Podría ser tan plena, tan alegre, tan vivible. Lo tenemos
todo para que así sea. Jamás como ahora hemos tenido tan al alcance de la mano
todo aquello que necesitamos para lograrlo.
Disponemos de comida más que suficiente para alimentarnos
toda la humanidad sin problemas. Hemos alcanzado un nivel de comprensión
científico-natural que nos permite entender mejor que nunca cómo nos
relacionamos con el planeta. Disponemos de gran cantidad de medios técnicos
para comunicarnos con cualquier persona situada en cualquier parte del globo de
forma instantánea, y para obtener información igual de rápida de cualquier
suceso acontecido. Existe un nivel de alfabetización a nivel mundial jamás
alcanzado que nos abre las puertas a la lectura y al análisis de todo tipo de
fuentes de experiencia. En todos los ámbitos, la investigación tecnológica está
muy desarrollada y debiera permitir una teórica sociedad libre de pesadas
cargas y más preparada para afrontar las situaciones adversas.
Todos estos factores y muchos otros parecen jugar a
nuestro favor. En un mundo basado en lo racional y en el sentimiento de fraternidad
universal, la vida sería placentera y divertida. Sin embargo, ese no es nuestro
mundo.
Usamos esa comida más que suficiente para hacer negocio y
sacar beneficio en lugar de alimentarnos todos de forma correcta y suficiente.
Preferimos destruir el modo de vida rural y sustituirlo por uno industrial
donde el beneficio económico está por
encima de todo. Somos capaces de eliminar las cosechas que necesitamos para
comer y sustituirlas por enormes extensiones de basura transgénica que tan sólo
alimenta los bolsillos de unos pocos mientras mata de hambre y enfermedades
varias a millones de seres vivos.
Utilizamos nuestra comprensión sobre el funcionamiento de
la naturaleza para destruirla cada vez más. Deforestamos, desertizamos,
explosionamos, desecamos, contaminamos, en definitiva “matamos todo lo matable” (incluidos nosotros mismos) por
un montón de beneficios que todos sabemos que no se comen y no alimentan pero,
a pesar de eso, lo hacemos.
Parece más que factible que usar todos esos medios para
estar en contacto con tal cantidad de personas diferentes, debiera conducirnos
a un mundo más empático y sobre todo, más capaz de implicarse con el otro.
Lejos de eso, estamos en el momento más antisocial de la historia donde
conceptos como amistad, compañerismo,… han sido destruidos y sustituidos por
una morbosa necesidad de exhibición.
Preferimos utilizar nuestro nivel de comprensión del
lenguaje y de la comunicación para empaparnos hasta la última gota de historias
insustanciales servidas al por mayor por la maquinaria cultural dominante.
Usamos todo nuestro potencial en la evasión de una realidad que comprendemos
pero no combatimos sino que asumimos y preferimos evitarla haciendo uso de aquello que debería ser la piedra angular
de nuestra lucha emancipadora: la conciencia y el pensamiento para precisamente
aniquilarlos sin piedad.
Utilizamos todos los avances tecnológicos para perpetuar
nuestra condición de dependencia y esclavitud en lugar de ser capaces de usarla
para liberarnos. Hemos creado infinitas maneras de matarnos unos a otros,
incontables técnicas para esquilmar el planeta hasta la destrucción final y no
hemos sido capaces siquiera de poder emanciparnos del trabajo como modo de
vida. Fabricamos aviones que vuelan y matan sin tripulación alguna y, no
obstante, es imprescindible nuestra presencia en la fábrica durante jornadas
cada vez más largas de trabajo.
La vida debería ser otra cosa, pero hemos dejado que todos
estos factores y muchos más queden en manos de una ínfima cantidad de gente
para que tome la decisión de cómo utilizarlos. A estas alturas, la respuesta es
obvia: en su propio beneficio y en grave perjuicio de todos y todo lo demás.
Esto no pretende ser ningún análisis de la realidad ni
ninguna teoría de la verdad, es tan sólo el fruto de la impotencia y de la
rabia al ser consciente de que la vida podría ser una experiencia maravillosa
para todos sin excepción. Uso la primera persona del plural porque creo que
todos contribuimos a este estado de cosas (sé que unos más que otros, pero
todos lo hacemos) y porque somos todos los que permitimos que, a pesar de ser
conscientes de ello, esto siga pasando.
Cada día de nuestras vidas hacemos elecciones que
refuerzan este sistema y matan (sí, matan, exterminan, liquidan) a seres vivos
de todas las especies, incluida a la que se supone pertenecemos. El deterioro
social es más que evidente, pero seguimos teniendo la oportunidad, la voracidad
del sistema y su absoluto desprecio por la vida nos ofrece cada día ocasiones
de subvertir este orden maldito y criminal. Todo proceso de cambio,
revolucionario parte de una verdad a la que no se está dispuesto a renunciar
bajo ningún concepto, hasta ahora hemos podido tener intuiciones, sentimientos
de afinidad más o menos desarrollados pero ha llegado el momento de escoger.
Cada uno de nosotros necesitamos descubrir esa verdad a la que no vamos a
renunciar e iniciar nuestro proceso revolucionario junto a todos los que así lo
sientan.
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Seamos el cambio