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Día del Adulto Mayor: Gracias a la vida

lunes, 1 de octubre de 2012
por Edmundo Alemany / Fotos: Santiago Calero  

La práctica cotidiana de ejercicios físicos es imprescindible para vivir más y mejor. Este es un paisaje cotidiano en cualquier barrio vueltabajero.

Con una esperanza de vida de 78 años y una población camino a ser mayoritariamente adulta mayor, Cuba enfrenta el reto de atender a esas personas que cada primero de octubre celebran su día internacional.

 Pero, ¿cómo es hoy la vida de los ancianos en este archipiélago?

 Mayoritariamente se mantienen activos hasta el final de sus vidas, siempre que la salud se los permite; participan en las labores del hogar y son atendidos por las instituciones creadas al efecto.

 Un recorrido por diversos sitios de Pinar del Río dio paso a estas gráficas.
El dominó está entre los pasatiempos favoritos de los cubanos, y en los ancianos contribuye a mantener la mente activa.
En las casas de los abuelos las actividades manuales ayudan a pasar mejor esta etapa de la vida


En los talleres de artes manuales unos enseñan y otros aprenden.
Los crucigramas son un entretenimiento, pero también una forma de mantener activos los conocimientos y la mente.



Más fotos en la fuente: Periódico Guerrillero, Pinar del Río

Máquina del tiempo

viernes, 21 de septiembre de 2012
Un joven me invito en Facebook a leer un texto suyo sobre la Brigada Henry Reeve, constituida por jóvenes médicos internacionalistas...
Estimada: Soy un joven cubano que vivo en Chile hace unos años. Aquí le envio una nota que hice sobre lo realizado por la Henry Reeve a su paso por Chile. Un abrazo:
Me gustó el trabajo, lo difundí rápidamente y me puse a "chusmear" en su blog... y di con esta verdadera joya... sólo puedo decir que a mí me hizo llorar...

Máquina del tiempo
Por Mauricio Leandro
Yo conozco la máquina del tiempo. Me he subido un par de veces en ella, ignorando totalmente esa capacidad.

Estoy seguro que no soy el único que la conoce. Siento que aquellos que han vivido la distancia, el exilio, saben claramente a qué me refiero.
Aún recuerdo y puedo sentir en mis venas el sabor de las calles en que anduve una vez. Aún puedo llegar a la cola de la 190 y pedir el último y esperar eternamente hasta hoy. Aún puedo verme dándole una vuelta al árbol que está en el Parque de la Fraternidad.

Tomé mi maleta, hace ya varios años (qué increíble: “hace ya varios años”) y la llené de prendas y cajas de tabaco. Guardé monedas del Che y grabé todos los discos de Silvio Rodríguez. También pude conseguir la última producción de Habana Abierta y el recién estrenado disco de Interactivo “Goza pepillo”.



Gracias al formato mp3, casi toda esa música cupo en 3 o 4 discos y partí de La Habana con el impulso que le dio al avión, las melodías de Carlos Varela que zumbaban en mi oído.

Mi ciudad se hizo tan pequeña, al punto que pude guardarla en una mirada. Tras el último adiós, empezó de inmediato el mundo nuevo, justo cuando la aeromoza me ofreció una Coca Cola y la comida compacta.

Hice dos escalas en unos aeropuertos inmensos y llenos de productos, tan llenos que me colmaron y dejé de lado por un rato mis canciones.

Finalicé mi viaje en Santiago y viví allí por primera vez la máquina del tiempo, sin sospecharlo siquiera.

En el aeropuerto Arturo Merino Benítez sentí un estruendo en la cabeza que no pude comprender con claridad a mis 19 años. Mi padre estaba un poco más viejo, su cabeza gris y sus manos eran tristes como la cordillera. El abrazo fue fuerte, pero no lloré. Hoy sé, o por lo menos creo saber, por qué no lloré. No lloré porque ese no era mi padre, mi padre tenía el pelo largo e intensamente castaño; sus manos eran fuertes y las arrugas que tenía eran muy pocas. 

Aquel señor que me invitó un café, era mi padre en el futuro, no el que dejé de ver. En el dedo anular de su mano izquierda había un anillo, que en el pasado fue de mi abuelo y bastó un gesto, para darme cuenta que no había nada que preguntar.

Al pasar los días y los meses redescubrí a mi viejo, a mi abuela, a mis primos, a mis tíos.
No todo el proceso fue triste, recuerdo en la mesa, a la hora del almuerzo, toda la familia chilena muertos de la risa con las historias que les contaba de mi Habana y sus particularidades.

La comida era diferente, sabrosa, pero poco a poco empecé a extrañar, desde el bistec, hasta el picadillo de soya.

Mi discurso era repetitivo, contaba las mismas historias una y mil veces: cantaba las mismas canciones, ponías los discos hasta sabérmelos de memoria, leía los mismos poemas y los cuentos que empecé a redactar tenían un estilo muy parecido y una cadencia única.

Pero insisto, no todo fue triste. Me asombraba con muchas cosas: los edificios, las plazas, el metro, el Internet y claro, mi primer celular. Parecía un guajirito en La Habana.

Cuando llamaba a mi madre, le contaba y hasta exageraba sobre las cosas que habían acá. Nunca lo hice con la intención de afirmarle que “esto” era mejor que “eso de allá”, pero es que para mí todo era tan sorprenderte que para que ella me entendiera, necesitaba exagerar un poco.

En Chile me enamoré, entristecí, volví a enamorarme, canté, aprendí a tocar la guitarra, conocí las luchas y me desilusioné. Al pasar de los años entendí que todo esto ocurría porque mi padre también navegó en la máquina del tiempo.

Para él, el exilio fue algo más que un viaje. Fue el destierro, pero mi padre estaba anclado en su puerto, en su ciudad. Me imagino lo triste que debe haber sido para él, mirar el horizonte pleno, pero no hallar su cordillera.

De niño supe de un Chile lindo, un Chile nuevo, no el de los golpes y los desaparecidos. De niño Chile sonaba a Manns, a Jara, a Parra, a Inti; sabía a sopaipilla, a cola de mono (sin alcohol); era en blanco y negro y tenía un fusil en la mano. En el aeropuerto de Pudahuel mi padre también sintió un estruendo en su cabeza y no pudo comprender qué había pasado. La cordillera ya casi no se veía, su calles eran grises y su pueblo tenía miedo. El abrazo fue fuerte, pero sé que no lloró.

No han pasado muchos años, pero “todo lo malo se ha ido bailando” como dirá alguna canción popular, y mi pueblo así lo hecho. Tal vez a regañadientes, tal vez aguantando los bloqueos, tal vez mirando con nostalgia la puerta de salida.

Son muchos los que han tomado un avión en mi país, en busca de “mirar un poco más allá”. Tengo cientos de amigos que han sido bebidos sorbo a sorbo por “la Coca Cola del olvido” y tengo varios más que se desgarran con añoranza por volver.

Yo muero por descargar una trova en la azotea de un amigo, por tomarme un ron Cienfuegos y despreocuparme por llegar junto al sol a mi barrio de Buena Vista. Pero nada es lo mismo. El viaje de ida no tiene vuelta. Cuando vuelves después de un par de años las cosas cambian, a pesar de que algunos insistan de que Cuba está detenida en el tiempo.

Intenté tomar el pasaje de vuelta seis años más tarde y fue mentira. Cuando llegué, La Habana era otra. Muchos no estaban y sólo eran mis amigos por correo o facebook. Mi madre había sufrido la misma transformación que mi padre y también tuve que redescubrir a cada uno de los míos. Mi primo menor, que era casi mi hermano, estaba en otra onda. Su tatuaje del Che en la espalda y su discurso cargado de desidia y apoliticismo lo delataban como un ser ajeno. 
Nadie recordaba la melodía de “si tú te fuiste perdiste, yo no, yo me quedé”, canción de El Médico de la Salsa, un músico que ahora vive en Miami y se presenta en los programas de televisión de la mafia cubano-americana. La gente estaba en otra “vola’a”, casi todos tenían celulares y alguno que otro pensaba en emigrar para poder ayudar a la familia o para “progresar”.

Un día conversé con el vocalista de un muy famoso grupo cubano, Israel de Buena Fe y él me explicó todo. Cada palabra iba descifrando sus canciones, temas que conocía hace tiempo pero que jamás me senté con detenimiento a escuchar. Versos como “tengo un catalejo donde la Luna se ve, Marte se ve, hasta Plutón se ve, pero el meñique del pie no se me ve”, o como “y que aventurera que se ha puesto la juventud, le da lo mismo Tokio, Barcelona, que Moscú”, me hicieron mucho sentido.

A pesar de todo, como dijera Israel, “no puedo navegar contra la corriente”, tampoco puedo negar que tengo fe en mi pueblo y algo en él me da esperanza. Aún me siento libre en Cuba. Mi tierra navegará hacia donde su pueblo bogue, yo no puedo ser infeliz por eso. Tengo que reconocer que aquel que no vive el día a día, está condenado a aterrizar en otro tiempo, en el futuro de la página que se dejó de escribir. 

Tomado de EL Blog de Mauricio Leandro.

12 de agosto, Día Mundial de la Juventud

domingo, 12 de agosto de 2012
Por Pablo Portillo de Jesús*


La Organización Mundial de las Naciones Unidas, ONU, reconoció el 12 de agosto como el Día Mundial de la Juventud, este acuerdo se adoptó por iniciativa de la Conferencia Mundial de Ministros de Asuntos de la Juventud, que se reunió en Lisboa, Portugal, entre el 8 y el 12 de agosto de 1998. En este día, los pueblos destacan la situación de los jóvenes y el papel protagónico que deben cumpliren la sociedad.

La juventud, de acuerdo con la ONU, es la etapa de la vida que se ubica entre los 15 a los 24 años; esta fecha es apropiada para valorar la situación de los jóvenes, especialmente en muchos países de este continente, donde generalmente es víctima de discriminación y explotación; asimismo para reconocer el papel que les corresponde desempeñar como actores de la nueva sociedad.

En las sociedades donde impera la cultura de los adultos se discrimina a la juventud por su corta edad y se acostumbraa convertirlos en sujeto pasivo, que debe esperar el tiempo para convertirse en sujeto activo; esta discriminación la contrarrestan con las justas actitudes de rebeldía ante los que los que torpedean su entusiasmo y energía.

Los jóvenes deben de preparase con interés y disciplina: estudiar y luchar es la consigna que deben abrazar, porque los jóvenes son los constructores del mundo nuevo, los jóvenes no deben esperar el futuro para empezar a actuar, desde hoy deben empezar a estudiar y trabajar para construir paso a paso, día a día, ese futuro luminoso  que espera la sociedad.

La juventud debe de asumir el protagonismo en todos los campos de la vida, en el estudio, en la cultura, en la política y en la solidaridad; para asumir el papel de sujeto activo necesitan prepararse permanentemente… los jóvenes de este tiempo necesitan apartarse de los vicios de la hipocresía y la corrupción que les han heredado los “políticos de oficio”.

Los jóvenes de varios de nuestros países se encuentran en condiciones de subordinación y de marginación social, muchos viven en condiciones de extrema pobreza y son objeto de exclusión social; por eso necesitamos cambiar el actual modelo neoliberal que nos han impuesto los grupos que se han apropiado de nuestros países y de los recursos naturales.

Fidel Castro, en su libro “Educación y Revolución” aseguró: “es  necesario que creamos en los jóvenes… Creer en  los jóvenes es ver en ellos, además de entusiasmo, capacidad, heroísmo, amor a la patria, confianza en sí mismos, convicción profunda de que la juventud puede, de que sobre sus hombros se pueden depositar grandes tareas… Creer en la juventud es ver a los mejores continuadores de nuestra propia generación”.

El ser joven nunca ha sido excusa para no participar en los procesos de transformación, existen ejemplos en las luchas emancipadoras que libraron los pueblos: Simón Bolívar a los 30 años realizó la campaña admirable; Antonio José de Sucre a la edad de 29 años venció en Ayacucho, Perú; Fidel Castro a los 32 años dirigió la revolución más admirable de nuestro continente, la revolución cubana.

Camila Vallejo, la admirable lideresa juvenil chilena, ha conducido grandes movilizaciones de jóvenes donde participan estudiantes, profesores y trabajadores exigiendo educación pública de calidad y señala que es necesario impulsar cambios sustentados en una democracia participativa y en un nuevo modelo económico, social y político que garantice el bienestar del pueblo.

A pesar de las esperanzas que tienen los pueblos en la juventud, reconocemos con preocupación que muchos jóvenes han caído en la ideología del capitalismo, atrapados especialmente por las rampas del consumismo, por poderosas redes mediáticas que difunden antivalores y hábitos perversos como el consumo de drogas que, en el fondo, expresan los intereses de las élites de poder de Estados Unidos.

También muchos jóvenes asumen posiciones abiertamente reaccionarias, que se subordinan a los grupos terroristas deNorteamérica para desestabilizar a los gobernantes progresistas de nuestra América, varios jóvenes se han apoderado de centros de estudio y desde allí sabotean los programas de transformación que impulsan los gobiernos que se identifican con los pueblos.

Un factor que no contribuye al desarrollo de la conciencia política y ética de los jóvenes radica en la educación que reciben en los centros educativos privados de todos los niveles, verdaderos “supermercados del conocimiento”; en éstos es difícil que los jóvenes asuman el rol protagónico que les corresponde, es más fácil que sean capturados por la cultura del consumismo y del individualismo.

Pero los jóvenes tendrán que emanciparse y asumir el protagonismo con la alegría propia de su edad, con la rebeldía necesaria para transformar esta sociedad desigual, hoy más que nunca debe incorporarse de manera activa, a los procesos de cambio que se están construyendo en muchos países de América Latina y el Caribe y escapar de la influencia de los grupos reaccionarios.

Francisco Morazán, nuestro Héroe Nacional, al rendir cuenta de su gestión en la novena legislatura federal, el 21 de marzo de 1836, dedicó un bello mensaje a los jóvenes:

“La educación de la juventud, de esa porción escogida para regir algún día los destinos de la República, ha merecido muy particularmente la atención del gobierno”.

Enorme responsabilidad heredada a la juventud, dirigir los destinos de la patria.

*Profesor de Educación Superior, Tegucigalpa, Honduras

Yo si soy un terrorista, no puedo ser menos

domingo, 20 de mayo de 2012
Por Raúl Bracho

Terrorista es quien produce terror, eso soy yo, siembro en la conciencia de quienes me leen terror ante la historia cotidiana, ante el mundo que se despedaza, ante el Apocalipsis capitalista.

Terrorismo no es tan solo los actos desenfrenados del descontento en la sociedad, lo es también el dibujar en las conciencias una realidad que no queremos ver. Es enseñar un futuro que no queremos ver repleto de muerte y desesperanza, de guerras de dominio por parte del imperio que nos destroza, de hambre, de violencia, de dominación desesperada de aquellos que nos explotan. Yo siembro terror, lo despierto y lo propago. Soy un terrorista.

Al ver hoy a los amos del poder reunidos en Chicago, digo que todas y todos los que a las puertas de este evento decadente se congregan para protestar, son tan terroristas como yo. Todas y todos los que despertamos y presentimos el fatal destino que nos espera ante una sociedad depredadora de nuestro planeta, que predicamos la revolución como única alternativa de vida, no somos otra cosa que terroristas. Predicamos el terror a nuestro futuro en manos de las transnacionales imperiales, predicamos el terror ante las guerras, despertamos el miedo a un futuro implacablemente incierto en manos de la OTAN, o de la ONU, o la OEA, o el pentágono y cualquier otra sumisa organización vendida a los poderes hegemónicos, que  derrumban torres gemelas para justificar invasiones.

Los pueblos del mundo viven cada día el terrorismo de la dominación de los ricos. Yo proclamo el terror a este destino infernal del que debemos escapar, aunque seamos sentenciados como narcotraficantes o terroristas desde los frentes mediáticos del enemigo. Son las únicas armas, epítetos estériles con los que pretenden someternos. No somos los culpables de esta cotidianidad de hambre y de dolor, de bombas y pueblos masacrados, de gobiernos lacayos que se venden al FMI o al Banco Mundial, no. Somos los despertadores del terror. Aquellos que día a día sonamos las campanas para que se levante la conciencia popular, la rebeldía, la revolución en manos de los pobres y desposeídos.

Yo propago el terror a los drones, a los dictadores, a los ejércitos invasores, a los discursos de Obama ante un mundo que desea someter, yo soy terrorista implacable ante el dolor de quienes nos someten. Grito  con fuerzas a la humanidad para que sienta el miedo infernal del destino que dibujan los mapas del imperio. Proclamo la rabia y la rebeldía de los pueblos como única puerta para la liberación de esta humanidad doliente. Soy la voz que viene a alertar sobre la muerte escrita con cenizas sobre nuestra frente.

Soy apenas uno más de los terroristas que ocupan Manhattan o Chicago, la plaza del sol o las calles de Grecia, apenas una sola garganta que grita con todas sus fuerza junto a tantas. Hay que detener a este gigante atolondrado que nos amenaza implacable, hay que alertar, que anunciar que sino despertamos ante el terror de su furia depredadora, moriremos todas y todos.

Soy tan terrorista como Chávez o Evo o Correa, como un soldado más en la revuelta de la patria grande. Sin miedo alguno a las consecuencias. Si no despiertas humanidad, no habrá futuro. Te invito camarada, proclama conmigo el terror, se terrorista como ya lo somos tantos que denunciamos la atropellada inclemente del poder del dinero y vengamos juntos a la lucha que vence, a la nueva sociedad que renace de las cenizas de tantos caídos: ven a anunciar el nuevo mundo posible donde se acabe el terror que ha diario nos acecha. Asumamos, todos, la tarea. Hay que parar al monstruo asesino. Hay que detener a este imperio destructor de la vida, hay que hacer espacio para la nueva vida, el nuevo mundo, que construiremos después de la victoria.

¡Viviremos y venceremos!!!

Enviado por su autor vía correo electrónico

Imagen agregada: Indignados (tomada de la web)


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