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Oportunidad y desafíos: dos trabajos de Fernando García Bielsa

domingo, 25 de enero de 2015
 

I
Cuba: la oportunidad y el reto de las relaciones con EE.UU.
Por Fernando M. García Bielsa*

Estas breves consideraciones acerca de algunos de los significados de los positivos anuncios del presidente Obama acerca de las relaciones con Cuba las hacemos a la luz del momento político que viven los EE.UU., nuestra región y el mundo. Ni remotamente intentan desdecir respecto a su gran importancia histórica y su probable impacto en las relaciones interamericanas.

 Partimos, como es un consenso bastante generalizado, de que son una victoria de Cuba, de la capacidad de resistencia de nuestro pueblo, y producto de los cambios que han ocurrido en el mundo, sobre todo en América Latina, donde, como reconoce en su declaración el propio presidente estadounidense, es EE.UU. el que se ha ido quedando aislado.

 Y sin duda ha sido también una victoria de los principios, de la dignidad y de su capacidad de resistencia el que nuestros Cinco héroes hayan logrado la libertad, aunque después de 16 años de injusta prisión. Ambas decisiones del presidente estadounidense fueron reconocidas y saludadas por nuestro gobierno y nuestro pueblo.

 Por supuesto, esos han sido anuncios nada inocentes; muy bien pensados desde la óptica de los intereses de EE.UU., desde una posición pragmática si se quiere. Se supera una clara anomalía de 53 años debida a la obstinación agresiva de los sucesivos gobiernos en Washington, cuando dos países vecinos se disponen ahora a restablecer sus relaciones diplomáticas y en muchos otros campos. Ello es claramente conveniente para ambos países. Y ciertamente para Cuba en lo bilateral, en lo doméstico, y tendrá también repercusiones favorables en nuestros tratos con entidades de otros países.

 Ahora bien, que nadie se llame a engaño, son anuncios bien pensados desde una óptica imperial y la nueva etapa es un reto para nuestro país y nuestras instituciones. Y ha sido pensada con el concurso de entidades estadounidenses y órganos de prensa donde predomina el pensamiento neoconservador, además de la buena voluntad de gobiernos aliados también de derecha. De modo que hay bastante para meditar y para posicionarnos.

 Es un reto que aceptamos, como ha indicado Fidel en múltiples ocasiones: “Veremos si por esas vías pueden destruir la Revolución cubana, que es en definitiva el objetivo que se proponen”, dijo el 26 de julio del año 2000, en Santa Clara. Y agregó que “sin ánimos de perturbar los dulces sueños de los que esto último piensan, cumplo el cortés deber de advertirles que la Revolución cubana no podrá ser destruida ni por la fuerza ni por la seducción”.

 Recordemos, con Fidel, que “la historia está igualmente de nuestro lado, porque el orden económico y político injusto y globalizado impuesto al mundo es insostenible”

 Siguiendo a Martí, nuestro Comandante en Jefe dijo que levantaremos “una gigantesca trinchera de sentimientos e ideas”.

 Y en ese empeño debemos estar ahora más que nunca, y ¡muy alertas! Del imperio no debemos confiar ni un tantico, como nos señaló el Che.

 Este anuncio ocurre en un contexto donde no solo están los positivos cambios en América Latina y en la opinión pública de EE.UU. respecto a Cuba, sino también cuando “el imperialismo estadounidense y sus aliados de la OTAN están tratando de crear todas las condiciones para transformar las relaciones internacionales en un nuevo teatro de confrontaciones con vistas a mantener el ya cuestionado sistema internacional unipolar y la hegemonía neoliberal”, en palabras del analista argentino-canadiense Alberto Rabilotta.

 ¿Qué debemos pensar de las palabras de Obama cuando señala que está dando pasos para colocar “los intereses de los pueblos de ambos países en el centro de nuestra política”?
 Entre otras cosas deberíamos esperar, y ver si finalmente han llegado a entender, que nuestro pueblo nada tiene que ver con los grupúsculos oportunistas que han estado financiando.

 Suena bien Obama cuando dice que no intentaría crear al caos, y el Departamento de Estado cuando agrega que “no sirve a los intereses de los Estados Unidos, o del pueblo cubano, empujar a Cuba al colapso”. Dicen “haber aprendido de una dura experiencia que es mejor alentar y apoyar la reforma que imponer políticas que lleven a un país a devenir un estado fallido”.

 Es realmente una declaración bastante distante de la política de bloqueo –que sigue intacto y debe cesar– y de aquel documento yanqui de abril de 1960, de buscar la claudicación de nuestro pueblo “a través del hambre y la desesperación”.

 Pero cuánto hay de retórica y cuánto de real compromiso se verá realmente cuando se suspendan los programas de financiamiento dirigidos a erosionar nuestras instituciones y se respete nuestra soberanía.

 Es válido que Obama trate, como anunció, que “los empresarios estadounidenses no queden en desventaja y que se incremente el comercio”, permitir operar a las instituciones financieras de su país, que “se le haga más fácil a los exportadores estadounidenses vender sus bienes a Cuba”, facilitar el flujo de información y que esté “autorizando el incremento de las conexiones de telecomunicaciones”.

 Y aún más, como resultado de estos pasos podremos tener mayores vínculos familiares e intercambios entre los dos pueblos en el plano cultural, científico y deportivo sin los obstáculos que han existido por las políticas de EE.UU.

 El Presidente Obama también expresó que intenta promover valores a través del “compromiso” (“engagement”), lo que tomado en el buen sentido querría decir del dialogo, el compromiso, la interrelación. Y ese es un camino de doble vía, donde nuestros valores también cuentan.

 En el discurso citado Fidel Castro señalaba: “Con ideas verdaderamente justas y una sólida cultura general y política, nuestro pueblo puede igualmente defender su identidad y protegerse de las seudoculturas que emanan de las sociedades de consumo deshumanizadas, egoístas e irresponsables. En esa lid también podemos vencer y venceremos”.

  II

Una vez más sobre los retos y la agenda de todos

“Pensar es abrir surcos, levantar cimientos y dar el santo y seña de los corazones”
(José Martí, discurso en Hardman Hall, NY, 10 oct. 1890)

 Aunque no todos los cubanos tengamos una mirada abarcadora de sus muchas aristas, sí conocemos por experiencia lo criminal del Bloqueo y hemos palpado sus muy dañinas consecuencias. Es una experiencia que no debemos olvidar.

 Por tanto lo que actualmente procede es avizorar por donde vienen ahora los gringos y no desconocer que muchos en nuestro país puedan ahora mistificar los beneficios o las bondades de la nueva relación de cierta “convivencia civilizada” con Estados Unidos.

 No pretendemos describir un fenómeno tan complejo y de proporciones tan vastas, de tantas implicaciones, ni tenemos una visión pesimista del momento. Las influencias externas suelen operar al mismo tiempo como peligros y como estímulo. Cierta gravitación e influjo del vecino norteño siempre resulta inevitable pero es tarea de la Revolución contrarrestar sus vertientes dañinas.

 Y es obvio que una de las tareas básicas es identificar nuestros puntos flacos y jerarquizar el debate y la información fresca y oportuna sobre todos los temas, a un pueblo culto y de aguda sensibilidad como el nuestro.

 Todavía debemos luchar contra el formalismo y los “teques” que tanto enajenan y tanto rechazo generan. Pero asimismo es necesario superar cierto desarme ideológico que se ha extendido en muchos sectores en los últimos años.

 Debemos combinar la realización de las tareas concretas, en primer lugar ordenar y potenciar el desempeño de la economía, el ahorro, el aumento de la productividad. Pero, asimismo, ahora más que nunca y ante los nuevos retos, nadie con responsabilidades en el estado y en el Partido a todos los niveles puede limitarse a una gestión empírica, mecánica, de cortas miras.

 Debemos tener claro el rumbo, la visión estratégica, la proyección de nuestro proyecto socialista, e interpretar los peligros que le acechan desde afuera y desde dentro.

 Esas y muchas más carencias debemos superar ahora que se abre una etapa de “convivencia”, pero de necesario pulseo a lo cortico con las influencias y las “ayudas” que ya ha anunciado el presidente de EE.UU. como parte de sus intenciones para que dejemos de ser lo que somos. Para que dejemos de ser “necios” como Silvio, que queremos seguir fieles a la esencia de lo vivido, de nuestra cultura e identidad.

 Este posicionamiento para los nuevos tiempos no es, ni debe ser, solo en defensa de la soberanía ante el imperialismo sino en defensa, en el frente interno, del rumbo socialista, y ello requiere establecer un mayor control sobre el burocratismo, control que ahora es deficiente y solo se ejerce desde arriba. 
El país para salvarse requiere recuperar niveles de participación popular que se han deteriorado, en primer lugar en participación sustantiva o control de los procesos de toma de decisiones.

 No se puede prescindir de la voluntad, de la iniciativa y de la acción coordinada de nuestros ciudadanos, lo que ha sido un patrimonio de la Revolución cubana. Ya lo había dicho Martí: “Lo que no sea guerra de todos… o no es verdad, o es una guerra de rincón, fácil de desacreditar y acorralar”.

 No puede ser solo en rincones donde se comprenda la complejidad del momento. No podemos limitarnos a hacer declaraciones de “que estamos inmunes”, que “no admitiremos injerencias”. Y es verdad que nuestras tradiciones, la unidad forjada por la Revolución, la lealtad a los que cayeron en nuestras luchas y la cultura de nuestro pueblo son la base para prepararnos para lo que viene. Pero, eso sí: estando alertas, informados, “gatos” como dice el argot popular.

 No subestimar la capacidad del enemigo de producir confusión, falsas ilusiones. Como señalaba Eduardo Galeano cada conciencia ganada por la indiferencia y el derrotismo egoísta es una victoria del enemigo.

 ¿Sabemos identificar y defendernos ante las mañas del capital trasnacional después de estos cincuenta años de paternalismo estatal? ¿Están duchos nuestros sindicatos para proteger los derechos de los trabajadores frente a una patronal ajena? ¿Tenemos aceitados los mecanismos para protegernos contra la cooptación de nuestros funcionarios? ¿Actúa una burocracia empoderada –toda ella y siempre– a tono con las necesidades del país y con las orientaciones trazadas por el partido y el Cro. Raúl Castro? ¿Estamos seguros de que no existen agazapados algunos reductos que desean alguna forma de “anexión” a los EE.UU.?

 Contamos con una legítima diversidad de puntos de vistas, pero ¿está suficientemente consolidada la hegemonía de las ideas socialistas en el debate social?

 Ya que no pudo rendirnos por hambre y desesperación, debemos prever que el enemigo –pues sigue siéndolo aunque busquemos la convivencia y el “juego limpio”–, buscará aplicar la regla básica del “divide y vencerás”, que intentará inculcar o acrecentar la influencia de sus “seudovalores”, invadir el sentido común y transformarlo con las ideas que quiere utilizar para someternos.

 Vendrán a alimentar un glorificación del mercado y el consumismo, estimular reivindicaciones puramente corporativas o sectoriales, a debilitar –como ya han anunciado– las instancias globalizadoras de la política, descalificadas como ‘ideológicas’, etc. Tratará, en fin, de servirnos la mesa e, incluso, dictar la agenda y los términos del debate.

 No es que piense yo que vayan a lograrlo. Una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero. Ya en mi anterior comentario recordé las palabras de Fidel dirigidas a aquellos que se regodean y “sueñan”, donde les advertía “que la Revolución cubana no podrá ser destruida ni por la fuerza ni por la seducción”.

 ¡Puede que no tengamos que ponernos otra vez la ropa miliciana, pero sí o sí tenemos que cambiar todo lo que se tenga que cambiar para seguir siendo lo que somos!
*Diplomático y docente cubano. Ha ocupado cargos en la Sección de Intereses de Cuba en Washington. En su campo de estudio y enseñanza se incluyen la filosofía, la historia y las ciencias sociales.

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