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¿Qué más podemos hacer?

jueves, 6 de junio de 2013
Ricardo Alarcón de Quesada

 
“Los últimos soldados de la Guerra Fría” de Fernando Morais, permite asomarse a una historia que el Imperio se empeña en sepultar en las tinieblas.

Es una crónica verdadera que nos acerca a las hazañas de cinco jóvenes que sacrificaron sus vidas para salvar a su pueblo. Para escribirla su autor dedicó incontables horas a la investigación, estudió miles de páginas, entrevistó a muchas personas, trabajó con ahínco durante largos meses.

Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René aparecen aquí como lo que son, héroes de carne y hueso, con su plena dimensión humana siempre próxima al lector.

En estos días sale la primera edición norteamericana y así ésta será una muy importante contribución a la lucha por la liberación de nuestros compañeros.

No voy abundar sobre el contenido del libro. Los invito a leerlo. Cuando empiecen a hacerlo no podrán detenerse hasta el final atrapados en la magia de un artista excepcional. Recuerden siempre, sin embargo, que nada aquí es ficción.

Fernando no necesitaba este libro. Es uno de los escritores más exitosos, publicado en el mundo entero, traducido a todas las lenguas, sus textos, también trasladados a la cinematografía, llegan a millones de personas.

Él no lo requería para asentar su fama. Es al revés. Los Cinco necesitaban este libro, imprescindible para que la verdad avance, la solidaridad crezca y se acerque el día de la libertad.

Fernando se embarcó en la monumental faena para redactarlo porque por encima de todo él es un gran compañero, que nunca le ha fallado a nuestros pueblos, que siempre ha puesto su inmenso talento del lado de la justicia.

Este libro es un desafío a los lectores, Después de leer esta historia de altruismo, amor y entrega a los demás, nadie con decoro puede quedar con los brazos cruzados. Sus páginas son un llamado a la acción al que los jóvenes tienen que responder.

Según José Martí “los estudiantes son el baluarte de la libertad y su ejército más firme”. Así ha sido a lo largo de la historia de Cuba. Esa tradición gloriosa, ininterrumpida, plantea un reto muy claro a los universitarios de hoy respecto al caso de nuestros compañeros, todos ellos forjados en nuestras aulas, que pronto cumplirán quince años de injusta prisión por defender a todos los cubanos del terrorismo promovido por Washington contra esta isla y su pueblo.

¿Cómo ser verdaderamente baluarte y ejército en la batalla para liberar a Gerardo, Ramón, Antonio y Fernando? En primer lugar hay que apreciar objetivamente la situación, evaluar exactamente las fortalezas y debilidades de los contendientes, diseñar una estrategia adecuada y sobre todo luchar consecuentemente hasta la victoria.

Nuestra fortaleza principal es la total inocencia de los compañeros y la complicidad con el terrorismo de quienes los acusaron y condenaron en una farsa judicial cuyo único propósito fue justificar las acciones terroristas contra Cuba y defender abiertamente a los terroristas. Todo está perfectamente registrado en documentos oficiales que pueden leerse en el expediente titulado “Estados Unidos versus Gerardo Hernández et al” de la Corte Federal del Distrito Sur de la Florida.

Nuestra principal debilidad, y la más obvia, es que lo que acabo de decir lo conocen muy pocos en Estados Unidos. Y no es por casualidad. El gobierno de ese país se ha encargado de cubrir el caso de los Cinco con la más férrea censura. Lo hace porque si el pueblo norteamericano supiera la verdad descubriría que quienes lo gobiernan son cómplices del terrorismo y porque si accedieran a esa verdad surgiría un movimiento de solidaridad realmente amplio y poderoso que lo obligaría a liberar a nuestros compañeros.

Entonces ¿qué hacer? ¿Cómo perforar el muro de silencio que rodea este caso?

No habría tiempo para referir las incontables violaciones y los numerosos ocultamientos que han acompañado a este interminable proceso judicial que incluye el juicio más largo de la historia de Estados Unidos. Me concentraré en algunos aspectos claves.

Gerardo, Ramón, Antonio y Fernando están a la espera de que la jueza Lenard –la misma que los sentenció inicialmente- se pronuncie sobre sus apelaciones extraordinarias, o habeas corpus, el último recurso legal de que disponen. Es una batalla compleja, difícil, imposible de ganar si no va acompañada por la solidaridad, si no se libra también fuera de la sala del tribunal, si en ella no participamos nosotros, los que no estamos presos.

El elemento común de los cuatro recursos es la conspiración del Gobierno con medios locales y “periodistas” de Miami a los que financió y dirigió para desatar una intensa campaña de odio contra los acusados presionando y amenazando a los miembros del jurado hasta hacer imposible un juicio justo. Ese ambiente fue caracterizado en 2005 por el panel de la Corte de Apelaciones de Atlanta como “una tormenta perfecta de prejuicios y hostilidad” que lo llevó a anular el juicio.

En el 2006 se descubrió que la acción de esos “periodistas” era obra del Gobierno. Desde entonces, hace siete años, organizaciones de la sociedad civil norteamericana están reclamando al Gobierno que revele el alcance de la conspiración. Igual exigencia fundamentan los habeas corpus. El Gobierno insiste tercamente en su ocultamiento. Y la prensa, al silenciar esta puja, se hace cómplice de los conspiradores.

El habeas corpus de Gerardo incluye, además, otras cuestiones de especial importancia. Por una parte se reitera la cuestión del ocultamiento y la manipulación de las evidencias presentadas contra él para acusarlo falsamente de “conspiración para cometer asesinato en primer grado”, infame calumnia por la que fue castigado a morir en prisión. No es la primera vez que la defensa solicita acceder a las supuestas “pruebas”. Lo viene haciendo desde que comenzó el juicio en Miami hace ya quince años. Ahora solicita también que se le conceda a Gerardo una audiencia en la que pueda refutar directamente el infundio levantado en su contra.

Su demanda incluye la exigencia al Gobierno a que entregue las imágines tomadas por sus satélites espaciales sobre el incidente del 24 de febrero de 1996, suceso que fue utilizado maliciosamente para fabricar la “conspiración para asesinar”.

Independientemente de que el propio gobierno se vió obligado a reconocer que carecía de pruebas para vincular a Gerardo con ese incidente, la negativa de Washington a mostrar las imágenes es muy ilustradora. Desde 1996 se ha negado a que nadie pueda verlas. Se lo negó a la Organización de Aviación Civil Internacional, al Consejo de Seguridad de la ONU y al Tribunal de Miami. Ha rechazado las diversas gestiones de prestigiosas instituciones norteamericanas. ¿Cómo explicar semejante tozudez? La única explicación posible a estas alturas, 17 años después del hecho, es que el incidente ocurrió en territorio cubano y en consecuencia el tribunal norteamericano nunca tuvo jurisdicción al respecto.

Washington puede actuar así porque ha tenido siempre la complicidad de los medios de comunicación.

Ahora mismo, en vez de enseñar las evidencias que oculta, la Fiscalía ha pedido la eliminación de la parte sustancial de la apelación presentada por Gerardo. Pero esta insólita acción tampoco ha sido noticia.

Entonces, ¿qué hacer?

Esperar a que las grandes corporaciones mediáticas divulguen la verdad sería, por decir lo menos, ingenuo. O lo hacemos nosotros, los que estamos comprometidos con esta causa, o no lo hará nadie.

¿Cómo hacerlo?

Utilizando todos los instrumentos a nuestra disposición, los tradicionales y los que ofrecen las nuevas tecnologías, para diseminar la verdad y explicarla, más allá de la retórica, con lenguaje claro y directo, con argumentos comprensibles para cualquiera.

Los más convincentes, los que nadie puede refutar, los que prueban la terrible injusticia cometida contra nuestros compañeros, constan en documentos oficiales de las propias autoridades norteamericanas. Usémoslos.

En esos documentos se demuestra que los Cinco no cometieron delito alguno y que el proceso realizado contra ellos tenía un solo propósito que era el de apoyar a los terroristas cuyas acciones criminales nuestros hermanos trataron de evitar. Lo dijeron una y otra vez, con sus propias palabras, fiscales, testigos, expertos y jueces.

¿Dónde y cómo lo dijeron?

Recordemos algunos momentos especialmente esclarecedores:

1) Las actas acusatorias presentadas por la Fiscalía. En la primera no se menciona el incidente de las avionetas del 24 de febrero de 1996. En la segunda, siete meses más tarde, se agrega la infame y burda calumnia contra Gerardo. En ambas Actas se señala que el FBI conocía de las actividades de Gerardo varios años antes de aquel incidente y sabían, por tanto, que nada tuvo que ver con ese asunto. Esa vulgar patraña fue incorporada arbitrariamente a solicitud expresa de los terroristas que para ello desplegaron una intensa campaña difamatoria con los “periodistas” pagados por el Gobierno.

2) Las declaraciones y mociones de la Fiscalía. Desde su presentación inicial al abrirse el juicio hasta sus peticiones de sentencias y a lo largo de las sesiones del tribunal, la Fiscalía manifestó muchas veces su empeño por proteger a los grupos terroristas y castigar con dureza a los acusados por su lucha pacífica, sin armas, contra esos grupos.

3) Declaraciones de la jueza. En varias ocasiones la jueza reconoció la existencia de grupos terroristas en Miami y que el “delito” de los acusados había sido su actuación contra esos grupos y accedió a la petición del Gobierno no sólo imponiendo las más severas sanciones sino además condiciones especiales adicionales para que después de haber cumplido sus términos de prisión los acusados no pudieran nunca más intentar nada contra los terroristas. Tan insólita condición le fue reiterada por la jueza a René González al salir éste de la prisión en octubre de 2011.

4) Declaraciones de testigos y expertos. Fueron varios los testigos y especialistas, algunos llevados por el Gobierno, que testimoniaron, bajo juramento, que los acusados no habían hecho nada contra la seguridad nacional de Estados Unidos y que en este caso no había habido ni intento de espionaje. Eran generales, almirantes y otros altos oficiales en retiro de las fuerzas armadas norteamericanas. Uno de ellos, el Coronel Bruckner, propuso que fueran presentadas las imágenes satelitales sobre el incidente del 24 de febrero de 1996, algo que fue rechazado vigorosamente por la fiscalía con el apoyo de la jueza. Otro fue el General Clapper quien es hoy, nada más y nada menos, que el Director Nacional de Inteligencia, la más alta autoridad del Gobierno en esa materia.

5) Moción de emergencia para modificar el Cargo Tres. La presentó la Fiscalía a fines de mayo de 2001 cuando el juicio llegaba a su conclusión reconociendo que estaba dando un paso sin precedente en la jurisprudencia norteamericana. En esencia pedía modificar sustancialmente el Cargo Tres (“conspiración para cometer asesinato en primer grado”) ya que “a la luz de las pruebas presentadas en el juicio ése es un obstáculo insuperable para la Fiscalía y puede conducir a su fracaso”. A pesar de eso Gerardo fue declarado culpable y le fue impuesta la máxima sanción posible por un supuesto delito que él no cometió y por el cual ya no era acusado. Este resultado es prueba irrefutable de que estaba condenado de antemano y que en Miami era imposible un juicio justo para él y sus compañeros.

6) Decisión del panel de la Corte de Apelaciones de 2005. Fue una decisión unánime de los tres jueces. Contiene abundante información sobre las actividades terroristas contra Cuba y un análisis sólido sobre el ambiente creado por los medios locales en Miami que definieron como “una tormenta perfecta de prejuicios y hostilidad” que los llevó a anular el juicio. Aunque, ante presiones del régimen de W. Bush, esta decisión fue echada a un lado, en votación dividida, por el pleno de la Corte, se trata de un documento de importancia excepcional y es objeto de estudio en varias Facultades de Derecho de universidades norteamericanas.

7) Decisión de la Corte de Apelaciones en 2008 anulando las sentencias respecto al Cargo Dos (“Conspiración para cometer espionaje”) y ordenando las resentencias de Ramón, Antonio y Fernando. Aunque excluyó arbitrariamente a Gerardo, pese a reconocer que también era aplicable a él, este documento tiene la importancia de que reitera, en varias ocasiones, que en este caso no hubo nada que amenazara la seguridad nacional de Estados Unidos, que no existió intento de espionaje y que las sentencias originalmente dictadas eran excesivas y contrarias a la ley.

8) Las peticiones de sentencias de la Fiscalía. Además de solicitar en todos los casos penas de prisión desmesuradas e ilegales, como determinó después la Corte de Apelaciones, la Fiscalía insistió en algo que señaló era para ella tan importante como los términos de encarcelamiento. Se trata de la llamada “cláusula de incapacitación”, las medidas a imponer a los acusados para asegurarse de que, una vez cumplida la sanción carcelaria, cuando recuperasen la libertad no pudiesen volver a intentar nada en perjuicio de los terroristas. Tal cláusula fue incluida en todas las sentencias incluso en las de quienes fueron condenados a prisión perpetua. En los casos de Antonio y de René, que eran ciudadanos norteamericanos por nacimiento, la jueza la expresó así: “como una condición adicional especial para la libertad supervisada se le prohíbe al acusado acercarse a/o visitar lugares específicos donde se sabe que están o frecuentan individuos o grupos tales como terroristas, personas que promueven la violencia y figuras del crimen organizado”. Como se indicó antes, esta increíble restricción le fue reiterada a René al salir de la cárcel en octubre de 2011.

9) El voto disidente de Phillys Kravitch argumentó de modo irrebatible contra el Cargo Tres insistiendo que el Gobierno no presentó prueba alguna de que Gerardo hubiese tenido cualquier relación con el incidente del 24 de febrero ni con nada parecido.

10) La reciente moción del Gobierno para eliminar una parte sustancial del habeas corpus de Gerardo. La Fiscalía pretende hacer desaparecer la declaración jurada de su abogado Martin Garbus y sus anexos con cuantiosa información sobre los periodistas pagados por el Gobierno. En su escrito la Fiscalía reconoce que su petición es muy inusual pero prefiere evitar una discusión sobre el fondo del planteamiento de la defensa.

Estos diez aspectos brillan por su ausencia en los medios de comunicación. Es raro encontrarlos en los llamados medios alternativos, incluso en espacios que se suponen dedicados a los Cinco.

Debemos preguntarnos sinceramente si hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance para permitir a los norteamericanos acceder a estas verdades que Washington celosamente esconde. Tratemos de responder la pregunta de los niños de la Colmenita: “¿Y ahora qué más podemos hacer?”.

La Habana, junio 4 de 2013

Palabras en el acto celebrado en el Instituto Superior Politécnico

“José Antonio Echeverría” en la Jornada cinco días por los Cinco.

Fuente Cubadebate

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