"La importancia de Girón no está en la magnitud de la batalla, de los combatientes, de los hechos heroicos que allí tuvieron lugar; la gran trascendencia histórica de Girón no es lo que ocurrió, sino lo que no ocurrió gracias a Girón".
Fidel Castro Ruz
Aprovecho como introducción esta compilación de textos sobre Girón que nos ha entregado la UPEC a través de su Enl@ce, para acercarles dos textos de dos argentinos, grandes amigos de Cuba
Victoria de Girón: Primera derrota del imperialismo en América. Vea aquí fragmento de discurso de Fidel el 16 de abril
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Playa Girón y el carácter socialista de la Revolución cubana
Por Atilio A. Boron
En la madrugada del 15 de Abril de 1961 aviones de combate camuflados como si fueran cubanos bombardearon los principales aeropuertos militares de Cuba. Las agencias noticiosas del imperio informaban que se había producido una sublevación de la fuerza aérea “de Castro” y el embajador de Estados Unidos ante la ONU, Adlai Stevenson -expresión del ala más “progresista” del partido Demócrata, ¡menos mal!- trató que el Consejo de Seguridad de ese organismo emitiera una resolución autorizando la intervención de Estados Unidos para “normalizar” la situación en la isla. No tuvo respaldo, pero el plan ya estaba en marcha.
Aquel bombardeo fue la voz de orden para que una brigada mercenaria que con absoluto descaro la CIA y el Pentágono habían venido preparando durante más de un año desembarcara en Bahía de Cochinos, con el declarado propósito de precipitar lo que en nuestros días los melifluos voceros de los intereses imperiales denominarían eufemísticamente como “cambio de régimen.” En Marzo de 1960 –apenas transcurrido poco más de un año del triunfo de la Revolución Cubana- el presidente Eisenhower había firmado una orden ejecutiva dando vía libre para desencadenar una campaña terrorista en contra de Cuba y su revolución. Bajo el amparo oficial de este programa se organizó el reclutamiento de unos mil quinientos hombres (un buen número de los cuales no eran otra cosa que aventureros, bandidos o lúmpenes que la CIA utilizaba, y utiliza, para sus acciones desestabilizadoras) dispuestos a participar de la inminente invasión, se colocó a las organizaciones contrarrevolucionarias bajo el mando de la CIA (es decir, la Casa Blanca) y se crearon varias “unidades operativas”, eufemismo para no llamar por su nombre a bandas de terroristas, escuadrones de la muerte y paramilitares expertos en atentados, demoliciones y sabotajes de todo tipo. Más de tres mil personas murieron en Cuba, desde los inicios de la Revolución, a causa del accionar de estos delincuentes apañados por la el gobierno de un país cuyos presidentes, invariablemente, nos dicen que Dios los puso sobre esta tierra para llevar por todo el mundo la antorcha de la libertad (de mercados), la justicia (racista, clasista y sexista y la democracia (en realidad, la plutocracia). Lo creían antes, y lo creen todavía hoy. Lo creía el católico John Kennedy y el metodista George W. Bush. La única excepción conocida de alguien no infectado por el virus mesiánico es la de John Quincy Adams, sexto presidente de los Estados Unidos, hombre práctico si los hay, quien dijo, en memorable frase, que “Estados Unidos no tiene amistades permanentes sino intereses permanentes,” algo que los gobiernos “pitiyankees” de nuestros países deberían memorizar. (Recordar que este Adams, hijo del segundo presidente de Estados Unidos, John Adams, fue también Secretario de Estado del presidente James Monroe, y colaboró activamente en la formulación de la doctrina que lleva su nombre).
Delincuentes, retomando el hilo de nuestra argumentación, como Luis Posada Carriles -uno de los más conspicuos criminales al servicio del imperio, terrorista probado y confeso, autor intelectual, entre muchos otros crímenes, de la voladura del avión de Cubana en 1976, con 73 personas a bordo- quien hace apenas unos días fue absuelto de todos sus cargos y disfruta de la más completa libertad en los Estados Unidos. Como si eso fuera poco Washington tampoco lo extradita para que pueda ser juzgado en Venezuela, país cuya nacionalidad había adoptado durante el transcurso de sus fechorías. Barack Obama, indigno Premio Nóbel de la Paz, protege a los verdugos de nuestros pueblos hasta el final de sus vidas mientras mantiene en prisión, en condiciones que ni siquiera se aplican a un asesino serial, a los cinco luchadores antiterroristas cubanos. Gesto ignominioso el de Obama, pero que tiene un lejano antecedente: en 1962, luego de la derrota sufrida por el ejército invasor reclutado, organizado, entrenado, armado y financiado por los Estados Unidos los prisioneros que habían sido capturados por las milicias revolucionarias cubanas fueron devueltos a los Estados Unidos ¡para ser recibidos y homenajeados –sí, homenajeados- por otro “progresista”, el presidente John F. Kennedy! El fiscal general de los Estados Unidos, Robert Kennedy, para no ser menos que su hermano mayor, invitó a esa verdadera “Armada Brancaleone” de matones y bandidos a integrarse al ejército norteamericano, cosa que fue aceptada por gran parte de ellos. No sorprende, por lo tanto, que periódicamente aparezcan tenebrosas historias de atrocidades y vejaciones perpetradas por soldados estadounidenses en diversas latitudes, las últimas conocidas hace apenas un par de días en Afganistán y antes en Abu Ghraib; o que durante la Administración Reagan-uno de los peores criminales de guerra de los Estados Unidos, según Noam Chomsky- un coronel del Marine Corps y asesor del Consejo de Seguridad Nacional, Oliver North, hubiera organizado una red de narcotraficantes y vendedores de armas desde su despacho situado a pocos metros de la Oficina Oval de la Casa Blanca para financiar a la “contra” nicaragüense. No le fue tan mal a North después de estallado el escándalo: libró de ir a la cárcel y en la actualidad se desempeña en varios programas de la ultraconservadora cadena Fox News Channel. Estos episodios revelan con elocuencia el clima moral que prevalece en las legiones imperiales.
La derrota de la invasión mercenaria lejos de aplacar al imperio exacerbó aún más sus instintos asesinos: la respuesta fue la preparación de un nuevo plan, Operación Mangosta, que contemplaba la realización de numerosos atentados y sabotajes tendientes a desarticular la producción, destruir cosechas, incendiar cañaverales, obstaculizar el transporte marítimo y el abastecimiento de la isla y amedrentar a los eventuales compradores de productos cubanos, especialmente el níquel. En pocas palabras: preparar lo que luego sería el infame bloqueo integral que sufre Cuba desde los comienzos mismos de la Revolución. Huelga decirlo pero el pueblo cubano -patriótico, consciente y organizado, fiel heredero de las enseñanzas de José Martí- frustró una vez más los miserables designios de la Operación Mangosta. Al día siguiente del bombardeo aéreo del 15 de Abril, en el homenaje que el pueblo de Cuba rendía a sus víctimas, Fidel proclamaría el carácter socialista de la Revolución Cubana con las siguientes palabras: "Compañeros obreros y campesinos: esta es la revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes". Y el 19 de Abril, en Playa Girón, se libraría el combate decisivo que culminaría con la primera derrota militar del imperialismo en tierras americanas. Latinoamérica, su respiración contenida ante esta reedición del clásico enfrentamiento entre David y Goliat, recibió con inmensa alegría la noticia de la derrota de las fuerzas del imperio, y nuestros pueblos terminaron por convencerse que el socialismo no era una ilusión sino una alternativa real. Otra historia empezaba a escribirse en esta parte del mundo.
Por Atilio A. Boron
En la madrugada del 15 de Abril de 1961 aviones de combate camuflados como si fueran cubanos bombardearon los principales aeropuertos militares de Cuba. Las agencias noticiosas del imperio informaban que se había producido una sublevación de la fuerza aérea “de Castro” y el embajador de Estados Unidos ante la ONU, Adlai Stevenson -expresión del ala más “progresista” del partido Demócrata, ¡menos mal!- trató que el Consejo de Seguridad de ese organismo emitiera una resolución autorizando la intervención de Estados Unidos para “normalizar” la situación en la isla. No tuvo respaldo, pero el plan ya estaba en marcha.
Aquel bombardeo fue la voz de orden para que una brigada mercenaria que con absoluto descaro la CIA y el Pentágono habían venido preparando durante más de un año desembarcara en Bahía de Cochinos, con el declarado propósito de precipitar lo que en nuestros días los melifluos voceros de los intereses imperiales denominarían eufemísticamente como “cambio de régimen.” En Marzo de 1960 –apenas transcurrido poco más de un año del triunfo de la Revolución Cubana- el presidente Eisenhower había firmado una orden ejecutiva dando vía libre para desencadenar una campaña terrorista en contra de Cuba y su revolución. Bajo el amparo oficial de este programa se organizó el reclutamiento de unos mil quinientos hombres (un buen número de los cuales no eran otra cosa que aventureros, bandidos o lúmpenes que la CIA utilizaba, y utiliza, para sus acciones desestabilizadoras) dispuestos a participar de la inminente invasión, se colocó a las organizaciones contrarrevolucionarias bajo el mando de la CIA (es decir, la Casa Blanca) y se crearon varias “unidades operativas”, eufemismo para no llamar por su nombre a bandas de terroristas, escuadrones de la muerte y paramilitares expertos en atentados, demoliciones y sabotajes de todo tipo. Más de tres mil personas murieron en Cuba, desde los inicios de la Revolución, a causa del accionar de estos delincuentes apañados por la el gobierno de un país cuyos presidentes, invariablemente, nos dicen que Dios los puso sobre esta tierra para llevar por todo el mundo la antorcha de la libertad (de mercados), la justicia (racista, clasista y sexista y la democracia (en realidad, la plutocracia). Lo creían antes, y lo creen todavía hoy. Lo creía el católico John Kennedy y el metodista George W. Bush. La única excepción conocida de alguien no infectado por el virus mesiánico es la de John Quincy Adams, sexto presidente de los Estados Unidos, hombre práctico si los hay, quien dijo, en memorable frase, que “Estados Unidos no tiene amistades permanentes sino intereses permanentes,” algo que los gobiernos “pitiyankees” de nuestros países deberían memorizar. (Recordar que este Adams, hijo del segundo presidente de Estados Unidos, John Adams, fue también Secretario de Estado del presidente James Monroe, y colaboró activamente en la formulación de la doctrina que lleva su nombre).
Delincuentes, retomando el hilo de nuestra argumentación, como Luis Posada Carriles -uno de los más conspicuos criminales al servicio del imperio, terrorista probado y confeso, autor intelectual, entre muchos otros crímenes, de la voladura del avión de Cubana en 1976, con 73 personas a bordo- quien hace apenas unos días fue absuelto de todos sus cargos y disfruta de la más completa libertad en los Estados Unidos. Como si eso fuera poco Washington tampoco lo extradita para que pueda ser juzgado en Venezuela, país cuya nacionalidad había adoptado durante el transcurso de sus fechorías. Barack Obama, indigno Premio Nóbel de la Paz, protege a los verdugos de nuestros pueblos hasta el final de sus vidas mientras mantiene en prisión, en condiciones que ni siquiera se aplican a un asesino serial, a los cinco luchadores antiterroristas cubanos. Gesto ignominioso el de Obama, pero que tiene un lejano antecedente: en 1962, luego de la derrota sufrida por el ejército invasor reclutado, organizado, entrenado, armado y financiado por los Estados Unidos los prisioneros que habían sido capturados por las milicias revolucionarias cubanas fueron devueltos a los Estados Unidos ¡para ser recibidos y homenajeados –sí, homenajeados- por otro “progresista”, el presidente John F. Kennedy! El fiscal general de los Estados Unidos, Robert Kennedy, para no ser menos que su hermano mayor, invitó a esa verdadera “Armada Brancaleone” de matones y bandidos a integrarse al ejército norteamericano, cosa que fue aceptada por gran parte de ellos. No sorprende, por lo tanto, que periódicamente aparezcan tenebrosas historias de atrocidades y vejaciones perpetradas por soldados estadounidenses en diversas latitudes, las últimas conocidas hace apenas un par de días en Afganistán y antes en Abu Ghraib; o que durante la Administración Reagan-uno de los peores criminales de guerra de los Estados Unidos, según Noam Chomsky- un coronel del Marine Corps y asesor del Consejo de Seguridad Nacional, Oliver North, hubiera organizado una red de narcotraficantes y vendedores de armas desde su despacho situado a pocos metros de la Oficina Oval de la Casa Blanca para financiar a la “contra” nicaragüense. No le fue tan mal a North después de estallado el escándalo: libró de ir a la cárcel y en la actualidad se desempeña en varios programas de la ultraconservadora cadena Fox News Channel. Estos episodios revelan con elocuencia el clima moral que prevalece en las legiones imperiales.
La derrota de la invasión mercenaria lejos de aplacar al imperio exacerbó aún más sus instintos asesinos: la respuesta fue la preparación de un nuevo plan, Operación Mangosta, que contemplaba la realización de numerosos atentados y sabotajes tendientes a desarticular la producción, destruir cosechas, incendiar cañaverales, obstaculizar el transporte marítimo y el abastecimiento de la isla y amedrentar a los eventuales compradores de productos cubanos, especialmente el níquel. En pocas palabras: preparar lo que luego sería el infame bloqueo integral que sufre Cuba desde los comienzos mismos de la Revolución. Huelga decirlo pero el pueblo cubano -patriótico, consciente y organizado, fiel heredero de las enseñanzas de José Martí- frustró una vez más los miserables designios de la Operación Mangosta. Al día siguiente del bombardeo aéreo del 15 de Abril, en el homenaje que el pueblo de Cuba rendía a sus víctimas, Fidel proclamaría el carácter socialista de la Revolución Cubana con las siguientes palabras: "Compañeros obreros y campesinos: esta es la revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes". Y el 19 de Abril, en Playa Girón, se libraría el combate decisivo que culminaría con la primera derrota militar del imperialismo en tierras americanas. Latinoamérica, su respiración contenida ante esta reedición del clásico enfrentamiento entre David y Goliat, recibió con inmensa alegría la noticia de la derrota de las fuerzas del imperio, y nuestros pueblos terminaron por convencerse que el socialismo no era una ilusión sino una alternativa real. Otra historia empezaba a escribirse en esta parte del mundo.
Durante aquellas históricas jornadas la camarilla contrarrevolucionaria estaba a la espera en Miami, presta para trasladarse a Cuba una vez que los invasores controlasen por 72 horas una “zona liberada” que les permitiera constituirse como “gobierno provisional” y, desde allí, solicitar el reconocimiento de la Casa Blanca y la OEA, y la ayuda militar de Estados Unidos para derrotar a la Revolución. Pero Fidel también lo sabía, y por eso su voz de mando fue la de aplastar a la invasión sin perder un minuto, cosa que efectivamente ocurrió. Parece que en Miami todavía siguen esperando.
(www.atilioboron.com)
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Ayer fue Playa Girón y hoy podría ser Girón Playa
Por Emilio Marín
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Ayer fue Playa Girón y hoy podría ser Girón Playa
Por Emilio Marín
En abril de 1961 la revolución cubana pasó una prueba de vida, al derrotar la invasión mercenaria en Playa Girón. Conducía Fidel Castro. Hoy se inicia el VI Congreso del Partido Comunista. Conduce Raúl Castro.
A veces se recuerdan hechos que han pasado de moda o perdido su sentido político. No es el caso de la gesta cubana, de rigurosa actualidad, al punto que hoy la población se vuelca a las calles para honrar aquella batalla pero también para dar marco al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Se considera fecha de fundación de esa agrupación el 16 de abril de 1961, cuando Fidel Castro despidió a las víctimas de los aviones mandados por la CIA y proclamó a los cuatro vientos el carácter socialista de la revolución.
Entonces no se trata de un aniversario marcado por el almanaque sobre un hecho afectado por la desmemoria o el paso del tiempo. Es un festejo del ayer y un compromiso contemporáneo. Se podría decir que lo de 1961 fue Playa Girón, conducido por Fidel. Y lo de hoy es Girón Playa, con Raúl Castro.
El 15 de abril de 1961, a hora muy temprana, aviones que tenían pintadas falsas insignias cubanas -fletados por la CIA desde la Nicaragua de los Somoza-, bombardearon tres aeropuertos de Cuba.
Querían suprimir la modesta flota cubana, que tendría a lo sumo diez aviones, y facilitar la invasión de dos días más tarde. Las agencias AP y UPI cablearon al mundo que se había insurreccionado la Fuerza Aérea de Cuba.
Aparte de esa falsedad, el operativo fue un fracaso. El comandante en jefe cubano había prevenido a sus aviadores a desparramar sus pocos y antiguos aviones para impedir un golpe devastador que consideraba cercano. Y así ocurrió. En marzo de 1960 la CIA había saboteado el barco La Coubre, que venía de Bélgica con armas compradas legalmente por la isla para su defensa. Murieron 100 cubanos, lo que hizo brotar a Fidel Castro la que sería su marca registrada de "Patria o muerte", al finalizar su discurso de despedida a esos mártires (en esa tribuna Alberto Korda registró la luego mundialmente famosa foto del Che Guevara).
Después vino, irremediablemente, el bombardeo del 15 de abril de 1961.
Además de ametrallar aeropuertos, los canallas mataron a 7 personas.
Otra despedida a muertos del pueblo y nuevo discurso de Fidel Castro proclamando que esa revolución hasta el momento democrática y antiimperialista se convertía en socialista. "Lo que no pueden perdonarnos, es que hayamos hecho una Revolución socialista en las narices de EE UU, ¡y que esa Revolución socialista la defendemos con esos fusiles!", arengó el líder. Era la noche del 16 de abril y alguien le avisó al orador que en la Ciénaga de Zapata, en Playa Girón y Playa Larga, Provincia de Matanzas, había aprestos de invasión. En La Habana cantaron el himno nacional y cada quien se fue a los puntos convenidos para defender la Patria. La letra del himno dice "¡al combate corred Bayameses! ... ¡A las armas, valientes, corred!". Y corrieron por ellas.
Fracaso yanqui.
El presidente Dwight Eisenhower concibió el plan de agresión contra la joven revolución cubana y dio las directivas pertinentes a la CIA. Así prepararon la Brigada 2506 en Guatemala y Nicaragua, dos de los países con gobiernos más anticubanos en las reuniones de la OEA, que culminaron con la expulsión de la Patria de José Martí.
Los norteamericanos se cuidaron de no involucrarse directamente, con sus propias tropas, desembarcando en aquellas playas. Formalmente decían, ahora por medio de John F. Kennedy en la Casa Blanca, que no tenían planes de agresión. Eran patrañas de los comunistas.
La plata con la que se financió esa Brigada, las armas, los aviones con que operaron y los barcos que transportaron a los mercenarios, eran todos de matriz estadounidense. Varios pilotos alcanzados por el fuego defensor y cuyos restos fueron recuperados por Cuba, también eran estadounidenses (un cadáver estuvo 18 años en la Morgue habanera, hasta que la CIA blanqueó esa muerte y los familiares pudieron retirarlo).
Pese a todo ese despliegue militar y logístico, en 66 horas los invasores fueron derrotados y tuvieron 1.200 prisioneros. En vez de ser fusilados, como podrían haberlo sido, el gobierno vencedor consideró más humanista canjearlos por alimentos y medicinas que se necesitaban.
Del lado cubano hubo 176 muertos, la mayoría jóvenes, que cayeron defendiendo las posiciones primero y luego tratando de entrar en Playa Girón tomada por los enemigos.
Varios aviones agresores fueron abatidos por las defensas antiaéreas y los aviones cubanos, que hicieron allí su debut exitoso. La propaganda yanqui decía que Castro contaba con modernos Migs soviéticos; si hubiera tenido esas máquinas todo se hubiera terminado en 24 horas y no en 66.
La defensa también utilizó tanques y cañones, lanza obuses y otras armas de artillería, que junto con los aviones averiaron y hundieron a varios barcos que llevaban tropas hacia tierra firme. La sabia orden de Fidel Castro, según recuerdan los militares cubanos, fue: primero hundir los barcos, después bajarles los aviones y finalmente tirarles a las tropas. "Vamos a tumbar aviones, pero hoy vamos a hundir barcos. ¡Hundan barcos! ¡Hunde barcos, coño, tienes que hundir muchos barcos! ¡Para el carajo, fuego con ellos!", le ordenaba a Raúl Curbelo, uno de los jefes de los aviadores.
Con esa lógica se consumó la gran victoria de Girón, considerada la primera derrota militar de los norteamericanos en el siglo XX en la región. Así lo vivieron Kennedy, el secretario de Estado Dean Rusk y el jefe de la CIA Allen Dulles, en la madrugada del 18 de abril, cuando les avisaron que todo había terminado en desastre.
La batalla tuvo tres consecuencias muy importantes. Una: la revolución cubana se transformó en socialista. Dos: el Ejército Rebelde de Sierra Maestra parió a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAR, un verdadero ejército con todas las ramas. Tres: el líder que era Fidel se recibió de comandante en jefe. La invasión venía a asesinarlo, pero lo potenció como estratega en la primera fila de la resistencia. En el juicio del Moncada dijo que la historia lo absolvería. No podía saber que se había quedado corto. La historia le reservaba un papel mayor.
Girón Playa, con Raúl.
La rápida movilización para aplastar la columna invasora logró frustrar la maniobra concebida en Washington, de ubicar su cabeza de playa e inmediatamente traer a un gobierno fantoche, con Miró Cardona.
Así solicitaría a la OEA el reconocimiento internacional.
Ese plan fue admitido por el jefe militar de los invasores, José Pérez San Román, en un libro posterior. Ese autor escribió: "este reconocimiento con su consecuente apoyo político-económico-militar había sido previamente preparado por el gobierno de Estados Unidos con varios países de Latinoamérica".
Esos eran otros tiempos en la región, donde -salvo el digno México- el resto de los gobernantes rompió relaciones diplomáticas con La Habana.
Hoy en cambio, el marco internacional es bien diferente. No es que no existan gobiernos alineados con el imperio, como el de Felipe Calderón o Juan Manuel Santos, pero la tendencia fundamental está marcado por los socios del ALBA, el Mercosur y la Unasur.
Esa política de alianzas y mayor comprensión regional es una de las condiciones con que cuenta a su favor esta nueva etapa revolucionaria que abren los cubanos con su VI Congreso partidario y las reformas económicas y sociales que encaran para salvar su socialismo.
Playa Girón fue una batalla militar. Girón Playa es una batalla política. En 1961 había que barrer a enemigos que invadían desde afuera. En 2011 habrá que modificar la economía en el frente interno, rectificando todos los errores que acumularon allí en el marco del bloqueo norteamericano. En Playa Girón había que tener buena puntería para hundir al Houston y otros barcos y abatir aviones B-26. En Girón Playa habrá que tener paciencia y buenos argumentos para convencer a los cubanos de que la salud y la educación seguirán siendo gratuitas, pero otros subsidios indebidos serán eliminados.
En suma, en Playa Girón la mira de las armas se ponía sobre los invasores pagados por el imperio. Ahora, el esfuerzo e inteligencia de los cubanos tendrán que ganar la lucha política y cultural, para que haya mayor productividad del trabajo, menos vagancia e indisciplina laboral, más eficiencia y mejores resultados.
Aquel 17 de abril los cubanos debieron levantarse a las 3.30 horas, cuando empezó la invasión. Ahora tendrán que levantarse también al alba, para arrancarle a la tierra, las máquinas, la tecnología, el laboratorio, el central azucarero, la construcción, etc., la mejor de las producciones. Aquellas madrugadas estaban pariendo el socialismo; el estilo de trabajo duro -que van a aprobar en estos días los mil delegados congresales- se propone mejorarlo. Entonces y ahora, a sólo 90 millas, hay un imperio que apuesta a la derrota.
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