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UN AÑO DE 15M

jueves, 24 de mayo de 2012
Ha transcurrido un año ya desde que empezara el denominado Movimiento 15M o de las Indignadas. Sé que se ha escrito muchísimo al respecto pero como ha sido un periodo de tiempo muy intenso en lo personal, no quiero dejar pasar la oportunidad de hacer una valoración desde mi propia experiencia.
Vaya por delante que jamás me había visto involucrado en un acontecimiento tan masivo en el que el ánimo imperante era el de una “revolución ética y social” (lo pongo entre comillas porque con el paso del tiempo he ido descubriendo que eso era el sentir de muchas de las compañeras, pero pronto se vio relegado por la urgencia y el discurso economicista de una parte de las personas que ha acabado por convertirse en el discurso dominante en la mayoría de las Asambleas).
Sin lugar a dudas y a pesar de la gran cantidad de críticas que ha recibido el 15M, tanto desde la derecha como de la izquierda (la que dice ser la verdadera) debo mencionar varios aspectos muy positivos que son con los que personalmente me quedo:
- La recuperación de las plazas como espacio público de verdad. Se ha traslado el debate y la formación política a la calle devolviéndole su condición de ágora popular. La naturaleza del 15M como espacio de encuentro ha permitido iniciar el camino de la superación de la atomización de la sociedad y fortalecer el aspecto más social de las personas. Asimismo, ha atraído al compromiso político a muchas personas que anteriormente vivían totalmente ajenas a esa esfera fundamental de la esencia humana.
- La adopción de la asamblea como forma de organización popular. Soy consciente que la mayoría de las asambleas que se han producido en las diferentes plazas distan mucho del ideal asambleario fundamentado en la reflexión e implicación personal y en la confianza y el apoyo entre sus miembros. Sin embargo, el sólo hecho de hacer propio este mecanismo como el más justo para la expresión política tiene un valor por sí mismo. Hemos reconocido que todas las voces son importantes y que la única representación verdadera es la de uno mismo.
- El contacto personal con muchas personas partidarias de una verdadera revolución ética que ha permitido compartir conocimientos e informaciones que, sin duda, me ayudan en mi autoformación del conocimiento. Estos contactos dan una nueva dimensión al lado social de las personas y han dado lugar a fantásticas conversaciones y acciones que me han ayudado a crecer como persona.
Como en toda valoración, hay una parte menos positiva del asunto. En este caso es más una idea global, poco definida pero que se sustenta en la falta de compromiso ético y personal por parte de muchas personas.
Esto no va de juzgar a nadie, puesto que cada una conoce sus circunstancias mejor que nadie, pero algo que me ha desanimado bastante a lo largo de este año ha sido el constante goteo de gente que abandonaba las plazas, quiero pensar que por motivos múltiples, pero que, al fin y al cabo, decidían dejar ese camino tan ilusionante que se iniciaba hace un año.
No puedo quejarme, era de esperar. Salvo honrosas excepciones que decidieron dejar las plazas para continuar la lucha desde sus anteriores posiciones en multitud de colectivos (la mayoría ante la pérdida de ilusión tras las primeras deserciones. Otros, los menos, tras comprobar que nada podían sacar en beneficio de sus luchas particulares) la mayoría de gente se desinfló al comprobar que nada había cambiado tras un par de meses de intensa actividad. Vivir en la sociedad de la inmediatez tiene estos inconvenientes, estamos tan acostumbrados a tenerlo todo rápidamente y casi sin esfuerzo que el menor inconveniente nos tira para atrás. La ingenuidad de los que pensaban cambiar el mundo en dos días dejó las plazas medio vacías, sin embargo, la gente consciente ha comprendido que esto es una carrera de fondo y ha sabido mantener y agrandar el trabajo realizado desde las Asambleas.
Otra cuestión a destacar ha sido el desmesurado activismo que ha acabado por quemar a mucha gente y ha diluido las fuerzas en un sin fin de proyectos “alternativos”.
Finalmente, quiero acabar dando mi opinión sobre el futuro más inmediato de lo que me gustaría fuera el 15M.
La principal tarea que debe ocuparnos es continuar con la autoformación y expansión del conocimiento crítico y del ser político. Sólo con personas conscientes y críticas con el sistema vigente será posible iniciar el verdadero camino hacia esa ansiada revolución ética. Por supuesto, no hay que dejar de lado el aspecto reivindicativo pero no debe recaer únicamente sobre el 15M el peso de la iniciativa puesto que para ello ya existen sindicatos, y colectivos que llevan años realizando esa labor. Sin embargo, no debe olvidar la denuncia original que salió de las gargantas de millones de personas: vivimos bajo un sistema partitocrático que debe ser combatido en todas sus formas porque es el único camino para derribar el sistema capitalista que nos ha llevado hasta aquí.
 

CONCIENCIA CRÍTICA

miércoles, 11 de abril de 2012
Vivimos en tiempos en los que todo el mundo cree poseer la verdad absoluta y todas las respuestas; cuando lo cierto es que apenas somos capaces de vislumbrar el nivel de manipulación a la que somos sometidos por parte de todos los medios al alcance del sistema.
En momentos como el actual, la construcción de una conciencia crítica es la labor fundamental y un paso imprescindible para poder auto edificarnos como personas capaces de emprender un verdadero proceso revolucionario.
Ese desarrollo de la conciencia crítica personal y de su evolución y organización en lo colectivo es el objetivo fundamental que debemos alcanzar en las presentes circunstancias.
Éste debe ser el camino que nos lleve a hacer realidad uno de los lemas más repetidos alrededor de todo el planeta: “el pueblo unido jamás será vencido”.
Debemos empezar a construir los cimientos de esa unión desde el trabajo personal y convivencial, necesitamos relaciones humanas fundamentadas en el amor y el mutuo servicio, que maximicen las actividades de cooperación y las relaciones directas entre los seres humanos sin dinero (o con uso mínimo de él). Es a partir de estas premisas, desde donde podemos iniciar esa unión que nos hará invencibles.
Estamos inmersos en un mundo que nos ha diseñado para la desconfianza y el egoísmo y si no somos capaces de empezar esa carrera de fondo que supone el auto construirnos fuera de la lógica que impera en el modelo capitalista, difícilmente podemos esperar ningún cambio verdaderamente revolucionario, a lo sumo conseguiremos “pequeñas victorias” en luchas aisladas que, en el mejor de los casos, nos dejaran la conciencia tranquila durante una temporada.
La verdadera meta de cualquier proceso revolucionario es, o por lo menos debería ser, la libertad en su sentido más amplio (de conciencia, política y civil). Por tanto, es imprescindible que la unión del pueblo se haga con absoluta libertad, es decir, al margen de relaciones de poder y jerarquías.
Para ello, todo el mundo debe dar un paso al frente y reconocer que no existe la verdad absoluta en ninguna ideología y que la solución no va a venir de la mano de ningún pensamiento político preestablecido, hay que ser conscientes de que es imprescindible la superación de los dogmas ideológicos.
Ni las “ideologías clásicas” (anarquismo, comunismo, socialismo,…) con todas sus variantes, ni las luchas más o menos recientes como el antidesarrollismo, por el decrecimiento,… tienen la solución a los terribles problemas que afrontamos los seres humanos.
El camino sería (desde luego en mi opinión) que todas las personas que aborrecen la falta de libertad y la dictadura (tenga ésta la forma que tenga) y aboguen por una verdadera democracia se unieran y cooperaran en base a esa conciencia crítica y transformadora de la que hablábamos teniendo claro que no es necesario adscribirse a ninguna corriente ideológica para luchar por la libertad. Las formas de cooperación surgirían de manera natural al partir de una base tan fundamental como difícil de asumir en los tiempos que corren: no hay justificación para la desigualdad y, por tanto, todas debemos ser partícipes de manera activa en la toma de decisiones y en su ejecución.
Esto supone algunas cuestiones que debemos tener presentes:
-        Los movimientos anarquistas deben flexibilizar sus posiciones de manera que sea posible el trabajo común y desinteresado con el mayor número de personas. No se trata de renunciar a nada, simplemente de ir a la esencia de las cosas y reflexionar acerca de la posibilidad de universalizar la lucha por la libertad. En muchísimas ocasiones, el apego a los dogmas hacen imposible ver que diferentes movimientos luchan por los mismos objetivos.
-        La Vieja Izquierda debería de una vez por todas renunciar a la idea de la toma del poder para conseguir los cambios. Seamos sinceros, jamás la toma del poder trajo consigo una sociedad libre. En el mejor de los casos, contuvo al capital y propició una mejora en las condiciones de vida de muchos de sus ciudadanos. En una gran parte de los casos, instauró dictaduras capitalistas en nombre de los Estados. La lucha por la libertad es incompatible con las estructuras jerárquicas y los aparatos de partido y esto es algo a lo que las personas debemos estar dispuestas a renunciar para emprender el camino de la conciencia crítica.
-        Los movimientos sociales de nuevo cuño no pueden desdeñar la experiencia sin duda atesorada por aquellas personas que llevan décadas luchando por la justicia social (desde la óptica que sea) y deben aprovechar toda esa información para integrarla en sus postulados. Tampoco deben creer que son la panacea (posición habitual a la vista de los resultados obtenidos por los anteriores) puesto que, como hemos dicho, sólo tras la superación de personalismos y dogmas ideológicos empezaremos a construirnos como personas conscientes.
Es por todo esto que en la actualidad, la auto-organización horizontal para hacer avanzar el nivel y grado de conciencia es, en las actuales condiciones, la labor fundamental. Sólo con el trabajo desinteresado de todas las personas se puede iniciar el camino de una verdadera revolución social.
Porque no nos engañemos, todavía no estamos viviendo tiempos revolucionarios por mucho que los medios de desinformación y adoctrinamiento nos lo quieran vender así, y es en este tipo de situaciones no revolucionarias cuando la construcción del futuro sujeto histórico, por medio del desarrollo del factor consciente, es la principal y más importante de las tareas.
Una vez conseguido esto estaremos (o lo estarán futuras generaciones) en condiciones de iniciar un verdadero proceso revolucionario cuya meta no puede ni debe ser instaurar ningún otro orden político, social y económico; sino simplemente hacer real la libertad de conciencia, política y civil, por dos procedimientos: a) derribando lo que hay de liberticida en el sistema vigente y b) constituyendo garantías de toda índole para que la libertad pueda mantenerse en contra de sus enemigos. 
 
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