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lunes, 7 de noviembre de 2011
Por Darío Botero Pérez

Indignados_n-365xXx80-1¡Qué difícil! ¿Qué atender primero?

De hecho, sin vida no se puede atender nada.  Por ende, hay que darle prioridad a la vida si se espera resolver lo demás.

La vida puede ser consciente, si nos despojamos de las ficciones que la entorpecen y que nos imponen los manipuladores de las mentes.

O sea, para vivir hay que entender el entorno.  En caso contrario, escasamente se sobrevive guiado por la ciega de Saramago, sin ver pero llenos de fe.

Naturalmente, el instinto de conservación nos orienta a todos y cada uno, de modo que la incapacidad de ser autónomo jamás es absoluta para nadie que no haya muerto.  Hasta para los zombis y para quienes entran en coma hay esperanzas.

Es lo que están mostrando los indignados a cuya causa tanto contribuye la verdad que Jesús reputó de arma invencible que terminará desenmascarando a todos los fariseos acostumbrados a vivir engañando a las mayorías ingenuas y crédulas, posando de intermediarios entre los humanos normalitos y los dioses en que creen, generalmente a un precio alto.

El develamiento de las mentiras mortales en que se amparan los desalmados potentados le debe mucho a Julian Assange, el australiano lascivo lleno de testosterona, independencia y dignidad.  Pretenden demonizarlo porque contrató a dos putas suecas, por arrecho y capaz, en vez de violar a una camarera africana alejada de la profesión más vieja del mundo porque prefiere ganarse la vida honradamente.

Pero a Dominique Strauss-Kahn, conocido protegido del Club Bilderberg, más sátiro que Assange, le perdonan su evidente acoso mientras infaman a su honrada pero desplatada víctima.  En cambio, a las putas contratadas por Assange nos las quieren presentar como víctimas indefensas del simpático, arrecho y precoz hacker, cuya madre sabe que los usanos quieren matarlo en venganza por haberlos desnudado como las podredumbres que son.

Antes de que sea un hecho consumado, para que no le pase lo de Cindy Sheehan, cuyo hijo murió para defender a los petroleros invasores apoyados por la lacra George W. Bush, la madre de Assange denuncia la conspiración sionista de los halcones estafadores e inescrupulosos, a grito herido para que nadie se quede sin oír lo que va a pasar si las lacras de Washington se salen con la suya porque Suecia les entregaría al lúcido australiano para que lo maten.

Quizás, en vez de matar a Assange, la justicia les cobre a los halcones tantos crímenes todavía impunes.  De todos modos, a Assange hay que salvarlo.  Es una obligación de la Humanidad decente con quienes la protegen y contra quienes la atacan y le han decretado la extinción.

Pero, si no evitamos la guerra de Netanyahu, poco importa que maten a Assange en USA.

Y para evitar la guerra, la impunidad de Bush y el asesinato de Assange, tenemos que hacer la Revolución Mundial que derrote el Nuevo Orden Mundial, ya imperante en todo el Mundo pero todavía no consolidado.

Para garantizar su hegemonía, a los potentados no les basta adelantar la depredación universal de los recursos no renovables.  Les es indispensable desatar la guerra que le han decretado a la dictadura teocrática e ilegítima de Irán, pero que desde la derrumbada de las torres gemelas tienen decretada aunque no les ha cuajado por ninguna parte, para desazón de los apocalípticos, tan dedicados a su repugnante misión.

O sea, más que salvar a Assange o al soldadito que le pasó los documentos y a quien ya es posible que lo hayan matado tras ingentes torturas, lo prioritario y urgente es evitar la guerra sacando al sionismo de los gobiernos de los dos únicos estados sionistas: USA e Israel.  En ambos países hay gente digna que puede asumir la tarea, sumándose a los indignados.

Es fácil salir de las momias decrépitas.  Basta reírse de sus payasadas macabras, reconociendo la diferencia entre la realidad (las papitas, los huevitos, el caballo, el río o el glaciar) y la fantasía convencional (los bonos, la renta, la sangre azul, la democracia representativa), a fin de repudiar todas las mentiras que les permiten a las peores lacras apropiarse de la riqueza común condenando a las mayorías a la miseria para sostener unas farsas que ya no tienen fundamentos, sobre todo cuando el dinero en circulación no vale nada pero lo usan para expropiarnos de todo.

Basta que cada nación recupere su soberanía monetaria para que la economía fluya dinamizando el mercado interno, alejada de los parásitos que la distorsionan para garantizarse privilegios que carecen de cualquier justificación y que saldrán definitivamente del mercado cuando los países actúan soberanamente, pues son parásitos absolutos, totalmente inútiles en caso de que los repudiemos.  No los necesitamos para nada diferente a hacer justicia castigándolos, junto a Bernard Madoff, siquiera a 150 años de prisión.

Sus odiosos privilegios los disfrutan a causa del monopolio abusivo del dinero, que es un servicio público pero lo han convertido en una fortaleza social que sostiene un poder tan artificial como nocivo y deleznable.

Ahí están los griegos a punto de entender que pueden blindarse si recuperan su soberanía económica, como lo hicieron los islandeses.

Y es lo mismo para todos los países arrodillados, hasta ahora, a los banqueros ladrones y desalmados.  A éstos no los necesitamos absolutamente para nada, si rompemos con las imposturas del capitalismo, exacerbadas por el Neoliberalismo que ha corrompido a todo el Mundo.  Basta que convirtamos el dinero en un instrumento que dinamiza el comercio distribuyendo la capacidad de consumo entre toda la población, en vez de en un baluarte de poder al servicio de los parásitos desalmados.

Ese es el difícil arte de la simplicidad, capaz de romper mitos y restablecer equilibrios siempre y cuando así lo decidan libremente los pueblos, desoyendo a los canallas politiqueros que los traicionan.

Si lo aplicamos podremos distinguir entre la riqueza que se come y el oro que deslumbra y mató de hambre al rey Midas. Si seguimos con los mitos, pronto no habrá riquezas naturales sino su equivalente en oro, metales, petróleo y piedras preciosas…  o en papeles que cada vez menos personas están resueltas a reconocer como equivalentes de riqueza.

Es lamentable, pero estorban y nos perjudican intolerablemente esos seres superiores llenos de privilegios, designados por los dioses para gobernarnos a los demás.  Ya no soportamos a esos inmortales bellos y sabios (como Donald Rusmfield, Dick Cheney, Dominique Straus-Kahn o Henry Kissinger), que les permiten servirles de rodillas a los cipayos que traicionan a los pueblos.

Es una lástima, pero llegó el tiempo de los mansos de corazón que poseerán la tierra, y lo estamos entendiendo todos los indignados, cada vez más numerosos e invencibles.
¡El tiempo vuela, y la revolución mundial no da espera!  Sin duda, es un asunto personal que a todos nos incumbe.

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