A pasos agigantados se desvanece el sueño
prometido del Estado del Bienestar y con él, el espejismo que hizo soñar a
mucha gente con una vida de comodidades y pequeños lujos. Eso sí, a costa del
sufrimiento de millones de seres humanos y de la madre Tierra y, a cambio de
endeudar su alma y relegar a su intelecto a un estado de vegetación perpetua.
Como siempre pasa con los sueños que vivimos
plácidamente, el despertar está siendo lento y dificultoso. Nos cuesta abrir
los ojos porque nos negamos a aceptar que la realidad que nos aguarda es
terriblemente dolorosa y va a sacudir hasta el último pedazo de esa falsa
felicidad que hemos experimentado durante largo tiempo. Sin embargo, es mucha
la gente que se ha desperezado en los últimos meses y que junto a los que
siempre se han mantenido alerta han iniciado ese lento despertar. Pero el
retomar la conciencia nunca ha sido fácil y menos cuando para ello hay que
renunciar a un sistema de valores firmemente inculcado por años de lavado de
cerebro, perpetrado a través de un aparato propagandístico, en manos del Estado
y el Capital, fuertemente asentado en el sistema educativo y en una producción
cultural de masas totalmente desposeída de criticismo.
A pesar de todo, las personas despertamos y
empezamos a darnos cuenta de qué entiende el poder por Bienestar y para quién
lo tiene reservado.
Toda esta oleada de gente despierta ha traído
nuevas estrategias de lucha y ha retomado formas de organización que habían
quedado relegadas por los “movimientos contestatarios oficiales”. Es
precisamente una de estas estrategias la que ha provocado el desconcierto en el
poder: el uso de la no violencia como arma de protesta.
El Estado, siempre atento a cualquier tipo de
contestación, desde tiempo inmemoriales ha preferido la oposición violenta que
justificaba por sí sola la dura represión a ojos de un pueblo adormecido y temeroso
que aplaudía, sin dudar, las acciones represivas contra aquellos que eran
expuestos como enemigos del Estado (por tanto, en la lógica y lenguaje del
poder, enemigos de la paz).
La resistencia pacífica ha significado un
tremendo problema para el poder, quien ha tardado largos meses en responder a
este desafío lanzado por el pueblo consciente de que ésta es la vía más
legítima de lucha y teniendo claro que la violencia es el verdadero monopolio
del Estado.
El miedo a la verdad, el miedo al resurgir de la
conciencia que tiene el poder es directamente proporcional a la respuesta dada
frente a la toma de la calle.
La dictadura capitalista ha decidido quitarse las
pocas vendas que todavía le tapaban la cara y ha dado un paso al frente para
dejar bien claro cuáles son las prioridades por las que trabaja. Frente a un
pueblo que reclama de forma no violenta recuperar las riendas de su destino
esta es su repuesta:
- Afirmar que los gastos esenciales para el
Estado son el militar, el represivo-policial y el penitenciario. No hay
recortes para estas partidas. Qué diferencia con aquello que la inmensa mayoría
de las personas estimamos como fundamental: sanidad, educación, vivienda,
servicios sociales... Por poner sólo un ejemplo, han iniciado el desmantelamiento
del sistema de salud público porque consideran insostenible la supuesta deuda
de 15 mil millones de euros que mantiene. Sin embargo, el Ministerio de la Guerra (de defensa) tiene
una deuda superior a los 32 mil millones de euros y aquí no se desmantela nada.
Es más, se sigue invirtiendo en máquinas de guerra como la fragata F-105 (con un coste que ronda ya los mil millones
de euros y subiendo) que será entregada este verano al ejército español.
También se sigue invirtiendo en armamento anti-personas para la policía y en el descomunal negocio de las macro cárceles como ya veníamos diciendo con
anterioridad.
- Criminalizar a toda persona que decida dar la
cara y ponerse al frente de cualquier movilización. La excusa oficial dice que
convocar actos violentos (incluso vía internet) se tipifica como un delito y
puede acarrear penas de dos años de cárcel, el conocimiento real de la
situación dice que cualquier acto convocado puede convertirse en violento por
obra y gracia de los cuerpos represivos del Estado (sólo hay que recordar la
cantidad de veces que hemos visto policías infiltrados provocando la violencia
por doquier, o policías de uniforme haciendo lo mismo).
- Equipar resistencia pacífica con terrorismo.
Dejando, de esta manera, a la gente sin capacidad de maniobra para reclamar
todo aquello que les ha sido expoliado por parte del poder. Tiran el señuelo
para que todos aquellos que quieran protestar opten por la violencia ya que
sale igual de cara (penalmente al menos) que la resistencia pacífica y la
desobediencia civil y así tienen la excusa perfecta para instalar
definitivamente al ejército y la policía en la calle.
- Facilitar la
información policial a empresas privadas. A partir de ahora cualquier
empresa privada de seguridad (todas, hasta las dirigidas por declarados
fascistas) tendrán acceso a nuestros datos personales facilitados por la
policía (según ellos por nuestra seguridad, según nosotros para nuestro control
y sometimiento). Esto implica, como mínimo, un par de cosas bastante graves.
Uno, cualquier empresa privada de seguridad dispondrá de datos hasta ahora
personales e intransferibles pudiendo de esta forma someter a vigilancia y
control extenuantes a cualquier persona que consideren su enemigo. Imaginaos
que puede hacer, por ejemplo, Levantina de seguridad (dirigida por José Luís
Roberto presidente del partido fascista España 2000) con datos personales a su
disposición de cualquier persona. Dos, grupos empresariales como Eulen tienen
empresas en diversos sectores (incluido la seguridad privada) con toda esa
información disponible las selecciones para puestos de trabajo pueden
convertirse en auténticas cazas de brujas.
- Infundir el miedo a través de la delación. El poder tiene
claro que la unión de las personas es su peor enemigo y, por eso, emplea
estrategias como ésta para evitar esa unión. Recurren a la delación como
fórmula del éxito para desatar el odio entre iguales aprovechando la mezquina
educación que el sistema nos inculca. El próximo paso, quién sabe, será ofrecer
recompensas económicas.
La escalada hacia una sociedad totalmente controlada
bajo un régimen policial continúa su camino ascendente a toda velocidad, sin
embargo, es el deber de todas las personas concienciadas no dejarse amilanar
frente a estas agresiones y seguir en pie la lucha por aquello que consideramos
justo.
Nada de esto detendrá el proceso inexorable de
cambio que se ha iniciado. A cada nueva medida tomada por el poder, la gente
responderá con mayor lucha, puesto que todas estas medidas sólo sirven para
reafirmar la idea que hace mucho tiempo que fluye por las calles de todo el
mundo: lo llaman democracia y no lo es.
Fuente: Quebrantando el Silencio