Una nueva desgracia para Haití
Por Manuel E. Yepe
Por Manuel E. Yepe
El sorpresivo viaje a Haití de Jean Claude "Baby Doc" Duvalier, tras 25 años de exilio, fue una noticia agravante de las tensiones generadas por el terremoto que dejó millares de fallecidos y cientos de miles de damnificados; la epidemia de cólera igualmente cruenta, y otras calamidades naturales y políticas adicionales que se colmaron con este inesperado retorno del sanguinario ex dictador, en tiempos de tenso desenlace de las elecciones presidenciales.
Las huellas de la dinastía Duvalier en la empobrecida nación haitiana son muy hondas y tristes.
François Duvalier (Puerto Príncipe 1907-1971), quien se hacía llamar Papa Doc, contando con el apoyo del ejército, ganó las elecciones presidenciales de 1957, que le dieron un mandato de 6 años. Su campaña electoral fue de corte populista, manejando una estrategia pro negritud que llamaba a la mayoría negra a oponerse a la élite mulata que estaba en el poder. Renovó la tradición del vudú y la usó luego para afirmar su poder identificándose como hougan (sacerdote), imitando la imagen del Barón Samedi (dios de la muerte y los cementerios en el panteón Vudú).
Tras sobrevivir un atentado contra su vida en 1958, depuró el ejército y su gobierno se hizo brutal y represivo. En 1959, inspirado por los camisas negras del fascismo italiano creó una milicia VSN (Voluntarios de la Seguridad Nacional) que pasó a ser conocida como los Tonton Macoute: una temida fuerza que no recibía remuneración sino que imponía sus propios medios de financiamiento a través del crimen y la extorsión.
En 1964, Francois Duvalier se tituló presidente vitalicio, cargo que ejerció despóticamente hasta su muerte en 1971.
Fue su sucesor Jean-Claude "Baby Doc" Duvalier, designado para el cargo por su padre a la edad de 19 años (nacido en 1951). Fue el más joven Jefe de Estado en la historia republicana de América.
Se dice que, inicialmente, Jean-Claude Duvalier se había resistido a la designación prefiriendo que su hermana mayor, Marie Denise, ocupara el cargo y luego se contentó con que la madre se atendiera los asuntos políticos y admnistrativos de la presidencia asistida por Luckner Cambronne, ministro del interior de su padre, para poder llevar él una vida de disipada, mas propia de su edad, intereses y formación. Esto facilitó la influencia de los “dinosaurios”, o viejos duvalieristas, y su control sobre aspectos del gobierno.
Pero en la medida que Jean-Claude fue interesándose, utilizó los poderes casi absolutos que le daba una constitución diseñada por su padre para hacer algunas reformas como la liberación de algunos presos políticos y el aflojamiento de la fuerte censura de prensa que existía, según le aconsejaba la embajada de EEUU.
La administración estadounidense de Richard Nixon se hizo cada vez más tolerante y amistosa para con la política de “respeto” a los derechos humanos bajo “Baby Doc”, pese a que objetivamente ésta no había cambiado un ápice respecto a la de su padre.
La corrupción en el gobierno crecía tanto como la pobreza y la indigencia en el pueblo. La ceremonia nupcial que unió a Jean-Claude Duvalier con su nueva esposa, Michèle Bennett Pasquet, una mulata divorciada con mala reputación, costó tres millones de dólares y esto, unido a la trascendencia de una serie de negocios fraudulentos de familiares de la nueva primera dama, enajenó grandemente al dictador, especialmente con las mayorías negras del país y con los viejos duvalieristas de línea dura.
La llamada cleptocracia de los Duvalier, padre e hijo, terminó en 1986. Fueron 29 años de dictadura que hicieron que el pueblo haitiano mereciera un respiro democrático que aún no ha tenido.
Jean-Claude Duvalier y su familia se establecieron en Francia para vivir lujosamente. Fueron objeto de denuncias y demandas que lograron solventar aunque las autoridades de ese país no les hubieran concedido formalmente el asilo político deseado.
Según se asegura, una buena parte de su enorme fortuna la ha perdido al divorciarse en 1993 de Michèle. En 2006, para promover aspectos positivos de la tiranía de su padre y algún apoyo político en Haití y en el exilio, creó la Fundación Francois Duvalier.
En 2004, al producirse el derrocamiento de Aristide, Duvalier anunció su intención de regresar a Haití y postularse para la presidencia en las elecciones de 2006 por el Partido de la Unidad Nacional, pero nada de esto ocurrió.
En septiembre de 2007, fue radiado en Haití un discurso de Duvalier en lengua francesa (no en creole) anunciando que el exilio lo había arruinado, pero la creciente fortuna del Partido de la Unidad Nacional lo había “revigorizado”. No habló de planes de regresar.
En febrero de 2010, una corte suiza liberó a su favor más de cuatro millones de dólares de una cuenta que le había sido retenida.
El anuncio del eventual regreso a la vida pública de uno de los más emblemáticos representantes de las dictaduras promovidas por Estados Unidos al Sur de sus fronteras en un pasado demasiado reciente, es motivo de grave preocupación en un continente donde aún consternan el evento golpista de Honduras y los fracasados intentos en Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Enviado por su autor
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Duvalier: ¿del lobo, un pelo?
Por Guillermo Alvarado
El ex dictador haitiano JeanClaude, “baby doc”, Duvalier, quien el domingo regresó sorpresivamente a su país, fue detenido por la policía, interrogado, instruido de cargos por robo, corrupción y apropiación indebida de fondos y luego dejado en libertad provisional mientras un juez decide si se le abre proceso o no.
Se desconocen exactamente las razones sobre el retorno del tirano, quien a su arribo a Puerto Príncipe se limitó a declarar que había vuelto “para ayudar”, sin especificar a quién, ni en qué.
Lo que está claro es que su presencia en la nación caribeña para
nada contribuye a esclarecer la crisis política que se vive tras una primera vuelta electoral aún sin resultados y la amenaza de un vacío de poder, toda vez que el actual presidente, René Preval, finaliza su mandato el próximo 7 de febrero y no hay sucesor.
¿Será que las largas orejas de Duvalier alcanzaron a escuchar a Ileana Ross-Lehtinen, quien en inoportunas y desdichadas declaraciones reclamó en su visita a Puerto Príncipe “un liderazgo que no está aquí”, según dijo, descalificando así tanto a Preval como a los candidatos que disputan la primera magistratura nacional?
En todo caso, parece que alguien tras bambalinas le empujó a hacer de pescador en el río revuelto causado por el desastre telúrico, la crisis sanitaria y el caos político en una nación donde todos quieren intervenir, pero casi nadie desea ayudar.
De cualquier forma fue reconfortante saber que se recordó que existe la justicia y se le llevó ante la fiscalía, aunque fuese por el menor de sus delitos, el robo y la corrupción.
Y es que, más que un ladrón, estamos en presencia de un temible violador de los derechos humanos. Durante su régimen, de 1971 a 1986, se cometieron masivos y sistemáticos crímenes contra miembros de la oposición, sus propios partidarios, y hasta ministros suyos, sospechosos de “traición”.
Hubo torturas, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzosas y otras formas de delitos de lesa humanidad, los cuales, como se sabe, no prescriben y son de persecución internacional, por lo tanto si alguien presenta una denuncia formal en su contra, debe ser juzgado sin ninguna excusa.
Más aún, dado el caso de que nadie lo demande, para eso existe la fiscalía que, ante la notoriedad y carácter público de los crímenes cometidos durante la dictadura de Duvalier, tiene la obligación, de oficio, de abrir una investigación.
Infortunadamente todo esto está ocurriendo en un momento trágico para el hermano pueblo haitiano y causa una desviación de la atención mundial de las máximas prioridades, como lo son la reconstrucción, la entrega de la ayuda comprometida para redimir a casi un millón de personas que están en el desamparo y una acción decidida para poner bajo control la epidemia de cólera.
Eso, sin contar con la necesidad de hallar una solución mesurada, legal y soberana a la crisis política, convocar a la segunda ronda electoral y proceder al relevo de mandatos de forma ordenada.
Como se ve, son problemas colosales en la nación más pobre del continente, que para nada necesitaba complicar su vida con la llegada del ex dictador, cuyas intenciones de viajar eran conocidas por muchos que nada hicieron para impedirla y quizás hubo más de alguno que lo alentó.
No obstante, ya está allí y es saludable que se aproveche para llevarlo ante la justicia. Un debido castigo contribuirá a sanar las heridas de esa sociedad, donde hay generaciones que ignoran las causas de sus desgracias y les vendría bien conocer a uno de sus responsables al cual, si no pudiera ser encerrado más que por sus robos, algo será por lo menos tener, del lobo, un pelo.
Fuente Radio Habana Cuba
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