Fuimos creciendo y entramos en la Unión Europea (entonces la CEE) todo parecía que marchaba viento en popa. De vez en cuando, se producían contratiempos que desencantaban un poco al personal pero siempre se seguía adelante con un espíritu de superación y con la convicción de que todo iba a ir mejor. En esto nos incorporamos al mundo laboral y el dinero parecía caído del cielo (casi daba igual de que trabajaras porque en todos lados se ganaba dinero), el consumo se disparó hacia el infinito y nos vimos rodeados de abundancia. No supimos o no quisimos ver la que se nos venía encima y eso que siempre hubo voces (entonces me parecían pocas y débiles, más tarde he comprendido que no eran tan pocas ni tan débiles sino que estaban silenciadas por el sistema hegemónico) con criterio que nos advertían de lo que estaba sucediendo y del engaño en el que nos habíamos instalado.
Ahora, ya hemos acumulado una cuanta experiencia y unas cuantas vivencias que nos permiten tener una perspectiva más amplia del mundo que nos rodea y nos damos cuenta de cuanta razón tenían aquellas voces minimizadas de hace unos años. Vivimos absolutamente engañados gracias al poder que tienen y siempre han tenido los grandes capitalistas. Han tejido para nosotros una red de falsa opulencia y libertad atrayéndonos hacia el mismísimo centro de esa red para, una vez allí, atraparnos y no dejarnos escapar, y hemos caído en la trampa sin oponer apenas resistencia. Nos han atrapado en una espiral de consumo desmesurado y de una violencia económica e intelectual que prácticamente nos ha dejado sin respuesta, lo cual les ha permitido despojarnos de la mayoría de nuestros derechos y nuestra libertad como seres humanos. Estamos siendo reducidos a la condición de esclavos, esto es así literalmente en muchos países donde desde hace siglos las personas son consideradas meras mercancías que se utilizan para mayor gloria y beneficio del capital. En otros países nos empezamos a dar cuenta de que también lo somos (aunque el envoltorio es más bonito y lujoso, en el fondo la intención es la misma) y tanto allí como aquí, en el momento en que alguien alza la voz es reprimido por la ingente cantidad de recursos que los Estados destinan a la represión. Así se ponen en marcha todos los mecanismos disponibles. Empezando por los más directos como ejércitos, policías, e incluso, cuerpos paramilitares; siguiendo por los medios de comunicación que criminalizan de inmediato a todo aquel que tiene algo que decir contra el sistema capitalista y terminando por un sistema educativo diseñado específicamente para crear seres sin espíritu crítico y totalmente doblegados ante un sistema social organizado alrededor del capital. Mención especial para toda esa pseudointelectualidad que justifica la necesidad de que las cosas continúen igual y centran todos sus esfuerzos en perpetuar esta situación.
Ante todo esto, sólo caben dos opciones: acatar y participar activamente de este régimen de esclavitud o posicionarse a favor del cambio radical de sistema. No caben las medias tintas en esta cuestión, no existe un capitalismo menos malo al que se pueda llegar a través de parches y pequeñas modificaciones.
Esto es una cuestión de todo o nada, o aceptamos la esclavitud o luchamos por la libertad.
La opción es personal pero la decisión que cada uno tome afectará al conjunto de la humanidad.
Fuente: Quebrantando el silencio
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