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Miguel Díaz-Canel: Discurso en XXIV Cumbre Iberoamericana en Veracruz

miércoles, 10 de diciembre de 2014
Discurso pronunciado por el compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Vice­presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en la XXIV Cumbre Ibero­ame­ricana de Jefes de Estado y de Gobierno, Veracruz, 9 de diciembre de 2014, “Año 56 de la Re­vo­lución”

Cuba seguirá trabajando, con esfuerzo y tesón, a favor de la paz, la justicia, el desarrollo y el entendimiento entre todos nuestros pueblos

El primer vicepresidente cubano intervino en la jornada de este martes en la Cumbre. Foto tomada del sitio del gobierno mexicano Foto: tomada del sitio del gobierno mexicano
Excelentísimo señor Enrique Peña Nieto, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos;
 
Excelencias:

 
Cumplo el deber primero de trasladar a usted, a los distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno, y a los Jefes de Delegaciones presentes, el saludo afectuoso del Presidente Raúl Castro Ruz, así como un mensaje de amistad y solidaridad de los cubanos a todos los pueblos aquí representados.


Quisiera expresar también nuestro reconocimiento y gratitud hacia México por la cálida hospitalidad con que hemos sido acogidos, y por los meritorios esfuerzos en la organización de esta cita y sus encuentros pre­paratorios.

Han transcurrido más de dos décadas desde la celebración de la primera Cumbre en Guadalajara. En aquella ocasión, el Presidente Fidel Castro reconoció el valor de la iniciativa por reunirse los países latinoamericanos sin ser convocados por Washington. Cier­ta­men­te, las Cumbres han inspirado un mayor acercamiento entre nuestros gobiernos.

En los últimos años, los sueños de unidad de los próceres independentistas de Nuestra América han fructificado como nunca antes. La fundación de la CELAC, como espacio regional propio de concertación, que nos permite consolidar y proyectar la identidad y soberanía latinoamericanas y caribeñas, ba­sados en principios y valores comunes, es testimonio indiscutible de esa voluntad de integración y del firme compromiso de buscar soluciones propias a los problemas que nos afectan.

Nos felicitamos por los temas seleccionados para esta cita: “Educación, Innovación y Cultura” que, como se decidiera en el proceso de revisión de estas Cumbres que ha tenido lugar durante los dos últimos años, constituyen la razón de ser de nuestro espacio iberoamericano, y están sin duda en la base del desa­rrollo sostenible. Temas muy relacionados entre sí.
Desde la educación se puede fomentar una cultura por la racionalización y la innovación.

En estos ámbitos también se expresan las enormes brechas económicas y sociales que dividen a desarrollados y subdesarrollados, a ricos y pobres. Latinoamérica no escapa a tales disparidades y, a pesar de los avances recientes, continúa siendo la región más desi­gual del mundo.

Benito Juárez, uno de los hijos más ilustres de esta hermosa tierra defendió el valor de la educación cuando afirmó: “es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”. A su vez José Martí expresó: “Al venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y después, en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás”.

Ningún esfuerzo por sentar las bases del desarrollo económico y social será posible, de no alcanzar progresos considerables en materia de educación, acceso a la cultura y de innovación por el significativo aporte de estas instituciones a la erradicación de la pobreza, la disminución de las desigualdades sociales, el incremento de las oportunidades de empleo y la reducción de los índices de exclusión social.

En su discurso inaugural de la Segunda Cumbre de la CELAC, en enero del presente año, en La Habana, el Presidente Raúl Castro Ruz enfatizó “Nada de lo que nos proponemos  hacer será posible sin pueblos educados y cultos.”

La cifra de analfabetos en los países iberoamericanos todavía supera los 35 millones.

De acuerdo con el insigne pedagogo brasileño Paulo Freire, “la alfabetización va más allá (…), porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica. La calidad de la enseñanza es también motivo de preocupación. En los países aquí representados, aproximadamente un tercio de los alumnos en primaria y casi la mitad en secundaria, no parecen haber adquirido los aprendizajes básicos en lectura.

El acceso a la educación superior, a pesar de expandirse en más de un 40 por ciento en los últimos decenios, fue muy desproporcionado.

La cultura es otro componente estratégico de las políticas para el desarrollo, y como tal debe ser incluida de forma expresa en la Agenda para el Desarrollo Post 2015. La concentración de la propiedad, sin embargo, caracteriza la industria cultural en nuestros días.

Marcada por la banalidad y guiada por el lucro, se trata de una industria con un creciente contenido comercial, con muy bajo impacto real en las economías y el desarrollo social de nuestros países, y que revela cada vez más su carácter excluyente. Su privatización y transnacionalización es lo que prevalece.

El desarrollo de las tecnologías de la información es esencial en la búsqueda de nuevas soluciones a los problemas del desarrollo. Pero la brecha digital es también una realidad entre nuestros países, y entre nosotros y otros países, que tenemos que superar si queremos eliminar las desigualdades económicas y sociales, y la hegemonía cultural y lingüística que padecemos.

Otro elemento fundamental para el desa­rrollo y la inclusión social es la generación y difusión de capacidades tecnológicas endógenas. En esta esfera, la región latinoamericana sufre la escasez de personal calificado, no solo por motivo de la insuficiente calidad de la enseñanza, sino por el constante drenaje de graduados universitarios y profesionales altamente capacitados.

La pretendida “libre circulación de cerebros” atrae hacia el primer mundo gran parte de nuestro capital humano. Se acapara el talento, se hace exclusivo el conocimiento, y se continúa reproduciendo el mismo patrón de desbalance en la actividad científica.

Iberoamérica no escapa a esa realidad.

Excelencias:
Las metas previstas en la Declaración del Milenio han sido cumplidas por Cuba prácticamente en su totalidad, a pesar de que pri­ma un escenario hostil, caracterizado por el criminal bloqueo económico, comercial y fi­nanciero impuesto por Estados Unidos, bajo cuyo influjo ha nacido el 77 por ciento de los cubanos.

Sin embargo, desde hace más de 50 años, la educación para todos es un derecho humano garantizado por nuestro gobierno. En la actualidad, la UNESCO reconoce que Cuba exhibe, entre los países de América Latina y el Caribe, el mayor índice en el Desarrollo de la Educación, siendo también el que mayor parte de su Producto Interno Bruto dedica a la enseñanza, con un 13 por ciento.

El compromiso en esta esfera rebasa las fronteras de nuestra Isla. Con el programa cu­bano de alfabetización, “Yo Sí Puedo”, im­ple­mentado en 30 naciones, se han alfabetizado 8 426 038 personas,  de prácticamente todos los continentes.

El desarrollo de la cultura es otra de las áreas que mayor atención ha recibido por parte de nuestro gobierno. Se ha propiciado la participación del pueblo en los procesos culturales, el acceso a lo mejor del arte nacional y universal, y la activa inserción de nuestros escritores y artistas en el diseño y la dinámica de la sociedad.

En Cuba, se pueden iniciar los estudios en cualquier manifestación artística, desde edades tempranas, sin costo alguno. Actualmente, casi siete mil 500 estudiantes se instruyen en más de 35 centros en todo el país, superando las carencias materiales y altos costos de una enseñanza que se encarece exponencialmente por los efectos del bloqueo.

Cuba ha identificado a la innovación y la ciencia como factores centrales del proceso de desarrollo y de los objetivos de justicia social.

El país cuenta hoy con 232 centros de in­vestigación y 4 719 investigadores. Actual­mente son 65 los centros de educación superior, que constituyen una fortaleza en la formación de recursos humanos. La cifra total de egresados ya supera el millón. En el curso 2012-2013 se graduaron, solo en las ramas de las ciencias, 70 341 cubanos.

El desarrollo de la industria farmacéutica y de la biotecnología cubana ha merecido reconocimiento internacional y muchos son sus logros. El Polo Científico cubano tiene 38 productos ubicados en el mercado mundial y unas 500 patentes registradas, cuatro de ellas galardonadas con la Medalla de la Orga­ni­za­ción Mundial de la Propiedad Inte­lec­tual.

En el importante campo de la conservación y el cuidado del medio ambiente, Cuba es considerada como uno de los contados países con un desarrollo sostenible, compatible con la preservación de la naturaleza.

Cuba implementa el macroproyecto “Pe­ligros y Vulnerabilidad Costera 2050-2100” en el que participan 13 Instituciones de investigación y servicios científico-tecnológicos.  Este incluye 12 proyectos, entre otros, sobre el estado de salud de los manglares y dunas costeras, actualización y evaluación de las playas, asentamientos costeros e infraestructura.

Nuestro país ha compartido sus resultados con otros países en desarrollo, principalmente de la región de América Latina y el Caribe.

Señor presidente, excelencias:

Quisiera agradecer, una vez más, los pronunciamientos de estas Cumbres en contra del bloqueo de los Estados Unidos contra Cu­ba; así como la demanda pública o privada por parte de numerosos gobiernos para que se excluya a nuestro país de la ilegítima lista de patrocinadores del terrorismo. También reconocemos los mensajes de solidaridad por la liberación de tres antiterroristas cubanos, in­jus­tamente encarcelados en los Estados Unidos.

América Latina y el Caribe han experimentado significativas transformaciones en los últimos tiempos. A pesar de nuestra diversidad, existe una mayor determinación para sacar provecho a los elementos que nos unen y enfrentar juntos los desafíos del escenario internacional.

Señor Presidente, Excelencias:
Puedo asegurarles que Cuba seguirá trabajando, con esfuerzo y tesón, a favor de la paz, la justicia, el desarrollo y el entendimiento entre todos nuestros pueblos.

Como señalara el Presidente Raúl Castro en la Cumbre de Río más 20: “Estamos urgidos de un cambio trascendental. La única alternativa es construir sociedades más justas, establecer un orden internacional más equitativo, basado en el respeto al derecho de todos; asegurar el desarrollo sostenible a las naciones, especialmente del Sur, y poner los avances de la ciencia y la tecnología al servicio de la salvación del planeta y de la dignidad humana.”

Muchas gracias

Una mirada al modelo cubano de bienestar

jueves, 16 de mayo de 2013
Por Patricia Arés

En muchas oportunidades, he preguntado a mis estudiantes cuáles serían las principales razones para decir que en Cuba es bueno vivir

La mayoría de las veces sus respuestas están relacionadas con el acceso a la salud, la educación y la seguridad social y efectivamente, estos son los pilares de nuestro modelo socialista, pero para las personas jóvenes constituyen realidades tan asumidas desde la cotidianidad que se tornan demasiado habituales o quedan congeladas en un discurso que, a fuerza de repetición, se hace irrelevante.

Yo me atrevería a decir que existe un modelo cubano de bienestar que se ha incorporado con tanta familiaridad acrítica que ha quedado invisible a nuestros ojos o paradójicamente instalado en la voz de muchos de los que ya no están, luego de haberlo perdido, o de visitantes que viven otras realidades en sus países de origen. De la vida cotidiana en Cuba, por lo general se habla de las dificultades, sobre todo de índole económica, pero pocas veces se escucha hablar de nuestras bondades y fortalezas.

Algunas experiencias profesionales vividas me han hecho pensar mucho en nuestro socialismo, visto como cultura y civilización alternativa. Cuando los psicólogos y otros especialistas participamos en el proceso de lograr el retorno del niño Elián González, emergió con mucha fuerza este tema. Más recientemente en consulta, conversando con algunos ancianos repatriados, con niños que por decisión de sus padres deben irse a residir a otros países o con jóvenes que han retornado de España luego de vivir la experiencia de ser echados a la calle por no tener trabajo ni dinero para pagar la renta, me vuelve a resurgir, a partir de sus vivencias, la idea del modelo cubano de bienestar.

Recuerdo cuando Elián estaba en Estados Unidos que el abuelo Juanito le decía telefónicamente que le estaba haciendo una chivichana para su regreso y al otro día aparecía en la pantalla televisiva que le habían regalado un carro eléctrico de juguete que parecía de verdad, si los abuelos o el padre le decían que su perrito lo extrañaba, al otro día aparecía Elián con un cachorro de labrador que le habían regalado, si le decían que le habían comprado un librito de Elpidio Valdés, aparecía Elián vestido de Batman. Sin embargo, el cariño de su familia, el amor de cuantos lo esperaron, la solidaridad de sus amiguitos del aula, de sus maestras, pudieron más que todas las cosas materiales del mundo.

Conversando hace muy poco con un adulto mayor que tomó la decisión de no regresar a EE.UU. luego de haber vivido 19 años en ese país, me decía: Es real doctora, allí se vive muy cómodo, pero eso no lo es todo en la vida, allá “no eres nadie”, no existes para nadie. Me contaba que se pasaba largas horas solo en la casa, esperando que los hijos y nietos regresaran de trabajar y de la escuela, que se quedaba encerrado porque no podía salir ya que, según ellos, estaba viejo y no lo dejaban manejar, y que por el día el barrio en que él vivía parecía una maqueta, no se veía persona alguna, ni nadie tenía tiempo de dedicarte un rato para conversar. En una visita que hizo a la otra hija que vive en Cuba, decidió no regresar. Me cuenta que está haciendo ejercicios en el parque, que juega dominó por las tardes, que les repasa al otro nieto y a dos amiguitos más, que ha recuperado unos cuantos amigos de la “vieja guardia” y que con el dinerito que le mandan de allá y la ayuda de su familia aquí, tiene de sobra para cubrir sus gastos. Usando sus palabras textuales me decía: “Algunos conocidos me decían que iba a venir al infierno, pero en realidad, doctora, me siento en el paraíso. Evidentemente, el modo de vida que ahora lleva no será el paraíso, pero le genera mayor bienestar”.

Un día me llevaron a un niño hijo de dos diplomáticos, que vino de vacaciones y no quería regresar con los padres a la misión donde ellos estaban trabajando, estaba “alzado”, en plena “huelga”, decía que lo dejaran con la abuela, que él no quería irse de nuevo, que no le gustaba estar allá. Cuando pregunté a los padres qué sucedía con el niño, me contaban que allá tenía que vivir encerrado por razones de seguridad, no tenía apenas amiguitos con quien compartir después de la escuela, y no estaban los primos, a los cuales adoraba. Desde que llega aquí es como si le dieran la carta de libertad —me decían los padres—-, se va para el parque de la esquina con los amigos del barrio, sale a pasear con los primos, juega pelota y fútbol en plena calle, se pasa el día rodeado de los abuelos, de los tíos y de los vecinos. En la entrevista con el niño me contaba que los primos le decían que él era bobo porque quería quedarse en Cuba teniendo la oportunidad de estar en otro país y el niño me decía: “Yo extraño mucho cuando estoy aquí la pizza de peperones, pero te cambio un millón de pizzas por quedarme viviendo ahora mismo en Cuba”.

Un joven que vino de retorno de España, me contaba que se había quedado sin trabajo y por supuesto no tenía dinero para pagar la renta, que la dueña le dio tres meses de plazo y al no tenerlo lo echó a la calle, pero lo más triste del caso es que nadie, ni sus amigos, le tendieron una mano pues le decían que dada la crisis cada cual “debería arreglárselas como pudiera” y tuvo que regresar porque la opción que tenía era o dormir en el metro o virar para la casa de sus padres aquí en Cuba. Al final, me decía, quienes están prestos a acogerte son los tuyos.

Me he quedado pensando en estos testimonios que muy bien podrían servir para tantos jóvenes que no encuentran bienestar alguno de vivir en Cuba y que solo imaginan una vida “de progreso” en el exterior o sobrevaloran la vida afuera como una vida de éxito y oportunidades, pero yo me pregunto: ¿qué tenemos aquí que falta en otros lugares? ¿Qué descubrieron el niño, el adulto mayor y el joven que vino de España, a partir de sus experiencias allá, que nosotros no vemos aquí? ¿Realmente el modelo de vida que proponen las sociedades capitalistas contemporáneas constituye actualmente un modelo de bienestar, a pesar de estar vendido por los medios de comunicación como el “sueño del progreso prometido”? ¿Hablamos hoy de buena vida o del buen vivir, de vida llena o vida plena? ¿Necesariamente el desarrollo económico y tecnológico es lo único que garantiza el bienestar personal y social?

Voy a hacer un esfuerzo de síntesis a partir de estas experiencias profesionales en lo que considero radican algunas de las bases de nuestro modelo cubano de bienestar.

EN PRIMER LUGAR EL NO SENTIMIENTO DE EXCLUSIÓN, EL NO VIVIR “ANOMIA SOCIAL”

Este es un tema de profundas connotaciones espirituales y éticas. Cuando uno llega a un barrio en Cuba y pregunta por una persona, por lo general te dicen: “Vive en aquella casa”. Los cubanos todos tenemos un nombre y una biografía porque todos tenemos espacios de pertenencia (familia, escuela, comunidad, centro de trabajo) y de participación social, todos en nuestra vida hemos asumido responsabilidades, asistimos en el barrio a las reuniones, a nuestro consultorio del médico, votamos en la misma urna, compramos los productos normados en el mercado o tenemos el mismo mensajero. Seguro que en algún momento hemos dicho: “Las mismas caras todos los días”, pero justo ahí radica un escenario vital de grandes dimensiones humanistas y solidarias.

La anomia social o en palabras del abuelo que entrevisté el “Tú no existes”, resulta una experiencia contraria a la que vivimos en Cuba, es la experiencia de vivir sin tener un lugar, sin ser reconocido o advertido, y no se trata de un lugar físico, sino de un lugar simbólico, un lugar de pertenencia y participación, un lugar que da sentido a la vida. Vivir en el “no lugar” es sentirse aislado, en soledad existencial, es sentirse extraño y ese es uno de los problemas del mundo actual. Incluso los lugares donde hoy coexisten muchas personas, más que lugares de encuentro son especialmente “no lugares”. Resulta increíble que en un metro puedan ir diariamente cientos de personas que no intercambian palabra alguna y que muestran mayor contacto con los medios tecnológicos en una especie de autismo técnico, que de persona a persona. Otro “no lugar” son los aeropuertos y los moles (catedrales del consumo): mucha gente a tu alrededor y absolutamente ningún contacto. Si te caes nadie te recoge, porque además, existen tantas leyes de “derechos ciudadanos” que supuestamente protegen a las personas desde una visión individualista, que nadie te toca no vaya a ser que te acusen de acoso sexual. Están legislados el “no contacto” y la indiferencia.

Hoy día la realidad social en otros países hace que cada vez estemos más excluidos que incluidos. Amén de la existencia de desigualdades sociales como consecuencia de las realidades económicas actuales en Cuba, nuestras políticas promueven la inclusión social conducente a borrar la distancia de género, color de la piel, capacidades físicas, orientación sexual. Cuba, como sistema social, a pesar de todas las dificultades y contradicciones, intenta construir un mundo donde todos quepamos, y donde la reciprocidad humana espontánea se da a partir de estas condiciones. En “la otra geografía”, en el mapa de la globalización neoliberal, dividida en clases, los nexos interpersonales están dañados por disímiles diferencias y los unos quedan alejados de los otros por fronteras invisibles, que laceran la integridad y la participación.

LOS DIVERSOS ESPACIOS DE SOCIALIZACIÓN

Los espacios de socialización son muy importantes en la vida, el entramado social es el recurso, el sostén para todo sujeto, pues está claro que ciertamente es en él que una persona puede desarrollarse en su potencial con plenitud. Las familias viven actualmente en aislamiento en muchas partes del mundo y mientras mayor es el nivel de vida, mayor es el modo de vida enclaustrado. Nadie conoce al vecino de al lado, nadie sabe quién es, dentro de las casas los miembros no tienen muchos espacios cara a cara, porque la invasión de la tecnología es tal que un padre puede estar chateando con un colega en Japón y no tiene la menor idea de lo que le sucede al hijo en el cuarto contiguo. En estudios que se han realizado en diferentes partes del mundo, el tiempo de conversación mirándose a los ojos, que un padre (especialmente el papá) dedica a sus hijos, no pasa de 15 minutos diarios.

Uno de los grandes impactos del modelo capitalista hegemónico actual es el poco tiempo para la familia u otros espacios comunitarios, los días entre semana la familia como grupo “no existe”, los horarios extensivos e intensivos de trabajo, el pluriempleo de los padres para poder solventar las cada vez mayores exigencias del consumo, hacen que aquellos viejos rituales y tradiciones familiares se hayan desterrado de la vida cotidiana. Los psicólogos y sociólogos de muchos países plantean que el mayor impacto de esta realidad son la soledad infantil y la ausencia de vínculos en el anciano. Muchos niños de la clase media o media alta llegan de la escuela sin que asome en el hogar un rostro adulto hasta horas avanzadas o permanecen con una nana que brinda comida, pero no puede suplir el afecto y la atención de los padres.

Los medios tecnológicos aparecen como el antídoto a la soledad, pero sin ninguna restricción de los adultos, lo que puede producir adicción a los videojuegos, incrementar la violencia e incentivar la erotización temprana. Es poco frecuente que los niños o adolescentes dispongan en el mundo de hoy de las plazas públicas, las calles y los parques al aire libre como lugares de encuentro porque no hay seguridad ciudadana para ello. Los universos espacio-temporales de la red urbana destinados a la juventud, son vistos por los adultos como lugares de amenaza y peligro más que de esparcimiento y construcción de lazos sociales. En Cuba los parques y las plazas siguen siendo lugares de socialización de diferentes generaciones.

La familia cubana está tejida en redes sociales de intercambio, con los vecinos, con las organizaciones, con la escuela, con los parientes, incluidos los emigrados. Lo característico del modo de vida de los cubanos son los espacios de socialización, el tejido social que no excluye y deja sin nombre a nadie. Yo diría que la célula básica de la sociedad en Cuba, además de la familia como hogar, la constituye la red de intercambio social familiar y vecinal, ese tejido social en redes, representa una de las fortalezas invisibles más grandes que tiene el modelo cubano de bienestar, es ahí donde radica el mayor logro de nuestro proceso social, la solidaridad social, la contención social, el intercambio social permanente. Ese capital es solo perceptible para el que lo pierde y comienza a vivir otra vida fuera del país.

A pesar de que tenemos dificultades económicas y problemas no resueltos, la familia en Cuba existe. La familia cubana comienza a vivir intensamente después que los niños salen de la escuela y los niños, jóvenes y adolescentes hacen vida familiar-comunitaria a partir de su salida de los centros escolares. La vida familiar en Cuba no se produce a puerta cerrada. La puerta de un hogar cubano puede ser tocada muchas veces por los agentes de fumigación, por los vecinos, por la enfermera, por los dirigentes de base, por los “puerta-propistas”. Hay que salir diariamente al mercado, ir a casa de los vecinos para recoger mandados, botar la basura, ir a la farmacia, buscar a los niños en la escuela. La vida familiar en Cuba es multigeneracional, donde todas las edades se mantienen interactuando, la mayoría de los adultos mayores no viven en asilos, su verdadero espacio por lo general es la comunidad.

LA SOLIDARIDAD SOCIAL A CONTRACORRIENTE DEL INDIVIDUALISMO

En el escenario internacional actual el bien individual es más importante que el bien social, el modelo de desarrollo económico pone a las personas ante el deseo de vivir “mejor” (a veces a costa de los demás) por encima del vivir todos bien. Hoy día la gente dice “yo no le hago mal a nadie, que nadie se meta en mi vida, a mí me gusta, a mí me va bien, es mi cuerpo, es mi vida, es mi espacio”, eligen la actuación que maximice los beneficios y las ganancias. El “nosotros” se sustituye por el “yo”. La conducta egoísta en este mundo hegemónico actual es denominada y bien ponderada como “racionalidad instrumental” cuando en realidad esa racionalidad lo que esconde es una gran insensibilidad social.

En nuestro país existe la solidaridad social, aunque hoy vivimos una suerte de paralelismo entre nuestros comportamientos solidarios y la insensibilidad de algunas personas. La socialización del transporte o “botella”, por ejemplo, el hacer de tus vecinos, tu familia, la socialización vecinal de teléfonos particulares, el pasarse los uniformes escolares, algunas medicinas, el brindar tu casa particular como aula después de un ciclón que afectó la escuela, son ejemplos de nuestro intercambio solidario. Me contaba una joven que estudiaba en la escuela Lenin que en el grupo de sus amiguitas, además de ser una práctica generalizada de los grupos, se juntaba cada semana lo que traían de la casa para repartírselos equitativamente y así todas comían lo mismo, independientemente de que algunas podían traer más cosas y otras no traían casi nada. Para ellas lo más importante eran la amistad y la hermandad.

LA CREATIVIDAD E INTELIGENCIA COLECTIVAS

En Cuba, además de que puedes conversar y tener múltiples intercambios sociales, puedes darte el lujo de una buena charla con muchas personas. Todos sabemos de algo, todos podemos dar una opinión o podemos tener buenas ideas, tenemos cultura política, cultura deportiva o algunos saben mucho de arte. Tenemos capital cultural acumulado y eso es parte de nuestro patrimonio social y del bienestar invisible. No somos para nada ignorantes, resultado de los niveles educacionales alcanzados. Los cubanos y las cubanas impresionamos por nuestra capacidad para conversar, para emitir ideas y criterios. Uno de los grandes problemas que tengo como psicóloga clínica, cuando atiendo a las personas, es que se me va el tiempo, porque estamos acostumbrados a conversar, algunos me traen una lista de cosas escritas para que no se les escape lo que desean decir. Estamos acostumbrados a regalarnos tiempo y eso es un lujo en los momentos actuales, cuando nadie tiene tiempo que ofrecer, donde en todas partes del mundo se vive el síndrome de la prisa.

En mis visitas a impartir docencia a países latinoamericanos, en los trabajos de estudios de familia que deben presentar en clases, los estudiantes presentan una realidad familiar-social que me deja perpleja, por la carga de problemas sociales acumulados, no solo en familias pobres, sino de cualquier clase social. Me doy cuenta, por lo que escucho, de que nosotros estamos a siglos de distancia, porque el tema no es económico, sino de ignorancia, de pobreza mental acumulada, de estigmas sociales, prejuicios de clase, de género, de raza, violencia contra la mujer, soluciones mágicas a los problemas sin fundamento científico, abuso sexual infantil, poligamia, taras genéticas por una sexualidad irresponsable o sexo entre parientes, todo ello son problemas cotidianos. Son los problemas asociados al desamparo social, a la ausencia de programas sociales de prevención. Para nosotros es excepción lo que para ellos es cotidiano.

Como profesora siento que nuestra población es culta y desarrollada, y lo vivimos sin apenas darnos cuenta y aunque lo cotidiano aparenta ser intrascendente, es el gran telón de fondo de la historia. Algunos jóvenes emigrados suelen darse cuenta de esta realidad social tan diferente con la que tienen que aprender a lidiar.

¿CÓMO POTENCIAR NUESTRO MODELO CUBANO DE BIENESTAR?

El nuevo modelo económico tiene, entre sus objetivos, incrementar la productividad. Con el nuevo modelo económico el gran desafío es fortalecer nuestra propuesta cubana de bienestar que representa una alternativa al anti-modelo dominante, una concepción que también comparten y reiteran prácticamente todos los pueblos indígenas del continente y del mundo y proviene de una larga tradición dentro de diversas manifestaciones religiosas. Todas estas visiones, incluida la cubana, es que el objetivo global del desarrollo, que no es tener cada vez más, sino ser más, no es atesorar más riqueza, sino más humanidad. Se expresa en su insistencia en vivir bien en vez de mejor, lo que implica solidaridad entre todos, prácticas de reciprocidad y el deseo de lograr o restaurar los equilibrios con el medio ambiente y a la vez mejorar las condiciones de vida de la población. Sin embargo, la mejora en las condiciones de vida no va a revertir sola los problemas de índole social que hemos acumulado. La dimensión económica no puede aislarse de las dimensiones sociales, culturales, históricas y políticas que otorgan al desarrollo un carácter integral e interdisciplinario, para recuperar como objeto fundamental el sentido del bienestar y del buen convivir.

No hay que ser un científico social para percatarnos de que, al margen de las condiciones de vida, en nuestro país existen muchas personas y familias que más que pobreza material ya tienen instalada la pobreza espiritual. Algunas familias tienen pobreza mental, expresada en sus estrategias de vida alejadas de los más elementales comportamientos decentes, en sus patrones de consumo distantes de la realidad de nuestro país, cercanos a la tenencia material superflua, en sus aspiraciones alejadas del bienestar común. Ahí radica la cultura de la banalidad y de la frivolidad propia del modelo hegemónico actual.

La acumulación de problemas materiales producto de la cruenta crisis económica de la década de los 90, ha deteriorado sustancialmente los valores a nivel social. Los valores no son solo principios, sino que deben ir acompañados de comportamientos, para que no pierdan su eficacia. Si desde las prácticas contradecimos los principios, pues estamos ante una crisis de valores.

Cuba no está ajena a las influencias hegemónicas del actual mundo unipolar y supuestamente global, hay que continuar tratando de construir un modelo de bienestar alternativo “a la intemperie”, bajo todas las influencias que genera la colonización de la subjetividad, incluyéndonos, a pesar del efecto modulador de nuestras políticas sociales. En el mercado no valen los ideales, sino la capacidad de consumo, los no consumidores se vuelven seres humanos “no reconocidos”, excluidos de todo tipo de reconocimiento social.

Existe hoy en el mundo una sobresaturación de información, algunas muy buenas, pero otras plagadas de mediocridad y superficialidad. Los medios de comunicación del actual modelo hegemónico fomentan la banalidad con tal de vender más. Somos atiborrados con entretenimientos, novelas, series y películas de violencia que tienen un poder de encantamiento increíble porque atrapan, pero se corre el riesgo de ser arrastrado al ocio y a la adicción (drogas, alcohol, sexo promiscuo, dinero fácil, juegos de azar, videojuegos).

Cuando Gandhi, Premio Nobel de la Paz, señaló los siete pecados capitales de la sociedad contemporánea se refirió precisamente al contexto global en el que nos encontramos inmersos: Riqueza sin trabajo, Placer sin conciencia, Conocimiento sin utilidad, Comercio sin moralidad, Ciencia sin humildad, Adoración sin sacrificio y Política sin principios.

Por lo general, la publicidad y el mercado asocian el bienestar al placer, al tener, al éxito, al estatus.

Es cierto que si no tenemos mucha cultura, la tendencia a pensar que en el tener está el bienestar y dejarnos atrapar por todas las propuestas de consumo crece como “hierba mala”, es someternos a la ignorancia. La ética del ser requiere de una formación moral, una preparación, una educación familiar, en general una educación de mayor envergadura, y a eso es lo que tenemos que apostar como sociedad.

FOMENTAR LA SOLIDARIDAD SOCIAL

Con el fortalecimiento del trabajo por cuenta propia, la comunidad constituye el espacio vital de muchas familias. Familia-comunidad-organizaciones-trabajo se fortalecen en sus vínculos. Sin embargo, los nuevos escenarios constituyen una magnífica oportunidad para fortalecer la vida comunitaria, además de potenciar el trabajo en beneficio del bienestar común. Cuba aporta la diferencia en el sentido de solidaridad y responsabilidad social que hemos incorporado.

Se hace necesario potenciar una cultura solidaria y una responsabilidad social que sirva de antídoto a la penetración de la cultura del mercado. Es importante que la gente mantenga su eticidad solidaria, que no se fragmente el proyecto colectivo. Aunque el nombre, y no la idea del trabajo por cuenta propia sugiera una cierta desconexión social, que no representa nuestra ética solidaria.

FORTALECER EL ESPACIO COMUNITARIO

La familia y la comunidad han ganado en importancia en Cuba como escenarios de la vida en los tiempos actuales. Cuando algún visitante observa nuestro modo de vida comunitario, en ocasiones refieren que antes en su país se vivía así, pero hace más de diez años que ya se vive a “puertas cerradas” y a “casas vacías durante gran parte del día” Esto se debe, en su mayor parte, al surgimiento de nuevas tecnologías, a horarios laborales cada vez más extensos, a la frecuencia con la que cambiamos de trabajo y casa, y a ciudades cada vez más grandes y pobladas. El crecimiento exacerbado del individualismo está haciendo cada vez más difícil encontrar una sensación de comunidad. La comunidad ha sido reducida al núcleo familiar mínimo, y en estas circunstancias es muy fácil caer en el aislamiento, que conlleva a la soledad y la depresión, creando un gran colapso social, con resultados tan drásticos como incrementos en violencia, abuso de drogas y enfermedades mentales.

Cuando las personas de todas las edades, grupos sociales y culturas sienten que pertenecen a una comunidad tienden a ser más felices y saludables, y crean una red social más fuerte, estable y solidaria. Una comunidad fuerte aporta muchos beneficios, tanto al individuo como al grupo en sí, ayudando a crear una mejor sociedad en general. Nuestro gran desafío es que nuestras puertas no se cierren, que no perdamos la sensibilidad por los otros, por nuestro barrio y entorno, que sigamos preocupándonos por el bien común.

Las diferentes formas de inserción a la economía no han deteriorado sensiblemente el tejido social existente, no somos una sociedad estratificada en clases sociales, sino tejida en redes familiares, vecinales y sociales, mantenemos una ética solidaria.

Una aspiración importante es que en la comunidad se encuentren soluciones novedosas a muchos de los problemas sociales que tenemos basado fundamentalmente en esa visión de la comunidad como espacio potenciado en la solución de los problemas. Para ello se necesitará una mayor dinamización de la comunidad en su capacidad para influir en las problemáticas locales.

Es importante mantener la implicación de los ciudadanos en la vida social, preservar el cuidado de nuestros espacios, el respeto a los ancianos, los niños, las mujeres, las personas con alguna discapacidad y sobre todo, mantener la responsabilidad social en la educación de las jóvenes generaciones.

Tomando en consideración todos estos elementos, considero que tenemos una gran responsabilidad social de no perder nuestro modelo cubano de bienestar, que nuestro país cuenta con condiciones sin precedentes para marcar la diferencia, que es preciso continuar resistiendo a la colonización de la cultura y la subjetividad, que el gran desafío es seguir proponiendo otros modelos de ser humano y de colectividad que realmente indiquen caminos de verdadera humanización.

(Fuente: Kaos en la Red)
Tomado de Cubadebate

Chávez, la cultura esencial

miércoles, 6 de marzo de 2013
Por Luis Toledo Sande 

 Quizás a muchas personas les causó asombro el momento en que, a finales de 1994, el teniente Hugo Chávez fue recibido en La Habana con altos honores por el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro. Meses atrás el visitante venezolano, desconocido o escasamente conocido entonces en Cuba, había salido de la prisión que le costó el haber encabezado una rebelión contra la podrida política oficial campeante en su país. Pero aquel recibimiento, inseparable de la perspectiva de un anfitrión hecho a ver como zahorí en la trama de la política y las relaciones internacionales, marcó un punto ostensible en la trayectoria del comandante presidente que acaba de morir, cuando había alcanzado estatura continental, de alcance planetario incluso.

En esa trayectoria creció ante sus contemporáneos, y no errará quien augure que seguirá creciendo en significación histórica, una de las figuras de la política revolucionaria latinoamericana más productivas en los dos lustros finales del siglo XX y lo que va del XXI. Su última batalla se la ganó la muerte, pero él legó un ejemplo de entereza en el afán de mantenerse vivo al servicio del proyecto justiciero que había abrazado. En ese ideal sus continuadores tienen ahora camino que recorrer, desafíos y peligros que vencer, dignidad y hermosuras creadoras que seguir protagonizando. Por mucho y muy justamente que se admire y se alabe al revolucionario que ha muerto, ningún homenaje será más digno de su memoria que el mantener vivos y en realización ininterrumpida los empeños a los cuales él se entregó tesoneramente y con clara voluntad de superación.

Otros tuvieron desde sus primeros pasos una instrucción que los preparó para hacer un mejor uso de las armas del pensamiento, y su mérito más alto estuvo en haber sabido utilizarlas al servicio de las mejores causas. A Chávez, formado en el fogueo de la vida cotidiana ante desafíos que lo pusieron a prueba una y otra vez, y frente a los cuales no siempre podría reaccionar con gestos de salón, se le veían aquí y allá las huellas de su extracción popular. Tal vez esa fue una de las causas —no la única seguramente, pero sí una de ellas— de que, a diferencia de lo ocurrido en otros lares, como en la Cuba revolucionaria, desde el inicio el proyecto bolivariano no tuviera en la intelectualidad nacional una acogida mayoritaria, a la altura de la que merecía recibir.

Sería injusto ignorar que tuvo de su lado incontables intelectuales. Los tuvo, sí; pero incluso no pocos de aquellos que le daban y dan su apoyo resuelto han reconocido en distintos momentos la atmósfera de aprensiones y rechazos que en algunos círculos asomaba con respecto a la figura de Chávez. En la Feria del Libro Universitario Mérida 2000, cuando la ola bolivariana crecía con Chávez en el centro —el año anterior había llegado a la presidencia del país—, un debate sostenido en un salón del recinto evidenciaba que era predominante el apoyo a esa ola, pero a menudo el respaldo se apreciaba junto con señales de desconfianza hacia un líder en quien algunos echaban de menos, y le reclamaban, una fineza más notoria. Sería ingenuo desconocer el papel que en el cultivo de esa imagen tuvieron también los medios de “información” enemigos, que a la larga se estrellaron contra el crecimiento del líder.

Un escritor cubano presente en el debate guardaba silencio, preocupado por la inclinación internacional a confundir el criterio de una persona cubana con un pronunciamiento oficial de su país; y pronto un participante del patio le dio la razón: quiso saber “cómo se pensaba sobre el tema desde Cuba”. El interrogado respondió: “Puedo decir cómo yo lo veo. Una valoración en nombre de mi país habría que buscarla. Pero, si quieren una revolución perfecta, y dirigida por seres perfectos, tendrán que ir a hacerla en el cielo, con ángeles y arcángeles, y esos no están en la tierra”. Lo demás, pudo haber añadido, radica en la resolución y el acierto del pueblo y sus instituciones para impedir que los defectos individuales corroan la revolución.

Fue en la tierra, particularmente en su pueblo venezolano, pero con una ejemplar tesitura latinoamericanista, hija de Bolívar y de Martí, donde Chávez se propuso encabezar una obra terrenal que puede valorarse justamente por sus resultados, y, en primer lugar, por sus beneficiarios principales. A emigrantes venezolanos que en los primeros años de la avanzada bolivariana viajaron a otras tierras cargando el odio contra Chávez, una trabajadora, no venezolana y poco informada sobre lo que sucedía en Venezuela, les preguntó por qué él ganaba las elecciones si era tan malo, y uno de aquellos emigrantes le respondió: “Imagínate, votan por él los pobres”. La trabajadora no vaciló en responder: “Entonces yo tengo que votar también por él”.

Ese es el núcleo cultural del proyecto encabezado por Chávez: una transformación dirigida a hacer justicia a las mayorías que se veían privadas de ella. No se trata de negar el significado de acciones concretas como las destinadas a extender la enseñanza entre los sectores poblacionales que no habían podido disfrutar de ese bien mayor, mientras él mismo crecía como dirigente por su voluntad de luchar y aprender, sin renunciar a su impronta de hombre de pueblo, de la cual tenía derecho a sentirse orgulloso. Pero en la Venezuela bolivariana los planes educacionales, como los desplegados al servicio de la salud del pueblo en general, y especialmente de los más necesitados —con lo que a tantos enfermos se ha curado y a tantos ciegos se les ha dado o devuelto la vista—, son parte de la labor abarcadora que ha dado al proyecto bolivariano legitimidad de revolución.

Todo ello se vincula orgánicamente con la forma como la dirección venezolana ha asumido los retos de la información en un entorno donde el gobierno revolucionario se ha caracterizado, quizás como ningún otro en la historia, por tener que enfrentar, y hacerlo diariamente bien, la avalancha desinformadora, calumniosa, de los medios enemigos. La Revolución Bolivariana ha tenido por divisa el empeño de ofrecer una información cada vez más clara y amplia.

Lo demostró concretamente con el plan de hacer masiva y gratuita la televisión digital, con asistencia dirigida a los más pobres para facilitarles el acceso a su disfrute. Y lo está demostrando ejemplarmente en medio del dolor y los peligros que representa la muerte del revolucionario que, para rabia de opresores, puso a Venezuela en los primeros planos de la política y el interés informativo en el mundo, y que —en el camino allanado por la Revolución Cubana— ha contribuido a fortalecer e institucionalizar, como nunca antes en la historia, la unidad de nuestra América frente al imperialismo.

El telúrico dirigente venezolano contribuyó decisivamente a la fundación del ALBA, golpe demoledor contra los designios imperiales. Fue el líder que reconoció, para serle fiel, la estirpe histórica y revolucionaria en la cual supo ocupar un sitio de vanguardia junto a su hermano Fidel. Como otros hijos e hijas de nuestra América, interesada en marchar en concordia y dignidad con todos los demás pueblos del mundo, vio que el ALBA, Alianza Bolivariana para las Américas, es también la Alianza Martiana, el ALMA.

Por sus aciertos, no por los defectos que le atribuían los medios dominantes para denigrarlo, Chávez suscitó que un monarca heredero del fascismo cometiera un desplante: el monarca lo mandó a callarse, y con ello dio ante el mundo una muestra más de la arrogancia y la desfachatez con que piensan y actúan quienes desconocen la dignidad de los pueblos y sus verdaderos representantes. Pero Chávez no se calló entonces, ni se callará a partir de ahora la voz de su ejemplo.

Fuente Cubarte

Cuba y el día y el ahora de la medicina latinoamericana

sábado, 1 de diciembre de 2012
Por Wilkie Delgado Correa*

“Unos hicieron el juramento de Hipócrates y otros hicieron el juramento de hipócritas”. 
Fidel

El 3 de diciembre se celebra el Día de la Medicina Latinoamericana en reconocimiento a Carlos J. Finlay, ilustre médico cubano nacido en esa fecha en 1833. Por su trascendente y visionario descubrimiento merece honor en las Américas y el mundo.

En el contexto epidemiológico, social, científico y cultural propio del siglo XIX, permeado por teorías confusas diversas en torno a la etiología de la fiebre amarilla, Carlos J. Finlay expuso su medular y genial trabajo en la sesión ordinaria de la Academia de Ciencias Médicas en La Habana, el domingo 14 de agosto de 1881. El título del trabajo fue El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla. El mismo había sido precedido por una ponencia presentada el 18 de febrero de 1881 en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington.

 En este trabajo Finlay postuló meridianamente su teoría: “Tres condiciones serán pues necesaria para que la fiebre amarilla se propague: 1o  Existencia de un enfermo  de fiebre amarilla, en cuyo capilares el mosquito puede clavar sus lancetas e impregnarlas de partículas virulentas, en el período adecuado de la enfermedad;   2o Prolongación de la vida del mosquito entre la picada hecha en el enfermo y la que deba reproducir la enfermedad;  3o Coincidencia de que un sujeto apto para contraer la enfermedad y que el mismo mosquito vaya a picar después”.

 Tal como afirmara Finlay a continuación, “Tal es mi teoría, señores, y en verdad ella ha venido a robustecerse singularmente con las numerosas coincidencias históricas, geográficas, etnológicas, meteorológicas que ocurren entre los datos que se refieren al mosquito y lo que tenemos  acerca de la fiebre amarilla, y también con la circunstancia de que podemos con su auxilio explicar circunstancias hasta ahora inexplicable por las teorías existente”.

 A pesar de su fundamentado estudio y su brillante y detallada exposición, su tesis tardó muchos años para ser aceptada, pues era una teoría que discrepaba esencialmente de las ideas que hasta entonces eran propagadas acerca de la fiebre amarilla. Incluso se intentó escamotear la gloria a Carlos J. Finlay, y adjudicarla ilegítimamente al médico norteamericano Walter Reed, quien recibió del sabio cubano todos los resultados, hallazgos y las fundamentaciones teórica y práctica.

 Pasaron años y fue necesario una lucha tenaz de instituciones y científicos de Cuba para que se hiciera justicia a Carlos J. Finlay, y para que la historia de la ciencia reconociera la verdadera esencia de su descubrimiento. Uno, la teoría científica del contagio de la enfermedad, y otro, la identificación del mosquito como agente de transmisión o vector de la fiebre amarilla.

 Finalmente un siglo después de su nacimiento y después de su muerte ocurrida el 14 de agosto de 1915, en 1933 le fue reivindicada y reconocida la paternidad de su aporte científico con el establecimiento el 3 de diciembre como el Día de la Medicina Latinoamericana.

 Así se inició el papel trascendente de Cuba a la medicina latinoamericana y mundial. Después del triunfo de la Revolución Cubana el aporte a la medicina en estos ámbitos geográficos ha sido más directo y práctico a través del desarrollo de un modelo de colaboración excepcional para la atención sanitaria y la formación de los recursos humanos en el sector de la salud, así como la elaboración de vacunas y medicamentos de alto impacto.

 De manera que el AHORA en América Latina y el Caribe, y también en gran parte de los países subdesarrollados del mundo, está signado por progresos en el campo de la salud de esos países en los cuales la ayuda y colaboración cubana ha sido decisiva.

 Pero todo tuvo que empezar a partir de las transformaciones ocurridas en la educación cubana en todos los niveles, en particular el universitario, pues la nueva Universidad refundada por la Revolución Cubana sería, a partir del triunfo revolucionario, una universidad de nuevo tipo, desarrolladora y trascendente. Y como dijo Fidel, “la universidad, libre ya de los problemas políticos que la embargaban, libre ya del eterno conflicto con los gobernantes, porque el sentimiento universitario público, y el sentimiento del pueblo, y el sentimiento de los gobernantes, serán en lo adelante una sola cosa, libre ya de las batallas que antes libraba, porque ya no tendrá que librarlas, porque ya no habrá injusticia, porque ya no habrá tiranía, porque ya no habrá inmoralidades, la universidad podrá invertir su extraordinario caudal de energía y entusiasmo en preparar a los hombres, en preparar a la generación de hombres capacitados que la patria necesita, porque allí donde campeaba antes la politiquería, el oportunismo y el vicio, ha de campear en el futuro la virtud y la capacidad.”

 En estos cincuenta años han surgido numerosas Universidades en Cuba y, por desarrollarse con una concepción nueva, hoy existe un país-universidad.

 Fidel Castro ha expresado: “Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. (…) Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación.” [1]

 Se ha dicho que el bienestar de las futuras generaciones dependerá de la cantidad y calidad de las reservas de recursos naturales, tanto de los no renovables como de los renovables, que sea capaces de legarles, y también dependerá, en gran medida, de cuánto se sepa hoy invertir en la formación del patrimonio humano de esas generaciones, fundamentalmente a través de la educación y la investigación.

 Más de un millón de graduados universitarios en todas las ramas ha sido el fruto de las Universidades cubanas después del triunfo de la Revolución, que han hecho un aporte extraordinario a su país, mientras que un número de cientos de miles han contribuido al desarrollo de otros muchos países en todas partes del mundo, ejerciendo una labor de cooperación solidaria en los más variados campos.

 En el campo específico de las Ciencias Médicas esto ha significado alcanzar una cosecha de futuro, construido en estos años, representada en las graduaciones de profesionales de las ciencias médicas que hoy se efectúan a lo largo del país, y que son reflejo de la lucha de Cuba, a nivel nacional e internacional, para garantizar el derecho humano a la vida, en primer término; para complementar la vida con el derecho a la salud, en forma gratuita, en segundo término; y para asegurar una calidad de vida como elemento indispensable del bienestar general de hombres, mujeres, niños, adultos y ancianos.

 En el periodo comprendido entre 1959 y el 2010 se han graduado en el país más de 108 000 médicos, de los cuales, al cierre del primer trimestre del 2011, se encontraban en plena labor 73 025.

 Y en el curso escolar que se inició en septiembre del 2012 se encuentran en las aulas 103 880 estudiantes de Ciencias Médicas –en el curso anterior la matrícula total fue de 118 914- que abarcan Medicina, Estomatología, Licenciatura en Enfermería, Psicología y Tecnología de la Salud.

 Durante los cincuenta años transcurridos después del triunfo de la Revolución, incluso desde sus primeros años, se inició la formación de profesionales de la salud extranjeros en Cuba. Pero fue a partir de la creación de la Escuela Latinoamericana de Medicina, fundada el 15 de noviembre de 1999, que este proceso se incrementó con ritmo inusitado.

 Si bien el objetivo inicial de esta institución fue la formación de Médicos Generales Básicos, orientados hacia el trabajo de la atención primaria de salud, como escenario fundamental de su actuación profesional y con una elevada preparación científica, humanista, ética y solidaria, capaces de actuar en su entorno para satisfacer las necesidades de la región latinoamericana y contribuir al desarrollo humano sostenible, la experiencia de la colaboración internacional ha extendido su misión al resto de países del mundo, incluyendo a los Estados Unidos de América, con un acento particular en jóvenes procedentes de los sectores humildes de esos países, que, a su vez, se comprometan a reciprocar estas oportunidades a las poblaciones o comunidades de los que son originarios. En la actualidad estudian miles de jóvenes de estos países, el 75% de ellos son hijos de obreros y campesinos; además de estar representadas con becarios 104 comunidades originarias de América Latina y también suman ya cerca de 15 000 los egresados de la institución.

 El papel académico de esta institución resulta acrecentada con la derivación de los estudiantes, en distintas fases de formación, al resto de las 21 Facultades de Medicina con que cuenta el país.

 Además, en el ámbito de la formación de profesionales extranjeros. tiene una significación especial la Escuela Caribeña de Medicina de Santiago de Cuba, dedicada a estudiantes de países de habla anglófona, que acogiera inicialmente a estudiantes procedentes de Haití.

 Adicionalmente a este aporte de Cuba en la formación de personal de la salud para la América Latina y el resto del mundo, dentro del país, y la que llevan a cabo cientos de profesores universitarios dedicados a la docencia médica fuera del país, cabe recalcar la contribución que realiza a través de la colaboración que ofrecen miles de médicos, estomatólogos, enfermeros y tecnólogos de la salud cubanos en la atención médica gratuita a las poblaciones pobres.

 En América Latina, la más desigual de las regiones del mundo en lo que respecta a la distribución de las riquezas, se ha avanzado mucho en lo que se refiere a la inclusión social, el acceso a los servicios de salud y la formación de los recursos humanos, partiendo del ejemplo y modelo cubano y su contribución solidaria con el programa integral de salud. Y esto se refleja en indicadores diversos de la salud pública de los países de este y otros continentes.

 El día en que todos los países, sin excepción, se decidan a establecer y concertar las políticas de salud viables y necesarias, mediante la asignación de los recursos materiales y humanos indispensables, y en las que medie la solidaridad incondicional, el salto cuanti-cualitativo en lo social será gigantesco y asombroso. América Latina y el mundo esperan y merecen ese día en que el futuro se convierta en presente.

 *Médico cubano; Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

[1] Discurso de Fidel Castro en Conferencia ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1992 http://www.cubadebate.cu/opinion/1992/06/12/discurso-de-fidel-castro-en-conferencia-onu-sobre-medio-ambiente-y-desarrollo-1992/

 Imagen agregada RCBáez

Economía... política, valga la redundancia.

jueves, 4 de octubre de 2012
Por Darío Machado Rodríguez [1]

Artículo descargable en pdf:
 
Economia-politica-Valga-la-redundancia-DARIO-MACHADO.pdf
 

Importancia socioeconómica del consumo [2]

Muchos especialistas del patio y del exterior coinciden en que estamos en Cuba en medio de una difícil encrucijada económica con notables implicaciones sociales. Nada excepcional en un mundo que padece múltiples crisis.

Si nos atenemos a los parámetros de crecimiento económico, de eficacia y eficiencia productiva, al descontrol y los hechos de corrupción, la inexistencia de reservas financieras, el crecimiento de los precios, la escasa competitividad, la desocupación y subempleo, el endeudamiento, el incremento de las desigualdades y los niveles desacostumbrados de pobreza, es razonable afirmar que tenemos problemas económicos graves, críticos. Para encararla, el país está desarrollando un esfuerzo nacional que se va articulando alrededor de los Lineamientos y hay signos positivos todavía incipientes, con dos grandes objetivos indisolublemente unidos: una economía eficiente dentro de una orientación socialista.

¿Hay o no hay una crisis económica?

La palabra crisis evoca muchos significados, muchas veces de similar calidad, pero de diferente magnitud. Un paseo por las definiciones que aparecen en los libros y ensayos permite ver cientos de conceptos de crisis, tanto para definirla en sus rasgos más generales, como cuando las referencias a la crisis llevan apellido: crisis económica, crisis social, crisis terminal, crisis financiera, crisis política, crisis de crecimiento, etc.

En el lenguaje coloquial alguien “está en crisis” cuando está metido en graves problemas; algo “está en crisis” cuando está desorganizado, no responde a su finalidad, se incrementan las complicaciones, no aparecen las soluciones, etc.

De cualquier manera, hay bastante consenso en que un proceso, un objeto, una persona, una institución, una sociedad, una economía, entra en crisis cuando su existencia, su metabolismo, hasta ese momento estable, normal, presenta síntomas evidentes de agotamiento, se torna disfuncional y avisa la inminencia de cambios.

Por tanto, una crisis no hay que verla obligadamente como una amenaza, sino ante todo como un aviso y la oportunidad de promover cambios en el objeto o proceso que la experimenta para producir una nueva normalización de su existencia. Ahora bien, ese nuevo estado puede producirse en una u otra dirección, en dependencia de la capacidad de respuesta del objeto en crisis.

Cuando se habla de crisis económica, habitualmente se piensa en indicadores negativos o mínimos de crecimiento, en el aumento del desempleo y de la pobreza. Se piensa en la recesión.

Cuando desapareció el campo socialista nos vimos precipitados a una crisis económica recesiva de origen externo, al reunirse los permanentes efectos del bloqueo económico norteamericano, con la brusca ruptura del flujo estable de relaciones económicas, comerciales, financieras, tecnológicas, científicas con los países del extinto CAME. Estos dos poderosos y decisivos factores se unieron a las ineficiencias de la economía cubana que se venían encarando con el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas. Uno de los dilemas políticos que apareció entonces era la existencia de criterios acerca de que el problema principal estaba en Cuba, en su economía y no en el factor causal principal: la hecatombe socialista europea asociada al bloqueo.

En la actual situación económica cubana, si bien no es dable hablar ya de “período especial” tal como recordamos los años 90 del pasado siglo, tampoco lo es considerar superados todos los efectos del derrumbe del socialismo en Europa del Este y la URSS, y además siguen estando como factor presente el bloqueo económico de los EEUU y las aún no superadas ineficiencias de la economía.

La salida a los problemas económicos que presenta hoy la sociedad cubana será la correcta en dependencia del volumen y calidad de la participación de los ciudadanos en todo el proceso, de los niveles de información de los que disponga el sujeto político, de cómo la interpreta, de la eficacia de las medidas que se adopten y de mantener el debate abierto sobre las diferentes aristas del problema.

En el caso cubano, sea cual fuere el modo que seleccionemos para definir la actual situación socioeconómica, el sistema sociopolítico desarrollado a lo largo de más de medio siglo de orientación socialista en la construcción social ha revelado capacidades para asimilar la información sobre el estado de la situación y generar respuestas tendentes a mantener la estabilidad del sistema. Los mecanismos de participación popular, si bien todavía tienen mucho espacio para ser mejorados, para hacerlos más sistemáticos y eficientes, han permitido una mejor orientación del esfuerzo social en función de reorganizar el metabolismo socioeconómico de la sociedad cubana, lograr contrarrestar los desafíos de la crisis económica mundial y mantener los principales logros de la revolución socialista y el equilibrio social.

El proceso cultural que ha significado la revolución cubana ha generado capacidades intelectuales que tienen mucho para aportar en el terreno teórico y práctico de la construcción socialista. Generaciones de economistas, sociólogos, politólogos, psicólogos, filósofos, ingenieros, arquitectos, médicos, y de muchos otros campos del saber, que han vivido en las diferentes etapas de la revolución, la experiencia práctica acumulada, la detección de errores cometidos, la percepción clara acerca de los desafíos que implica el rumbo socialista en las condiciones cada vez más complejas y difíciles del mundo de hoy y las implicaciones que tendría el debilitamiento de la cohesión de la sociedad cubana, todo ello crea condiciones para profundizar y visibilizar el debate [3]  sobre el futuro del socialismo en Cuba.

La situación actual de la economía cubana impone en lo inmediato la necesidad de evitar el agravamiento de la vida cotidiana de la población y a mediano y largo plazo estabilizar el metabolismo socioeconómico y evitar el colapso del sistema sociopolítico. Pero también, cuando hay crisis económica, la tendencia a pensar todo desde la economía se refuerza por las urgencias. La insistencia del compañero Raúl de trabajar sin tregua, pero sin prisa es precisamente el llamado a no improvisar, a pensar bien cada paso con todas sus implicaciones y no solo las económicas.

No se puede afirmar que tenemos un país en crisis como resultado de la difícil encrucijada económica, pero sí es importante la conciencia de que tal situación puede producirse si no se logra una concepción integral que produzca las soluciones estratégicas que necesita el país y si no se actúa con un ritmo seguro en su realización.

¿Entonces, cómo ver la situación actual?

El funcionamiento normal de una sociedad tiene siempre como trasfondo el carácter determinante (en última instancia como afirmaron los clásicos del marxismo) de la actividad económica. En condiciones de un flujo normal del metabolismo socioeconómico, las formas de expresarse ese determinismo son también normales. Pero, cuando la situación económica se torna crítica no hay ámbito de la sociedad que no refleje sus efectos de modo más evidente, directo y rápido. Los problemas económicos se reflejan en los restantes planos de la sociedad de modo más expedito: en la vida cotidiana, en la educación, en la salud pública, en la alimentación, en el transporte, en el empleo, en el activismo político, en la actividad artística, en el estado de ánimo social, en fin, en prácticamente todas las esferas de la vida nacional.

Lógicamente, una situación económica crítica prolongada, sin soluciones ni alivio, terminaría incrementando las tensiones de la vida cotidiana, afectando gravemente otras esferas de la vida social incluyendo la política. Los Lineamientos de la política económica y social del partido y la revolución, discutidos y aprobados por el pueblo, persiguen precisamente el objetivo esencial de encaminar la economía por un sendero de resultados, sin prisa, pero sin tregua, para superar la actual situación, mejorando la vida ciudadana y preservando el sistema político, garante de un proyecto propio de nación con equidad y justicia social.

No hay en Cuba una crisis política como resultado de la grave situación económica, antes bien la oportunidad de fortalecer mediante su transformación positiva, los ámbitos político, ideológico, jurídico normativo, organizativo y cultural, siempre que se alcance una concepción integral orgánica, no se cometan errores graves, se trabaje con inteligencia y rigor para superar la ineficiencia, el descontrol, la corrupción, el burocratismo, el verticalismo, y otros graves problemas, ampliando sistemáticamente los espacios de participación y responsabilidad ciudadanas con la construcción social.

La intención de este breve ensayo es llamar la atención acerca de la importancia de comprender cabalmente el vínculo indisoluble entre la eficiencia en la producción de bienes y servicios y la vida cotidiana de los individuos, particularmente de los trabajadores, teniendo en cuenta como asunto fundamental el consumo.

Unas palabras sobre el Estado y los productores

Este acápite pudiera haberse llamado “El Estado y las empresas” o “El Estado y los componentes de la economía nacional” aunque el interés de este enfoque es la relación con los individuos, con los productores, ya que esa relación tiene en la entidad que produce bienes y servicios su eslabón mediador fundamental.

Pero se ha escogido ese título porque se trata aquí de llamar la atención sobre cómo el Estado de una sociedad en transición socialista cumple con el encargo de fomentar, cultivar y desarrollar el empoderamiento de los productores, su responsabilidad y conciencia cívica, además de su bienestar.

El Estado hace falta

Mucho se ha dicho y escrito acerca del papel del Estado en la construcción socialista. Lo que considero necesario destacar aquí es que este debe ser, entre otros aspectos:

  • eficiente,
  • austero,
  • promotor de la creciente participación consciente y empoderamiento de la ciudadanía en todos los órdenes,
  • transparente,
  • presente y consciente de las necesidades de la ciudadanía y
  • permanecer bajo el escrutinio del control popular.

Ahora bien, ya sea con el apelativo de “Estado” o con cualquier otro nombre, la sociedad cubana en transición socialista, en el contexto de su vida nacional e internacional, necesita de un órgano dinámico capaz de regular las relaciones entre las personas, grupos, comunidades, organizaciones, entidades productivas y de servicios, instituciones, etc., gestionar el empleo eficiente de las energías del país, coordinar la preservación de su existencia física, regular la utilización de los recursos de que dispone la Nación, ejecutar las decisiones que adopte la voluntad ciudadana, etc. y ello requiere de estructuras, instituciones, normas, funcionarios, preparación profesional, etc.

En la transición socialista cubana al Estado no se lo puede ver de otro modo que como la forma estatal de la voluntad popular. Sus deficiencias no lo son de un “Estado” en abstracto, sino del Estado que hasta el momento la sociedad cubana en transición socialista ha sido capaz de construir. Su transformación a tono con las nuevas exigencias es tarea de todo el pueblo, de los trabajadores, los políticos, los profesionales, los científicos, de todos.

En las condiciones actuales de construcción socialista y a mediano y largo plazo, la superación de las deficiencias del Estado no puede conducir a su debilitamiento sino a su fortalecimiento como instrumento político del pueblo trabajador. En otras palabras, el Estado no es “el enemigo”, sino el burocratismo, el descontrol, la ineficiencia, el despilfarro, el favoritismo, el nepotismo, el secretismo, el verticalismo, la negligencia, la corrupción, la ignorancia.

La actual organización política de la sociedad cubana presenta un Estado que tiene por delante mucho trabajo para alcanzar una calidad a tono con las necesidades de la transición socialista cubana. Su transformación positiva está requerida de un marco integral que solo puede aportarlo una teoría general de la transición socialista cubana, aspecto que he tratado en otros ensayos, en cuya elaboración tienen espacio todos los ciudadanos que deseen aportar.

El Estado no puede hacerlo solo

La idea de un mundo formado por múltiples nodos autogestionados en el contexto de la sociedad, que funcione amigablemente, eficientemente, supone tener resueltas las tareas normativas y reguladoras que corresponden hoy principalmente al Estado socialista y mientras no se desarrolle una cultura sólida y profundamente arraigada en la ciudadanía, en particular en los productores.

La idea de que en ese universo de múltiples nodos autogestionados, las relaciones económicas entre los productores escaparán a la amenaza del capitalismo que predomina hoy en el mundo y a la influencia negativa del mercado, supone tener resueltos los problemas de la preservación física de la sociedad y de la regulación del mercado, tareas que también corresponden hoy al Estado.

La idea de que la autogestión es la panacea para todos los males sociales,  que actuará como una “varita mágica”, olvida la necesidad de un largo proceso de educación y solo puede surgir del desconocimiento. En una empresa autogestionada pueden aparecer el secretismo, el favoritismo, el verticalismo, el burocratismo, la corrupción, el individualismo y el egoísmo. La vigilancia ética y política y la ideología que la respalde, la educación, las normativas jurídicas, la formación ciudadana son una necesidad en cualquier circunstancia y ámbito de la construcción socialista.

Lo anterior, sin embargo, no quiere decir que el Estado ordena y los trabajadores obedecen. Si de algo está necesitada la sociedad cubana actual es de incrementar la responsabilidad de los productores, el papel activo, el protagonismo de los colectivos laborales, su empoderamiento y precisamente el avance hacia la autogestión en todos los ámbitos donde sea funcional y articulada con todo el entramado del sistema social.

Este proceso de gradual empoderamiento a escala empresarial, local, territorial, la descentralización de decisiones, la flexibilidad para cambiar las estructuras según proceda, es sin dudas complejo y debe ser encarado con la plena participación de la inteligencia colectiva. Todas las ideas en torno a los límites del Estado y de la autogestión dirigidas a la mejor organización económica y sociopolítica de la sociedad cubana deben ser bienvenidas.

El tejido económico

Hay dos perspectivas fundamentales en la relación economía-sociedad desde el punto de vista de los individuos: las motivaciones de los productores para producir bienes y servicios, perspectiva que desde el aparato productor de la sociedad propongo llamar interna o subjetiva, y cuánto y cómo los niveles de consumo de bienes y servicios influyen en el metabolismo socioeconómico, perspectiva que consecuentemente propongo llamar externa u objetiva.

Desde este ángulo, tres son los enfoques que no deben faltar a la hora de pensar la economía:

  • ¿Cómo lograr que se reproduzcan sistemática y continuamente las motivaciones para producir manteniendo y mejorando cuantitativa y cualitativamente los resultados?
  • ¿Cómo articular el plan teniendo en cuenta las necesidades y preferencias de la sociedad?
  • ¿Cómo lograr la armonía de la vida de la gente con la naturaleza?

Y estos tres ángulos suponen la constante comunicación, la información, el intercambio Estado-Empresas, Empresas-Territorios, Empresas-Empresas, Empresas-Ciudadanos, Estado-Ciudadanos, etc, y muy especialmente la participación efectiva de los integrantes de los colectivos laborales.

Cuando uno se representa el metabolismo socioeconómico de la sociedad cubana en transición socialista hay espacios visibles ocupados por componentes del conglomerado productor de bienes y servicios que tienen pulsación propia, sistema de relaciones y zonas de influencia no simplemente económica.

Estos componentes (empresas estatales, las pequeñas y relativamente no tan pequeñas empresas privadas, las cooperativas, las asociaciones, las empresas de capital mixto, etc.) interactúan con el Estado a través del plan, de las normativas jurídicas (los impuestos y las regulaciones de funcionamiento), y el control y fiscalización; entre sí, mediante intercambios regulados por planes, acuerdos, convenios y contratos, y con los usufructuarios de los bienes y servicios que producen. En ese conjunto de relaciones están las mercantiles, acotadas en diferentes niveles y magnitudes por las regulaciones vigentes.

Por ejemplo en las empresas del Estado

Las empresas del Estado, sujetas más que otras a la planificación y con reglas específicas consumen materias primas, energía, sus colectivos laborales generan trabajo calificado, se conectan con la sociedad a través de relaciones contractuales con otros componentes, y con la población –especialmente cuando producen bienes de consumo y servicios para esta-, producen un impacto ambiental y social local, generan un entramado específico de relaciones dentro del colectivo laboral, compromisos, deudas, obligaciones, afinidades y desencuentros, producen estructuras sociopolíticas que se rigen por normas específicas, son también componentes de un subsistema ramal mayor, se relacionan con institutos políticos territoriales, etc.

El desarrollo de un conjunto de relaciones específicas concernientes al colectivo laboral genera un nodo dinámico que deviene atractor para sus integrantes (y también para otros) y su campo de influencia cubre una parte importante del tiempo, el pensamiento y el accionar de los trabajadores que pertenecen a él.

La lógica de su existencia conduce a la necesidad de una proyección futura, que no es tampoco un asunto “económico” a secas. Si los trabajadores de una entidad empresarial no ven en esta un medio apropiado para su proyecto individual y familiar de vida, la productividad y la creatividad se verán seriamente amenazadas y muy probablemente anuladas y con ello se resentirá toda la economía.

La transformación de las empresas estatales cubanas puede tener futuro positivo si su proyección no es “económica” a secas, sino social, cultural. Los Lineamientos indican transformaciones que tienden a ello, pero aún es preciso generar cambios que otorguen un papel protagónico mayor al colectivo laboral y mayor autonomía a estos componentes, que son el fundamento y peso principal de la actividad económica del país [4].

Todo el entramado empresarial estatal tiene que ser ambivalente; esto es, formar parte del balance nacional de proyecciones y objetivos socioeconómicos y tener vida propia como nicho adecuado para conjugar los proyectos individuales y familiares de vida. Los objetivos individuales y sociales deben armonizar en su diferencia, algo comprensible cuando no se ven mecánicamente, uno “por encima” del otro, sobre todo cuando los objetivos sociales son definidos sin tener en cuenta a los individuos.

La acción consciente sobre los procesos sociales, siempre condicionados por las estructuras estables que produce la práctica (puede decirse lo social subjetivado) influye en las relaciones causales que no son puramente “objetivas” ni puramente “subjetivas”. Lo que determina la dirección de una acción social antes que esta se produzca, pasa inevitablemente por las estructuras mentales que ha producido antes la actividad humana, la práctica.

En consecuencia, el límite de la relación articulación-descentralización solo puede calificarse como eficiente o adecuado cuando se alcanza el máximo de creatividad posible y de espacio para la participación informada y consciente del colectivo laboral y de cada uno de sus integrantes en las decisiones, lo cual incluye el derecho del colectivo, dentro del marco y normativas que establezca la ley, a vetar las decisiones que considere improcedentes y responsabilizarse como colectivo con ello, con las consecuencias individuales del caso.

El modo en el que se constituye la nueva responsabilidad socioeconómica del colectivo laboral implica no solamente la ampliación de los derechos, sino también de los deberes, de las obligaciones. La mentalidad anterior, formada al calor de un paternalismo jurídico – económico, no cambiará porque se apele y explique que ahora, desde la conciencia y la ideología, hay que entender que eso no es conveniente. Tal enfoque Marx seguramente lo calificaría de idealista; puede ser útil para un discurso puntual, pero nada práctico para la transformación que hace falta realizar. Precisamente fue Marx quien explicó en sus tesis III; VII y VIII sobre Feuerbach que el ser humano es producto de las circunstancias, además de cambiarlas y que el individuo abstracto pertenece a una determinada forma de sociedad [5]. Ese cambio revolucionario no puede ser arbitrario, la modificación de las circunstancias y de la actividad humana “solo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria”, por lo que este será racional, efectivo, en la medida en que las circunstancias lo hagan viable, es ahí precisamente donde está la dialéctica que evita la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales estaría por encima de la otra.

El cambio tiene que venir la mano de la práctica consciente y esta solo puede producirse desde su aceptación, de ahí la importancia que ha tenido debatir los Lineamientos con el pueblo y la que tiene mantener abiertos a debate los problemas, en particular la necesidad de un enfoque teórico general de los cambios.

Si no cambian las relaciones intra e inter empresariales, las sociales, las jurídicas normativas, las contractuales, en otras palabras si el medio socioeconómico en el que tiene lugar la actividad humana no cambia, no será con apelaciones que cambiará la mentalidad, esta será repetidamente reproducida para la misma práctica que la generó.

Nos estamos refiriendo aquí a las empresas como columna vertebral de la economía nacional, pero lo esencial es válido para otros tipos de entidades económicas, con otros tipos y formas de propiedad, con las diferencias inherentes a cada caso.

Para que se produzcan los esfuerzos que permitan aprovechar las potencialidades productivas y creativas, hace falta el medio propicio, el sistema de relaciones que los requiera, que los reproduzca, que los incentive. Y eso tiene que ver no solo con que el trabajador sea remunerado adecuadamente, o con que este participe realmente y decida en el terreno de las proyecciones y actividad del colectivo laboral, sino que se responsabilice también individualmente con las pérdidas, con los errores de proyección, con los fallos generados por sus decisiones.

Una empresa estatal puede acordar formar un fondo con parte de las ganancias que le correspondan de acuerdo a la ley para compensar eventuales pérdidas, pero si no lo hace y esas pérdidas se producen, los integrantes del colectivo laboral no pueden ser en ese problema convidados de piedra. De otro modo no se cultivará la condición de propietario colectivo. Cuando se es dueño colectivo de algo se es tal para los beneficios, pero también para las pérdidas [6]. No es justo cargar a la sociedad en su conjunto lo que es responsabilidad de un colectivo laboral determinado.

Es un axioma que al socialismo no puede sobrarle nadie, pero también lo es que ninguna sociedad puede dar lo que no tiene, la cubana tampoco, y que si bien la sociedad tiene responsabilidades para con los ciudadanos, estos también las tienen para con la sociedad.

Naturalmente, para que las relaciones entre los componentes estructurales del entramado económico sean eficientes, tienen que tener en su base no solo prerrogativas orgánico-funcionales similares, sino también un intercambio de equivalentes no sujeto –salvo contadas y bien justificadas excepciones- a intervenciones puntuales desde el Estado, es decir cuando sea del más alto interés para el país; mientras, su funcionamiento continuará sujeto a las normativas generales vigentes.

El reconocimiento de la psicología del intercambio de equivalentes, estructura subjetiva estable, implica viabilizar su acción en las relaciones intra e interempresariales. Cuando se desconoce la presencia de esta estructura psicológica estable, se produce una inevitable contradicción que quizá pueda ser compensada por otros factores concomitantes durante cierto tiempo, pero a la larga tiende a imponerse, afectando el funcionamiento de estas relaciones, obstaculizando su fluidez, disminuyendo su eficacia [7].

La relación individuo – colectivo laboral requiere una visión dialéctica que exprese adecuadamente el conjunto de intereses en juego, que dé cabida a todos ellos, permitiendo que se realicen de modo adecuado y estable. Ello incluye la información, la explicación, la argumentación cuando haya obstáculos que los impidan y demoren, en interés del funcionamiento a mediano y largo plazo de un determinando componente autónomo del metabolismo socioeconómico, pero garantizando siempre en un tiempo razonable la fluidez en la realización de esos intereses.

Como se afirmó arriba, un principio socialista en este sistema de relaciones radica en que lo colectivo, lo social, debe primar en la transición socialista como parte no solo de la justicia necesaria, sino también de la educación que contrarreste el individualismo heredado del capitalismo cultor del egoísmo, pero no como la anulación del individuo, de sus necesidades particulares y rasgos específicos, sino como la seguridad, la protección de todos los individuos con sus necesidades particulares y rasgos específicos.

En este plano hay una responsabilidad de primer orden para los encargados de coordinar el funcionamiento del colectivo laboral, de viabilizar la plena participación de los trabajadores; para quienes tienen mayor responsabilidad en la dirección del proceso productivo, la administración cotidiana, la gestión económica y para las organizaciones sociopolíticas que deben velar desde su espacio específico y enfoque participativo por el buen funcionamiento de la entidad correspondiente.

Por ello es fundamental el reconocimiento en la práctica de la condición de copropietarios colectivos de los medios a disposición del colectivo laboral para su participación eficiente en el metabolismo socioeconómico. De ello parte la obligación de tener en cuenta a todos sus integrantes, de no acumular deudas de información, de no obstaculizar las buenas iniciativas que de ellos se desprendan y de tener normativamente respaldada la participación.

Por esa razón, las decisiones arbitrarias de individuos o grupos que constituyen acciones modificadoras de esa relación, en el mejor de los casos (o sea, cuando están bien intencionadas y son correctas) siempre necesitaran de un proceso de apropiación individual por derecho ciudadano de quienes integran el colectivo y en ese proceso puede existir disparidad de criterios. La acción consciente sobre los procesos sociales, siempre condicionados por las estructuras mentales estables que produce la práctica, puede decirse lo social subjetivado, influye en las relaciones causales que no son puramente objetivas ni puramente subjetivas. Lo que determina la dirección de una acción social antes que esta se produzca pasa inevitablemente por esas estructuras mentales que ha producido la práctica. Por ello, la más amplia participación de todos es indispensable.

Sobre la salida de los problemas económicos

Como afirmamos arriba, cuando se agudizan los problemas económicos, se afectan todas las esferas de la vida social. Súmese a eso la deuda que tiene el proceso de construcción socialista cubano por las deficiencias que arrastra en la articulación de las actividades económica, organizativa, jurídica normativa e ideológica política.

Cuando hay medidas políticas y jurídicas que obstaculizan las soluciones económicas, la lógica elemental indica que es imprescindible realizar cambios en esos planos, buscando viabilizar el funcionamiento fluido de la actividad económica sacando el máximo posible a las potencialidades del país. En el espíritu y medidas concretas contenidas en los Lineamientos está precisamente ese propósito, pero esas potencialidades en las condiciones actuales y en plazos razonables de tiempo no se incrementan, constituyen digamos el piso de las capacidades económicas del país, su aprovechamiento una vez resueltos los principales obstáculos políticos, organizativos y jurídicos para alcanzarlo, tiene un tope. Por ello, es preciso también hablar de ahorro y acumulación para invertir.

En consecuencia, cuando se emprende una reforma económica de la envergadura que suponen los Lineamientos, se necesitan más que nunca la disciplina, el orden y la cohesión de la sociedad, el ahorro, formas eficientes de distribución del producto social, pero también el desarrollo de una teoría general de la transición socialista en Cuba, el seguimiento sistemático de las consecuencias sociales de la reforma, el acompañamiento gradual y efectivo de los cambios en los planos organizativo, político y jurídico normativo y no en último lugar convertir todo el proceso en una gran escuela de pensamiento socialista.. De lo contrario sobrevendrá el estancamiento del proceso.

Economía… política; ¡Valga la redundancia!

Ni los economistas pueden resolver “económicamente” los problemas de la sociedad, ni los psicólogos hacerlo “psicológicamente” ni los políticos “políticamente”, ni los ideólogos “ideológicamente”.

No puede existir una economía en abstracto, como tampoco una sociología, una política o una ideología. No puede pensarse la economía separada de la cultura, del estilo de vida, de las preferencias sociales culturalmente sedimentadas.

Por la misma razón, la ciencia sobre la economía necesita el enfoque multidisciplinario que tenga en cuenta la sociología política, la ideología, la psicología social, los hábitos, las preferencias, las motivaciones, el medio ambiente, la ecología. Una ciencia sobre la economía que se atenga solo a las estadísticas, a las cuentas y a un modo de interpretarlas, no puede referirse a las personas y estructuras sociales realmente existentes, sino a la imagen que de estas tienen los que ven la economía “económicamente”, relación que inevitablemente diferirá de la realidad en un grado inaceptable o, cuando menos, muy riesgoso.

Hay quien ha hecho una distinción esquemática, mecánica, entre la ciencia económica y la ciencia política, afirmando que las leyes de la economía constituyen la ciencia y la política queda constreñida a la aplicación de las conclusiones científicas de la ciencia económica. O sea, la ciencia corresponde a las regularidades económicas, su estudio y sistematización ofrece las conclusiones para la vida, mientras que la política es la práctica que se ocupará de aplicar las conclusiones científicas de la economía.

Ese enfoque parte de una absolutización del papel de la economía en la sociedad, constituye una generalización impropia del concepto marxista del determinismo económico

Pensar que la economía -o el enfoque desde la economía- sirve para definir o pautar cualquier problemática social esperando que los actores sociales reaccionen acorde con lo que se espera por las “leyes económicas” es en extremo aventurado.

Sólo en condiciones del metabolismo económico de orientación socialista es posible comenzar a superar la dictadura de la economía sobre la sociedad e integrar los saberes psicológico, sociológico, ideológico, político, antropológico, ecológico al crearse las bases para una mirada integral ajena a intereses corporativos y egoístas.

Lo dicho arriba no significa que ya con el predominio de la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción, el poder político de definición socialista y el papel de la planificación se hará que automáticamente se produzca el enfoque integral.

El desarrollo de la teoría sobre la transición socialista en Cuba exige que el mundo académico y quienes sintetizan las líneas de desarrollo económico sigan siempre el ejemplo de la práctica política histórica de la revolución cubana. “Si el país ha logrado avanzar hasta el presente –explica el destacado economista José Luis Rodríguez García-, venciendo obstáculos que parecían infranqueables, ha sido porque en la política económica aplicada para el desarrollo siempre se han considerado los elementos económicos unidos a los aspectos sociales y políticos, pero sobre todo sobre todo porque no se han cometido errores estratégicos, al mantener la premisa de que en el socialismo los factores políticos tienen prioridad” [8], a lo que sumaría la necesidad de mantener el diálogo permanente con el pueblo sobre los temas fundamentales.

La supervivencia del objetivo socialista, la capacidad de la sociedad de embridar las relaciones mercantiles, dependen de no perder la perspectiva política socialista en las decisiones sobre las medidas para estimular la producción de bienes y servicios.

Solo con una amplia y democrática participación social en la formulación de las políticas, en su control y eventuales rectificaciones, junto con un estilo integrador del Estado en tanto coordinador de las políticas es posible desarrollar positivamente la economía política de la transición socialista cubana. Junto con ello, la participación de las ciencias sociales en el desarrollo de la teoría sobre la transición socialista en Cuba (parte la cual es la teoría económica) requerirá también del análisis crítico de las esferas establecidas del conocimiento científico que disponga al mundo académico a dejar atrás compartimentos aislados de los saberes, la tendencia a explicarse los procesos sociales desde los sistemas específicos de las distintas ciencias y apreciar sin prejuicios el comportamiento complejo real de los procesos.

Estudiar el consumo

En trabajos anteriores he insistido en la necesidad imperiosa de estudiar el consumo, como un elemento fundamental en los planos práctico y teórico de la economía política de la transición socialista.

Una de las aristas fundamentales a estudiar en el metabolismo socioeconómico de la sociedad cubana en transición socialista y junto con ello de la relación individuo-sociedad es la relativa al consumo, el consumo como vía para la satisfacción de necesidades sociales, esto es, la relación entre el aparato de producción de bienes y la sociedad y los individuos que la integran.

Esta relación tiene lugar a través del sistema de comercialización, de la política de precios, de las políticas sociales (por ejemplo para determinar la distribución de recursos energéticos y otros insumos para el sistema de atención médica, el sistema educacional, etc.).

En la fase del cambio, en la cual los individuos se vinculan con segmentos determinados del sistema de comercialización se produce una influencia de lo producido en la persona, pero ésta acude con estructuras previas que condicionan su elección, su decisión de cambiar su dinero por un producto o servicio determinado.

La información que puede aportar un pensamiento racional, científico, sobre el consumo en el socialismo cubano, es la base para entrarle al problema desde dos ángulos: de una parte para hacer una mejor planificación de la producción de bienes y servicios y, de otra, para adelantar una eficiente orientación de la demanda y con ella ejercer una influencia en las estructuras mentales previas que determinan finalmente la elección, además de que la acción consciente del Estado en el proceso productivo permite contribuir a realizar un mejor ofrecimiento al ciudadano.

No puede pensarse en una planificación socialmente eficiente, si no se tienen en cuenta las variables principales relacionadas con el consumo, con las necesidades y preferencias de los ciudadanos que se cubren a través del cambio y estas no pueden ser determinadas arbitrariamente, necesitan orientación, pero no solamente la orientación de los ciudadanos que las satisfacen mediados por el proceso de comercialización, sino la de todo el proceso de definiciones en la planificación.

Es en primer lugar a través del plan que se embridan las relaciones mercantiles, pero este será eficiente, en última instancia, en la medida en que se conozcan y reconozcan las necesidades y preferencias de la sociedad en materia de consumo. No es con una operación contable del tipo elemental: “tanto dinero hay circulando, tantos productos se ofrecen en el mercado”, que se asegura un plan eficiente. Esta no es una relación únicamente económica, aunque se produce en la esfera económica. Hay una diferencia entre lo que los individuos quieren y aquello a lo que tienen acceso en el sistema de comercialización, diferencia que solo puede ser disminuida, si se tiene suficiente información acerca de las necesidades y preferencias de las personas y si el trabajo de orientación de la demanda para que esta sea racional, saludable y responsable, resulta un eslabón eficaz entre la planificación y la sociedad [9].

El objetivo de estabilizar un consumo racional, saludable y responsable exige primero definir los criterios acerca de estas tres calidades indisolublemente vinculadas entre sí en el proceso social del consumo.

Primero es importante repasar el propio concepto de consumo. Como es natural, todas las sociedades son “de consumo”, el socialismo obviamente también.

Los seres humanos viven intercambiando sustancias con la naturaleza, con el medio en el que vive, somos consumidores de agua, alimentos, aire, es una condición elemental de subsistencia, sin ella cesa la vida. El consumo, por tanto, tiene una determinación biológica, pero tiene también una determinación humana, social, cultural, que se torna “necesaria” más allá de la determinación biológica, al punto que alguien puede preferir dejar de comer antes que salir “mal vestido” a la calle.

No es posible separar estas dos variables del consumo, la natural y la social. El ser humano necesita los medios de subsistencia, pero no de modo elemental y uniforme [10]. Crecemos y nos desarrollamos con hábitos de vida que heredamos y también transformamos, que van haciendo “necesarios” los medios de subsistencia con las características que son para nosotros habituales y conforman nuestros gustos y preferencias. Lo que nos hace sentirnos bien no es satisfacer nuestras necesidades “de cualquier manera“, sino del modo que nos resulta significativo y adecuado a nuestra cultura. Socialmente, nuestras necesidades exigen una contrapartida en medios de satisfacerlas, los cuales tienen una configuración y propiedades predeterminadas, por lo que si el consumo carece de esas características estamos insatisfechos, aunque se cubran, por ejemplo, las necesidades biológicas.

Ese lado cultural que se proyecta subjetivamente es el terreno en el cual la publicidad mercantil capitalista hace su trabajo de construir necesidades artificiales, haciendo necesitar a las personas lo que no necesitan realmente con la única finalidad de incrementar sus ganancias, sin importar las consecuencias negativas en la sociedad y la naturaleza. Pero ese también es el terreno en el cual puede y debe trabajar la investigación y orientación del consumo en una sociedad en transición socialista en función del bienestar general y de la preservación del medio ambiente y los recursos naturales.

El consumo racional

Este es el ángulo más identificado con el metabolismo socioeconómico de la sociedad en transición socialista, pero -como ha sido analizado desde el principio- tampoco puede concebirse en un plano puramente “económico”.

En primer lugar, el propio concepto o calidad de racional es polisémico. Puede entenderse como todo lo relativo a la razón, también como “ajustado”, “eficiente”, ahorrativo”, puede entenderse como aquello que se considera conveniente por responder a leyes, a relaciones causales que se esperan con seguridad.

Obviamente, lo que se considerará o no “racional” no entra exclusivamente en el terreno de las proporciones, sino también en el de los significados y ello depende inevitablemente de los criterios predominantes, de los gustos y las preferencias. La “racionalidad” de una economía basada en la propiedad privada, la explotación del hombre por el hombre y la ley de la ganancia no puede ser igual a la “racionalidad” de una economía basada en la propiedad social, la justicia y el bienestar de toda la sociedad.

Pero el anterior es el ejemplo extremo. También dentro de una sociedad en transición socialista puede considerarse “racional” -por el significado que se le otorga- un gasto no respaldado “económicamente”. Tal es el caso del precio de la leche que se asegura para todos los infantes cubanos hasta los 7 años. Es un gasto racional, pero no debe su racionalidad a las leyes económicas, las cuales solo pueden invocarse si se considera una inversión a futuro por lo que significa para la salud de los futuros productores, sino al significado social de equidad y justicia que entraña el ideal socialista y en el caso particular de Cuba por constituir hoy un valor sedimentado en la conciencia ciudadana. No quiere esto decir que todos los significados que se otorguen a un modo de distribución del producto social no respaldado económicamente, pero que se considere “racional” por quienes adoptan esa decisión estará siempre socialmente justificado.

Dado que lo “racional” entra también en el terreno de los criterios, el derecho a opinar lo tienen todos los ciudadanos, por lo que nuevamente aparece la importancia de estudiar el consumo.

El consumo saludable

Cuando se habla de consumo saludable, casi siempre se piensa en primer lugar en el consumo de alimentos inocuos y nutritivos en cantidad y calidad apropiadas para preservar la salud, evitar enfermedades y mantener una calidad de vida satisfactoria.

Los hábitos en el consumo de alimentos si bien hacen necesarios algunos predeterminados, ello no significa que ese consumo sea 100% saludable, puede ser incluso no saludable. Los ejemplos son muchos, el alcohol, los picantes, las carnes rojas, etc.

El consumo saludable tiene que ver también con la vestimenta. El hábito de usar trajes con cuello y corbata en un país del Caribe en pleno verano es un ejemplo de ello.

El empleo de transporte automotor para cualquier movimiento reduce las oportunidades de ejercitación física, además de dañar el medio ambiente.

El uso indiscriminado de la comunicación por computadoras a través de las redes sociales, reduce el contacto humano directo, crea una nueva necesidad que puede terminar siendo adictiva y desnaturalizando el concepto que se tiene del otro.

La lista obviamente es mucho más larga. El desarrollo de los conocimientos científicos va descubriendo nuevos efectos de los hábitos de consumo en la salud humana.

Este es uno de los terrenos donde la orientación del consumo es fundamental para la sociedad, en particular para una que se encuentra en un proceso de transición socialista que persigue como objetivo esencial el desarrollo sano, multilateral positivo del ser humano.

El consumo responsable

Enfocar la condición social del consumo no implica solamente las propiedades de lo que resulta racional y saludable, además de necesario; lo que entraña de hecho la necesidad de una actitud responsable; aquí influyen también otros factores que pesan en el proceso de cambio y consumo.

En primer lugar la noción de seguridad asociada a la noción de futuro. El futuro es una noción posible por la existencia de la humanidad, del pensamiento abstracto. Se refiere a algo que no ha ocurrido, una hipótesis de lo que puede ocurrir. El consumo responsable tiene en cuenta el futuro, la seguridad. Implica el reconocimiento de la necesidad de preservar las fuentes de abasto que ofrece la naturaleza, implica obviamente la preservación de la salud, las nociones de equidad y justicia social, la ética.

Hablar de consumo “responsable” es algo vedado para el modo de producción capitalista, su naturaleza explotadora y egoísta anula toda responsabilidad hacia la protección de la humanidad y la preservación de la naturaleza, por más que la publicidad enmascara sus reales intenciones. Todo lo contrario. La responsabilidad en el consumo pasa a ser posible solamente a escala individual, familiar o grupal, pero por mayor nivel que se alcance en la conciencia individual y de grupo sobre lo que puede significar el consumo para su salud y bienestar, no se desarrollan los resortes que anulen eficientemente la publicidad y la irracionalidad productiva del sistema. Todos continúan amenazados por la irracionalidad del sistema, que tiene efectos desastrosos no solo sobre las sociedades capitalistas concretas, sino sobre el mundo en general.

Solamente cuando se emprende una transición socialista se crean las bases materiales y espirituales para desarrollar una actitud social responsable hacia el consumo. Esa actitud responsable implica la necesidad de estudiarlo y elaborar los contenidos para su mejor orientación.

Aquí considero preciso recordar que el cese del funcionamiento del Instituto Cubano de Investigación y Orientación de la Demanda Interna (ICIODI) cortó un proceso de desarrollo en el pensamiento cubano sobre el consumo socialista que se nutría con información proveniente de las necesidades y preferencias de la ciudadanía. Con el proceso de superación del período especial resurgieron las investigaciones sobre el consumo, pero restringidas a productos determinados, a entidades comerciales específicas, o sea, de modo insuficiente y fragmentado, como marketing, no como economía política. Por ello considero importante pensar en el modo de sistematizar el estudio del consumo en Cuba, creando las capacidades institucionales correspondientes.

El estudio del consumo en el socialismo es un interés no solamente económico, sino también sociopolítico al contribuir eficientemente al mantenimiento del equilibrio y la estabilidad social.

Notas


[1] Profesor Titular e Investigador Titular del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, Vicepresidente de la Cátedra de Comunicación y Sociedad, Licenciado en Ciencias Políticas, Diplomado en Teoría del Proceso Ideológico, Doctor en Ciencias Filosóficas. C.e. dmachado@enet.cu

[2] Un excelente artículo del profesor Dr. Ernesto Molina Molina en la revista Cuba Socialista Nro. 56, Tercera Época, 2010, donde afirma en la página 14 que “La economía Política es la ciencia madre de todas las Ciencias Económicas (…). Sin esa ciencia madre no es posible elaborar una estrategia de largo alcance para el desarrollo de la nación”, ha motivado las líneas que siguen.
    [3] Un debate que debe ser plural. Cualquier ejercicio que intente una de las muchas variantes de generalizar posiciones, puntos de vista y establecer categorías o tipos, puede ser válida para un análisis que pretenda ofrecer una panorámica general, pero una polémica constructiva no puede desde el inicio etiquetar a los posibles participantes. Una división, por ejemplo, entre “estatistas”, “pragmáticos” y “autogestionarios”, no es saludable para un debate inclusivo porque contiene a priori –aunque no lo declare- un Estado opuesto a la autogestión, una autogestión opuesta al Estado, una autogestión opuesta al sentido práctico, etc., lo cual nada tiene que ver con las justas críticas y la lucha contra el burocratismo, el verticalismo, el autoritarismo, el pragmatismo, el secretismo, el corporativismo, etc.
Las etiquetas establecen un encasillamiento que obstaculiza apreciar el grano racional de los diferentes enfoques, lo que debilita y puede anular la intención constructiva del análisis y la crítica. La verdad es mezcla y nadie es dueño absoluto de ella. El diálogo no puede significar que “tú y yo debatimos hasta que te des cuenta que yo tengo la razón”. Todos aprendemos.
  [4] Por ejemplo, el lineamiento que indica que las empresas pagarán a los Consejos de la Administración Municipal donde operan sus establecimientos un tributo territorial definido centralmente para contribuir al desarrollo de la localidad, el que indica que las empresas podrán crear fondos para el desarrollo, las inversiones y la estimulación a los trabajadores, el que otorga independencia para aprobar las plantillas de cargos, el que permite aprobar precios y realizar rebajas en sus producciones y servicios, entre otros que tienden al reconocimiento de la empresa como componente fundamental del metabolismo socioeconómico del país, pero quedan muchas interrogantes y espacios para avanzar en este terreno, temas tales como quiénes decidirán sobre el empleo de los fondos que cree la empresa, si con respaldo en esos fondos la empresa puede recibir créditos bancarios, si con esos fondos la empresa podrá cubrir eventuales pérdidas, cómo afectarían las pérdidas los ingresos de los integrantes del colectivo laboral, quién decidirá la modificación de las plantillas, etc.
  [5-III] La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así, por ej., en Robert Owen).
La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.”
[5-VII] Feuerbach no ve, por tanto, que el "sentimiento religioso" es también un producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece, en realidad, a una determinada forma de sociedad.
[5-VIII] La vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica.
 [6]  Ver texto en proceso editorial “La propiedad social como cultura”
  [7] “El socialismo no puede obviar la división social del trabajo, lo que quiere decir que no puede obviar el intercambio de mercancías entre productores diferentes, que sigue teniendo la mediación del valor, pero desde el inicio mismo del cambio de la realidad capitalista en dirección a una nueva realidad socialista no puede aceptar como único criterio de ese intercambio el valor de los productos.
“Las mentalidades, sin embargo, están en gran medida condicionadas a tal aceptación y tanto para evitar excesos como para evitar insuficiencias hay que educar, argumentar y lograr el consenso alrededor de las acciones de distribución; es decir, lograr una nueva cultura que cambie las reglas de la convivencia, igualando por consenso una parte de las desigualdades reales. Y no todas, porque la pretensión de una igualación total de la distribución sería inaceptable para el constructor socialista en la transición y produciría pobreza. El objetivo del trabajo es también objeto del desarrollo de una nueva cultura que identifique el proceso social del trabajo con las necesidades sociales y no sola y simplemente con la solución de las necesidades individuales. Ello también requiere una transformación cultural en los conceptos de progreso, felicidad y bienestar que identifique el destino propio con el de todos y que, reconociendo la diversidad, rechace el beneficio individual a costa de la infelicidad de los demás.” (Ver: Darío L. Machado Rodríguez, “¿Es posible construir el socialismo en Cuba?”, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2006, p.80.)
  [8] José Luis Rodríguez García, “Notas sobre la economía cubana”, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinillo, La Habana, 2011, p. 52.
  [9] “El socialismo no puede obviar la división social del trabajo, lo que quiere decir que no puede obviar el intercambio de mercancías entre productores diferentes, que sigue teniendo la mediación del valor, pero desde el inicio mismo del cambio de la realidad capitalista en dirección a una nueva realidad socialista no puede aceptar como único criterio de ese intercambio el valor de los productos.
“Las mentalidades, sin embargo, están en gran medida condicionadas a tal aceptación y tanto para evitar excesos como para evitar insuficiencias hay que educar, argumentar y lograr el consenso alrededor de las acciones de distribución; es decir, lograr una nueva cultura que cambie las reglas de la convivencia, igualando por consenso una parte de las desigualdades reales. Y no todas, porque la pretensión de una igualación total de la distribución sería inaceptable para el constructor socialista en la transición y produciría pobreza. El objetivo del trabajo es también objeto del desarrollo de una nueva cultura que identifique el proceso social del trabajo con las necesidades sociales y no sola y simplemente con la solución de las necesidades individuales. Ello también requiere una transformación cultural en los conceptos de progreso, felicidad y bienestar que identifique el destino propio con el de todos y que, reconociendo la diversidad, rechace el beneficio individual a costa de la infelicidad de los demás.” (Ver: Darío L. Machado Rodríguez, “¿Es posible construir el socialismo en Cuba?”, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2006, p.80.)
  [10] Para ampliar sobre el tema de las necesidades y el consumo puede consultarse: Darío L. Machado Rodríguez, “La persona y el programa del socialismo en Cuba”, Editorial Vadell y Hnos., Caracas, 2010, pp. 91-126.

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