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La derecha vuelve al gobierno en Argentina

martes, 24 de noviembre de 2015
Por Emir Sader

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Esta vez las encuestas no se han equivocado, ganó la derecha y vuelve a gobernar Argentina, después de 12 años de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner.

Es la primera vez, desde 1998, cuando Hugo Chávez se eligió presidente de Venezuela, que un gobierno progresista de América Latina es derrotado y se interrumpe la construcción de alternativa al neoliberalismo. En elecciones anteriores, como las de Venezuela y de Brasil, los triunfos se dieron por márgenes estrechos, pero en Argentina las tendencias indicaban la probable victoria del candidato de Cristina Kirchner.

Una derrota de esas dimensiones no se debe a un solo factor, tiene que ser resultado de problemas en la gestión del gobierno nacional y de la provincia, de debilidades del candidato escogido, de errores en la campaña electoral, de éxitos en la sistemática campaña de los medios de información en contra del gobierno y del buen desempeño del candidato opositor.

El gobierno de Cristina llegaba a su final con alto nivel de apoyo y, a la vez, alto nivel de rechazo, por el propio estilo de enfrentamiento adoptado por ella, que permitió una gran movilización de la militancia kirchnerista pero, a la vez, provocó altos índices de rechazo en los sectores opositores. El gobierno contaba con significativos avances sociales, sobretodo en comparación con el más grande retroceso social que el país había vivido, en la crisis del 2001/2002. La propia oposición tuvo que reconocerlos, al punto que sus candidatos se han comprometido a mantener los principales programas sociales del gobierno

La reelección de Cristina, en 2011, con el 54% de los votos contra el 22% del principal candidato opositor, consagraba los avances conquistados y el estilo del gobierno. Sin embargo, en los últimos años, esos avances fueron cuestionados especialmente por los efectos de la inflación – del 25% al año – sobre el salario de los trabajadores. Al mismo tiempo el control del cambio producía descontentos en sectores de la población, multiplicados por las campañas negativas de los medios de información. La ruptura del gobierno con la principal central sindical dificultó aún más la política de control de los daños de la inflación.

La definición del candidato del gobierno no desembocó en una buena alternativa. No había un candidato preferido por Cristina, al mismo tiempo que el único que se situaba bien en las encuestas – Daniel Scioli – había tenido roces con el gobierno, y no sería el escogido por Cristina, en caso de que ella tuviera alternativas.

Cristina optó así por Scioli, confiando en su favoritismo en las encuestas, ella, por otro lado, definió su candidato a la Vicepresidencia, y contaba con obtener una consistente bancada parlamentaria y el probable gobernador de la provincia de Buenos Aires, como presencia política del kirchnerismo.

En la campaña Scioli se ha revelado un mal candidato y, al mismo tiempo, los resultados electorales en la provincia de Buenos Aires, han revelado que el suyo no fue un buen gobierno. Esto, combinado con la definición de un candidato con mucho rechazo para sucederlo, llevó a la pérdida de la dirección de la provincia, principal bastión del peronismo.

El gobierno contaba también con las dificultades de la oposición. Esta vez el principal adversario no era el radicalismo, pero se dividía entre un disidente del gobierno – Sergio Massa – y un opositor frontal – Mauricio Macri. Massa aparecía como el candidato más peligroso para el gobierno, porque podría contar con los votos peronistas y antiperonistas. En ese sentido, Macri aparecía como un candidato teóricamente con menor competitividad, por ser frontalmente antiperonista.

La más grande sorpresa electoral, que ha cambiado el escenario político, fue el resultado de la primera vuelta, cuando las encuestas daban el triunfo directo de Scioli o una ventaja holgada, que lo haría llegar a la segunda vuelta como el franco favorito.

La mayor sorpresa electoral, que cambió el cuadro político, fue el resultado de la primera ronda electoral, cuando se esperaba – según las encuestas – el triunfo directo de Scioli. La diferencia de menos del 3%, con una suma significativa de votos de los candidatos opositores, aliada a la sorprendente derrota del kirchnetismo en la provincia de Buenos Aires por una joven candidata vinculada a Macri, proyectaron el favoritismo de la oposición para la segunda vuelta.

Macri posicionó, en aquel momento, la imagen de que la mayoría de los argentinos – 64% - habría votado por el cambio, mientras Scioli representaba la continuidad del kirchnerismo. Ese escenario no cambió a lo largo de la campaña de la segunda vuelta, aun con Scioli intentando distanciarse del gobierno y con Cristina apareciendo menos. En el resultado final, Macri conquistó 20 puntos más en la segunda vuelta, mientras que Scioli logró tener 8 puntos más. Macri conquistó el 70% de los votos nuevos, mientras Scioli el 30%.

El resultado representa un cambio radical en la política argentina, por más que Macri haya moderado sus posiciones respecto a las privatizaciones y a la política social del gobierno de Cristina. Su principal medida inmediata, anunciada por el equipo económico neoliberal definido por él, será la devaluación del peso, para buscar cerrar la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, con su liberalización, con todas las consecuencias de esa medida con respecto a los salarios, los precios y el empleo.

Macri cuenta con la división del movimiento sindical y con la adhesión del principal dirigente de la principal central a su campaña. Pero esta es una variable todavía abierta y depende de cómo el sindicalismo va a reaccionar a los duros efectos de la liberalización del cambio sobre las condiciones de vida de los trabajadores.

Argentina, con Macri, da un nuevo viraje a la derecha, similar al que dio Carlos Menem, hace dos décadas y media, cuyo contrapunto vino desde dentro del mismo peronismo, con el gobierno de los Kirchner.

Llega la hora de la temida restauración conservadora, que tiene su hora y su desafío. Van a querer borrar de la memoria de los argentinos y de la sociedad argentina todos los avances del rescate realizado por los gobiernos de los últimos 12 años de la peor crisis de la historia del país, resultado justamente del modelo neoliberal que Macri quiere de vuelta a la Argentina.

Serán años turbulentos los que vienen frente a la más gran estabilidad política y apoyo popular que la Argentina ya ha vivido.

- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

URL de este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/173755


* Artículos relacionados:
- Gana Macri: Argentina cambia de rumbo (Álvaro Cuadra)
- Macri, la derecha del siglo XXI en Argentina (Alfredo Serrano Mancilla)
- Señales de alerta en el camino al "cambio" en Argentina (Mark Weisbrot)
- Golpe contra la América Latina progresista (Sergio Ferrari)

¿Por qué es importante ganarle a Macri?

domingo, 24 de julio de 2011
Me llegó por correo electrónico.  Desde Buenos Aires, claro. No sé quién es su autor, no sé siquiera si el texto está  completo. Pero me ha parecido que vale la pena difundirlo… Quién sabe si, después de leerlo, algún indeciso entienda:
¿Por qué es importante ganarle a Macri?

El otro día en los raros momentos que veo televisión, escuché que de todos modos el resultado de la primera vuelta era auspicioso porque había crecido el voto a Filmus en la Capital respecto de la elección anterior.

Me preguntaba indignado: ¿nos vamos a conformar con ese premio consuelo? Creo que las  “victorias morales” son  un consuelo de tontos. O se gana o se pierde: las cosas por su nombre.

Me preguntaba qué confluencia de causas podría haber llegado a un resultado tan insólito: que un servidor de los sectores más ricos y discriminadores pudiera ser votado hasta en comunas de gente pobre y trabajadora. No soy sociólogo para dar una respuesta científica, tal vez ni siquiera exista una... Pienso en algunas que paso a comentar.

Gran parte de la población está recluida sobre sí misma, y sólo interesada en sus asuntos personales. Se aferran a sus posesiones aunque sean modestas, y pretenden desesperadamente diferenciarse de los excluidos. Sí, de esos seres peligrosos, marginales y “delincuentes” (sic.) a los que todos los días aluden las campañas por más “seguridad”. Excluidos para los para los que se pide bajar la edad de la inimputabilidad y más cárceles...  en lugar de escuelas y trabajo. ¡Qué temor el de estar un día del otro lado de la línea divisoria!, y cuánto deseo de asegurarse estar entre la parte “sana y principal” de la sociedad, como se decía en los antiguos textos coloniales. Por ello, identificarse, estar en el bando de los ricos pareciera ser una profilaxis de la miseria, aunque sea una ilusión... Abroquelarse, uniformizarse, asegurando el lugar en la colmena, parece ser el modo de sobrevivir, protegido por el orden. El pensamiento creador, la crítica, la inteligencia se viven como una amenaza: son detestables porque no se tienen y finalmente la fuerza de la mediocridad envidiosa los aplasta.

Creo que una  causa en el voto a Macri es la desesperanza, la resignación a lo que parece una realidad ya irreversible: la creencia de que no puede, nunca podrá haber una sociedad con valores solidarios, con justicia, con dignidad. Cada uno percibe que está sólo,  con su familia (y a veces sin ella). Y de esa percepción individualista y desesperanzada nacen el egoísmo y la mezquindad, la  desconfianza y la  hostilidad. Así podemos escuchar a diario a quienes despotrican porque en los hospitales de capital se atienden personas que se domicilian en el conurbano, y ¡hasta proponen que deje de atendérselos! Otros claman porque en los hospitales se atienden bolivianos, peruanos y otros extranjeros, “quitándoles” el lugar a los argentinos. Pobres contra pobres. Se nos ha hecho tan familiar el “paisaje” de las personas en situación de calle, se nos ha encallecido tanto  la conciencia, que ya ni siquiera miramos para otro lado de vergüenza. ¡Ni hablar de indignarnos por la vida sub humana a que condena esta sociedad a nuestros semejantes!

Tal vez millones de personas anhelan en lo profundo de su espíritu otro tipo de vida social, impregnada de valores humanos, sólo que no lo creen posible ni realizable. Y no creen que programa ni político alguno va a conducirlos a ese cambio. Por eso, se vota al que  encarna mejor los antivalores del  egoísmo, la mezquindad y la exclusión. Claro que muchos no votan así por desesperanza, sino por  asumir firmemente los “principios” de la codicia,  desigualdad,  discriminación, indiferencia... cuando no crueldad activa.

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