Por Pedro Martínez Pírez
Quienes
tuvimos el privilegio de brindar cobertura periodística a la segunda
intervención de Fidel Castro en la Asamblea General de las Naciones
Unidas, en Nueva York, el 12 de octubre de 1979, no olvidamos esa y
otras preguntas formuladas en esa emblemática sede por él Jefe de Estado
de Cuba, quien ese día habló también en su carácter de Presidente del
Movimiento de Países No Alineados.
Poco
antes se había celebrado en La Habana la Sexta Conferencia Cumbre de
los No Alineados y Cuba asumió la Presidencia del Movimiento hasta la
próxima reunión, efectuada en Nueva Delhi, capital de la India, en 1983,
cuando Fidel Castro traspasó el mandato a la entones Primer Ministra de
ese país, Indira Gandhi.
Diecinueve
años antes Fidel había implantado un récord en la ONU, donde pronunció
un discurso muy extenso el 26 de septiembre de 1960. En esta ocasión
leyó el texto de su discurso, que ocupó tres páginas del periódico
GRANMA del día siguiente, y la prolongación en el tiempo de su
intervención –dos horas y cinco minutos-- se debió en buena medida a los
aplausos reiterados de quienes colmaron el gran salón de la Asamblea
General.
Recuerdo
que los primeros aplausos, muy prolongados, se produjeron cuando Fidel
se refirió al tema palestino: “Despojados de sus tierras, expulsados de
su propia patria, dispersados por el mundo, perseguidos y asesinados,
los heroicos palestinos constituyen un ejemplo impresionante de
abnegación y patriotismo, y son el símbolo vivo del crimen más grande de
nuestra época”.
A
partir de ahí el público vibraba con cada una de las afirmaciones de
Fidel, y los aplausos provenían no solamente de diplomáticos de países
que tenían relaciones con Cuba, sino también de otros con gobiernos que
en esa época no habían formalizado los vínculos con la Mayor de las
Antillas.
La
segunda interrupción por aplausos se produjo cuando Fidel se refirió a
la situación colonial de Puerto Rico, y después cuando aludió a los
temas de la ilegal base yanqui en Guantánamo, el sistema neocolonial, la
carrera armamentista, la deuda externa, la perspectiva de un mundo sin
capitalismo, la miseria, la desnutrición, las enfermedades, el
analfabetismo y cuando demandó ayuda para el desarrollo de los países
pobres.
El
auditorio fue estremecido por una frase inolvidable de Fidel: “Hablo en
nombre de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan, hablo
en nombre de loa enfermos que no tienen medicinas, hablo en nombre de
aquellos a los que se les ha negado el derecho a la vida y a la
dignidad humana”.
Y
como si fuera hoy, Fidel advirtió en la ONU hace 34 años que “el ruido
de las armas, del lenguaje amenazante, de la prepotencia en la escena
internacional debe cesar. Basta ya de la ilusión de que los problemas
del mundo se puedan resolver con armas nucleares. Las bombas podrán
matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no
pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia”, ni “pueden
tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos”.
El
discurso de Fidel, que debe constar para siempre en la historia de la
ONU, finalizó con la mayoría del público puesto de pie y aplaudiendo su
última exhortación: “Digamos adios a las armas y consagrémonos
civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era. Esa es la
responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del
mundo. Esa es, además, la premisa indispensable de la supervivencia
humana”.
Y
uno de los estadistas que se puso de pie y fue al encuentro de Fidel
para darle un abrazo, en una franca ruptura del protocolo de la ONU, fue
el joven Primer Ministro de Granada, Maurice Bishop, a quien poco
después pude entrevistar en la recepción realizada en la sede de la
Misión de Cuba en Nueva York, en Lexington y 38.
Esa
noche también entrevisté para la televisión cubana a Kurt Waldheim,
Secretario General de la ONU, y a Fidel Castro, quien al recordarle el
tiempo transcurrido desde su primera intervención en la Asamblea General
en 1960, ripostó enseguida: “Ahora me siento más joven”.
Fueron
ocho minutos de diálogo con el estadista que en Nueva York dejó un
mensaje que conserva plena vigencia y formuló preguntas que están por
responder.
Tomado de Radio Habana Cuba
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domingo, 13 de octubre de 2013
Etiquetas:
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