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El imperio y la legitimación de la tortura

sábado, 13 de diciembre de 2014
Por Atilio Boron
 
La publicación del Informe del Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos dado a conocer días pasados describe con minuciosidad las diferentes “técnicas de interrogación” utilizadas por la CIA para extraer información relevante en la lucha contra el terrorismo. Lo que se hizo público es apenas un resumen, de unas 500 páginas, de un estudio que contiene unas 6.700 y cuya primera y rápida lectura produce una sensación de horror, indignación y repugnancia como pocas veces experimentó quien escribe estas líneas.[1] Los adjetivos para calificar ese lúgubre inventario de horrores y atrocidades no alcanzan a transmitir la patológica inhumanidad de lo que allí se cuenta, sólo comparables a las violaciones a los derechos humanos perpetradas en la Argentina por la dictadura cívico-militar, o las que en el marco del Plan Cóndor se consumaron en contra de miles de latinoamericanos en los años de plomo.
 
El Informe es susceptible de múltiples lecturas, que seguramente animarán un significativo debate. Para comenzar digamos que su sola publicación produce un daño irreparable a la pretensión estadounidense de erigirse como campeón de los derechos humanos, siendo que una agencia del gobierno, con línea directa a la Presidencia, perpetró estas atrocidades a lo largo de varios años con el aval –caso de George W. Bush- o la displicente indiferencia de su sucesor en la Casa Blanca.
 
Obviamente, si ya antes Estados Unidos carecía de autoridad moral para juzgar a terceros países por presuntas violaciones a los derechos humanos, después de la publicación de este Informe lo que debería hacer Barack Obama es pedir perdón a la comunidad internacional (cosa que desde luego no hará, o no lo dejarán hacer, como lo demostró el escándalo de los espionajes), interrumpir definitivamente la publicación de los informes anuales sobre la situación de los derechos humanos y del combate al terrorismo en donde se califica el comportamiento de todos los países del mundo (excepto Estados Unidos, juez infalible que no puede ser enjuiciado) y asegurarse que prácticas tipificadas como torturas por el Informe senatorial no sólo no volverán a ser utilizadas por la CIA o las fuerzas regulares del Pentágono sino tampoco por el número creciente de mercenarios enrolados para defender los intereses del imperio, lo que tampoco tiene demasiadas probabilidades de ocurrir.
 
Precisamente, la idea de nutrir cada vez más a las fuerzas del Pentágono con mercenarios reclutados por sus aliados en el Golfo Pérsico (Arabia Saudita, Emiratos, Qatar, etcétera) o por compañías especializadas, como Academi (la tenebrosa ex Blackwater) es liberar al gobierno de los Estados Unidos de cualquier responsabilidad por violaciones a los derechos humanos que pudieran cometer estos “contratistas”, como eufemísticamente se los denomina. Al “tercerizar” de este modo sus operaciones militares en el exterior la aplicación de torturas en contra de presuntos, o verdaderos, terroristas se realiza al margen de las estipulaciones de la Convención de Ginebra que establece que los prisioneros de guerra deben tener garantías jurídicas de defensa y ser tratados de modo humanitario. Los mercenarios o “contratistas”, por el contrario, son bandas contratadas por Washington para operaciones especiales, actuando al margen de toda ley. No tienen prisioneros sino “detenidos”, a los cuales pueden mantener bajo su custodia todo el tiempo que consideren necesario, negándoseles el derecho a la defensa y quedando a merced de los maltratos o las torturas que sus captores decidan aplicarles, gozando para ello de total impunidad.
 
En segundo lugar, el Informe obvia considerar que la tortura fue legalizada por el Presidente George W. Bush. Tal como lo hemos señalado en un estudio publicado en 2009 la tortura como una práctica habitual venía siendo utilizada desde mucho tiempo atrás por la CIA y otras agencias del gobierno federal. En dicho texto decíamos que “a partir de los atentados del 11 de Septiembre y la nueva doctrina estratégica establecida por el presidente George W. Bush al año siguiente (“guerra contra el terrorismo”, “guerra infinita”, etcétera)  las torturas a prisioneros, sean éstos supuestos combatientes enemigos o simple sospechosos, se tornaron  prácticas habituales en los interrogatorios, así como también los tratos inhumanos o degradantes infligidos a las personas bajo custodia de las tropas estadounidenses. A fin de evitar las consecuencias legales que se desprenden de esta situación Washington adoptó como una de sus políticas el traslado de sus prisioneros a cárceles situadas en países donde la tortura es legal o en los cuales las autoridades no tienen interés alguno en impedirla, sobre todo si se trata de favorecer los planes estadounidenses; o enviarlos a Afganistán, Irak o la propia base norteamericana de Guantánamo, donde se puede interrogar brutalmente a cualquier prisionero sin ningún tipo de monitoreo judicial y sin la presencia de molestos observadores como, por ejemplo, la Cruz Roja Internacional.”[2]
 
Para estupor de propios y ajenos, aún después de haberse dado a conocer el Informe del Senado el vocero de la Casa Blanca apeló a ridículos eufemismos cuando transmitió el repudio del presidente Obama por sus revelaciones: condenó los “duros y atroces interrogatorios” practicados por la CIA, obviando utilizar el término correcto para definir lo que según la Convención Contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes es simple y llanamente eso: tortura.  En su artículo primero la Convención establece que  “Se entenderá por el término ‘tortura’ todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión; de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido; o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimiento que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a estas.” [3]
 
De acuerdo a esta definición es imposible sostener que prácticas tales como la “rehidratación rectal”, la “hipotermia”, la “alimentación rectal”, colgar a una víctima de una barra, amenazar con violar a su esposa o hijas, la prohibición de dormir o el “submarino” (“waterboarding”, como se la llama en inglés) aplicadas cruelmente por horas y días para interrogar sospechosos de terrorismo no constituyen flagrantes casos de tortura.[4]
 
No obstante ello, en Marzo de 2008 el presidente Bush vetó una ley del Congreso que prohibía la aplicación del “submarino” a presuntos terroristas, dando cumplimiento a un anuncio previo en el cual advertía que vetaría cualquier pieza legislativa que impusiera limitaciones al uso de la tortura como método válido y legal de interrogación. En respuesta a sus críticos la Casa Blanca dijo que sería absurdo obligar a la CIA a respetar los preceptos establecidos por la legislación internacional porque sus agentes no se enfrentaban a combatientes legales, fuerzas regulares de un estado operando de conformidad con los principios tradicionales sino a terroristas que actúan con total desprecio por cualquier norma ética. De este modo Bush y su pandilla intentaron justificar la violación permanente de los derechos humanos bajo el pretexto del “combate al terrorismo”. No sólo eso: su Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, autorizó explícitamente en Diciembre del 2002  la utilización de por lo menos nueve “técnicas de interrogación” que sólo en virtud de un perverso eufemismo pueden dejar de ser calificadas como torturas.  Lo interesante del caso es que Estados Unidos adhirió a la citada Convención (que cuenta con 145 estados partes) en el año 1994 pero se cuidó muy bien de ratificar el Protocolo que le otorga facultades de control al Comité de la Tortura de las Naciones Unidas. En otras palabras, la simple adhesión a la Convención fue una movida demagógica, carente de consecuencias prácticas en la lucha contra la tortura.
 
El horror que despierta el Informe no debería llevarnos a pensar que allí se encuentra toda la verdad. Si bien destruye el argumento central de la CIA en el sentido de que esas “duras tácticas de interrogación” eran necesarias para prevenir nuevos ataques terroristas contra Estados Unidos, lo cierto es que la estimación de los números de los detenidos y torturados se ubica muy por debajo de lo que permiten inferir otras fuentes documentales. En el Informe, por ejemplo, se dice que “la CIA mantuvo detenidas a 119 personas, 26 de los cuales aprehendidas ilegalmente”.  Sin embargo, es sabido que para perpetrar estas violaciones a los derechos humanos Estados Unidos habilitó numerosas cárceles secretas en Polonia, Lituania, Rumania, Afganistán y Tailandia; y contó con la colaboración de países como Egipto, Siria, Libia, Paquistán, Jordania, Marruecos, Gambia, Somalía, Uzbekistán, Etiopía y Djibouti para realizar sus interrogatorios, a la vez que algunas ejemplares “democracias” europeas, como Austria, Alemania, Bélgica, Chipre, Croacia, Dinamarca, España, Finlandia, Irlanda, Italia, Lituania, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Rumania y Suecia, amén de otros países extraeuropeos, colaboraron en facilitar la entrega y traslado de prisioneros a sabiendas de lo que les aguardaba a esas personas.[5] El número de víctimas supera con creces las 119 del Informe. Téngase presente que según Human Rights First, una organización no gubernamental estadounidense, el número total de detenidos que pasaron por la cárcel de Guantánamo desde su inauguración fue de 779 personas.[6] Por otra parte, un  informe especial de Naciones Unidas asegura que sólo en Afganistán la CIA detuvo a 700 personas y a 18.000 en Irak, todos bajo la acusación de “terroristas”.[7] Ni hablemos de lo ocurrido en el campo de detención de Abu Ghraib, tema que hemos examinado en detalle en nuestro libro.[8]
 
Para finalizar, tres conclusiones. Primero, el Informe pone el acento en la inefectividad de las torturas soslayando imprescindibles consideraciones de carácter ético o político. De las veinte conclusiones que se presentan en las primeras páginas del Informe sólo una, la vigésima, expresa alguna preocupación marginal por el tema al lamentarse que las torturas aplicadas por la CIA “dañaron la imagen de los Estados Unidos en el mundo a la vez que ocasionaron significativos costos monetarios y no- monetarios.” [9] No existe ninguna reflexión sobre lo que significa para un país que presume orgullosamente de ser una democracia -o la más importante democracia del mundo, según algunos de sus más entusiastas publicistas- además del “líder del mundo libre” incurrir en prácticas monstruosas que sólo pueden calificarse como propias del terrorismo de estado al estilo del que conociéramos en América Latina y el Caribe en el pasado. La tortura no sólo degrada y destruye la humanidad de quien la sufre; también degrada y destruye al régimen político que ordena ejecutarla, la justifica o la consiente. Por eso es que este nuevo episodio demuestra, por enésima vez, el carácter farsesco de la “democracia norteamericana”. De ahí que la expresión que mejor conviene para retratar su verdadera naturaleza es el de “régimen plutocrático.”  Régimen, porque quien manda es un poder de facto, el complejo militar-financiero-industrial que nadie ha elegido y a quien nadie rinde cuentas; y plutocrático, porque el contenido material del régimen es la colusión de gigantescos intereses corporativos que son, como lo anotara Jeffrey Sachs días atrás, quienes invierten centenares de miles de millones de dólares para financiar las campañas y las carreras de los políticos y los lobbies que cabildean en favor de sus intereses y que luego obtienen como compensación a sus esfuerzos beneficios económicos de todo tipo que se miden en billones de dólares. Todo esto, además, justificado por una decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos que legalizó los donativos ilimitados que, en su enorme mayoría, pueden beneficiarse del anonimato.[10]
 
Segundo, el Informe se abstiene de recomendar la persecución legal de los responsables de las monstruosidades perpetradas por la CIA. Ante una descripción que parece inspirada en las más horribles escenas del Infierno de Dante, los autores se abstienen de recomendar al Premio Nobel de la Paz que la justicia tome cartas en el asunto. Pero el pacto de impunidad está consagrado, y ante la inacción de la Casa Blanca los torturadores y sus numerosos cómplices, dentro y fuera de la Administración Bush, han salido a apoyar abiertamente las torturas y acusar a los redactores del Informe de parcialidad ideológica, todo esto en medio de una desaforada exaltación del chauvinismo estadounidense y de una cuidadosa ocultación de las mentiras utilizadas por Bush y su pandilla, desde las referidas a qué fue lo que realmente ocurrió el 11-S, en donde hay más incógnitas que certezas, hasta la acusación a Irak de poseer armas de destrucción masiva. Dado que Obama ha dado a entender que no enjuiciará a los responsables materiales e intelectuales de estos crímenes la conclusión es que no sólo se legaliza la tortura sino que también se la legitima, se la aprueba, tal vez como un “mal necesario” pero se la justifica. Ante ello sería bueno que algún tribunal del extranjero, actuando bajo el principio de la jurisdicción universal en materia de delitos de lesa humanidad, trate de hacer justicia allí donde el régimen norteamericano apaña la impunidad de los criminales y consagra la perversión y la maldad como una virtud.
 
Tercero y último: la deplorable complicidad de la prensa. Todos sabían que la CIA y otras fuerzas especiales del Pentágono tienen incorporada la tortura de prisioneros como un SOP (“standard operating procedures”, un procedimiento estandardizado de operación en la jerga militar de los servicios norteamericanos), como se ha dicho más arriba. Pero los grandes medios -no tan sólo los pasquines rabiosamente derechistas de la cadena de Rupert Murdoch y muchos otros de su tipo, dentro y fuera de Estados Unidos- conspiraron voluntariamente o no, es irrelevante, para no llamar a la cosa por su nombre y utilizar en cambio toda clase de eufemismos que permitieran edulcorar la noticia y mantener engañada a la población norteamericana. Para el Washington Post, el New York Times y la Agencia Reuters eran métodos de interrogación “brutales”, “duros” o “atroces”, pero no torturas; para la cadena televisiva CBS eran “técnicas extremas de interrogación” y para Candy Crowley, la jefa de la corresponsalía política de la CNN en Washington, eran “torturas, pero según quien las describa”. Para el canal de noticias MSNBC (fusión de Microsoft con la NBC) eran, según Mika Brzezinski, hija del estratego imperial Zbigniew Brzezinski y, por lo visto, fiel discípula de las enseñanzas de su padre, “tácticas de interrogación utilizadas por la CIA”. Esta es la gente que luego es señalada por los políticos y los intelectuales de la derecha para darnos lecciones de democracia y de libertad de prensa en América Latina y el Caribe. Sería bueno tomar nota de su complicidad con estos crímenes y de su absoluta carencia de virtudes morales como para dar lecciones a nadie.
 
- Dr. Atilio Boron, director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar Twitter: http://twitter.com/atilioboron Facebook: http://www.facebook.com/profile.php?id=596730002
 
 Notas
 
[1] El Informe puede consultarse en la siguiente dirección: https://es.scribd.com/doc/249652086/Senate-Torture-Report 
 
[2] Cf. Atilio A. Boron y Andrea Vlahusic, El Lado Oscuro del Imperio. La Violación de los Derechos Humanos  por Estados Unidos (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2009), pp. 43-44.
 
[3] Ibid., p. 44.
 
[4] Sobre el tema de la tortura el libro de Roberto Montoya, La impunidad imperial. Como Estados Unidos legalizó la tortura y “blindó” ante la justicia a sus militares, agentes y mercenarios (Madrid: La esfera de los libros, 2005) es una fuente absolutamente imprescindible por la meticulosidad de su investigación y la sólida fundamentación de los casos examinados. Particularmente instructivo es su análisis de las 35 “técnicas de interrogación”, las cuales, como dicen los miembros de una Comisión ad-hoc convocada por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, podrían tener como resultado “que personal estadounidense involucrado en el uso de esas técnicas pudieran ser objeto de persecución por violación de los derechos humanos en otros países o que pudiera ser entregado a foros internacionales, como la Corte Penal Internacional. Esto tendría un impacto en futuras operaciones o viajes al exterior de ese personal.” Cf. Montoya, op. cit, pp. 130-134. Datos más específicos sobre las “técnicas de interrogación” se encuentran en http://globalsecurity.org/intell/library/policy/army/fm/fm34-52
 
[5] “¿Qué países colaboraron con el programa de torturas de la CIA”, informe elaborado sobre la base de documentación aportada por la American Civil Liberties Union y la Open Society Justice Initiative, y publicado por La Nación (Buenos Aires) el 10 de Diciembre del 2014. Ver http://www.lanacion.com.ar/1751052-que-paises-colaboraron-con-el-programa-de-torturas-de-la-cia
 
 
[7] Cf. “Preliminary Findings on Visit to United States by Special Rapporteur on Human Rights and Counter-terrorism”, May 29, 2007, en El Lado Oscuro, op. cit., pp. 55-56.  
 
[8] El lado oscuro, op. cit., pp. 47-48
 
[9] Informe, op. cit., pg.16.
 
[10] “Understanding and overcoming America’s plutocracy”, Huffington Post, 6 Noviembre 2014. http://www.huffingtonpost.com/jeffrey-sachs/understanding-and-overcom_b_6113618.html
 
 
 


http://alainet.org/active/79428

La ley a la Leyzaola

miércoles, 25 de enero de 2012


El que mata a puñaladas, no puede morir a besos
Anónimo

Rubén salió por la mañana, en fachas, sin bañarse y algo despeinado, a comprar unos cigarros a la tienda de la esquina, pero la encontró cerrada; entonces caminó dos cuadras más a la tienda más cercana. De regreso lo interceptó una patrulla policiaca, le pidieron identificación, no traía; le pidieron dinero para no llevarlo a la cárcel, tampoco traía; pidió que lo dejaran avisar a su casa, no quisieron. Pasó ocho horas detenido y además un policía le robo una cadenita de oro, pero ¿cuál fue su delito?

El actual secretario de Seguridad Pública de Ciudad Juárez, Julián Leyzaola, asumió el cargo en marzo del 2011 en la administración priista del no menos polémico y peligroso empresario Héctor “Teto” Murguía Lardizábal, extraoficialmente impuesto por la cúpula empresarial juarense (sus posibles padrinos) pese a denuncias judiciales de subalternos y señalamientos de instituciones derechohumanistas nacionales e internacionales, pues se le acusa de tortura y asesinato en el desempeño del mismo cargo en la ciudad de Tijuana, Baja California.

Leyzaola se ve así mismo como una especie de justiciero (como lo muestra la entrevista hecha por Ignacio Alvarado para El Universal el 8 de noviembre del 2010: “Leyzaola: Héroe, villano o ambos”) quien  cobijado por la ley, sigue el mismo camino de “mano dura” en Juárez que tanto gusta a la gente de derecha.

Según el portal noticioso Puente Libre, los delitos del fuero común aumentaron 200% desde su llegada; violaciones como la sufrida por Rubén se multiplican por docenas todos los días y peor aún: siguen apareciendo en las calles y de manera anónima (es decir, sin ningún narcomensaje) personas asesinadas y con signos de tortura.

La limpieza social continúa pese a la salida de soldados y Policía Federal de la ciudad, ¿será posible que la Policía Municipal continúe ahora ese trabajo sucio? A Rubén le fue bien, pues solamente recibió maltratos verbales, pero en otros casos también se golpea y se roba, además del jugoso ingreso económico en multas para las arcas del municipio.

Es obvio que los municipales actúan con respaldo de Leyzaola y éste con el visto bueno de Murguía y el empresariado.

De los muchos casos violatorios de este personaje, destaca el acontecido el primero de noviembre del 2011, cuando se celebraba una manifestación pacífica de indignad@s que fue reprimida con lujo de violencia y encarcelados las y los participantes además de los reporteros que cubrían la nota, como evidenciaron los medios informativos en su momento.

Otro caso es el sucedido a mediados de diciembre donde se acusa directamente a Leyzaola y otros siete policías de la muerte a golpes de Jorge Andrés Padilla en los separos policiacos de la Estación Universidad; la denuncia fue presentada por dos testigos amigos de la víctima y sobrevivientes de la golpiza, quienes están actualmente detenidos en el Cereso local y según ellos, a salvo de cualquier represalia de Leyzaola. El cuerpo de Padilla fue abandonado en el desolado Camino Real, a las afueras de la ciudad.

También el periodismo es víctima frecuente de la nueva policía de Leyzaola: a su llegada el trabajo periodístico se ha complicado incrementándose las amenazas y los ataques a este gremio, siendo el más reciente a un fotógrafo de Norte de Ciudad Juárez, Luis Ramírez Sánchez, el 10 de enero del 2012, quien fue detenido y torturado psicológicamente cuando cubría un arresto policiaco. Otros casos no se denuncian por temor a represalias; existe miedo en el medio.

La situación de inseguridad disminuye, como se ha dicho, con la salida del ejército y federales, pero no mejora la calidad de servicio que presta la Policía Municipal bajo esta modalidad de “todos son delincuentes”,  continuando y aumentando la desconfianza social al gobierno y su policía. Los únicos contentos parecen ser los empresarios; la sociedad sólo se queja en corto, pero no realiza acciones para evitarlo y es tan alto su analfabetismo político que ni siquiera se defiende, pues ignora sus derechos.

En este sentido es lamentable la falta de visitadores de Derechos Humanos ante tanta arbitrariedad e impunidad policiaca. El persistente Gustavo de la Rosa Hickerson brilla por su ausencia, mientras los combativos movimientos sociales y ong´s siguen inexplicablemente silenciosos desde la represión de noviembre (¿estarán amenazados?) frente a este actuar policiaco adolecente de verdadera vocación de justicia con sus métodos violentos y fuera de la ley, lo cual no los  diferencia de los criminales, llevándose consigo a cuestas a quién sabe cuanta gente inocente. Adiós al Estado de derecho.

Leyzaola y Murguía piden colaboración y confianza a una sociedad perjudicada directamente por ellos y su ideología fascista de exterminio. Desgraciadamente esa mentalidad está presente en grupos de poder como los partidos políticos, particularmente el PRI y el PAN, así como las cámaras empresariales, forjando y divulgando el “orden” por encima del progreso, impulsados por la idea de la imposibilidad de rehabilitar a criminales y delincuentes a los cuales se debe aniquilar. 

Pero mientras presionamos para que Leyzaola por ética renuncie o se vaya, atendiendo el llamado para enfrentar la justicia en los casos y lugares donde se le acusa, ¡a cuidarse de su policía!

La bloguera iraní Somayeh Tohidloo condenada a 50 latigazos.

lunes, 19 de septiembre de 2011
Rafael del Barco Carreras

Barcelona 19-09-2011. Tras escribir ayer "González-Sinde dejará la política tras el 20-N" acentuando ante la Ley Sinde mi derecho a la Libertad de Expresión, leer el atroz castigo por usar su blog me obliga rendirle mi admiración y recuerdo.

La tortura, tan utilizada por el Poder, se aplicó sistemática e ilegalmente en España hasta mucho después de muerto Franco… esperemos que se erradique totalmente.






1.
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El sistema de justicia que condenó a los Cinco: La Tortura (Octava parte)

sábado, 16 de julio de 2011
Por Salvador Capote* 



Muchos se asombran de las torturas  o  –su expresión eufemística- “castigos crueles e inusuales” prohibidos por la Constitución de Estados Unidos, que han sido impuestos a los Cinco héroes cubanos: largos periodos de permanencia en celdas de castigo en incomunicación total, privación de visitas familiares, desmesuradas y escandalosas condenas, etc., sin entender que los gobiernos de este país, los que más vociferan exigiendo a otros el respeto de los derechos humanos son, al mismo tiempo, los que más los violan, en su propio territorio  y en todos los países a donde llevan la guerra y sus secuelas de destrucción y muerte. La tortura ha sido un fiel acompañante del sistema de justicia de Estados Unidos a través de toda su historia y es más antigua en su cultura que el pastel de manzana.

El “waterboarding” o “ahogamiento simulado”, por ejemplo, método de tortura que en su versión moderna  consiste en aplicar una toalla saturada de agua sobre el rostro de la víctima, haciéndole creer que morirá de asfixia, tiene una larga tradición en Estados Unidos.

En un libro publicado en 1891 (1) su autor, el capitán J.C. Powell, jefe de un campamento de convictos de la Florida a mediados del siglo XIX, describe las técnicas de tortura que utilizaban para castigar a los prisioneros, entre ellas algunas de las rutinarias en Abu Ghraib y Guantánamo, como colgar por los pulgares y el “waterboarding”. A esta última le llamaban entonces “watering” y era una forma más burda que la actual pero en esencia la misma. Consistía en arrodillar al preso, con las manos amarradas a la espalda, junto al abrevadero de las bestias y sumergirle la cabeza en el agua hasta que el guardia consideraba que la víctima estaba a punto de ahogarse.

En la Escuela de las Américas en Panamá, instructores norteamericanos difundieron otra variante del “waterboarding”, el “submarino”, que podia ser “seco” o “mojado”. En el seco o “capucha” colocaban una bolsa plástica en la cabeza del prisionero hasta que su propia respiración lo ahogaba. En el mojado, lo colgaban por los pies y le introducían la cabeza en un tanque con agua, orina u otro líquido hasta que comenzaba a ahogarse. El “submarino” fue utilizado ampliamente por los cuerpos represivos de las dictaduras militares centro y suramericanas y era el método preferido cuando no se deseaba que quedasen marcas en el cuerpo de la víctima.

Pero en los siglos XIX y XX no eran  puntillosos con el conteo. Actualmente parece que sí, pues ahora sabemos (2)  que en la prisión de la Base Naval de Guantánamo el saudita Abu Zubaydah fue “waterboarded” 83 veces y el kuwaití Khalid Sheikh Mohammed  183, ni una más ni una menos, lo cual supongo constituye un récord y debe ser suficiente para que cualquiera confiese cualquier cosa.

En las cárceles en territorio estadounidense, hasta 1968 (Jackson v. Bishop, 8th.Cir.), era común el “strap”,  o azotar con correa. Hoy, el tipo de tortura más utilizado parece ser el confinamiento en solitario en una SHU (“Security Housing Unit”) llamada por los presos “el hueco”, una prisión dentro de la prisión. Imagínese usted por un momento encerrado en una celda de 6 por 10 pies o más pequeña, con puerta de hierro, sin ventanas, con la luz encendida permanentemente, donde se pierde la noción del tiempo y nunca se sabe si es de día o de noche, y esta situación se prolonga durante meses o años. En ocasiones, pueden añadir a su celda otros elementos de tortura: frío, calor, desnudez, ausencia de agua para el aseo, ruido, etc. El prisionero cae en un profundo estado depresivo o en absoluta desesperación y sólo pueden resistir este castigo, sin perder la razón, hombres que posean una gran fortaleza espiritual. Sin embargo, en un día cualquiera, hay no menos de 75,000 y probablemente más de 100,000 presos en celdas de aislamiento en las prisiones de Estados Unidos (3).

El 1o. de Julio de 2011, 43 presos de la infamante SHU de la prisión estatal “Pelican Bay”, en California, comenzaron una huelga de hambre que se ha extendido rápidamente a otras 12 prisiones con la participación de 6,600 convictos. Muchos presos  de “Pelican Bay” han estado en condiciones completamente inhumanas de aislamiento durante años o décadas. Estas SHU fueron inauguradas en la década de 1960 y utilizadas para aislar y castigar a prisioneros políticos (4), pero el “boom” de construcción de estas unidades comenzó en los noventa y se extendió a 40 estados. Hoy las SHU albergan a decenas de miles de presos.

En la década de 1950, los militares norteamericanos y la CIA desarrollaron el programa SERE (5), primero para entrenamiento de sus propios soldados y más tarde para el interrogatorio de prisioneros. De acuerdo al manual de entrenamiento de la CIA de 1963 (“KUBARK [criptónimo de CIA] Counterintelligence Interrogation”) las técnicas de SERE “son exitosas incluso en los casos más difíciles, al inducir la regresión de la personalidad al nivel más primario y débil que se requiera para diluir la resistencia”. En otras palabras, son eficaces porque destruyen la voluntad, la dignidad y la moral del prisionero. Las técnicas están diseñadas para minar su autoestima,  hacerle  perder toda esperanza,  desconectarle de la realidad y  aniquilarle  emocionalmente.

Ya a finales de los años cincuenta, las técnicas de SERE fueron exportadas al Sudeste Asiático y a la América Latina. Hacia 1971, miles de militares extranjeros habían sido entrenados en métodos de tortura de SERE (6).

En 1983, la CIA elaboró una nueva guía (“Human Resource Exploitation Training Manual”) que destaca la eficacia de la violencia física, la privación de las funciones sensitivas y la humillación sexual, para quebrar a los prisioneros.

Las administraciones de Ronald Reagan y George H. W. Busch facilitaron que la CIA continuase con las técnicas de SERE. Pero la responsabilidad por las torturas no es privativa de las administraciones republicanas; en 1995 el presidente Bill Clinton autorizó (“Presidential Decision Directive 39”) la  transferencia (“extraordinary  rendition”) de prisioneros a Egipto para su interrogatorio en ese país donde es notorio que se practicaba la tortura, y la información obtenida era utilizada por los servicios de inteligencia de Estados Unidos evadiendo de este modo las leyes norteamericanas que la prohíben. George W. Bush amplió y perfeccionó este procedimiento, enviando sistemáticamente prisioneros no sólo a Egipto sino también a Arabia Saudita y a otros países aliados. De la tolerancia con las violaciones de derechos humanos en las satrapías se pasó a la complicidad revelando así  la desvergüenza de la política exterior de Estados Unidos.

Después del 9/11, las técnicas de tortura de SERE se utilizaron ampliamente en Afganistán, Irak, en el territorio usurpado a Cuba en Guantánamo;  en la prisión de Bagram (“Bagram Collection Point”), cerca de la base aérea de este nombre en Afganistán; en “Salt Pit”, nombre codificado de una prisión clandestina de la CIA, ubicada al norte de Kabul; y en decenas de otros centros secretos de detención y tortura, o “black sites”, situados en diversos países.

Un informe desclasificado del Inspector General del Departamento de Defensa, ofrece evidencia concreta de que las técnicas desarrolladas en el programa SERE fueron sistemáticamente utilizadas en Guantánamo y, menos sistemáticamente, en Irak y Afganistán (7). No obstante, de la información desclasificada se infiere que en las prisiones secretas estadounidenses ha existido amplio espacio para la iniciativa de los torturadores. En Bagram, por ejemplo, colgaban con cadenas  a los prisioneros al techo de la celda y los golpeaban (“peroneal strikes”) rompiéndoles el hueso largo y delgado de la pierna o peroné y los músculos, nervios y vasos sanguíneos que lo acompañan. El sufrimiento es indescriptible y se sabe que al menos dos personas, Habibullah y Dilawar, fueron golpeados de esta manera hasta causarles la muerte (8). En enero de 2010, mediante el uso de la ley de libertad de información, se pudieron conocer los nombres de 645 de los presos de Bagram.

Después de los escándalos de Abu Ghraib y de otros centros de detención, los militares abandonaron, al menos formalmente, el uso de estas técnicas, pero  la CIA en sus prisiones secretas  continuó empleándolas, legalizadas por la “Military Commissions Act” de 2006, ley con apoyo bipartidista calificada de “vergonzosa” por Noam Chomsky (9). Torturas como la hipotermia inducida, la privación del sueño, la asfixia simulada y otras, son utilizadas por la CIA sin temor a consecuencias legales.

Estados Unidos llegó a tener más de 14,000 prisioneros en su vasta red de cárceles secretas en el extranjero. Por lo menos 34 ciudadanos estadounidenses han sido torturados y asesinados en estos “black sites” (10).

La administración de George W. Bush trató de crear un nuevo marco legal que permitiese la detención arbitraria por tiempo indefinido y la tortura de los prisioneros. Este marco legal se estableció mediante una serie de memorandos, llamados por Chomsky “los memos de la tortura”.  El 9 de enero de 2002, John Yoo, de la oficina de asesoría legal (“Office of Legal Councel”) del Departamento de Justicia y tal vez el principal ideólogo de la tortura en esta etapa de la historia de Estados Unidos, elaboró un memo en el cual concluye que ninguna ley de la guerra, incluyendo las Convenciones de Ginebra, eran aplicables al conflicto en Afganistán. La conclusión, horripilante para todo jurista serio de Estados Unidos, fue respondida adecuadamente por el principal consejero legal del Departamento de Estado, William Howard Taft, quien le señaló graves errores, pero Yoo había elaborado los argumentos que el presidente quería escuchar y, en consecuencia, su opinión prevaleció.

Terminado el mes de enero, el consejero de la Casa Blanca y posteriormente fiscal general, Alberto González, se convirtió también en apologista de la tortura y señaló en un memo al presidente Bush la necesidad de obtener rápidamente información de los detenidos. “Este nuevo paradigma –de acuerdo con González- vuelve obsoletas las estrictas limitaciones de los Convenios de Ginebra al interrogatorio de los prisioneros enemigos.” Es verdaderamente increíble que quien propuso que el gobierno de Estados Unidos actuase al margen de los convenios internacionales y de la Ley de Crímenes de Guerra de 1996, haya tenido como premio su nombramiento como fiscal general, el cargo con mayor responsabilidad en la aplicación de la ley.

Debido a la oposición del Secretario de Estado Colin Powell, el 7 de febrero de 2002 el presidente Bush, convertido en matador, toreó la situación con una verónica completa: Estados Unidos respetaría las Convenciones de Ginebra en las operaciones en Afganistán pero no con Al-Qaeda ni con los talibanes; es decir, las respetaría en abstracto, no en la situación real de la guerra.

Elaborados ya los argumentos para eludir los convenios internacionales, los asesores de Bush pasaron a una segunda etapa en la cual crearían las bases pseudolegales para esquivar las leyes federales que prohíben la tortura. El 1o. de agosto de 2002, John Yoo y Jay Bybee, consejero también este último de la oficina de asesoría legal (OLC) escribieron dos memos, solicitados por Alberto González. En el primero (publicado en 2004), Yoo y Bybee ofrecieron una nueva y muy estrecha definición de la tortura, aconsejaron a los interrogadores invocar las doctrinas de “defensa propia” y de “necesidad” y llegaron al colmo de afirmar que el presidente tenía el poder de autorizar la tortura con independencia de las leyes federales.

En el segundo memo, que no se publicó hasta el mes de abril de 2009, se aprobaban todas las técnicas de interrogatorio propuestas por la CIA, incluido el “waterboarding”, consideradas como torturas en numerosos documentos nacionales e internacionales. Si Alberto González fue nombrado fiscal general, no es de sorprender que Jay Bybee haya sido nombrado posteriormente por Bush para el cargo vitalicio de juez de la Corte del Noveno Circuito de Apelaciones.

En diciembre de 2002, el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld aprobó un memorando, llamado “el memo de Haynes”, escrito por William J. Haynes, principal consejero del Departamento de Defensa, en el cual éste solicitaba la aprobación de nuevas técnicas de tortura que incluían el confinamiento en solitario, en silencio y oscuridad total, durante 30 días.

En mayo de 2005, la OLC elaboró tres memos secretos, firmados por su jefe, Steven Bradbury, en los cuales se afirma que ninguna de las técnicas de interrogatorio de la CIA se puede calificar como tortura, ni siquiera de tratamiento cruel, inhumano o degradante. Esto, cuando desde hacía ya largo tiempo, las imágenes dantescas de los torturados en Abu Ghraib, en  Guantánamo y en las cárceles secretas, recorrían el mundo.

El último memo de la OLC sobre las técnicas de tortura de la CIA fue escrito en Julio de 2007 en respuesta a una interpretación de la Corte Suprema según la cual las Convenciones de Ginebra amparaban a los detenidos de Al-Qaeda. La OLC no acató la decisión de la Corte Suprema y afirmó que si el programa de la CIA violaba las Convenciones de Ginebra el presidente tenía el poder para declarar, simplemente, que no eran aplicables. ¡Así de fácil!.

En el gobierno de Barack Obama observamos el restablecimiento de la ley, no su aplicación. El fiscal general, Eric Holder, reconoció que el “waterboading” clasifica como tortura y se han prohibido las técnicas de “enhanced interrogation” (interrogatorio avanzado) promovidas por Bush, pero aún existen los tribunales militares (“military commissions”) y permanecen todavía en la prisión de Guantánamo 171 detenidos. No parece tampoco que la administración de Obama tenga mucho interés en llevar ante los tribunales a los torturadores  y, mucho menos, a los ideólogos de la tortura y a los que la autorizaron, ocultaron y sistematizaron. Holder anunció recientemente, después del estudio realizado durante dos años por un fiscal especial, que sólo se presentarán cargos criminales en dos casos de asesinatos pepetrados por la CIA. 
Esto quiere decir, como señala un editorial de “The Guardian” (11) que se juzgarán actos criminales no autorizados, pero los más trascendentes, los autorizados, no se enjuiciarán.

Kenneth Roth, director ejecutivo de “Human Rights Watch”, grupo defensor de los derechos humanos, afirmó en una nota de prensa que “el presidente Obama ha tratado la tortura como una política desafortunada y no como un crimen”. En un informe publicado el 11 de Julio de 2011 por esta organización, se exige al gobierno de Estados Unidos que investigue las torturas que se alega fueron autorizadas por el ex-presidente George W. Bush, el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de estado Donald Rumsfeld y el director de la CIA, George Tenet, entre otros. HRW alega que Bush era la máxima autoridad en las operaciones y que aprobó públicamente el uso de torturas por la CIA. La administración de Bush, además –continúa HRW- creó un programa de detención clandestino mediante el cual los prisioneros eran encerrados en lugares secretos sin informar a sus familiares y sin permitir el acceso de la Cruz Roja Internacional, y los detenidos eran enviados ilegalmente a otros países donde seguramente serían torturados.

Según HRW existen documentos desclasificados, entre ellos una autorización presidencial de las prisiones secretas, suficientes para iniciar un proceso de investigación criminal (12).
(1) – J.C. Powel: “The American Siberia”, a facsimile reproduction of the 1891 Edition, The University Press of Florida, Gainesville, 1976.
(2) - Marjorie Cohn: “Avoiding Impunity: The Need to Broaden Torture Prosecution,  JURIST – Forum,  July 8, 2011.
(3) -  Kevin Goszola: “Pelican Bay Prison Hunger Strike Shines Light on True Character of US Prison System”, FDL, July 11, 2011.
(4) -  Li Onesto: The California Prison System. The Pelican Bay Prison Hunger Strikers: We Are Human Beings!, Global Research, July 12, 2011.
(5) -  SERE: Acrónimo de  “Survival, Evasion, Resistance and Escape”, llamado así porque en sus comienzos era un programa de entrenamiento para soldados norteamericanos; luego se transformó para utilizarlo en el interrogatorio de prisioneros.
(6) -   Michael Otterman: “American Torture”, Pluto Press, 2007, p.12.
(7) - Stephen Soldz: “Shrink and the SERE Technique at Guantanamo”, Counterpunch, May 29, 2007.
(8) -   Editorial: “Patterns of Abuse”, New York Times, May 23, 2005.
(9) -   Noam Chomsky: “Los memos de la tortura”, Chomsky.info, May 24, 2009.
(10)    Michael Otterman: Idem, p. 13.
(11)     Editorial: “Torture: crimes with impunity”, The Guardian, U.K., 12 July 2011.
(12)     CBS News: “Group urges probe into alleged Bush-era torture”, 12 July 2011.
*Bioquímico cubano, actualmente reside en Miami. Trasmite con cierta regularidad por Radio Miami el Programa “La Opinión del Día”, que aparece poco después en laradiomiami.com. Es colaborador de Areítodigital.net; participa, con la Alianza Martiana, en la lucha contra el Bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos.
Imagen agregada RCBáez

Operación Gerónimo

viernes, 20 de mayo de 2011
Por Acratosaurio Rex

El sarcasmo es grande. El jefe apache, acosado en Sierra Madre por cinco mil cuchillos largos, con un grupito de bravos, se rindió en el año de 1886. Cinco mil tíos a caballo hicieron falta para conseguir pescarle. Con sesenta y seis años (pasada la edad de jubilación), Gerónimo se entregó al enemigo, bandera blanca, he hecho lo que he podido, aquí está mi revólver. No sabemos si harto de persecuciones, guerras, enfrentamientos, cansado de dormir al raso… Gerónimo fue al trullo. Estuvo en él tres años más o menos, luego le enviaron a la reserva en Oklahoma, alejado de los apaches para quitar tentaciones bélicas al anciano, y allí moriría en el año de 1909, tras haber visitado la Expo de san Luis de 1904. Ya había viajes de inserción para presos y salidas terapéuticas.
Total, anda que no han cambiado los tiempos. La moderna Operación Gerónimo, ha debido costar bastante más que el equipamiento de los cinco mil caballeros de la US Army. Y con una orden clara: “a ese, lo asesináis”.
Los medios de comunicación, luego de la masacre, han deleitado al respetable con imágenes sacadas de cámara portátil. Bin Laden se despidió de su familia, y a sangre fría, ante ellas, le pegaron dos tiros, pum pum. Nada de entrega, de ir a la reserva y de pasearle por la EXPO. Hubo algunos muertos más, hijos, mujeres…, daños colaterales los llaman.
¿Por qué le llamaron “Operación Gerónimo”? No se parece en nada.
La otra gran revelación, el cómo obtuvieron los datos de la casa del antiguo aliado de los USA: mediante la tortura. 186 veces o algo así, metieron la cabeza del pobre preso en la bolsa hasta que cantó. Imaginad la cantidad de ochocientos, mil presos, con sus cabezas metidas en bolsas, multiplicados por 186, por trescientas, por mil. Y cada uno, mucho ojo, supervisados por equipos competentes de torturadores.  
Porque para obtener esa pista fiable, han tenido que torturar a miles de personas, que habrán dado todo tipo de pistas falsas intentando que les maten, que les dejen en paz, o algo. Los torturadores expertos, saben que una vez confiesa el reo, hay que seguir torturándolo, para que explique si lo que ha confesado es falso, ya que con la tortura, la gente es tan poco profesional, que confiesa cualquier cosa. Es curiosísimo que el desparpajo torturil haya llegado al extremo de perder hasta la vergüenza. Ya no está mal visto, se considera normal, se confiesa en la tele, tan panchamente. La gente no se espanta. ¿Qué harán todos esos expertos en tortura, ahora que han matado a Bin Laden? ¿Qué nos estarán preparando?
Asesinatos y torturas en nombre de la paz y la justicia…, oh guerreros chiricahuas, cabalgad raudos por Sierra Madre y no os rindáis jamás a un enemigo sin honor. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

Beortegi: Crónica de una víctima de las torturas de España (Vídeo)

domingo, 6 de febrero de 2011
  1. Primer contacto con las fuerzas policiales ordinaras.
  2. Entran en juego los cuerpos torturadores especiales.
  3. Amenazas e intimidación: se colocan los torturadores en una posición "jerárquica" por encima del torturado.
  4. Se inician los golpes y las torturas físicas durante un largo período de tiempo: merma de la resistencia física, y resistencia mental.
  5. Se continúa el proceso de debilitamiento físico que implica una la debilitación mental, durante el tiempo que sea necesario. Durante esta fase se va obteniendo información del sujeto.
  6. Se produce la ruptura mental. El sujeto, como en un lavado de cerebro, está a merced de sus torturadores. No diferencia verdad de mentira. Todo lo que digan sus torturadores lo dará como verdadero.
Estos procesos se han utilizado entre países: los capitalistas capturados eran reconvertidos en comunistas fanáticos.

Es un proceso prácticamente científico.



Lucio



Lo narró todo ante los medios ayer en Iruñea, en un testimonio entrecortado sólo una vez por la emoción pero manteniendo un tono sereno, incluso cuando llegó a la conclusión: «Ha sido la experiencia más límite de mi vida, y sólo espero que esto no le pase a nadie más. No se puede tener una cuadrilla de sicópatas así, haciendo lo que les dé la gana».




Descarga Vídeo:
http://www.4shared.com/video/14VuCD1p/Testimonio__Xabier_Beortegi.html




«Todo comenzó a las 2.00. Llamaron al timbre, salí en ropa interior y me encontré a tres guardias civiles apuntándome con pistola. Entraron todos a mi casa y me ataron las manos con unas cuerdas, pero durante el registro el trato fue correcto».



Las cosas iban a cambiar pronto, después de que fuera llevado en un Patrol a la Audiencia de Iruñea, «donde pasé ante un forense. Le declaré que el trato era correcto. Y a partir de ahí vino la pesadilla».



Otros guardias civiles se encargaron entonces del joven de Errotxapea, y antes que nada le dejaron claro que «eran un grupo especial. Me dijeron que hasta ahora todo habían sido risas, pero que entonces empezaba la pesadilla, y que yo estaba `muerto como militante'. Las amenazas sicológicas eran constantes: con la familia, con todo...»



En esa nueva fase, camino a Madrid, empezaron los golpes. «Estaban obsesionados con los testículos y con los tocamientos, pero también me pegaban en la cabeza. Poco a poco pierdes la noción hasta de quién eres. Se me hizo eterno. Un viaje tan duro en lo emocional como largo en lo físico; aún le sorprende recordar que un traslado de Iruñea a Madrid «debe durar unas cinco horas, pero a mí se me hizo eterno. No sé si serían 24 horas o cuántas, no lo sé».

Cuando bajé del coche, no podía ni mantenerme en pie, no sé si por la tensión, por los golpes... Tuvieron que llevarme entre varios».



De ahí «al `agujero', a los calabozos». Beortegi remarcó sobre todo el silencio total y la oscuridad absoluta. Permaneció con un antifaz en la cabeza en todo momento. De vez en cuando lo sacaban para los interrogatorios. En ese punto de la narración hizo un alto para tragar saliva, y siguió: «Eran golpes continuos en la cabeza. Y me hacían estar en cuclillas hasta la extenuación; entonces, cuando no podía ya ni respirar, me ponían una bolsa en la cabeza. Todo esto era continuo», subrayó.



A partir de ahí, el joven de Iruñea captó cómo funciona el mecanismo de las autoinculpaciones: «Te van sacando nombres, los nombres que ellos quieren que salgan: entorno familiar, amigos, gente que trabaja contigo en el barrio... Te hacen hacer un organigrama». Todo ello entre golpes y humillaciones.



Llegó un momento, explicó Beortegi, en que «les dije `vale, colaboro, hago lo que queráis, digo que he matado a Manolete... Entonces aparecieron con las preguntas y las respuestas, escritas. Estuve una tarde para aprendérmelas. Metes `marrones' a los demás, te `enmarronas' tú mismo, lo que sea... Entonces te meten otra vez al `agujero' y la cosa se tranquiliza un poco. Luego vinieron y me dijeron `vale, pero esto es lo fácil, ahora ratifícalo ante el juez y saldrás en libertad'».



En ese momento, según admitió Beortegi, «yo asumía ya que eso era así. Pero en el último momento decidí que no, que iba a decirle al juez la verdad». Quedó libre en la tarde del viernes. Atrás quedaban más de 85 horas en manos de la Guardia Civil.



Hasta los abogados de oficio han percibido en dos casos que había elementos para pensar en maltratos. La representante de TAT remarcó que esto hace especialmente grave la actitud del juez Fernando Grande-Marlaska, «ya que no sólo ha hecho caso omiso a la denuncia de los abogados de oficio, sino que ha enviado a prisión a uno de los jóvenes [Iñigo González]».



http://www.kaosenlared.net/noticia/beortegi-agujero-hubiera-dicho-hasta-mate-manolete
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