enrolamiento. Sin los 200,000 negros que se alistaron como voluntarios en el ejército de la Unión (38,000 resultaron muertos o heridos) otro hubiera sido el curso de la guerra.

Douglass honró siempre a Lincoln como presidente mártir pero rechazó el mito del Gran Emancipador. En su “Oración en Memoria de Abraham Lincoln”, al inaugurar el Monumento a los “Freedmen” (hombres liberados de la esclavitud) en 1876, en Washington, afirmó: “Lincoln no fue nuestro hombre ni nuestro modelo. El fue, por encima de todo, el presidente de los blancos, dedicado enteramente al bienestar de los blancos. Ustedes [los blancos] son los hijos de Abraham Lincoln. Nosotros [los negros] somos, en el mejor de los casos, solamente sus hijastros”.

Terminado el conflicto y con la ratificación de la Decimotercera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, en diciembre de 1865, la esclavitud quedó abolida en todo el territorio de la nación. Los negros quedaron libres aunque sin derecho al voto. Sin embargo, los terratenientes del Sur no se resignaban a perder sus privilegios. En los estados sureños fueron promulgadas leyes que tenían como finalidad restablecer las relaciones de esclavitud. El conjunto de estas leyes se conoce como “The Black Codes” (Los Códigos Negros).

En 1866 el Congreso aprobó la primera ley de derechos civiles (“Civil Rights Act”) que otorgaba la ciudadanía a los afro-norteamericanos (pero no a los indios) y -en teoría- la igualdad de derechos ante la ley. No obstante, la aprobación tuvo que sobreponerse al veto del presidente Andrew Johnson y, para evitar que fuese declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia, el Congreso aprobó también la 14a. Enmienda (1868) con el fin de incluir estos derechos en la Constitución.

La leyes aprobadas durante el periodo de Reconstrucción (1865-1876) incluyendo la 15a. Enmienda (1870), que otorgaba el derecho al voto a los negros (a los hombres, no a las mujeres, y con muchas limitaciones), y la ley de Derechos Civiles de 1875 (revocada posteriormente) que prohibía la discriminación racial, se enfrentaron a la resistencia de los blancos sureños quienes, además de los Códigos Negros, utilizaron todo tipo de violencia y terror. Fue por esta época que surgió el Ku Klux Klan. Por último, con las interpretaciones racistas de las cortes, estas leyes se convirtieron en muy poco tiempo en papel mojado.

Las leyes promulgadas en el Sur privaban a los negros de sus derechos ciudadanos. No podían votar, ejercer cargos públicos, servir como jurados ni testificar contra los blancos y estaban sujetos a estrictas normas de segregación. Por ley, tenían que asistir a escuelas, viajar en vehículos, comer en restaurantes, visitar parques, y ser enterrados en cementerios, sólo para negros. Se les negaba la oportunidad de participar en la vida económica de la nación y vivían, casi en su totalidad, en pobreza extrema.
En 1896, la decisión de la Corte Suprema en el caso Plessy v. Ferguson, colocó a nivel federal la segregación. La separación de razas adquiría de este modo un respaldo constitucional. Esta infamante decisión de la Corte Suprema legitimó la existencia de dos sociedades: una blanca, privilegiada; la otra negra, desposeída y humillada. Entre 1876 y 1965, multitud de leyes locales, estatales y federales, llamadas “Leyes de Jim Crow” (por el personaje cómico disfrazado de negro, con este nombre) reforzaron la segregación racial. Mientras los Códigos Negros tuvieron vigencia principalmente en el Sur, durante la etapa de Reconstrucción, las Leyes de Jim Crow se extendieron por todo el territorio de Estados Unidos. Estas leyes, basadas en la falacia de “separados pero iguales” sistematizaron las desventajas y desigualdades en todas las esferas económicas, políticas y sociales, y legitimaron la discriminación contra los negros.

Los que se oponían a las Leyes de Jim Crow arriesgaban sus empleos, sus hogares y sus vidas. Más de 5000 negros (3440 casos documentados) hombres y mujeres, fueron linchados entre 1882 y 1968, un promedio de 58 linchamientos por año. Los negros carecían de amparo legal completamente, pues todo el sistema de justicia criminal estaba integrado por blancos: policías, fiscales, jueces, jurados y oficiales a cargo de las prisiones.

Los movimientos por los derechos civiles que tuvieron lugar en las décadas de 1950 y 1960 alcanzaron éxitos notables como la decisión de la Corte Suprema en el caso “Brown v. Board of Education” (1954) que prohibió la segregación en las escuelas públicas; la “Civil Rights Act” (Ley de Derechos Civiles) de 1964; la “Voting Rights Act” (Ley de Derecho al Voto) de 1965, que eliminó obstáculos al voto negro que aún permanecían; y la “Fair Housing Act” (Ley de Derecho a la Vivienda) de 1968, que prohibió la discriminación en la venta o renta de casas. Sin embargo, estas conquistas, en la práctica, se han ido difuminando con el tiempo. Hoy, varias décadas después, puede afirmarse que los avances han sido demasiado modestos. La “Affirmative Action” (Acción Afirmativa) con el fin de promover a los negros a posiciones sociales más altas, es otro de los movimientos fracasados. En todos los casos, el fracaso se debe a que se dejan intactas las estructuras, principalmente económicas, de dominación y opresión.

En 1956, la “Interstate and Defense Highway Act” (Ley de Autopistas Interestatales y de Defensa) condenó a la destrucción a los vecindarios negros y pobres de las principales ciudades de Estados Unidos. Las cintas de asfalto y los muros de concreto de las autopistas cruzaron por el centro de los ghettos negros fragmentándolos e incomunicando los fragmentos entre sí. La construcción de vías de acceso rápido aceleró el proceso de suburbanización. Las clases alta y media de las ciudades pudieron trasladarse a viviendas confortables en zonas alejadas del centro de la ciudad, invirtiendo así el esquema tradicional: clases adineradas e instituciones vitales de la ciudad en el centro - pobres en los suburbios, por otro en que los negros y los pobres quedaron en un “downtown” abandonado y deteriorado.

No, el racismo y la discriminación en Estados Unidos están muy lejos de haber desaparecido y la demostración es muy sencilla: los negros siguen viviendo en los peores barrios, asistiendo a las peores escuelas, recibiendo los peores empleos, y abarrotando las cárceles del país, los centros de detención de juveniles y los corredores de la muerte. Los pasos previos imprescindibles para reparar las injusticias presentes y pasadas no ocurrirán mientras exista el “Establishment”: reconocer la verdad, disculparse ante las víctimas y ofrecerles las compensaciones y reparaciones a que tienen derecho.

Una inscripción, situada sobre las monumentales columnas del edificio de la Corte Suprema en Washington, reza: “Equal Justice Under Law” (Igual Justicia Ante la Ley), pero cuando la igualdad no existe y las leyes son creadas para mantener y reforzar los privilegios de la clase dominante, la justicia es imposible. (2)

  1. Debate at Charleston, Illinois, Sept. 18, 1858.
  2. Ver también en Areítodigital.net los artículos del autor: “Little Rock” y “Miami: Muros de Concreto y Segregación”.

*Bioquímico cubano, actualmente reside en Miami. Trasmite con cierta regularidad por Radio Miami el Programa “La Opinión del Día”, que aparece poco después en laradiomiami.com. Es colaborador de Areítodigital.net; participa, con la Alianza Martiana, en la lucha contra el Bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos.
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