Por Acratosaurio Rex
Hace varios meses Alberto, un parado de tantos, decidió abrirse un blog donde ir contando sus amargas experiencias en el mundillo de la pobreza y de la dependencia: facturas impagadas, embargos, gastos bancarios, persecuciones de acreedores…, esas cosas. Le dio por expresar su descontento, y hace más de dos semanas plantaba su cuerpo gentil ante el Ayuntamiento de su pueblo. Su pancarta, su cartel… Mientras la plebe lloraba por la lluvia que impedía salir a los santos de las iglesias, él aguantaba el chaparrón.
Viendo que la cosa se prolongaba, Alberto decide dar un paso más, se compra dos metros de cadena, un candao de los chinos, y se amarra a una ventana del consistorio. Gran disgusto del eterno partido gobernante, el PSOE.
Pero claro, como el partido es socialista y es obrero, y es antiestético mandar a los municipales con una cizalla (podrían cortarle el cuello sin querer al protestatario, o peor aún, cortarse ellos mismos el pescuezo sin querer por impericia)… ¿Qué ocurre?
Que aparecen dos trabajadores del Servicio Municipal de Limpieza, y le dan un bañito de agua y espuma a la plaza. El agua discurre burbujeante y alegre sobre los pies del encadenado, que mira al infinito. Falta un patito chapoteando, pero son escasos en un lugar de secano. Los dos trabajaores le dicen que ellos están haciendo su trabajo, y que donde está parao (en todos los sentidos), estorba. Conste en acta: también llovió.
Claro, es extraño que dos obreros públicos se pongan a regar, justo en el lugar donde hay una protesta. O bien alguien les ha mandado a fastidiar, o bien fastidian ellos sin pararse a pensar. Porque podrían mirar hacia otro lado, y regar diez metros más allá, y no pasaría nada… ¿O sí?
De todas maneras, esos currelas, si obedecen órdenes de algún concejalucho malafollá o de algún listero encargao, son unos estómagos agradecidos u hombres-vientre. Y si van por cuenta propia, estamos ante el fenómeno que se llama “de los verdugos espontáneos”. Es muy interesante.
Los verdugos espontáneos son personas que, sin que medien amenazas pavorosas, sin que haya coacción tremebunda, cuando el verdugo va a levantar el hacha y le da el gatillazo del lumbago, y no puede finalizar la tarea, suben corriendo al patíbulo, descamisados, sin leotardos y sin capucha, gritando “¡yo, yo, yolomato jefe!”. Son capaces de ejecutar al ciento y la madre, por una palmadita en el hombro de un poderoso, por una chocolatina, por una entrada de cine o por la esperanza de enchufar al cuñao dos meses antes de las elecciones en parques y jardines. Un leve movimiento de cejas del poder, y allá van por no incomodar al responsable de desencadenamientos de rejas municipales.
Así están las cosas de raras, en este extraño mundo. Ánimo Alberto y María Ángeles, pronto protestarán millones, porque no quedarán más cojones. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
-------------------------------------------------------
Enlaces relacionados
0 comentarios:
Publicar un comentario
Seamos el cambio