Por Ricardo Salgado *
Recientemente
fue publicado el libro de la ex jefa del Departamento de Estado,
Hillary Clinton; los hondureños tenemos el infortunio de recibir la
atención en algunos párrafos de esa obra, todos ellos dedicados al Golpe
de Estado Militar de junio de 2009, un evento que hoy por hoy muchos
hemos olvidado, otros tantos quisiéramos olvidar y otros se esfuerzan en
borrar las huellas que aun los inculpan de aquel crimen.
Sin
lugar a dudas, el tema es uno de los pendientes en la agenda de la
comunidad latinoamericana que, forzada por las necesidades coyunturales y
aquellas impuestas por el ataque directo del imperio, ha tenido que
convivir con dos regímenes hondureños abiertamente contrarios a los
intereses colectivos de la región, y enemigos confesos de los procesos
revolucionarios que hoy se dan en nuestro continente: el de Porfirio
Lobo Sosa y el actual de Juan Hernández. Cinco años, son demasiado para
nosotros; para la señora Clinton es apenas una de sus marcas en la
historia imperial.
Internamente
los propios hondureños hemos puesto en práctica la amnesia como
antídoto a las crecientes penurias que permanecen como vestigios de un
acto de brutalidad que marco un punto de inflexión en la historia de
toda nuestra región. Nuevamente, renunciamos a la historia, y por ello
debemos pagar un precio.
Nos
acostumbramos a las anécdotas, y damos vueltas alrededor de versiones
convenientes a los intereses de cada quien, y dejamos a la posteridad la
misión de desentrañar los “misterios” de aquel momento. Poco a poco nos
deslindamos de una coyuntura de la que no fuimos protagonistas, y le
vamos dando lugar a oscuros nubarrones que le dan la razón a los
victimarios.
Cinco
años después, la conspiración (ni siquiera entendemos que sin
conspiración no hay golpes de Estado), sigue su curso. Los mismos
personajes del Golpe permanecen inmutables en sus posiciones, y
prosiguen su cacería contra quienes se niegan a ser absorbidos por la
ola del olvido que arrastra a muchos dirigentes, que prefieren regresar a
la “normalidad” pre golpe, que asumir las consecuencias y las
responsabilidades consustanciales a sus posiciones.
Por
razones prácticas, la mayoría de la “elite” pensante nos olvida como
parte del ALBA, y se ponen bajo llave los recuerdos de cambio que se
produjeron en el sector energía, la ayuda para el desarrollo agrícola,
la rectificación histórica en la OEA (que la misma Clinton recuerda con
disgusto) que corrigió la ofensa vil contra el pueblo cubano. Tantas
cosas, que deberían ser parte de nuestro orgullo, mueren por nuestra
propia mano.
Sí,
avanzamos, pero en el camino no pudimos desaprender muchos vicios
propios de la naturaleza contingencial de la política de la derecha, lo
que en mucho caso nos ha llevado por un camino de muchas improvisaciones
que con mucha facilidad imputamos a la “falta de desarrollo” de las
condiciones objetivas y subjetivas, justificando nuestra incapacidad de
entender el avance popular.
Hemos
alcanzado resultados sorprendentes, especialmente si se consideran
nuestras carencias en el campo del análisis, del estudio y de la
comprensión de la realidad. Sin embargo, hoy circulan vientos
divisionistas que fluyen de todas partes; una cacería de brujas sin
precedentes, y lo peor de todo, la disposición plena de algunos por
unirse a la fiesta de los buitres golpistas que buscan humillar a muchos
compañeros y compañeras por su participación en aquella construccion
que hoy luchamos por borrar.
Hace
falta mucha madurez, además de razonamiento para entrar en un proceso,
cuando no somos capaces de entender lo que es la correlación de fuerzas,
o saber construir visiones y estrategias a partir del análisis correcto
de las coyunturas. Tampoco es fácil avanzar con estructuras
infuncionales, o gente confundida que se asume vanguardia partidaria,
produciendo un debilitamiento estructural del Partido y de la lucha
politica, electorera o no.
La
emulación de la mecánica de los partidos tradicionales que desaparecen
una vez pasadas las elecciones para seguir su vida desde el Congreso
Nacional y otras instancias del Status Quo, puede resultar suicida para
una organización joven que está permanentemente bajo el asedio de las
fuerzas enemigas, externas e internas. Sin una dirección solida es
impensable avanzar, aun y cuando el apoyo popular es cada vez mas
fuerte.
No
es aconsejable confundir el crudo pragmatismo con la infalibilidad del
método vernáculo, no se trata de limitar el desarrollo teórico, y menos
aún de moldearlo a conveniencia en cada paso que damos.
Quizá
nuestro mayor problema es que no encontramos frente a nosotros las
respuestas que necesitamos, y en lugar de inclinarnos por el
atrevimiento de crear, volvemos la cara al pasado, donde encontraremos
mucha experiencia, pero también, invariablemente, los mismos errores.
Sin
duda es necesario hablar mucho sobre el 28 de junio, las condiciones
bajo las que se llega a ese momento y el desarrollo histórico de la
lucha popular hondureña desde entonces. Una introducción: debe hacerse
desde nuestras propias limitaciones, pues no sería admisible hacer un
rosario de lamentos sobre la construccion fascista que ha sembrado el
imperio en nuestro país, sin antes tratar de hacer una auto critica que
para muchos tendrá un sonido terrible.
* Investigador Social y Escritor hondureño
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