Nadie sabe en
qué mundo vivimos. Nadie comprende cómo funciona en realidad un conjunto tan
grande y variado como es la humanidad. Sin embargo, existe un sistema que
organiza, dirige y decide sobre lo humano. Es la verdadera religión y su dios,
el Dinero.
A semejanza de cultos anteriores que se extendieron a lo largo y ancho de la Tierra. Esta nueva religión posee las escrituras, los templos, los profetas y todos los elementos indispensables para subyugar al creyente pero, a diferencia de creencias anteriores, es mucho más poderosa. Ha comprendido que es necesario que los creyentes piensen que pueden formar parte de la historia y participar en su construcción, para ello ha enmendado uno de los mayores errores de otras religiones. La recompensa no viene tras la muerte, muy al contrario, en esta religión no existe el mañana, sólo el ahora mismo. Esto aumenta exponencialmente la cantidad de creyentes que se dedican a fondo a seguir las enseñanzas con tal de conquistar su ansiada recompensa.
A semejanza de cultos anteriores que se extendieron a lo largo y ancho de la Tierra. Esta nueva religión posee las escrituras, los templos, los profetas y todos los elementos indispensables para subyugar al creyente pero, a diferencia de creencias anteriores, es mucho más poderosa. Ha comprendido que es necesario que los creyentes piensen que pueden formar parte de la historia y participar en su construcción, para ello ha enmendado uno de los mayores errores de otras religiones. La recompensa no viene tras la muerte, muy al contrario, en esta religión no existe el mañana, sólo el ahora mismo. Esto aumenta exponencialmente la cantidad de creyentes que se dedican a fondo a seguir las enseñanzas con tal de conquistar su ansiada recompensa.
La Sagrada
Escritura se llama teoría del
capitalismo y en ella se detalla el funcionamiento de una sociedad basada en la
fe al dinero. Como todo texto sagrado, no requiere de comprensión por parte de
los creyentes sino de ciega aceptación de las enseñanzas que los pontífices nos
regalan en grandes discursos. Los altos sacerdotes de esta religión también se
reúnen en cónclaves multitudinarios y se agrupan de diversas maneras: FMI, BM,
OMC, BDI, BCE, Reserva Federal... De estos encuentros salen las órdenes que son
transmitidas al clero regular, a quienes conocemos como políticos. Y son estos
políticos quienes, a través de sus propios apóstoles, sus mensajeros y
difusores de la obra divina, como son los medios de comunicación, nos
transmiten los designios inescrutables del capital y nosotros, los creyentes,
aceptamos y acatamos. Obviamente, no tienen suficiente con la mera transmisión
del mensaje divino, para que éste se acepte y se acate sin más, necesitan que
el terreno esté abonado, es decir, que la mente humana esté totalmente moldeada
por la nueva fe. Para ello disponen del sistema educativo, una maquinaria
perfectamente engrasada y capaz de fabricar a creyentes en la adoración del
dinero a una velocidad de vértigo.
Por supuesto, esta religión también tiene sus preceptos, sus figuras mágicas y sus milagros.
Al igual que
otras religiones más minoritarias se fundamenta en unos mandamientos o
preceptos imprescindibles que se resumen en dos:
- Amarás la propiedad privada por encima de todo.
- Santificarás el beneficio en cualquier ámbito de tu existencia.
Estos dos
mandamientos justifican por sí solos las mayores atrocidades y barbaridades que
podamos imaginar. En su nombre se mata, se depreda, se violenta y se aniquila
todo lo que se encuentre a nuestro alcance. Se justifica cualquier acción
encaminada a cumplir estos mandamientos, sin importar cuántas vidas pueda
costar ni cuánto dolor llegue a causar.
Aquí también
encontramos una figura mágica como la santísima trinidad del caso cristiano. En
este caso nos encontramos ante el binomio todopoderoso: el Estado y el Capital.
Una sola figura cuando así conviene y figuras separadas si es lo mejor para el
desarrollo de la fe.
De milagros
esta religión anda sobrada, pero por seguir con la analogía cristiana podemos
nombrar uno que a su lado la multiplicación de los panes y los peces queda como
un juego de niños: se llama moneda de curso legal y el sistema de la reserva
fraccionaria.
En lugar de un
templo por comunidad, los altos jerarcas han dispuesto docenas: los han llamado
centros comerciales, centros de ocio, ciudades de descanso, etc… Además a modo
de confesionarios disponen de innumerables sucursales bancarias que tienen
abiertas sus puertas gran cantidad de horas al día. Allí se puede tener un
contacto más directo con la divinidad y de paso reforzar la creencia de que se
forma parte del plan maestro, así como demostrar el fervor solicitando más y
más contacto con Dios. Para los inconformistas que necesitan expresar su
devoción a todas horas han dispuesto los cajeros automáticos que, día a día,
aumentan sus prestaciones para que todos podamos dar rienda suelta a nuestra fe
(incluso para que aquellos que no estén dispuestos a asumir su condición de
creyentes, los tengan allí preparados para ser quemados o arrasados). Si aún
así necesitamos demostrar al resto que somos más creyentes que ellos, la
jerarquía religiosa a puesto a nuestra disposición unas estampitas milagrosas
llamadas tarjetas de crédito listas para ser exhibidas en cualquier momento y
situación.
Así la
verdadera religión se impone al resto haciéndolas sucumbir ante su poderoso
empuje y el arrollador poder terrenal frente a lo etéreo del resto de
aspirantes al título de verdadera religión.
Frente a esta
realidad, como viene siendo costumbre, la respuesta es absolutamente pírrica y
equivocada. Se focaliza la atención en un concepto como el de laicismo
(Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más
particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión
religiosa) y se vuelca, sobre todo, en una lucha tan estéril como la de
eliminar la enseñanza de religión en el sistema educativo. Si fuéramos
mínimamente serios y rigurosos en el análisis de la situación lo que querríamos
eliminar sería el propio sistema educativo tal y como lo conocemos, ya que no
es otra cosa que una institución impregnada hasta la médula de las enseñanzas
de la verdadera religión.
Esto mismo
vale para cualquier decisión tomada desde el aparato político oficial (como
hemos dicho el Estado forma parte del binomio fundamental de esta religión)
sólo hay que ver qué criterios de valoración y ejecución se siguen para
cualquier cosa: ¿es viable económicamente un hospital? (como si eso fuera lo
importante) ¿podemos permitirnos un sistema de pensiones? (pues matemos a los
pensionistas ya que parece que lo importante es si económicamente es
interesante mantener el sistema) y así con cualquier decisión que se os ocurra.
Así pues,
volviendo a la definición de laicismo. Si de verdad queremos, tanto a nivel
individual como colectivo, vivir de forma independiente de cualquier
organización o confesión religiosa, sólo nos queda atacar los pilares
fundamentales de esta verdadera religión que tiene un alcance global.
Cuestionar y destruir sus preceptos básicos es la tarea fundamental y, para
ello, no podemos olvidar toda la estructura formada a su alrededor con la
misión de legitimar tan asqueroso y criminal orden del mundo. Al tiempo,
debemos esforzarnos en pensar, construir y poner en marcha las alternativas a
todo ello.
Fuente: Quebrantando el Silencio
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