No hay mejor almohada que una consciencia tranquila
Refrán alemán
Ciudad Cárcel, Chihuahua, verano del 2012
La
sociedad de las apariencias es aquella que desarrolla constantemente elementos
satisfactores inmediatos para una realidad no agradable de las relaciones
sociales. Así por ejemplo, el alcohol (la cerveza, el licor) cumple una labor social similar al de las
religiones: conducen hacia la enajenación del alivio del espíritu, del alma;
combate el estrés, para hablar en términos cotidianos actuales.
Este
tipo de relaciones se da mayormente en sociedades totalitarias, jerárquicas y
economías capitalistas; puede tener connotaciones nacionalistas, como describe
Octavio Paz en El Laberinto… por ahí
por las “Máscaras mexicanas. La preferencia por la Forma…”. En las sociedades
contemporáneas además, la apariencia viene acompañada de soledad, por el
individualismo, la desaparición de la comunidad y la noción de ella.
Pero,
¿qué estimula la aparición y permanencia de dicho fenómeno?, ¿a quién se quiere
engañar?, ¿para qué? La apariencia también puede disfrazarse de silencio, de
ausencia; ahí está el elocuente ejemplo del silencio de la iglesia católica
frente al fraude electoral en México. ¿De qué protege la apariencia? Los
gobiernos bajo cualquier argumento (de seguridad nacional, confidencialidad,
moral y buenas costumbres, etcétera) suelen cometer abusos, como el emblemático
ejemplo de Wikileaks y el caso Julian Assange/Bradley Manning, perseguidos por
Estados Unidos al revelar públicamente cables diplomáticos y sobre todo,
información secreta de masacres a civiles realizadas en Afganistán por fuerzas
de ese país, entre otros documentos.
La
sociedad actualmente está predispuesta a las apariencias. Las y los políticos
aparentan ser inteligentes y honestos; los noticieros y periódicos, pretenden
ser veraces. O bien en el microcosmos de la vida diaria, actuando de acuerdo a
la ocasión, con seriedad en un funeral, con alegría en una boda o con rutina al
trabajar, poniéndonos un disfraz para cada ocasión. Es una costumbre disimular,
aparentar, engañar; es la astucia de vivir y sobrevivir sociedades que además,
suelen ser hostiles por herencia del patriarcado. La competitividad tan
característica de las sociedades de libre mercado, también procura trampas,
secretos, traiciones, así sea en un mercado o empresa, o en el deporte y la
música; todo depende del grado de enajenación de la sociedad.
La
apariencia de la mentira, cuando es social (es decir, cuando sociológicamente
tiene un impacto en la forma de pensar y actuar de la gente o un sector de la
misma) se transforma en hábito, costumbre y finalmente, cultura (generacional,
nacional, etcétera) y es difícil de quitar. ¿Cómo se puede vivir en la mentira?
Rehusándose a constatar la realidad o considerar otros puntos de vista,
amparándose en la negación, la hipocresía o el cinismo, como el reciente caso
de la elección federal, con tantos actores e instituciones involucradas,
negando evidencias, ocultando información o simplemente haciendo como si nada.
Ciudad
Cárcel cada vez se hace más grande, enorme. No tardan en llegar las cárceles
privadas, por que la persecución policiaca arrasa con todo y pronto no va a
haber cupo para tanta persona, además de la herencia de la narcoguerra. Nadie
da cuenta de las desapariciones, pese a tanta denuncia y policía, que no se da
abasto con tanto civil convertido en delincuente, aunque sea por no traer
identificación o “para protegerte”, como suelen ahora decir las y los agentes
discípulos de Julián Leyzaola antes de encarcelarte. En Ciudad Cárcel la
apariencia se convierte en cifras: primero te crean una guerra ficticia, donde
efectivamente muere mucha gente, y luego de disimular que no pasa nada y se
exagera, se presumen estadísticas de la disminución de homicidios
(contrariamente y pese a lo que se diga, los feminicidios continúan).
La
promesa también es apariencia, por lo tanto, engaño y mentira (ensayo y error).
En el neoliberalismo se adora el futuro, por que en él está la felicidad, por
eso es inalcanzable. No es coincidencia la semejanza con la recompensa del
cristianismo a posteriori, El Cielo,
pues Adam Smith era monje. La promesa juega con la esperanza convertida en fe,
por eso es tan dañina.
En
las ciudades Cárcel se aprende a cuidarse del desconocido tanto como del
policía; las y los ciudadanos de bien se convierten en potenciales terroristas,
desde el que no paga impuestos o es desempleado, como el/la que sale a las
calles a protestar, así sea estudiante o anciano. Sólo las sociedades cerradas
dentro de Cárcel, las élites, gozan de un macabro juego de sobrevivencia con la
libertad que da el dinero y las relaciones, es parte de la apariencia.
¿Cómo
se sabe si vives en la mentira? Hay verdades sociales innegables, como la
pobreza, la injusticia; pero también hay verdades personales, secretos que no
se comparten con cualquiera (hay versiones sobre la orientación sexual de
cierto priista cuarentón de copete que además tiene fama de golpeador, otro
chisme basado en hechos sin importancia que sucedieron en San Salvador Atenco y
con ser el número uno en feminicidios). Otras formas de enajenación están en la
televisión, el fútbol, el sexo, las cantinas, el internet…todo lo necesario
para olvidar la realidad, al menos un rato; la enajenación de la nada, de no
involucrarse en nada, voltear al otro lado, encerrado en la casa, el cuarto, el
fraccionamiento, vivir con precaución.
No
toda la gente vive en la mentira. Ahora la resistencia es moral, dialéctica de
consciencia personal y colectiva, del presente y para el presente. Es época de
cambios, pero sucede que mucha gente se quedó dormida en el siglo XX. La
posmodernidad no significa fragmentos, sino fractales; de lo que ocurra hoy
dependerá el mañana; el futuro no existe sino como perspectiva en un espacio
caótico sin límites y sin centro, en constante movimiento, según dice Albert
Einstein. Esa es la realidad que nos provee la ciencia para el siglo XXI.
Pero
mientras la mentira es parte de la doble moral, del malestar social, del engaño
y el error, Serge Galam, sociofísico de la Universidad de Jussieu, Francia,
explica bajo modelos matemáticos lo que llama inercia: que un sistema democrático termina siendo conservador e
inmovilista, inerte.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Seamos el cambio