Contralínea
Las privatizaciones, todo un fracaso
Pablo Moctezuma Barragán
Hace décadas que se desató la propaganda para convencernos de lo positivo que es abrirse a la “competencia” o a la “modernización”, como le llaman a la entrega de bienes públicos y empresas públicas a la voracidad de corporaciones privadas. Ahora Enrique Peña va tras el petróleo y ya en el extranjero, y en su Pacto Anti-México, anunció la intención de abrir puertas y ventanas al capital privado en el sector del petróleo. Poco le importa que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que él juró cumplir y hacer cumplir, en sus artículos 27 y 28 prohíbe expresamente las concesiones y contratos en este sector estratégico que ha de ser monopolio exclusivo de la nación.
Lo cierto es que luego de que
privatizaron bancos, ferrocarriles, teléfonos, minas, carreteras,
televisión, puertos, aeropuertos, aerolíneas, ingenios, el resultado ha
sido desastroso para el país y su economía y también para el pueblo
mexicano. Tras las privatizaciones viene el encarecimiento de precios y
servicios, la quiebra de las empresas, el rescate por parte del
gobierno, la reprivatización, los despidos, el desempleo, la
desaparición de empresas nacionales competitivas.
Miguel de la Madrid, obediente de los
organismos financieros internacionales, encubrió muchas privatizaciones
bajo el término de “desincorporaciones”, como parte del “Plan Nacional
de Desarrollo”. Tan sólo en 1988 hubo más de 750 “desincorporaciones” de
sectores como el minero, manufacturero, química básica y azucarero, en
donde el 93 por ciento de las empresas fueron incorporadas a capitales
privados. De las 1 mil 150 empresas públicas que existían en 1982, al
terminar el gobierno de Carlos Salinas (1994) sólo quedaban 200.
Durante el gobierno de Ernesto Zedillo
siguieron las privatizaciones: de 1995 a 2000 se impulsaron muchas
modificaciones a la Constitución. Una de esas fue suprimir del listado
de las áreas estratégicas la comunicación vía satélite y también los
ferrocarriles. En lugar de estar entre las estratégicas, sólo quedaron
como “prioritarias”, y así se podía permitir la inversión de capitales
privados nacionales y extranjeros en este sector. Así Zedillo procedió a
privatizar los ferrocarriles, que ahora están en manos extranjeras, y
para colmo, luego se fue a trabajar con la Union Pacific.
Se cambiaron también leyes
“secundarias” para luego modificar la Ley del Seguro Social y entonces
crear las Afores (administradoras de fondos para el retiro) que abrir la puerta
para privatizar los fondos de pensión y los servicios médicos y hacer
de las pensiones un jugoso negocio para los bancos, en detrimento de los
derechos de los trabajadores, quienes luego de toda una vida de trabajo
no tienen asegurado un ingreso en su vejez. Es sabido que el dinero de
las Afores lo ponen a especular en la Bolsa de Valores. Por otra parte,
hoy ya está parcialmente privatizado el servicio de salud pública, en
virtud de que son privadas las empresas que surten las medicinas, los
equipos, insumos, materiales de curación y muchos de los trabajadores ya
no son contratados por el Instituto Mexicano del Seguro Social,
Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del
Estado o la propia Secretaría de Salud, sino por empresas de
subcontratación (outsourcing) que les proveen de personal
administrativo y de intendencia. Los laboratorios nacionales que
producían todas las vacunas han sido desmantelados y hoy se compran a
laboratorios extranjeros, lo que da pie a la corrupción y a los altos
precios.
Gravísima ha sido la privatización
bancaria y ahora el 90 por ciento de los activos bancarios está en manos
extranjeras; esto le ha quitado a México el control del sistema
financiero que es vital para impulsar el desarrollo que le conviene a
México y para colmo estamos “rescatando” a esos bancos extranjeros a
través del Fondo Bancario de Protección al Ahorro y luego del Instituto
para la Protección al Ahorro Bancario, lo que nos ha costado más de 1
billón de pesos, y cada año pagamos alrededor de 35 mil millones de
pesos para apoyar bancos extranjeros que abusan al máximo de los
ahorradores y los deudores, cobrando comisiones abusivas que no aplican a
sus clientes en otros países, y que en algunos casos son hasta 10 veces
más caras, obteniendo de esta forma ganancias colosales en México que
no consiguen en otros lugares.
Otros sonados fracasos han sido el
remate en partes a empresas extranjeras de Aeropuertos y Servicios
Auxiliares y las privatizaciones y rescates de aerolíneas, como Mexicana
de Aviación –que fue quebrada y saqueada– o de Aeronaves de México –que
está bajo el control de grupos extranjeros y lo único mexicano que
conserva es su denominación–, lo que ha llevado a la pérdida de la
soberanía aérea de México y la ruina de los trabajadores.
Los ingenios azucareros que Vicente
Fox, gobernante salido de las filas del Partido Acción Nacional, tuvo
que expropiar pagándole 46 mil millones de pesos a los inversionistas
privados, se privatizaron bajo el esquema de una supuesta
“modernización” que no se dio y sólo sirvió para favorecer a los
latifundistas y especuladores. Tras años de saneamiento con recursos
gubernamentales, ahora los ingenios se han devuelto al sector privado.
Teléfonos de México (Telmex) es otro
gran ejemplo de lo nocivo de las privatizaciones. Escandalosamente la
empresa Telmex fue vendida a Carlos Slim muy por debajo de su valor, y
es tan buen negocio que ha contribuido a convertirlo en el hombre más
rico del mundo, gracias a la carestía en el servicio, y sobre todo, a
que recibió una empresa sumamente productiva que nunca debió ser
privatizada. Todos los recursos públicos que se invirtieron durante más
de 50 años, todo el dinero gastado en tendido de líneas y postes para
llegar a las comunidades más remotas, la infraestructura, equipos,
vehículos, edificios, toda la capacidad técnica que generó la empresa
pública se le entregó a este empresario a precio de risa, para que el
público obtuviera a cambio las más altas tarifas y convirtiera el pago
de servicios telefónicos en una alta renta mensual para engordar más los capitales de Slim.
Lo mismo sucedió en Fertimex
(Fertilizantes Mexicanos, SA de CV), que fue vendida a empresas
extranjeras a un precio muy por debajo de su valor, a pesar de que era
una productora de fertilizantes rentable y con altas ganancias; o Dina
(Diesel Nacional), empresa automotriz que se vendió a un precio muy bajo
para beneficiar armadoras extranjeras, como Chrysler, Ford, General
Motors y para que México dejase de producir sus propios vehículos. En
cambio, cuando la crisis de 2008, el gobierno de Felipe Calderón estuvo
apoyando a las automotrices extranjeras con recursos públicos, pagando
la tercera parte de los salarios, además de que obligó a los obreros a
renunciar a otra tercera parte de su ingreso para que las corporaciones
pagaran sólo la tercera parte. En cambio a Dina, en su momento, no se le
apoyó. Los gobiernos del PRIAN (contracción de las siglas PRI y PAN) están claramente al servicio de las corporaciones extranjeras.
La privatización de las carreteras es
un ejemplo patético por las enormes ganancias que ha generado para
empresas privadas con negocios que han realizado comprando terrenos por
donde va a pasar la carretera a campesinos pobres que son esquilmados.
Cuando, por mala administración, las carreteras han tenido pérdidas, han
sido rescatadas con dinero público, nuestro dinero. Luego de que
Salinas privatizó las 52 autopistas más rentables, ante su fracaso, el
gobierno de Zedillo comenzó el rescate que para el gobierno de Fox ya
ascendía a los 167 mil millones de pesos. Luego de sanear las finanzas
con recursos públicos les fueron devueltas a los propietarios privados.
Hoy, el 70 por ciento de las carreteras son privadas, con concesiones a
25 y 30 años. Además de que los mexicanos sufrimos las altísimas cuotas
por el uso de caminos que no tienen mantenimiento adecuado y son causa
de innumerables accidentes. El accidente del 7 de mayo de 2013 en
Xalostoc, que cobró 24 víctimas, es sólo un ejemplo. La Constitución
consagra la libertad de tránsito, pero hoy por hoy hace falta mucho
dinero para poder gozar de esa libertad.
La privatización del Instituto
Mexicano de la Televisión, empresa gubernamental de televisión pública
que fue vendida para integrar el duopolio privado que, sin pagar los
permisos por el uso de los espectros análogo y digital como lo dicta la
legislación mexicana, ha cerrado las puertas a una televisión
pública de calidad que ayude al desarrollo y la información de los
mexicanos. El duopolio televisivo está al servicio de los intereses de
unos cuantos poderosos que desinforman a la sociedad mexicana además de
anular la calidad televisiva.
En el caso de la electricidad, aunque
la Comisión Federal de Electricidad (CFE) sigue siendo una empresa
pública, el 50 por ciento de la energía eléctrica es producida por
corporaciones privadas, y la propia CFE ha gastado miles de millones de
dólares en contratos con empresas extranjeras como Repsol. El resultado
ha sido negativo por las altas tarifas e incluso las inundaciones que ha
provocado el uso por abajo de su capacidad de las hidroeléctricas, y
por consumir la electricidad de empresas como Unión Fenosa, Iberdrola,
Intergen, TransAlta y otras, a las que además de comprar caro, vende
barato el gas para la operación de las centrales privadas.
Durante años se nos ha dicho que la
gran solución para México es la inversión extranjera, que con el Tratado
de Libre Comercio de América del Norte se abrieron todas las puertas a
las corporaciones foráneas, pero es todo lo contrario. En 1980 había
alrededor de 10 mil millones de dólares de inversión extranjera, en 2006
el Banco de México anunció que sumaba 504 mil millones de dólares.
Cincuenta veces más, pero ¿estamos mejor? No. Vamos de mal en peor. La
inversión extranjera –por lo general– lleva a despidos masivos,
destrucción de empresas nacionales, dependencia de suministros foráneos,
parálisis del desarrollo tecnológico. Si la inversión extranjera fuera
tan benéfica como nos han dicho, ¿por qué nuestra economía se ha
estancado desde 1982 a la fecha, periodo en el que más inversión
extranjera ha habido en la historia de México? Sólo hemos crecido a un
promedio del 2 por ciento anual, al mismo ritmo de la población, es
decir que estamos estancados. La realidad es clara y contundente. No nos
dejemos engañar, puesto que privatizar lleva directamente a la
extranjerización de nuestros sectores económicos, eso lo demuestran las
privatizaciones que iniciaron De la Madrid y Salinas y han continuado
Zedillo, Fox, Calderón y ahora Peña, que alegremente pronostica un monto
de 40 mil millones de dólares para este 2013 gracias al Pacto…
El Pacto Anti-México es sólo
una burda manera de encubrir las intenciones de privatizar el petróleo,
la educación, la asistencia social, la tierra y todo lo que pueda quedar
en manos de la corporaciones más voraces; es continuar con una vía que
sólo ha traído carestía, desempleo, deuda, salarios de hambre, desastre
económico, saqueo y corrupción. En términos del desarrollo de México y
el bienestar de la población, las privatizaciones han sido todo un
fracaso: sólo han enriquecido a unos cuantos y han afectado a nuestro
país.
Pero el pueblo de México ha dicho ¡ya
basta! Y prepara grandes movilizaciones, como la que convoca el
Movimiento Regeneración Nacional el próximo domingo 8 de septiembre a
las 10 de la mañana en el Zócalo de la Ciudad de México, en contra de la
privatización de nuestra industria petrolera. ¡Asistamos!
*Politólogo y urbanista. Dirigente de Mexteki y vocero del Congreso de la Soberanía
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