
Columnistas y editorialistas de esa prensa genuflexa a la oligarquía se apresuraron a satanizar la llegada del demoníaco visitante. Sus voces encendieron las alarmas que en conclusión afirmaban que sería “una afrenta contra la democracia, contra la civilización, un espaldarazo al terrorismo” y un rosario de otros aspavientos de la vieja histeria.
Para tranquilidad de la rancia oligarquía y su prensa anodina, Ahmanideyad no posará su pie en estas tierras. Y, no porque no desee estrechar relaciones con nuestro país y la región, sino porque las condiciones de aislamiento que ha impuesto ser la quinta frontera gringa así lo ha establecido. ¡Dios nos guarde de enojar a los amos del Norte!
El estado de Guatemala, para mala fortuna de la mayoría, seguirá viendo con los anteojos imperialistas. Viendo con desprecio a los que se han desmarcado del amo pero añorando que el padrastro le dejé ir a ver que hay detrás de la esquina. Como el esclavo doméstico miraba con desdén al cimarrón que al huir alcanzaba la gloria de vivir libre pero con la angustia del fugitivo cuya cabeza tiene precio, sin la comida segura de la casa patronal, sin la seguridad de la mísera barraca pero que a cambio obtenía el premio mayor de no besar más las manos del blanco, ni aguantar su látigo y su desprecio, su socarronería y su prepotencia. En pocas palabras, la dignidad.
Esa dignidad es la que no se alcanza todavía ni en ricos ni pobres. El rico, por no perder lo acumulado cuya magnificencia, aún teniendo cientos de vidas, jamás se dará abasto para gozar siendo su esfuerzo una cadena más en su tobillo; el pobre que al añorar gozar lo del patrono no le importa a base de intrigas y zalamerías, de robo y delito contra sus iguales, llegar a gozar, ignorando que bajo esas premisas es igual que el perro que quiere morder su cola. Sin embargo, la cola de los recursos se agota, las riquezas de pocos se insuflan, la miseria de millones se agrava y lejos de mejorar todos nos arruinamos. ¿Quién trabajará para otros? ¿Quién fabricará lo que se desea gozar? ¿Qué será cuando el dinero no se pueda cambiar? ¿Quién cultivará los campos? ¿Quién hará los trajes? ¿Cuántos autos se fabricarán si la mayoría no tiene más que para caminar?
Un coto se tiene que poner a esta maldita espiral. Otros países han entendido claramente que bajo el dogma neoliberal no es posible oxigenar la economía, hacer participar a la gente, hacer reír a las personas ni darles motivos para bailar. La guerra no es una cuestión natural, mucho menos lógica. Guatemala también lo tiene que comprender, ojala no sea costa de más muertos. Ojalá haya un despertar.
Imperio es sinónimo de pasado, caducidad, expiración, muerte. Y, tanta es esa la verdad que apenas 38 años han tenido que pasar para que las palabras de aquel mártir de la Moneda volvieran a resucitarlo en las actuales épocas: “Sigan ustedes sabiendo que, más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
Latinoamérica está preñada de un nuevo ser. Se respira en el ambiente, en esa fresca brisa que viene del sur que no será frenada ni siquiera a costa de bombas.
Un nuevo ser que al igual que todos los seres humanos, desea reír, cantar y bailar. Al fin y al cabo todos los que tenemos hijos o los que vemos a los pequeños crecer, deseamos que así los sean y no que nazcan para obedecer y ser pisoteados; o pisotear y gritar.
No teman oligarcas, lacayos del Norte, ni Ahmanideyad, ni Chávez, ni Castro, vendrán a asustaros. Al final no es por ellos sino por lo que representan. Por esa postura firme y digna que se opone al dominio y la tiranía que ya está latente en miles de ciudadanos y ciudadanas de esta región que es que ustedes vociferan y lanzan improperios por medios de sus escribanos. Sin embargo, aún dentro de esos cuerpos literarios la rebeldía se ha erigido y como dijo un compañero de letras, los caraduras están siendo desenmascarados.
Jueves, 12 de enero de 2012
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