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VIVIR DEBE SER OTRA COSA

miércoles, 10 de julio de 2013


Podría ser tan plena, tan alegre, tan vivible. Lo tenemos todo para que así sea. Jamás como ahora hemos tenido tan al alcance de la mano todo aquello que necesitamos para lograrlo.

Disponemos de comida más que suficiente para alimentarnos toda la humanidad sin problemas. Hemos alcanzado un nivel de comprensión científico-natural que nos permite entender mejor que nunca cómo nos relacionamos con el planeta. Disponemos de gran cantidad de medios técnicos para comunicarnos con cualquier persona situada en cualquier parte del globo de forma instantánea, y para obtener información igual de rápida de cualquier suceso acontecido. Existe un nivel de alfabetización a nivel mundial jamás alcanzado que nos abre las puertas a la lectura y al análisis de todo tipo de fuentes de experiencia. En todos los ámbitos, la investigación tecnológica está muy desarrollada y debiera permitir una teórica sociedad libre de pesadas cargas y más preparada para afrontar las situaciones adversas.

Todos estos factores y muchos otros parecen jugar a nuestro favor. En un mundo basado en lo racional y en el sentimiento de fraternidad universal, la vida sería placentera y divertida. Sin embargo, ese no es nuestro mundo.

Usamos esa comida más que suficiente para hacer negocio y sacar beneficio en lugar de alimentarnos todos de forma correcta y suficiente. Preferimos destruir el modo de vida rural y sustituirlo por uno industrial donde el beneficio económico está por encima de todo. Somos capaces de eliminar las cosechas que necesitamos para comer y sustituirlas por enormes extensiones de basura transgénica que tan sólo alimenta los bolsillos de unos pocos mientras mata de hambre y enfermedades varias a millones de seres vivos.
Utilizamos nuestra comprensión sobre el funcionamiento de la naturaleza para destruirla cada vez más. Deforestamos, desertizamos, explosionamos, desecamos, contaminamos, en definitiva “matamos todo lo matable” (incluidos nosotros mismos) por un montón de beneficios que todos sabemos que no se comen y no alimentan pero, a pesar de eso, lo hacemos.
Parece más que factible que usar todos esos medios para estar en contacto con tal cantidad de personas diferentes, debiera conducirnos a un mundo más empático y sobre todo, más capaz de implicarse con el otro. Lejos de eso, estamos en el momento más antisocial de la historia donde conceptos como amistad, compañerismo,… han sido destruidos y sustituidos por una morbosa necesidad de exhibición.
Preferimos utilizar nuestro nivel de comprensión del lenguaje y de la comunicación para empaparnos hasta la última gota de historias insustanciales servidas al por mayor por la maquinaria cultural dominante. Usamos todo nuestro potencial en la evasión de una realidad que comprendemos pero no combatimos sino que asumimos y preferimos evitarla haciendo uso  de aquello que debería ser la piedra angular de nuestra lucha emancipadora: la conciencia y el pensamiento para precisamente aniquilarlos sin piedad.
Utilizamos todos los avances tecnológicos para perpetuar nuestra condición de dependencia y esclavitud en lugar de ser capaces de usarla para liberarnos. Hemos creado infinitas maneras de matarnos unos a otros, incontables técnicas para esquilmar el planeta hasta la destrucción final y no hemos sido capaces siquiera de poder emanciparnos del trabajo como modo de vida. Fabricamos aviones que vuelan y matan sin tripulación alguna y, no obstante, es imprescindible nuestra presencia en la fábrica durante jornadas cada vez más largas de trabajo.

La vida debería ser otra cosa, pero hemos dejado que todos estos factores y muchos más queden en manos de una ínfima cantidad de gente para que tome la decisión de cómo utilizarlos. A estas alturas, la respuesta es obvia: en su propio beneficio y en grave perjuicio de todos y todo lo demás.

Esto no pretende ser ningún análisis de la realidad ni ninguna teoría de la verdad, es tan sólo el fruto de la impotencia y de la rabia al ser consciente de que la vida podría ser una experiencia maravillosa para todos sin excepción. Uso la primera persona del plural porque creo que todos contribuimos a este estado de cosas (sé que unos más que otros, pero todos lo hacemos) y porque somos todos los que permitimos que, a pesar de ser conscientes de ello, esto siga pasando.
Cada día de nuestras vidas hacemos elecciones que refuerzan este sistema y matan (sí, matan, exterminan, liquidan) a seres vivos de todas las especies, incluida a la que se supone pertenecemos. El deterioro social es más que evidente, pero seguimos teniendo la oportunidad, la voracidad del sistema y su absoluto desprecio por la vida nos ofrece cada día ocasiones de subvertir este orden maldito y criminal. Todo proceso de cambio, revolucionario parte de una verdad a la que no se está dispuesto a renunciar bajo ningún concepto, hasta ahora hemos podido tener intuiciones, sentimientos de afinidad más o menos desarrollados pero ha llegado el momento de escoger. Cada uno de nosotros necesitamos descubrir esa verdad a la que no vamos a renunciar e iniciar nuestro proceso revolucionario junto a todos los que así lo sientan.

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