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"Es la Hora del Recuento, y de la Marcha Unida"

jueves, 18 de abril de 2013
Nos dice su autor: "Hace ya tiempo escribí este artículo que, a raíz de los acontecimientos en Venezuela, vuelve a tener vigencia, sobre todo por el retrato de las fuerzas reaccionarias locales que hace Martí y su sugerencia de como neutralizarlas. Te ruego compartirlo"

"Es la Hora del Recuento, y de la Marcha Unida"

Por Orlando Licea Díaz
Una y otra vez, mientras disfrutaba el reencuentro con un amigo, y escuchaba las ideas de un grupo de entusiastas estudiosos, ansiosos por resolver el enigma de la Revolución Bolivariana, por dar cauce seguro, sólido y estable al compromiso sagrado de liberar, no sólo a Venezuela a Cuba o al Ecuador, sino a la América toda, del sufrimiento acumulado durante siglos de dominio y explotación inicuos, venía a mi mente la frase de Martí que encabeza este intento y lo mucho que nos queda por aprender y aplicar del pensamiento de nuestros ancestros, sagrados e ilustres, en la lucha por la felicidad de nuestros pueblos.
Terminadas las horas de intercambio y disfrute, de interacción activa, vino la necesaria reflexión, y la decisión de escribir estas líneas, que intentan ser una especie de aviso sobre la urgente necesidad de poner el pensamiento y la obra de Martí, de Bolívar, del Che y de todos los que nos antecedieron en la lucha por una América unida, feliz y próspera. Lo haré con un ejemplo, el análisis del ensayo Nuestra América, escrito por Martí hace ya tiempo, pero de una impactante actualidad.
“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos”.
No hay que perder tiempo buscando en Nostradamus: las profecías para la América Latina están hechas por los americanos mismos, y Martí, junto a Bolívar, son los dos grandes profetas de nuestras tierras. En estos mismos días el gigante de las siete leguas anda metiendo sus narices por diversos rincones de nuestra patria común, a ver cómo reaccionamos. Y si no superamos pronto el espíritu de aldeano, nos puede poner en un instante la bota encima: 
“Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
Si Martí escribió y sufrió, si previó y avisó y alertó, sobre los peligros que asechaban a nuestra América cuando el gigante era apenas un niño y aún no había enseñado a las claras sus intenciones de dominio universal, si dio respuesta clara, precisa y concisa al interrogante de cómo pararlo e inmovilizarlo, antes de que pusiese sus manos y sus botas, empapadas de fango y sangre, sobre nuestros románticos, valerosos y sufridos pobladores. ¿A que buscar consejo y soluciones en lejanas tierras? ¿A qué estimular, bajo pretextos varios, la división sectaria que nos debilita?
“A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan. ¡Bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades Pues, ¿quién es el hombre? ¿El que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra propia? estos “increíbles” del honor, que lo arrastran por el suelo extranjero”.
Gusanos en Cuba, Escuálidos en Venezuela y, con otros nombres y matices en otros pueblos, este segmento lamentable de la población de nuestros países, sigue existiendo y constituye quizás un peligro mayor que el gigante mismo.  
“A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país”.
Genial respuesta a los que quieren imponer desde afuera, como una y otra vez lo han hecho -y lamentablemente logrado en ocasiones- modelos de gobierno hechos a la medida para facilitar que la bota pise sobre césped blando y no sobre espinas, piedras afiladas y volcánica lava, como corresponde a su diabólica vocación opresora.
“Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador”.
Chávez ha sido un creador, Fidel igual, Evo lo está siendo, y Correa y cuantos han arribado al poder con la intención noble y sagrada de convertirlo en un modo de hacer felices a los seres humanos de estas tierras. Es la única manera de lograr, en un mundo diseñado para la opresión, que los pueblos prosperen y adelanten.
“¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”.
Mucho habría que comentar sobre estas afirmaciones martianas, urge reunirnos para analizarlas e incorporarlas a nuestro cotidiano quehacer y que pensar. Otro insigne latinoamericano, Aníbal Ponce, desarrollando esta idea, demostró que los programas escolares son eficaces instrumentos para detener nuestros ímpetus liberadores y para hacer fracasar los movimientos sociales y las revoluciones que intenten poner a nuestras tierras en condición de ser habitadas por seres humanos libres y felices.
“Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros, de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen”.
El tigre, con sus garras de terciopelo, nos está husmeando: se le siente, se le huele, el tigre de afuera y la hiena de adentro, dispuesta a alimentarse de las carroñas y los despojos. Y hay urgencia en desarrollar los sentidos, en seguir los consejos de Martí, en enseñarnos como somos, uno en carne y sangre, un solo pueblo y una sola nación, dividida artificialmente para facilitar el dominio. Y de materializar el sentido de la vida de Bolívar, la unidad de todos los pueblos de América Latina, estamos a tiempo; si nos tardamos, no quedará laringe para lamentaciones, ni ojos para lágrimas. Martí sigue insistiendo:
“El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá; con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos”.
¡Téngase bien en cuenta que estas líneas fueron escritas por Martí aun antes de que el tigre hubiese puesto sus garras sobre los pueblos de Nuestra América!.
 
“Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. “¿Cómo somos?” se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución a Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales”.
 
“Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la critica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando, por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar.”
Aunque quizás innecesaria, valga la aclaración de que Martí no divide a Nuestra América en naciones, sus problemas son comunes, por las venas corre la misma sangre, y cumplirán el mismo destino:
“De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una pompa de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas”.
A continuación lo más trascendente e inaudito, Martí se va a referir al peligro que para Nuestra América representan los Estados Unidos; ya una vez nos hicimos sordos a su clamor, y pusieron sus botas sobre nuestros sagrados pueblos, la historia nos ha dado una segunda oportunidad, y esta vez estamos corriendo los mismos peligros y tenemos oportunidad de ensayar las mismas soluciones, este autor confía en que esta vez nuestros sentidos estén más aguzados.
“Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque, demandando relaciones intimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña”.
 
“como su decoro de república pone a la América del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento,  vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con la sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad. No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas”.
De paso señala Martí otro peligro y otra arma: hacer énfasis en las diferencias de raza; en Cuba misma, vestida de necesidad de desarrollo, se ha venido hablando demasiado del problema racial, debía hablarse más del problema humano.
Como “Pensar es servir”, quisiera terminar con el llamado urgente a reflexionar sobre el pensamiento de Martí, y a la necesidad imperiosa de aplicarlo consecuentemente. Martí, Bolívar y el resto de nuestros próceres no son pasado, son presente vivo y, más que eso, constituyen un futuro que hemos de actualizar. Por último quisiera agradecer a mi amigo venezolano Luis Vargas por las provocaciones que dieron lugar a estas líneas.
Bibliografía: José Martí. Obras Completas. Vol. 6 Nuestra América.

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