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La serpiente de mil cabezas

domingo, 6 de julio de 2014
Por Ricardo Luis Plaul*

El capitalismo desde sus orígenes ha dejado su impronta de explotación, violencia, autoritarismo, pobreza, injusticia, guerras, muerte y desolación. Como formación socio-económica que conlleva  una superestructura ideológica, jurídica y  cultural, sostiene anti-valores que suelen disfrazarse y adoptar formas diversas asociadas al esfuerzo, la libertad, el desarrollo individual, el consenso, el respeto por las tradiciones y las normas.

Con habilidad e hipocresía esconde su afán de lucro, la obsesión por el consumo ilimitado y permanente, el desdén por el otro desde un egoísmo individualista feroz e inclemente, la incapacidad egocéntrica de la descentración, su pragmatismo utilitarista donde el fin justifica los medios, la xenofobia, el clasismo, el racismo, la homofobia, el rechazo en suma de lo diferente, el machismo patriarcal,  su desdén y desprecio por lo nacional, lo latinoamericano, lo popular.

Su necesidad de acumulación y expansionismo, lo ha llevado a utilizar estrategias diversas para lograr sus objetivos. La tecnología ha sido, en manos del poder económico concentrado, sólo un instrumento valioso para incrementar y concentrar el Poder y las riquezas en manos de unas pocas familias y empresas.

La planificación capitalista también se ha asegurado de disponer de todos los recursos necesarios para lograr sus objetivos de eliminación de todos sus enemigos, ya se trate de personas o pueblos enteros.

Las guerras por el reparto del mundo, los golpes de Estado violentos o blandos, las dictaduras cívico-militares, la acción sediciosa y/o des-estabilizadora de las corporaciones mediáticas y económicas,  la organización de grupos de mercenarios auspiciados por las agencias del Imperio, los periodistas, intelectuales,  políticos y gremialistas cómplices, voceros y agentes del Establishment creando un clima de desaliento, miedo  e inquietud, son algunas de las estrategias y actores intervinientes para asegurar su continuidad o restauración, según el caso.

Los gobiernos populistas pueden intervenir y regular la vida económica para paliar  los efectos de este sistema, ampliar los derechos de las minorías  y darles mayor dignidad de vida  a través de subsidios, planes de vivienda, control de precios, atención prioritaria de la salud y la educación de los sectores populares, seguros de desempleo, universalización de las asignaciones familiares, jubilaciones y salarios dignos, avanzar en la obra pública, mejorar las oportunidades de empleo y producción, incentivar el desarrollo cultural y científico-tecnológico, incentivar la participación política de la juventud   etc. lo cual no es poco. Pero no podrá eliminar la pobreza estructural, el trabajo no registrado, la desigualdad social, económica y laboral, la extranjerización y concentración económica, la destrucción paulatina del ambiente y la apropiación por parte de las transnacionales  de los recursos naturales, sin transformar  radicalmente las relaciones de producción , sin diversificar la matriz energética,  sin una profunda reforma impositiva y financiera, sin concretar una integración regional e internacional  económica, cultural y jurídica con aquellos países que marchan, con sus diversidades, hacia el buen vivir de sus pueblos.

El pretendido acompañamiento de una burguesía nacional, en el marco de un capitalismo nacional y humanizado con inclusión social es tan sólo una ilusión. El ataque persistente de los históricos  enemigos internos  del pueblo, que ven afectados sus intereses corporativos y personales, su poder y su impunidad, unida a la poderosa acción destructiva del capital financiero internacional hacen muy difícil el sostenimiento y avance de un Proyecto Nacional y Popular que no avance en la construcción participativa y revolucionaria de un proyecto regional con el conjunto de los sectores populares.

Las fuerzas mercenarias que atacan en Siria, la fragmentación y la guerra interna  de Ucrania, la destrucción y fragmentación de Irak y los ataques que sufre de fuerzas  fundamentalistas, la ocupación y destrucción de Afganistán, las frecuentes intervenciones armadas de las fuerzas de la OTAN en países productores de petróleo, la instalación de bases militares de EEUU en nuestra región y rodeando a países potencialmente “enemigos” del Imperio, el criminal bloqueo a Cuba, los ataques externos e internos a los países de Nuestra América que construyen el socialismo del siglo XXI,  la impunidad de los llamados “paraísos fiscales, los ataques del Estado de Israel en la franja de Gaza,  la escalada de los fondos “buitres” sobre países que se atreven, como el nuestro, a desafiar las imposiciones del poder financiero internacional, el avance y la impunidad del narcotráfico y el lavado de dinero, el criminal desinterés por los inmigrantes indocumentados que huyen de los dolores de la insufrible vida  que el sistema genera,   las políticas de ajuste ejecutadas en los países de la eurozona, son algunas de las manifestaciones de la variedad de acciones que el capitalismo, en su fase neoconservadora y de predominio financiero, lleva a cabo como parte de su acción de sobrevivencia y fortalecimiento.

Sus periódicas crisis son oportunidades para la organización, fortalecimiento y unidad en la acción,  de los movimientos, fuerzas políticas, sociales y   bloques regionales e internacionales que lo enfrentan. Pero hay que también tener en cuenta, que como un animal herido, se vuelve más peligroso e intenta curar sus heridas a costa de los sectores más vulnerables de los pueblos. Simula, se metamorfosea, se retuerce, se escurre, todavía no se muere, muestra sus garras y hay que unir fuerzas para enterrarlo junto a los que lo alimentan. La batalla política, económica y socio- cultural se libra en todos los frentes.

*Escritor, Remedios de Escalada, Buenos Aires, Argentina

05/07/2014

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