GARCÍA ORTIZ, ÁBALOS Y LA DIADA DE TV EN TV
Hace 5 días
Despierta Libertad, despierta de tu letargo en mí, despierta en la conciencia, en el corazón y en el espíritu de la humanidad. Demuestranos que siempre has estado en nosotros.
Poema XXXVI de Isla en el tacto (1965)
Desde los huesos y la sangre
que forman la entera sustancia de tu suelo,
desde esa profundidad de historia y sueño,
isla mía, desde tus cicatrices
y tu angustia; desde las entrañas
en carne viva del pueblo, desde su agonía,
emergieron estos hijos tuyos,
con barbas como raíces que hasta el rostro llegaron
ascendiendo en lenta, segura trayectoria
desde el tiempo y la pólvora,
trepando por las venas desde la tierra amarga
sacudida de cóleras;
subiendo ardientes y rebeldes
por el tejido verde de olivo y esperanza.
Delante, Fidel Castro,
el de las tempestades en el pecho,
con su carga de insomnios y relámpagos,
de gritos acumulados en la noche, recogidos
a lo largo de tu tiniebla, recogidos
a lo largo de tus lagrimas, patria:
gritos de terror y de hambre,
de lucha y herida y muerte y renacer.
Para llegar así de lejos,
de lo profundo y de lo alto
con el resplandor en las manos
de la estrella de fuego de la Revolución,
fue preciso asaltar la ciudadela de la noche
en una madrugada de disparos
y de pechos y vísceras desnudos,
de sangre y de cadáveres,
y después sentir que golpean los muros y las horas
y la oscuridad de los días secuestrados
y el látigo del odio en los jardines
y los rostros de la piedra
y que muerde el exilio
con dientes fríos y crueles.
También fue necesario
acudir hasta ti venciendo el cerco
de agua y de crimen, el cerco
de bruma y oleaje, la barrera insular
de vientos y ladridos y cuchillos
y de pronto la noche
y el rastro de la sangre y el sollozo
y el difícil camino recorrido
desde que la primera vena salto de amor a la justicia
y la primera voz encendió la protesta
y la lenta carrera de la luz, pero exacta
en su momento de decapitar la tiniebla,
y era sitio de nubes y montañas
y el cubano alzo su corazón y su brazo
a la altura mayor a que su tierra asciende.
Desde el Turquino, como en avalancha,
desde la Sierra Maestra, el color que se fija,
con la fiel imagen de la verdad combatiente
de las aguas del Cauto,
descendieron estos hijos tuyos, patria nuestra,
de barbas vegetales y voces resonantes
como clamores surgidos de tus propias raíces.
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