Y pasa la vida… y ya estamos en
2014, unos cuantos años después de que empezara esta nueva fase del capitalismo
que los medios de incomunicación dieron en llamar crisis y que cada vez más
gente denomina estafa. Lamentablemente, todo sigue igual.
Empezamos el año exactamente igual
que siempre.
Los grandes bancos multiplicando
exponencialmente sus beneficios mientras siguen condenando a la miseria y la
muerte a miles de seres humanos con el apoyo incansable de un Estado que se
dedica a regalarles dinero a cambio del incalculable apoyo financiero para los
partidos y organizaciones afines.
Las grandes transnacionales en su
dinámica de enriquecerse, a costa de exigir el sacrificio humano con
condiciones de trabajo cada vez más esclavistas, gracias a una legalidad
redactada para eso, y con la amenaza del desempleo más implacable que nunca.
Los poderes públicos sentados en
su atalaya, negociando sus intereses y representando la tragicomedia de la
democracia para tenernos entretenidos mientras siguen afianzando y ampliando
este sistema de humillación y esclavitud en el que somos meros números que
oscilamos entre las columnas de los necesarios y los prescindibles. Delegando
en los tecnócratas del escalafón alto la gestión de la democracia, es decir,
dejando que el sistema judicial y el policial se encarguen de mantener las
cosas en su sitio de que nada altere el discurrir de los días.
Mientras tanto, ¿qué hacemos
nosotros? Pues seguimos como siempre, cada uno a lo suyo. Eso sí, siempre con
un ojo puesto en lo del vecino, no sea que dejemos pasar la oportunidad de
joder. Porque si algo está claro es que nosotros no aprendemos. Parece que
seamos incapaces de sacar ninguna lección de estrategias, intenciones y
acciones del pasado. Repetimos una y otra vez los mismos planteamientos de
lucha, de resistencia… esperando que por arte de magia los resultados sean
diferentes y parece que seguimos sorprendiéndonos cuando esto no sucede.
Para empezar seguimos planteando
nuestra lucha desde la resistencia en lugar de empezar a combinar esto con la
existencia. Basta ya de desgastarnos siempre en ir a remolque de las decisiones
políticas que sólo nos conduce a acabar luchando por migajas y a festejar como
enormes victorias cada vez que se sale a la calle a protestar contra alguna ley
injusta sin cuestionarnos nada más allá y dejando esa lucha en el momento en
que los objetivos planteados se creen conseguidos. No debemos olvidar que hasta
la fecha todos los logros que festejamos no son más que pequeños parches que en
nada nos acercan a un cambio de paradigma social (si es que realmente esto es
lo que pretendemos con nuestra lucha, cuestión ésta que todavía está por ver y
sobre la que hay mucho que hablar).
Seguimos, aunque parezca mentira,
ilusionándonos cada vez que se acercan elecciones con la aparición de nuevos
proyectos políticos que prometen poner las instituciones al servicio de la
ciudadanía. Como si eso fuera posible, como si esas instituciones fueran
neutrales y su ejercicio dependiera de la buena voluntad de sus ocupantes. Las
instituciones de esta supuesta democracia son las instituciones del poder,
creados por los poderosos con la única misión de servir a sus intereses y
absolutamente culpables de la inmovilidad de la situación. Estás apariciones
periódicas de nuevos intentos de lo que algunos denominan frentes populares son
en parte culpables del poco avance del pensamiento crítico en nuestra sociedad;
ya que imposibilitan la aparición de nuevas formas de organización popular y la
necesaria reflexión crítica de los postulados habituales de lo que denominan
izquierda que en el mejor de los casos no pasa de una renovada
socialdemocracia.
Las agresiones a las que nos vemos
sometidos son constantes, sin embargo, mientras no seamos capaces de
autoorganizarnos en un primer lugar para asegurar la subsistencia diaria y en
última instancia para hacer una verdadera reflexión crítica sin prejuicios
ideológicos de ninguna clase de la realidad que vivimos y de las implicaciones
que esto tiene, no saldremos jamás de este bucle de acción-reacción en el que
llevamos todas las de perder y que sólo nos depara una caída libre hacia una
vida cada vez más lejos de un ideal de dignidad que ni siquiera nos atrevemos a
imaginar a día de hoy pero que es imprescindible para garantizar la viabilidad
de todo tipo de vida en este planeta.
Fuente: Quebrantando el Silencio
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