I
Cuba: la oportunidad y el reto de las relaciones con EE.UU.
Por Fernando M. García Bielsa*
Estas
breves consideraciones acerca de algunos de los significados de los
positivos anuncios del presidente Obama acerca de las relaciones con
Cuba las hacemos a la luz del momento político que viven los EE.UU.,
nuestra región y el mundo. Ni remotamente intentan desdecir respecto a
su gran importancia histórica y su probable impacto en las relaciones
interamericanas.
Partimos,
como es un consenso bastante generalizado, de que son una victoria de
Cuba, de la capacidad de resistencia de nuestro pueblo, y producto de
los cambios que han ocurrido en el mundo, sobre todo en América Latina,
donde, como reconoce en su declaración el propio presidente
estadounidense, es EE.UU. el que se ha ido quedando aislado.
Y
sin duda ha sido también una victoria de los principios, de la dignidad
y de su capacidad de resistencia el que nuestros Cinco héroes hayan
logrado la libertad, aunque después de 16 años de injusta prisión. Ambas
decisiones del presidente estadounidense fueron reconocidas y saludadas
por nuestro gobierno y nuestro pueblo.
Por
supuesto, esos han sido anuncios nada inocentes; muy bien pensados
desde la óptica de los intereses de EE.UU., desde una posición
pragmática si se quiere. Se supera una clara anomalía de 53 años debida a
la obstinación agresiva de los sucesivos gobiernos en Washington,
cuando dos países vecinos se disponen ahora a restablecer sus relaciones
diplomáticas y en muchos otros campos. Ello es claramente conveniente
para ambos países. Y ciertamente para Cuba en lo bilateral, en lo
doméstico, y tendrá también repercusiones favorables en nuestros tratos
con entidades de otros países.
Ahora
bien, que nadie se llame a engaño, son anuncios bien pensados desde una
óptica imperial y la nueva etapa es un reto para nuestro país y
nuestras instituciones. Y ha sido pensada con el concurso de entidades
estadounidenses y órganos de prensa donde predomina el pensamiento
neoconservador, además de la buena voluntad de gobiernos aliados también
de derecha. De modo que hay bastante para meditar y para posicionarnos.
Es un reto que aceptamos, como ha indicado Fidel en múltiples ocasiones: “Veremos si por esas vías pueden destruir la Revolución cubana, que es en definitiva el objetivo que se proponen”, dijo el 26 de julio del año 2000, en Santa Clara. Y agregó que “sin
ánimos de perturbar los dulces sueños de los que esto último piensan,
cumplo el cortés deber de advertirles que la Revolución cubana no podrá
ser destruida ni por la fuerza ni por la seducción”.
Recordemos, con Fidel, que “la
historia está igualmente de nuestro lado, porque el orden económico y
político injusto y globalizado impuesto al mundo es insostenible”
Siguiendo a Martí, nuestro Comandante en Jefe dijo que levantaremos “una gigantesca trinchera de sentimientos e ideas”.
Y
en ese empeño debemos estar ahora más que nunca, y ¡muy alertas! Del
imperio no debemos confiar ni un tantico, como nos señaló el Che.
Este
anuncio ocurre en un contexto donde no solo están los positivos cambios
en América Latina y en la opinión pública de EE.UU. respecto a Cuba,
sino también cuando “el imperialismo estadounidense y sus aliados de
la OTAN están tratando de crear todas las condiciones para transformar
las relaciones internacionales en un nuevo teatro de confrontaciones con
vistas a mantener el ya cuestionado sistema internacional unipolar y la
hegemonía neoliberal”, en palabras del analista argentino-canadiense Alberto Rabilotta.
¿Qué
debemos pensar de las palabras de Obama cuando señala que está dando
pasos para colocar “los intereses de los pueblos de ambos países en el
centro de nuestra política”?
Entre
otras cosas deberíamos esperar, y ver si finalmente han llegado a
entender, que nuestro pueblo nada tiene que ver con los grupúsculos
oportunistas que han estado financiando.
Suena bien Obama cuando dice que no intentaría crear al caos, y el Departamento de Estado cuando agrega que “no sirve a los intereses de los Estados Unidos, o del pueblo cubano, empujar a Cuba al colapso”. Dicen “haber
aprendido de una dura experiencia que es mejor alentar y apoyar la
reforma que imponer políticas que lleven a un país a devenir un estado
fallido”.
Es
realmente una declaración bastante distante de la política de bloqueo
–que sigue intacto y debe cesar– y de aquel documento yanqui de abril de
1960, de buscar la claudicación de nuestro pueblo “a través del hambre y la desesperación”.
Pero
cuánto hay de retórica y cuánto de real compromiso se verá realmente
cuando se suspendan los programas de financiamiento dirigidos a
erosionar nuestras instituciones y se respete nuestra soberanía.
Es válido que Obama trate, como anunció, que “los empresarios estadounidenses no queden en desventaja y que se incremente el comercio”, permitir operar a las instituciones financieras de su país, que “se le haga más fácil a los exportadores estadounidenses vender sus bienes a Cuba”, facilitar el flujo de información y que esté “autorizando el incremento de las conexiones de telecomunicaciones”.
Y
aún más, como resultado de estos pasos podremos tener mayores vínculos
familiares e intercambios entre los dos pueblos en el plano cultural,
científico y deportivo sin los obstáculos que han existido por las
políticas de EE.UU.
El
Presidente Obama también expresó que intenta promover valores a través
del “compromiso” (“engagement”), lo que tomado en el buen sentido
querría decir del dialogo, el compromiso, la interrelación. Y ese es un
camino de doble vía, donde nuestros valores también cuentan.
En el discurso citado Fidel Castro señalaba: “Con
ideas verdaderamente justas y una sólida cultura general y política,
nuestro pueblo puede igualmente defender su identidad y protegerse de
las seudoculturas que emanan de las sociedades de consumo
deshumanizadas, egoístas e irresponsables. En esa lid también podemos
vencer y venceremos”.
II
Una vez más sobre los retos y la agenda de todos
“Pensar es abrir surcos, levantar cimientos y dar el santo y seña de los corazones”
(José Martí, discurso en Hardman Hall, NY, 10 oct. 1890)
Aunque
no todos los cubanos tengamos una mirada abarcadora de sus muchas
aristas, sí conocemos por experiencia lo criminal del Bloqueo y hemos
palpado sus muy dañinas consecuencias. Es una experiencia que no debemos
olvidar.
Por
tanto lo que actualmente procede es avizorar por donde vienen ahora los
gringos y no desconocer que muchos en nuestro país puedan ahora
mistificar los beneficios o las bondades de la nueva relación de cierta
“convivencia civilizada” con Estados Unidos.
No
pretendemos describir un fenómeno tan complejo y de proporciones tan
vastas, de tantas implicaciones, ni tenemos una visión pesimista del
momento. Las influencias externas suelen operar al mismo tiempo como
peligros y como estímulo. Cierta gravitación e influjo del vecino
norteño siempre resulta inevitable pero es tarea de la Revolución
contrarrestar sus vertientes dañinas.
Y
es obvio que una de las tareas básicas es identificar nuestros puntos
flacos y jerarquizar el debate y la información fresca y oportuna sobre
todos los temas, a un pueblo culto y de aguda sensibilidad como el
nuestro.
Todavía
debemos luchar contra el formalismo y los “teques” que tanto enajenan y
tanto rechazo generan. Pero asimismo es necesario superar cierto
desarme ideológico que se ha extendido en muchos sectores en los últimos
años.
Debemos
combinar la realización de las tareas concretas, en primer lugar
ordenar y potenciar el desempeño de la economía, el ahorro, el aumento
de la productividad. Pero, asimismo, ahora más que nunca y ante los
nuevos retos, nadie con responsabilidades en el estado y en el Partido a
todos los niveles puede limitarse a una gestión empírica, mecánica, de
cortas miras.
Debemos
tener claro el rumbo, la visión estratégica, la proyección de nuestro
proyecto socialista, e interpretar los peligros que le acechan desde
afuera y desde dentro.
Esas
y muchas más carencias debemos superar ahora que se abre una etapa de
“convivencia”, pero de necesario pulseo a lo cortico con las influencias
y las “ayudas” que ya ha anunciado el presidente de EE.UU. como parte
de sus intenciones para que dejemos de ser lo que somos. Para que
dejemos de ser “necios” como Silvio, que queremos seguir fieles a la
esencia de lo vivido, de nuestra cultura e identidad.
Este
posicionamiento para los nuevos tiempos no es, ni debe ser, solo en
defensa de la soberanía ante el imperialismo sino en defensa, en el
frente interno, del rumbo socialista, y ello requiere establecer un
mayor control sobre el burocratismo, control que ahora es deficiente y
solo se ejerce desde arriba.
El país para salvarse requiere recuperar
niveles de participación popular que se han deteriorado, en primer lugar
en participación sustantiva o control de los procesos de toma de
decisiones.
No
se puede prescindir de la voluntad, de la iniciativa y de la acción
coordinada de nuestros ciudadanos, lo que ha sido un patrimonio de la
Revolución cubana. Ya lo había dicho Martí: “Lo que no sea guerra de todos… o no es verdad, o es una guerra de rincón, fácil de desacreditar y acorralar”.
No puede ser solo en rincones donde se comprenda la complejidad del momento. No podemos limitarnos a hacer declaraciones de “que estamos inmunes”, que “no admitiremos injerencias”.
Y es verdad que nuestras tradiciones, la unidad forjada por la
Revolución, la lealtad a los que cayeron en nuestras luchas y la cultura
de nuestro pueblo son la base para prepararnos para lo que viene. Pero,
eso sí: estando alertas, informados, “gatos” como dice el argot
popular.
No
subestimar la capacidad del enemigo de producir confusión, falsas
ilusiones. Como señalaba Eduardo Galeano cada conciencia ganada por la
indiferencia y el derrotismo egoísta es una victoria del enemigo.
¿Sabemos
identificar y defendernos ante las mañas del capital trasnacional
después de estos cincuenta años de paternalismo estatal? ¿Están duchos
nuestros sindicatos para proteger los derechos de los trabajadores
frente a una patronal ajena? ¿Tenemos aceitados los mecanismos para
protegernos contra la cooptación de nuestros funcionarios? ¿Actúa una
burocracia empoderada –toda ella y siempre– a tono con las necesidades
del país y con las orientaciones trazadas por el partido y el Cro. Raúl
Castro? ¿Estamos seguros de que no existen agazapados algunos reductos
que desean alguna forma de “anexión” a los EE.UU.?
Contamos
con una legítima diversidad de puntos de vistas, pero ¿está
suficientemente consolidada la hegemonía de las ideas socialistas en el
debate social?
Ya
que no pudo rendirnos por hambre y desesperación, debemos prever que el
enemigo –pues sigue siéndolo aunque busquemos la convivencia y el
“juego limpio”–, buscará aplicar la regla básica del “divide y
vencerás”, que intentará inculcar o acrecentar la influencia de sus
“seudovalores”, invadir el sentido común y transformarlo con las ideas
que quiere utilizar para someternos.
Vendrán
a alimentar un glorificación del mercado y el consumismo, estimular
reivindicaciones puramente corporativas o sectoriales, a debilitar –como
ya han anunciado– las instancias globalizadoras de la política,
descalificadas como ‘ideológicas’, etc. Tratará, en fin, de servirnos la
mesa e, incluso, dictar la agenda y los términos del debate.
No
es que piense yo que vayan a lograrlo. Una cosa piensa el borracho y
otra el bodeguero. Ya en mi anterior comentario recordé las palabras de
Fidel dirigidas a aquellos que se regodean y “sueñan”, donde les
advertía “que la Revolución cubana no podrá ser destruida ni por la fuerza ni por la seducción”.
¡Puede
que no tengamos que ponernos otra vez la ropa miliciana, pero sí o sí
tenemos que cambiar todo lo que se tenga que cambiar para seguir siendo
lo que somos!
*Diplomático
y docente cubano. Ha ocupado cargos en la Sección de Intereses de Cuba
en Washington. En su campo de estudio y enseñanza se incluyen la
filosofía, la historia y las ciencias sociales.