Por Mario Silva
“…una
sociedad humana como no va a tener problemas políticos. Tiene
conflictos de diversos signos; conflictos llamados por algunos teóricos:
contradicciones antagónicas ¿Verdad? ¿No las llamaban, no las
calificaban así, las contradicciones antagónicas de la sociedad, las
llamaba Mao Tse-Tung? O las contradicciones en el seno del pueblo, las
llamaba Mao Tse-Tung. Inclusive sacó un manual de cómo tratar una por
una… Hace falta releer ese manual, para conducir correctamente las
contradicciones que han surgido entre nosotros… Correctamente, y poder
dar un salto de reunificación con algunos compañeros, sin lugar a dudas,
revolucionarios y chavistas, ¡bueno!, con los cuales hemos tenido
diferencias. Yo llamo a la reunificación de todo el pueblo en base al
Plan de la Patria, al ideal y al Legado de nuestro Comandante Chávez, a
dar los pasos sinceros –más allá de los problemas, de las palabras que
nos digamos–. Aquí no sobra nadie, aquí nos necesitamos todos y todas,
con la crítica, con la idea, con la propuesta y a construir la lealtad,
la lealtad colectiva a un proyecto…”
Nicolás Maduro
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
Acto de entrega del Premio Nacional de Periodismo
Junio 27 de 2014
Empecemos
este análisis por lo obvio, por lo trascendental, y hagamos varias
preguntas elementales: ¿Por qué fueron tan aplaudidas estas palabras del
Presidente Nicolás Maduro durante el acto de entrega del Premio
Nacional de Periodismo 2014? ¿A qué nos invitaba el Presidente de la
República Bolivariana de Venezuela? ¿Qué connotación tenía esta
reflexión como para arrancar aplausos emocionados y, más allá de los
invitados, afuera, en la calle, qué provocó este llamado?
Permítanme
el atrevimiento de ser el intérprete de esos aplausos y de lo que creo
fue un sentimiento generalizado en el pueblo revolucionario en ese
instante:
Primero
que nada, el Presidente se creció y asumió el rol de fiel de la balanza
dentro de un escenario crispado por un acalorado debate que,
necesariamente, debe conducir a una discusión de altura política que, a
su vez e inevitablemente, preceda a una revisión de los planteamientos
que lo generaron. Negarnos a esa posibilidad, es cuestionar nuestra
génesis revolucionaria y la permanencia pedagógica del discurso político
que mantuvo al Comandante Chávez como guía fundamental del proceso
bolivariano. Incluso, si me permiten ser más severo, esa reflexión del
Presidente Maduro niega de plano cualquier elemento de descalificación
que se utilice para favorecer tendencias o la prevalencia de una de
ellas, por encima de todos los que tenemos el perfecto derecho a ejercer
la crítica revolucionaria y no ser calificados olímpicamente de
traidores.
Ahora,
una pregunta: ¿Se tomó en cuenta la convocatoria del Presidente Nicolás
Maduro a abrir el espacio de discusión y debate interno –como debía
ser–, “con los cuales hemos tenido diferencias” o se pasó por encima de ese llamado tan aplaudido y se constituyó un tribunal inquisitorio que cerró cualquier vía “para conducir correctamente las contradicciones que han surgido entre nosotros”?
Esto
me lleva a un segundo punto; pero antes, quiero traer a colación un
extracto de las “Líneas Estratégicas de Acción Política” del Partido
Socialista Unido de Venezuela, que es muy claro y no admite discusión:
“Es
en este contexto, que el líder de la Revolución Bolivariana, Comandante
Hugo Chávez, ha trazado la orientación general de las 3R2: Revisión,
Rectificación, Reimpulso, Reunificación, Repolitización y
Repolarización, la cual implica el reconocimiento a nuestros logros y de
nuestras ventajas estratégicas frente al adversario, pero
también de un conjunto de errores, deficiencias y obstáculos que
podrían dificultar el logro del objetivo estratégico, que no es otro que
consolidar el camino de la Revolución Bolivariana en su avance hacia el
socialismo.”
Y agrega:
“El
actual momento político y social exige de la militancia y de la
dirigencia del PSUV, audacia y honestidad para reafirmar y defender
nuestros logros: la politización de la sociedad y el protagonismo
popular, la inclusión social y el avance progresivo en la satisfacción
de las necesidades humanas, la elevación de la conciencia del pueblo y
el gran logro de la reconquista de la Independencia Nacional; pero
también para encarar los problemas de diversa índole que afectan a
nuestra organización: la
burocratización, el oportunismo, el sectarismo entre otros. Ignorarlos o
subestimarlos solo contribuiría al debilitamiento del partido y, por
ende, del futuro de la Revolución.”
El subrayado es mío en ambas citas.
El
Presidente Nicolás Maduro es hoy la cabeza del proceso que nos legó el
Comandante Chávez. No hay otra. Ciertamente, existe un Estado Mayor
Político Militar que se encargaría de hacer las recomendaciones
necesarias en decisiones de temas políticos, sociales y económicos que
afecten a nuestro pueblo. Pero, el Partido y sus autoridades no
conforman en modo alguno un órgano supra-independiente que decide abrir o
no espacios de debate, incluso, por encima de las recomendaciones del
Presidente o de su militancia. A esto, entiendo, se refiere el
Presidente cuando hablaba de resolver las contradicciones antagónicas.
Independientemente
de las formas o el estilo utilizado por las cartas que fueron
publicadas, hay problemas de fondo que se deben debatir; incluso, por
qué no, agregar. Por ejemplo: la guerra económica que han impuesto los
sectores económicos de la oligarquía, sigue su curso y están afectando
al pueblo, originando molestia, confusión y una profunda apatía que,
peligrosamente, pudiera tener consecuencias imprevisibles a corto y
mediano plazo. El partido y buena parte de los factores que conforman el
Gran Polo Patriótico, asisten a un divorcio continuado de los intereses
del pueblo. Hay una necesidad urgente de restablecer la sinergia con
las diferentes organizaciones de base, consejos comunales, comunas, que
son en última instancia los más afectados por la conspiración que viene
ejecutando el fascismo. El PSUV no es ajeno a este problema y tiene la
mayor responsabilidad por ser el que más militancia posee, amén de haber
sido el Partido que fue fundado por el Comandante Chávez.
En
las “Líneas Estratégicas de Acción Política”, documentos fundamentales
del PSUV, se recoge con crudeza lo que ha sido una constante en el
Partido y sigue siendo un problema que no hemos podido superar:
“En
el ámbito interno, es necesario reconocer, que las aspiraciones de la
militancia por lograr la democracia interna, en cierto modo, han sido
frustradas por algunos militantes con cargos de dirección o gobierno,
los cuales manejan recursos y gestionan cuotas de poder, para imponer a
sus lealtades personales por encima de los auténticos liderazgos
populares, leales a los principios revolucionarios. Esta situación
obliga a una profunda revisión de los mecanismos de selección de
nuestras autoridades y nuestros candidatos y poner en una balanza sus
ventajas y desventajas.”
Y remata con lo siguiente:
“Este
confinamiento del Partido en sí mismo, conduce al progresivo
alejamiento de la cotidianidad del pueblo, al desconocimiento de sus
demandas y problemas. El Partido comienza a concebirse como un ente
separado y superior al pueblo que debe ‹‹conducir››, y el trabajo
revolucionario cotidiano, junto con las masas populares, es sustituido,
en ciertos casos, por una especie de ‹‹contienda electoral››. Todo lo
cual provoca un profundo rechazo hacia ese tipo de prácticas.”
Ahora,
lo peligroso es creer o asumir que esto solo ocurre en el PSUV y que
los demás partidos que conforman el Gran Polo Patriótico están libres de
pecado o son organizaciones impolutas. Desde su nacimiento, el PSUV ha
sido blanco de la crítica y la autocrítica por propios y extraños. El
mismo Comandante Chávez fustigaba a su dirigencia, conminándolos a
democratizar su estructura y a ser vanguardia en el parto de la Patria
Socialista. De igual manera, los partidos aliados están obligados a
revisar sus estructuras e incorporarse activamente en un debate que
conduzca a la preparación de cuadros que, en medio de nuestras
diferencias, nos permitan articular métodos de lucha compactos,
eficaces, y así derrotar definitivamente el golpe continuado que nos han
impuesto los fascistas. El PSUV no puede ser el único vocero y los
partidos aliados no pueden abstraerse y solo opinar en casos puntuales.
¿Qué es lo primero que debemos reconocer?
Primero
que nada, tenemos un enemigo en común que se nutre de nuestros errores.
Peor aún, que avanza sin contemplaciones en lo político, en lo social y
en lo económico sin darnos tregua. Que estamos a las puertas de otra
arremetida desestabilizadora, ahora que se acabó el show del mundial de
futbol en Brasil, y regresará con más fuerza, porque tienen los
escenarios de desabastecimiento, acaparamiento y un alza en los precios
de la canasta básica y otros rubros que afectan a los y las camaradas de
a pie, listos para rediseñar y ejecutar los planes terroristas.
En
segundo lugar, la convocatoria que hizo el Presidente Nicolás Maduro el
pasado 27 de junio no se ha acatado. Las diferencias entre
revolucionarios se debaten y al enemigo se le combate. El fascismo, la
contrarrevolución, es el único beneficiario de las luchas intestinas. No
hay peor ciego que el que no quiere ver. El poder por el poder nos
conducirá irremediablemente a la dispersión de las fuerzas
revolucionarias y al fracaso de lo que le costó la vida al Comandante
Chávez ¿Acaso no tenemos mejores ejemplos históricos que el de Chile con
el asesinato de Salvador Allende y el de aquella Nicaragua Sandinista
que terminó en manos de una títere imperial llamada Violeta Chamorro?
En
tercer lugar, no por apartarse de la discusión o atizarla a
conveniencia se estarían beneficiando otros sectores de la izquierda.
Una de nuestras peores debilidades es creer que podemos sacarle provecho
a las contradicciones que se generan en algún sector de nuestra
alianza. Ese enemigo en común sabe y aprovecha cualquier brecha para
descalificarnos y debilitarnos ante el pueblo. Toda declaración pública,
buena o mala, justa o injusta que hagamos, supondrá un ataque
manipulador de los golpistas.
Por
otro lado, los grandes hombres nacen del fragor de las batallas que son
impulsadas por los principios y la moral revolucionaria. Todo aquel que
esté incurso en delitos de corrupción debe ser sancionado penalmente y,
agrego, expuesto públicamente ante el pueblo. Quiero citar un extracto
de un excelente artículo de Roberto Hernández Montoya, titulado “Soy
Esquizofrénico”, que refleja cuán estúpido es llegar a pensar que
podemos salir ilesos de actos que no pueden más que ser calificados de
traición. Porque un corrupto, no es más que un traidor al proceso
revolucionario.
Cito:
“Cuando
un individuo se opone al colectivo, roba y traiciona, como cuando un
revolucionario se cree más importante que la revolución. Se crean
desórdenes y desmoralización. Un revolucionario que roba se vuelve contrarrevolucionario y peor que la derecha que puede ser honesta.
¿Cómo
saber que se pone lo individual por encima del grupo? Igual que sabemos
que el grupo está aplastando al individuo. Cuando el ego del individuo
daña al grupo actúa como el tonto que dice: ‹‹Jajá, el lado tuyo del barco se está hundiendo››. Si como cotufas, proclamo la validez universal de comer cotufas, que no hace daño. Pero si robo, proclamo la validez universal de robar.
El subrayado otra vez es mío.
El
problema no es el idiota que se cree todopoderoso, porque engañó a
medio mundo y tuvo la posibilidad de reventarle los fondos a la nación.
Incluso, tampoco es un problema el idiota aquel que vivió de la
revolución, jamás fue un revolucionario y brincó de pánico cuando el
Comandante Chávez murió, acelerando su proceso de descomposición. El
verdadero problema es el idiota que utiliza los diez dedos de las manos
para tapar los huecos de ese barco que él supone se está hundiendo del
otro lado, jurando que no terminará igual en el fondo del mar.
De
estos últimos idiotas hay en exceso; unos tarifados de los que se creen
todopoderosos; otros defensores de los que jamás fueron
revolucionarios. Y cómo le hacen daño a la Revolución. Unos conscientes y
otros, acaso, ingenuos. Coherencia y compromiso. He venido repitiendo
hasta la saciedad que el discurso tiene que ir acompañado de la
práctica. Eso se llama coherencia. Dialéctica: Teoría y praxis en
perfecto vocablo marxista.
Tenemos
a un pueblo noble que pasa por encima de los Partidos y sigue lleno de
esperanza. Está allí, en la calle, en las esquinas, en sus casas, y
quiere participar, ser protagonista, hacedor de su destino; solo hay que
convocarlo, comprometerlo, emocionarlo y aprender de su experiencia con
el Comandante Chávez. Recordemos a este pueblo en circunstancias
heroicas cuando en diciembre de 2002, se enfrentó a la peor de las
conspiraciones: ser derrotado por hambre. Lo soportó todo estoicamente,
iluminado por la fortaleza que le regaló el Comandante Chávez. Nadie
puede ni podrá domar ese caballo blanco que corre desbocado hacia la
izquierda ¿Cuántas cosas estamos olvidando del Gigante Chávez? ¿Cuánta
simbología nos enseñó para hacer de la Revolución una trinchera de
permanente batalla? ¡Bolívar, carajo! ¡Robinson, Zamora! ¡El Socialismo,
carajo! ¿Cuántas veces no reflexionó sobre el Partido y su
responsabilidad ante la nación, ante la Revolución Bolivariana?
El
Comandante Chávez, el sábado 21 de noviembre de 2009 en la instalación
del I Congreso Extraordinario del Partido Socialista Unido de Venezuela,
Sala Ríos Reyna, citaba a Alfredo Maneiro:
“El
tema del Estado, pues… Por eso, recordaba a Maneiro, la eficacia
política, llegar al gobierno pero es para transformar, no para
arrellanarse ahí y luego, precisamente, tiene que ver eso con la calidad
revolucionaria que es la segunda de las condiciones que señala Alfredo
Maneiro, como muy imprescindible para una organización política:
Eficacia política y Calidad revolucionaria.
Habla Alfredo más adelante de los rasgos revolucionarios de una organización, ¡Cuidado con esto entre nosotros!, lo leo: ‹‹Pero,
si bien es cierto que no se puede afirmar a priori la calidad de una
organización política cualquiera, si se puede negar a priori la calidad
de algunas de ellas››. Es decir, ‹‹Ciertas estructuras partidistas
desarrollan un espíritu de secta, tan marcado, sustituyen de tal manera
la disciplina por la obediencia, vician a sus afiliados con un juego tan
complicado de jerarquías, gradaciones, amiguismos, arbitrariedades,
etc., y sobre todo, crean tales dificultades a la confrontación libre de
opiniones, que la lucha interna solo puede expresarse a través de
zancadillas, corrillos, pactos ominosos y manejos oscuros; a través, o
estructuras así, terminan por producir un militante condicionado de
mediocres aspiraciones y, cuya audacia, valor y espíritu crítico, se
resuelve a menudo en una racionalización forzada de las verdades,
valores e intereses del partido.›› Esto no debe ocurrir entre nosotros.”
¿Será
que tendremos la madurez necesaria como para enfrentar nuestras propias
miserias y permitir que emerja, desde aquel halo de luz que nos dejó el
Comandante, la fuerza para derrotar nuestras contradicciones? ¿Será que
por principio revolucionario llegaremos a entender que el PSUV es la
vanguardia del pueblo y no un coto privado?
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