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Voces por la abolición de las bases militares extranjeras

viernes, 15 de noviembre de 2013
Por Wilkie Delgado Correa
La Base Naval de Guantánamo tiene una historia triste e indignante para el pueblo cubano.

Cada año y en distintas partes del mundo se levantan miles de voces proclamando el derecho a una paz verdadera de los pueblos, cuyo desfrute pleno pasa por una definitiva eliminación de las bases militares extranjeras.

 Esta vez se alzarán las voces de un centenar de delegados en el III Seminario Internacional por la Paz y la Abolición de las Bases Militares Extranjeras, a celebrarse del 18 al 20 de noviembre en la provincia de Guantánamo, Cuba, territorio donde se asienta la ilegal Base Naval yanqui del mismo nombre, convertida, además, en cárcel –digo, infierno- para prisioneros de la política antiterrorista de los Estados Unidos.

 Han sido muchas las demandas de que se proceda al cierre de la cárcel en la ilegal Base de Guantánamo, por las condiciones en que se han mantenido y el tratamiento integral aplicado a las personas recluidas en dicha improvisada cárcel, donde han sido torturadas tanto física como mentalmente. También se ha pedido a Estados Unidos el cierre de sus prisiones secretas en el mundo.

 Por eso hoy surgen algunas preguntas que sirven para remarcar el carácter de esa instalación militar de Estados Unidos en Cuba: ¿Base Naval legítima o ilegal? ¿Cárcel de nuevo tipo para violar los derechos humanos y las normas carcelarias más elementales? ¿Prisión para desconocer tratados y leyes nacionales e internacionales? ¿Antro de terror para enjaular como bestias a reales o presuntos terroristas? ¿Campo de concentración y ensayo institucional para el imperial siglo XXI norteamericano? ¿Centro experimental de ignominia desde puntos de vista militar, jurídico, político, ético, médico, humano, y en otras esferas, para practicar el ostracismo, la tortura y la muerte de personas declaradas, con prueba o no, como enemigos? ¿Limbo jurídico internacional, donde el derecho penal civil y militar es letra muerta, donde el derecho humanitario es desconocido e inaplicable, donde los reos sospechosos deben abandonar toda esperanza a la protección, a la defensa, y, lo que es humanamente más importante, el derecho a la visita normal de sus familiares?

 ¿Cuántas preguntas generales y específicas caben hacerse a la luz de lo que ha acontecido allí desde la creación de esta cárcel, de lo que han sufrido personas de carne y hueso, de lo que han contado y denunciado personas inocentes liberadas, de los tratamientos, métodos y medidas punitivas aplicadas en forma personal o colectiva, de las consecuencias reversibles o irreversibles que ha tenido la prisión en tales condiciones en este sitio para quienes tuvieron las desgracia de vivir esas experiencias terribles y terroríficas?

 La Base Naval de Guantánamo tiene una historia triste e indignante para el pueblo cubano, y es reflejo de la perfidia y prepotencia de la política de Estados Unidos con respecto a Cuba.

 Esta Base Naval es un producto de la ilegítima Enmienda Platt, aprobada por el Congreso de Estados Unidos el 2 de marzo de 1901, e impuesta a la fuerza a los constituyentes cubanos, quienes la aprobaron con verdadera angustia en el alma el 12 de junio de 1901. Sancionaron con ello la más oprobiosa forma de dominación de una nación, apelando mentirosamente a los supuestos fines altruistas de la gran potencia sobre la garantía de la independencia del país que había peleado por ella durante más de treinta años y aspiraba legítimamente a conquistarla al fin sin cortapisas.

 Uno de los aspectos contenido en dicha Enmienda a la Constitución cubana especificaba: “A fin de que el gobierno de los Estados Unidos pueda mantener la independencia de Cuba y proteger a sus habitantes así como atender a las necesidades de su propia defensa, el gobierno de Cuba venderá o arrendará a los Estados Unidos tierras para el establecimientos de puertos proveedores de carbón de bases navales, tierras que determinarán de común acuerdo los dos gobiernos”.

 Lo realmente alcanzado por Estados Unidos con esta Enmienda quedó palmariamente recogido en carta fechada el 25 de octubre de 1901, por el General Leonardo Wood, gobernador norteamericano en Cuba:

 “Con el control que ejercemos sobre Cuba por medio de la Enmienda Platt , control éste que indudablemente pronto habrá de convertirse en posesión (…)”.

 “(…) Y la isla, bajo el ímpetu de una energía y un capital nuevos, no sólo se desarrolle, sino que se americanice gradualmente, y en su oportunidad lleguemos a contar con una de las más ricas y apetecibles posesiones del mundo”.

 Leonardo Wood también declaró “… la misión norteamericana en Cuba era edificar una república anglosajona, en un país latino” (…), “establecer en poco más de tres años, en una colonia militar latina, una república calcada exactamente de nuestra gran república”.
 Razón tenía Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria y Primer Presidente de la República de Cuba en Armas, cuando afirmó “… por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez estaré equivocado; pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosa para su nación (…); este es el secreto de su política.”
 De acuerdo con la Enmienda Platt impuesta en febrero de 1903, los presidentes de Cuba y Estados Unidos suscribieron el acto por el cual Cuba arrendó a los Estados Unidos: “Por el tiempo que las necesitasen y para el objeto de establecer en ellas carboneras navales, las extensiones de tierras y aguas ubicadas en Guantánamo (…).”

 Quedó conculcado, con esta firma, lo que hoy persiste después de más de un siglo: la presencia humillante e indignante de la Base Naval de Guantánamo a pesar de la denuncia del gobierno revolucionario y del pueblo de Cuba para terminar con la ocupación ilegítima de ese pedazo del territorio nacional y recuperar con ello la plena soberanía sobre todo el territorio nacional.

 La Base Naval de Guantánamo carece del valor militar estratégico que poseyó en el pasado, teniendo en cuenta el sistema de bases militares que Estados Unidos posee en todas partes del mundo. Al convertirla en cárcel y centro de concentración para torturas y asesinatos de seres humanos perteneciente a distintas nacionalidades, manteniéndolos en prisión a miles de kilómetros de sus países de orígenes y de los lugares donde fueron hechos prisioneros, al mantener a los prisioneros durante años sin un juicio ni la posibilidades de un juicio y trato justos según establece el derecho norteamericano, el derecho internacional y el derecho internacional humanitario, esta base naval se convierte en un antro, en una ergástula que concita la condena de toda la humanidad. Por estas razones, a la campaña internacional por el cierre de la cárcel oprobiosa en que la ha convertido el gobierno de los Estados Unidos, violando los fines del arrendamiento en territorio cubano, debe clamarse también por el cierre definitivo de la Base Naval y por su devolución al pueblo y gobierno cubanos, que desde 1959 ha venido exigiendo, con paciencia y firmeza la recuperación pacífica de este pedazo de tierra conculcado, hace ya más de un siglo. Esta reclamación fue uno de los contenidos de la exigencia de los llamados cinco puntos del gobierno revolucionario de Cuba durante la Crisis de octubre de 1962.

 Estados Unidos ha utilizado y permitido, en los años de revolución, el uso de la Base Naval de Guantánamo para agresiones diversas al país: han torturado y dado muerte a trabajadores cubanos; han dado muerte a soldados del ejército rebelde; soldados yanquis han incursionado en territorio fuera de la base y han sido detenidos en territorio cubano; han permitido violaciones del espacio aéreo cubano o agresiones diversas por aviones que han despegado de la Base Naval ; han elaborado planes de auto agresión; buques de guerra de la base han agredido a embarcaciones cubanas; han efectuados provocaciones diversas a las tropas guardafronteras cubanas; han permitido que contrarrevolucionarios cubanos tomen la Base Naval como sitio de salida para incursiones en el territorio nacional; han dado refugio a criminales fugitivos, han alentado y permitido el refugio en la base, durante la crisis de los balseros, a la emigración ilegal; han utilizado la base como campo de concentración de emigrados ilegales haitianos y cubanos.

 En los años reciente ha existido un clima de tranquilidad en los límites territoriales en la base. No obstante, la utilización de la Base Naval como cárcel de prisioneros capturados a miles de kilómetros de su tierra de origen; el confinamiento y traslado a esta base específica cuando Estados Unidos tiene decenas y decenas en otros sitios geográficos relativamente cercanos, incluyendo las existentes en su propio territorio; las arbitrarias e ilegales prácticas en contra de los detenidos, incluyendo el desamparo legal y la negativa a los recursos legales del sistema judicial norteamericano y del internacional, hace condenable la actitud del gobierno norteamericano y concita la repulsa de toda la comunidad internacional.

Jonathan M. Hansen, profesor de estudios sociales en Harvard, publicó el 11 de enero de 2012 en el The New York Times el artículo titulado “Devolver Guantánamo a Cuba”  (Give Guantanamo Back to Cuba) en el que planteaba: “En los 10 años transcurridos desde que el campo de detención de Guantánamo se abrió al debate angustioso de si se cierra la instalación o se mantiene de forma permanente, se ha ocultado un fracaso más profundo que se remonta a más de un siglo e implica a todos los estadounidenses, y tiene que ver con nuestra continua ocupación del propio territorio de Guantánamo. Ya es hora de devolver este enclave imperialista a Cuba”.

 “Si el presidente Obama reconoce esta historia y pone en marcha el proceso de devolución de Guantánamo a Cuba, podría comenzar a reparar los errores de los últimos 10 años que pesan sobre nosotros, por no hablar de cumplir con una promesa de campaña electoral. (Dada la intransigencia del Congreso, no hay mejor manera de cerrar el campo de detención que entregar ese territorio con la base naval incluida.) Rectificaría un agravio secular y sentaría las bases para nuevas relaciones con Cuba y con otros países en el hemisferio occidental y en todo el mundo. Por último, se enviaría un mensaje inequívoco de que la integridad, auto-control y transparencia no son una prueba de debilidad, sino los atributos indispensables de liderazgo en un mundo siempre cambiante.

 Seguramente no hay manera más apropiada de observar este sombrío aniversario de hoy, que defender los principios que Guantánamo socavó hace más de un siglo”.

 Cesen pues las cárceles en la Base Naval de Guantánamo. Cese la presencia de la Base Naval en territorio cubano y procédase a restituir a Cuba ese pedazo de tierra ilegítimamente usurpado hasta el día de hoy.

 Y elimínense todas las bases militares extranjeras. La abolición de las mismas hará más seguro al mundo y constituirá un premio y una garantía para la paz de los pueblos

El plattista idilio de Estado de SATS

martes, 29 de mayo de 2012
Jorge Ángel Hernández



Se le atribuye a Nicolás Guillén —el nuestro, bueno también sin exclusiones— la anécdota de haberse aparecido a un sitio que se presumía de rango acompañado por una prostituta. Ante la negativa de que entrase, por tratarse de una persona “de dudosa moral”, el poeta respondió: “Por el contrario, señor, ¡se trata de una prostituta!”. El lance revela, en una clave humorística aplastante, dónde se halla el verdadero conflicto “dudoso” ante la ética y la moral social. Y he recordado esa anécdota leyendo los descargos que Estado de SATS lanza sobre la posición de la Iglesia católica cubana luego de la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba.

Lo primero que se advierte es una reacción furibunda a lo que llaman nacionalismo, en nombre de la democracia y la “creciente sociedad civil”. Y se presenta un supuesto panorama equitativo en medio de una “puja entre el poder totalitario y las fuerzas democratizadoras”. 

La realidad es construida por la percepción del escribiente, para que así sea retransmitida por las verdaderas fuerzas de injerencia que tras la democratización camuflan sus acciones. Se cumple además, disciplinadamente, el patrón de negar méritos al proceso revolucionario cubano, desde su surgimiento hasta el momento actual, y el de proclamar inviable la dirección de la revolución por obsoleta. Los giros fraseológicos abundan en lugares comunes que marcan la esencia propagandística de lo que se sostiene como verdades absolutas. 

Tampoco reconocen, a partir de una “caprichosa impresión”, la legitimidad política de un sistema de gobierno refrendado por el 97,7 de la población en voto libre, directo y secreto. Ni le atribuyen ejercicio de soberanía a esa masa, desde luego. Se consideran a sí mismos los únicos soberanos del país. Se adjudican, también “caprichosamente”, las manifestaciones críticas de la sociedad cubana, —que, agrego por mi parte, se da sobre todo desde el arte, la literatura y ciertos foros de debate profesional, es decir, en un legítimo ejercicio de democratización revolucionaria—, como “espacios abiertos” que “evaden señalar a la cúpula gobernante como los principales causantes de la debacle nacional.”

Según Jardines y Rodiles, editorialistas de Estado de SATS, desde los foros eclesiásticos se ha lanzado el presupuesto de que “solo el Gobierno goza de legitimidad y poder para llevar a cabo un proceso de transformaciones y que, por consiguiente, todos debemos entregarles un cheque en blanco”. He ahí un foco de escozor, de intolerancia política que, por supuesto, no va a admitir al otro desde ningún punto de vista. Y adviértase además la expresión desiderativa subliminal de entregar un cheque en blanco al presunto solucionador.

¿Dónde está “la creciente sociedad civil”, de acuerdo con los editorialistas de Estado de SATS? En quienes comparten su plattista visión acerca del cambio que debe asimilar la sociedad cubana. Por tanto, dentro del escuálido porciento que no refrendó la constitución. La masa de votantes no constituye, para ellos, sociedad civil, por cuanto no cumplen con el requisito imprescindible, a saber: mantener el bloqueo; apoyar la condena, por espías, de los cinco; y entregar el “cheque en blanco” a un sistema de Partidos políticos que ceda la plaza al electoralismo local, el injerencismo y la dominación económica. Para ellos, el cese del bloqueo debe venir porque se instaura el principio de la dominación y se hipoteca la soberanía bajo el patrón de lo que se considera, desde el pensamiento liberal, la democracia

Ese es el futuro perfecto que un grupo de personajes, tan reducido que ni siquiera cuenta como minoría, pretenden legitimar en carácter de oposición.

Pero, según Rodiles y Jardines, el derrocamiento del sistema conduciría a un idilio de reconocimiento internacional, de inversión extranjera y cubanoamericana, de cese de persecuciones de disidentes y, más no faltaba, por fin al cese del bloqueo y el advenimiento de “la verdadera reconciliación entre cubanos de fuera y de dentro” de la Isla. Todo un programa de promesas electorales cuyas insólitas bases fuesen risibles si no se tratara de un comendo de infantería de un proyecto mayor imperialista que no ha dejado de erogar millonarios presupuestos aún en medio de la mayor crisis económica de su historia. No se considera apoyo internacional la abrumadora votación anual de Naciones Unidas en contra del bloqueo, ni se estiman como relaciones comerciales las de las compañías, en nada sospechosas de propugnar el socialismo, que aun así las leyes norteamericanas someten a millonarias multas por comerciar productos con Cuba. Desde luego que no; pues estas se dan desde un poder al que no reconocen los activos radicales del idilio plattista.

No es de extrañar, por tanto, que la Iglesia católica, y sus pensadores más activos, hayan comprendido la naturaleza de sus acciones y, sobre todo, sus pretensiones de usar a la institución religiosa como bastión de la injerencia política. De ahí que los haya convocado a asumir una agenda de mayor independencia, cambios sustanciales y posturas menos excluyentes. O sea, que la Iglesia católica no se comporta como un actor reproductivo de la política revolucionaria, sino, en la esfera política, como socio que reconoce la legitimidad de las fuerzas del poder y su apoyo popular y, acaso, lo errado de su hostilidad pasada. Tampoco es de extrañar, entonces, que la Iglesia reciba el anatema y se le llame, por parte de estos excluyentes “actores políticos” a emprender la retirada justo en el momento en que consigue un verdadero salto.

La participación en el diálogo de intelectuales, empresarios y diversos actores de la sociedad cubana de la diáspora, se debe, nada menos, siempre según estos airados analistas, que al efecto del “hechizo” del “elixir castrista”. Todo un despliegue de análisis, ¿verdad? O acaso, y en rigor, un coletazo de agonía ante el hecho irreversible de que su soledad se hace visible, pierden la buscada complicidad de actores dispuestos a ser eje de manipulación injerencista y se revela la para nada dudosa moral de ese plattismo, intolerable para el más simple de los imaginarios cubanos, que proyectos como el de Estado de SATS pretenden propugnar.

Confronte además:


Foto: Antonio G Rodiles, creador visible de Estado de SATS, espera la verificación de la lista para ingresar a una dependencia de la SINA, en un cónclave plattista de cínico injerencismo político y soberano. Foto: blog cambiosencuba

Fuente: Blog Ogunguerrero
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