Por Wilkie Delgado Correa*
El tiempo ha pasado casi volando desde aquel día en que Obama ganó por primera vez las elecciones por la presidencia de los Estados Unidos. En un artículo publicado en aquella fecha, titulado SI hoy no se roban las elecciones Obama enterrará la era atroz de Bush,
hube de analizar algunos aspectos sobre los posibles cambios
pronosticables a la luz de una nueva y verdadera política, y que hoy,
cuando ya cumple parte de su segundo mandato, puede servir de referencia
para valorar el alcance de su reciente rendición de cuentas.
Decía en el artículo que
"Las encuestas pronostican con un porcentaje estadísticamente
significativo que Obama debe triunfar en las elecciones presidenciales
de los Estados Unidos. Pero a pesar de este pronóstico científicamente
fundamentado y apoyado por hechos políticos, económicos y sociales que
determinan la necesidad de cambios, esto podría esfumarse por la misma
vía que ocurrieron las derrotas de los candidatos demócratas en el 2000 y
2004: un colosal fraude electoral (…)
Pero
vamos a pensar que el sistema político de los Estados Unidos no admita
tres fraudes escandalosos sucesivos, y eso permita que Obama gane estos
comicios, como se pronostica esta vez, y que el Partido Demócrata
obtenga la mayoría en el Congreso. Entonces Obama tendría la oportunidad
de producir los cambios que puedan enterrar el entramado fundamental de
la era atroz de W. Bush, pues esta plutocracia, que se vende
propagandísticamente como democracia perfecta para el resto del mundo,
no puede resistir tanto desprestigio como el acumulado en estos últimos
años.
Así
que pudiera empezarse por ahí. Enterrar la farsa de unas elecciones que
por los votos manipulados en la forma más variada han perdido el
encanto para los norteamericanos, y les ha provocado vergüenza y
defraudación, además del descrédito ante el mundo.
En
política exterior, bastaría que Obama recurriera a la historia y
salvara para el presente el discurso de despedida de George Washington a
la nación, al culminar su mandato como presidente. He aquí un fragmento
cuya esencia ha sido traicionada por la mayoría de sus seguidores en el
poder, quienes han practicado una política contraria a sus consejos
sobre la buena política exterior:
Observad
buena fe y justicia con todas las naciones. Cultivad la paz y la
armonía con todas. La religión y la moralidad mandan esta conducta. Y,
¿sería posible que no lo ordenase igualmente la buena política?
Para
la ejecución de tal plan, nada tan esencial como abstenerse de las
antipatías permanentes, inveteradas contra unas naciones en particular y
cultivar en lugar de ello los sentimientos amistosos para con todas. La
nación que se entrega al odio de otra, en cierta medida es una esclava.
Es una esclava de su animosidad y bastará una y otra cosa para
desviarla de su obligación y de su propio interés. La antipatía entre
una nación y otra las indispone con mayor facilidad a insultar y
agravar, a valerse de ligeras causas de resentimiento, y a ser altanera e
intratable cuando sobrevienen motivos accidentales o triviales de
disputa
Sólo
recordando esto y aplicando la política consecuente, Obama podría
instalar un nuevo concepto de política exterior para los Estados Unidos,
terminando así con las guerras esporádicas o infinitas llevadas a cabo y
pronosticadas por Bush, acabaría con la soberbia y altanería de estar
contra el mundo en las Naciones Unidas, eliminaría las ofensivas listas
con las que pretende condenar a quienes disienten de sus intenciones
imperiales.
Con
respecto a las relaciones con Cuba, además de lo anterior, le puede
servir de rumbo lo señalado por Lincoln en los días de la Guerra de
Secesión: La falta de los anexionistas consistió en que el verdadero pueblo de Cuba no había pedido su ayuda.
De
esta forma Obama pudiera instaurar una etapa de relaciones respetuosas,
de igual a igual con el Gobierno cubano, eliminar el bloqueo contra
Cuba y, ¿por qué no?, devolver a Cuba el territorio ilegalmente ocupado,
con la retirada de la Base Naval de Guantánamo. Antes debiera, de un
plumazo, cerrar las cárceles inhumanas e ilegítimas, según el derecho
nacional e internacional, que se asientan en ese territorio.
Pero
hay otros asuntos vitales para los Estados Unidos y el mundo, y es
poner fin a la ocupación en Afganistán e Irak, y regresar a los soldados
a casa, como ha prometido.
Esperemos que no se esgriman subterfugios
patrioteros para no proceder a concluir esta guerra de exterminio que
desangra a los países involucrados, invadidos e invasores, y que además
provoca gastos exorbitantes sólo en función de la destrucción y la
muerte. Una era de paz, sin amenazas del uso de la fuerza, además de una
lección de Obama, podría significar para el mundo que es posible una
era pacífica.
Como
la crisis económica es galopante y amenaza con ser irreversible para
los Estados Unidos y el resto de los países ricos, la terminación de las
guerras de conquista y el cese del financiamiento oneroso para las
economías, permitiría mitigar la crisis derivando esos millonarios
recursos en empresas más nobles de Norteamérica y del mundo. Esto no
será tan fácil, pues tiene que apuntar a un cambio total del actual
sistema financiero mundial.
En
lo social, Obama debiera recordar su origen. Representa a una minoría,
como otras tantas, de los Estados Unidos, que esperan un cambio hacia un
tratamiento y oportunidades iguales. Y la inmensa mayoría del pueblo
norteamericano aún espera que la inmensa riqueza de la nación se emplee
para los fines nobles de garantizar para todos los derechos económicos,
sociales y culturales, además de los políticos y civiles. Pero derechos
plenos y no meros enunciados en la Constitución del país.
En
fin, como hoy es todavía, y no se conocen los resultados de las
elecciones en los Estados Unidos, es un puro ejercicio de la
imaginación, asentada en verdades, por si vence Obama como se pronostica
y hace valedero su lema de cambio".
Lo
que entonces fue ejercicio de la imaginación, hoy, seis años después,
es una realidad visible con su saldo positivo y negativo. El tiempo del
segundo mandato se acaba y Obama ahora gobierna con un congreso
mayoritariamente republicano. Tendrá que poner voluntad y apuro, y
lograr coincidencias racionales y pragmáticas casi imposibles con los
congresistas opositores, para aprobar y afianzar determinadas políticas
de cambios prometidos y esperables que demandan legítimamente tanto
EE.UU. como el mundo.
Lo
anunciado por Obama ante al Congreso revela que faltan muchas cosas
esenciales todavía. Y alcance o no las altas metas, aún estarán
vigentes las ideas del mensaje de despedida a la nación de George
Washington. Así que es una honra al prócer el anuncio del
restablecimiento de las relaciones con Cuba, aunque falten muchas cosas
más para el logro consecuente de las relaciones normales.
*Médico cubano; Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba
2. PUIGDEMONT: DE WATERLOO A LA CATALUNYA NORD.
Hace 5 días
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