Por Daniela Saidman
A
veces creemos que los conjuros no funcionan, que se nos escapan
volanderos los deseos y que la esperanza se diluye en el rocío del
amanecer de un domingo. A veces después de tanto esperar una estrella
fugaz y apagar de un soplo seco una vela, el deseo se empeña en no
cumplirse. Y entonces nos miramos en el espejo sin encontrar los signos
de la victoria. Así nos pasó, creímos que de un golpe todo lo que juntos
y juntas habíamos pedido se nos había cumplido, pero resulta que no, o
que sí pero no nos hemos dado cuenta.
Nos
sorprendió la noche cuando el Comandante nos dijo que va de vuelta a
someterse a una operación. Y entonces, doliendo el alma y lo de adentro
nos sentimos más solos. Hoy, cuando ya la mañana florea nubes y sombras,
se viene la voz del Padre cantor de nuestro pueblo, diciendo una y otra
vez que la Patria es el hombre. Y entonces, ¿cómo es que creemos que la
esperanza se nos ha ido? La Patria es el hombre repito, es el niño con
escuela, es el viejo que aprendió a leer, es la mujer que nace del
vientre del mundo y tiene la certeza del futuro. La Patria es el hombre y
es el pueblo florido de sueños... este pueblo que tiene nombre de
estrellas, que lleva en las alforjas los ecos de tambores y cantos
viejos, que tiene en la mirada el crepitar del fuego y en los labios el
remanso del agua.
Parimos
el futuro y andamos a galope por la América Nuestra. Despertamos al
mañana en la voz de este hombre que vive ya para siempre en la historia,
forjado a golpe de esperanzas y clamores populares. Él tiene en las
manos la vida que nos dio como una bandera de ocho estrellas que surca
infinita el tiempo que aún está por venir. Y no está solo, y no estamos
solos, estamos juntos y juntas, haciendo verdad la promesa del futuro
para nuestros hijos e hijas. Él no se va nunca, porque desde siempre
habita en la mirada con que nuestros niños y niñas contemplan el
porvenir. Y la mejor promesa y el mejor deseo que hoy podemos pedirle al
cielo y a la tierra, al rocío y al vuelo del pájaro, es que su palabra
nos atraviese siempre para andar los días que faltan, que su ejemplo de
quijote imprescindible nos alumbre, que sus manos sean nuestras manos,
que sus pasos sean los nuestros y que el espejo nos devuelva por fin la
verdad, el deseo cumplido es que nos demos cuenta que el futuro nos
pertenece, que el mañana nos responde en el reflejo y que su rostro es
el nuestro, el que tiene el color de la tierra morena y fértil, los
cabellos como un mar revuelto, los ojos como el café de la mañana y su
voz como la brisa que levanta al sol.
El
Comandante no se va, se queda en nuestros andares cotidianos, para
encontrarnos cada día dispuestos a ser más y mejores, a no dejarnos
arrebatar el futuro. Y por eso nos encontrará juntos, unidos, leales,
fuertes, sabios, tiernos, convencidos de la caricia y de la vida que
hemos elegido vivir.
Aquí
te esperamos, Comandante de la esperanza, aquí tu pueblo te acompaña,
te siente, te vuela sobre la geografía multicolor de nuestras tierras y
en toda la América que te invoca como savia y simiente. Aquí te
esperamos para continuar haciendo realidad el futuro.
Viviremos siempre y venceremos...
Imagen agregada: FOTO Emilio Guzmán/ AVN
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