Por Rosa C. Báez
Hoy participé en un pequeño pero memorable acto… en el simbólico Parque Central de esta Capital se reunían, casi despuntando el sol, Historiadores, Combatientes de nuestras gestas libertarias, jóvenes, adolescentes, niños, junto a mujeres y hombres solidarios de muchos países y algunos turistas que miraban asombrados a los que allí nos encontrábamos reunidos.
Un homenaje floral a los pies de la estatua del Apóstol, de manos de jóvenes estudiantes que llegaban a los pies de Maestro escoltados por dos Combatientes, dio inicio al patriótico acto, que continuaba con un poema que todos, en voz baja, repetíamos:
“[…] El que la estrella sin temor se ciñe,
Como que crea, ¡crece!
Como que crea, ¡crece!
¡Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo;
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón; cuando a los vientos
De Norte y Sur vertió su voz sagrada,
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra” m[…].
De su copa el licor vació ya el vivo;
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón; cuando a los vientos
De Norte y Sur vertió su voz sagrada,
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra” m[…].