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Fidel no termina en Fidel

martes, 13 de agosto de 2013
Por Enrique Ubieta Gómez

Hoy cumple 87 años Fidel. Todos los cubanos, los que lo siguen y aman, los que lo odian, no importa a qué generación pertenezcan, son sus hijos. Tal fue la magnitud de su influjo. Aquellos barbudos que entraron sobre camiones y tanquetas artesanales a la capital, hace casi 55 años, quebraron la línea de la historia: un antes, un después. Nada, nadie siguió siendo el mismo. Mi padre volvió a nacer, y sus hijos fuimos un proyecto diferente al imaginado. Los sueños se transformaron en metas alcanzadas y por alcanzar, en proyectos compartidos. Fuimos más realistas: aprendimos a sobrepasar los abismos, las tempestades, los imposibles.

Fidel fue el Martí de nuestra época. La trinchera se corrió en Nuestra América hasta las 90 millas, como había querido Martí. Desde aquel enero de 1959, y especialmente, desde Girón, los latinoamericanos supieron que la victoria era posible. El internacionalismo dejó de ser un acto de militantes “locos”, o un gesto de las naciones “mayores” hacia las “menores”, para encarnar como un deber de pueblos, un compartirlo todo –no lo que sobraba, sino lo que apenas alcanzaba–, hasta la sangre.

Fidel era omnipresente, un día pasaba por la escuela nueva, por el recién inaugurado laboratorio, discutía los planes de la zafra azucarera, conversaba con Silvio y Pablo, trazaba sobre un mapa las tácticas guerrilleras de los sandinistas o el avance de las tropas en Angola, o más recientemente, planeaba junto a Chávez la cantidad de personas a las que devolvería la visión, la de los ojos y las del alma.
Aparecía de visita en la casa de su amigo García Márquez a las tres de la mañana, improvisaba un discurso de pie durante siete u ocho horas, sin tener que ir al baño, y todavía después conversaba un rato con los periodistas que se atrevían a desafiar su resistencia. Fidel nunca fue Castro, como quería el enemigo, porque siempre fue pueblo. Cortó caña, caminó con la gente en las marchas, y estuvo allí donde había que estar a la hora cero, en el Moncada, en Girón, en la Crisis de octubre, bajo la lluvia y el viento de los huracanes más feroces y en las provocaciones del enemigo. No lo siguieron porque indicó a dónde ir, sino porque fue.

Amaba los desafíos –los más grandes parecían más hermosos–, y los resolvía con jugadas maestras, como un Capablanca de la política. En un mundo dominado por el imperialismo, fue el guerrillero de las ideas y de los actos, de las ideas convertidas en actos. ¿Se equivocó? No se equivocan los que no se atreven a construir caminos propios. Pero estuvo en la primera fila de las victorias, y de las derrotas. Si hoy buscamos otros senderos, no es porque el suyo estuviese equivocado. Cambiaron las condiciones, el mundo se hizo otro, y también cambiaron las tácticas.

Pero Fidel no termina en Fidel. Tengo en mi casa el bello cartel de Ares, “Cuba post Castro”, con su imagen repetida hasta el infinito, multiplicada. Fidel nos acompaña, nos sirve de atalaya, de inspiración; pero a Fidel regresaremos los cubanos, porque muchas de sus ideas quedaron inconclusas, esperan ser cumplidas en un futuro al que la Humanidad llegará, si no se autodestruye antes.

Fidel cumple hoy 87 años de su breve –la vida siempre es breve cuando se vive para hacer–, e intenso paso por la vida. Pero apenas comienza a vivir en la historia.


Tomado de su Blog La Isla Desconocida

Que los americanos no pueden con él…

Por Rosa C. Báez

 
Me recuerdo niña, coreando el estribillo, en “corretajes” con los amiguitos del barrio… me recuerdo también con aquellos “faroles” que mi padre nos hacía a todos, tomando los pomos de conserva  que mami atesoraba, y llenándolos de cocuyos, sintiéndonos brigadistas… me recuerdo ayudando a enseñar a los que no sabían leer y escribir por los contornos… pero mucho antes, recuerdo la gritería un 1º de enero que me hizo llenarme de aquel nombre: Fidel…

 Recuerdo los ómnibus saliendo de mi barrio, no sé con rumbo cuál, para pedirle que no dejara sus cargos porque ¿qué revolución tendríamos sin él?

 Recuerdo la tarde en que una gritería enorme, con decenas de muchachos corriendo detrás de un jeep, me dejaría con rabieta porque no me dejaron correr también detrás, en aquel jeep verde olivo donde todos decían “ahí va Fidel”.

 Recuerdo verlo pasar delante de mí, en una caravana de autos, llegando a la Plaza; también mi emoción desenfrenada en la Ciudad Deportiva, al verlo instalarse en un palco contiguo, mientras con sus manos y su sonrisa pedía cordura, para que continuara el partido de básquet…

 Recuerdo su voz en los altavoces, en mi beca de Ciudad Libertad, dándonos el triste anuncio de la muerte del Che, o mi abrazo sollozante a mis compañeras cuando junto a la madriguera del yanqui anunciaba, “los 10 millones no van”…

 Luego lo recuerdo cuando en la Biblioteca Nacional, por primera vez después de sus “Palabras a los Intelectuales” asistió a la presentación de un libro de Gerardo, el de Los Cinco… recuerdo el orgullo y la emoción de que fuera mi área de trabajo la escogida para servir como puesto de mando… recuerdo verlo, allá delante, a unas filas de distancia…

 Recuerdo la eterna ansia de poder estrechar su mano, recuerdo la alegría de haber sido la portadora de la feliz noticia a los 4 vientos: “Yayabo está en la calle”…

 Pero sobre todo, recuerdo el orgullo infinito de poder responder Sí en Argentina cuando mis interlocutores me preguntaban, a cada paso, si era de “la Cuba de Fidel”.

 Así estás, Fidel de Cuba, en cada uno de mis tiempos. Así estás, Comandante infinito, en cada obra, en cada idea, en cada avance de esta Cuba que es tan tuya como nuestra… en cada hombre que ha estado en tu presencia, como aquél que en otras tierras, conserva intacto en su corazón el día que gritaba en aquella carrera que tú estabas acompañando desde la tribuna presidencial…

 Así estás, hoy en tu 87 cumpleaños, venciendo las tormentas, los infundios, las mentiras: siendo ejemplo para cada revolucionario del mundo, siendo todavía y siempre, aquel de mi coro infantil:

 “Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él”
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