Todavía estoy viendo a un Rajoy
pletórico explicando cómo nadie le había presionado para aceptar el rescate,
sino que más bien había sido él quien
había presionado para conseguirlo. Poco menos que garantizaba la solución a
todos los problemas del país tras la salvadora línea de crédito a la banca y
para celebrarlo cogió un avión de esos que le pagamos entre todos y se fue a
ver el fútbol como buen patriota que dice ser (inciso: cómo deben estar de
quemados los más fachas con Mariano viendo cómo regala la soberanía del país al
Imperio Alemán).
Enseguida se vio que esto no iba
a funcionar y que hasta el más alienado se había dado cuenta de que todo era un
camelo para regalar más dinero a la banca a costa de todos nosotros. A pesar de
las primeras negativas del gobierno, pronto han trascendido las nuevas
penalidades que vamos a sufrir el pueblo: subida de impuestos indirectos (como
siempre la fiscalidad se toca para joder a los trabajadores y no a los
capitalistas), bajada de salarios para el funcionariado (un clásico),
disminución de las prestaciones por desempleo y endurecimiento de los
requisitos para cobrarlas (es decir, menos tiempo de paro y menos dinero) y,
por último y sobre todo, aceleración de la puesta en marcha y posible nuevo
aumento de la edad de jubilación y una bajada de las pensiones (esta vez a las
claras y no enmascarada como la última vez).
Cuando esos datos macroeconómicos
con los que todo el mundo se ha familiarizado (deuda, prima de riesgo,
solvencia, mercados,…) se mantuvieron igual de altos pese a las profecías de
nuestros dirigentes, los medios de intoxicación y la maquinaria del Estado se
apresuraron a asegurarnos que era debido a que los mercados (eso que llaman así,
pero que tienen nombres y apellidos) estaban intranquilos debido a la incerteza
del resultado de las elecciones griegas.
Estas elecciones se nos
presentaron como la madre de todas las batallas por la supervivencia del euro
(a pesar de que ninguno de los contendientes había asegurado con rotundidad que
querían salir del euro sino que sólo querían replantear las condiciones
existentes) y ya se encargaron los poderes fácticos del capital de encauzar el
resultado que más les convenía para su beneficio (demostrando de paso la
futilidad de las elecciones y del sistema de representación en el que se
asientan las llamadas democracias modernas). Los más inocentes respiraron
aliviados porque los mercados iban soltar las garras clavadas en nuestro cuello;
pero nada más lejos de la realidad.
Para acabar de convencer a estos
inocentes, llegamos a la reunión del G20 en México y nos abren los ojos al
confirmar que nos han rescatado y que estamos muy jodidos (como si no lo supiéramos).
Mientras tanto seguimos en lo más profundo de esta estafa a gran escala que es
el capitalismo y su supuesta crisis.
Ante esta situación la protesta
popular sigue siendo más bien escasa. El mayor foco en la actualidad son las
luchas mineras y de los astilleros con larga tradición y de regular
periodicidad. Estas luchas merecen el máximo respeto por parte de todos porque
la dignidad de las luchas por el pan es uno de los activos más grandes que ha
tenido el pueblo a lo largo de la historia. Sin embargo, no hay que olvidar que
este tipo de lucha empieza y termina por hechos muy concretos y difícilmente se
convierten en la punta de lanza de algo mayor.
Precisamente, la lucha por
objetivos mayores es la labor más importante en momentos como este y ahora
mismo esta lucha se haya huérfana de cabezas y brazos.
Los diferentes colectivos de la
llamada extrema izquierda no han conseguido visibilizar sus luchas en momentos,
a priori, propicios para ello como son los actuales, fundamentalmente debido a
la eterna incapacidad de renunciar a ciertos aspectos teóricos que sólo
importan a los revolucionarios de salón olvidando qué es aquello que realmente
importa para sus diferentes causas.
Por otro lado, está el 15-M que
empezó con una fuerza inusitada y levantando grandes expectativas entre muchos
de nosotros y que en la actualidad se encuentra enmarañado en infinitud de
pequeñas batallas pero que mantiene el valor de haber iniciado una corriente de
empoderamiento político y social que no va a caer en saco roto. Una vez pasada
la mediatización de los primeros tiempos hay muchas asambleas que se han
mantenido en infinitud de sitios manteniendo una realidad asamblearia y
horizontal que es la verdadera base del cambio.
No tengo la receta mágica para
desencadenar la verdadera batalla contra el sistema pero necesitamos la
reacción del pueblo. Da igual como suceda pero la necesitamos con urgencia o cuando
llegue, será demasiado tarde. Por eso, ahora más lucha.
Fuente: Quebrantando el Silencio
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