La campaña de la ultraderecha contra el proceso de paz de La Habana arrecia su intensidad. Lo que algunas cadenas radiales y otros medios de comunicación califican como la primera gran crisis de los actuales diálogos entre gobierno y FARC, no pasa de ser otra de esas creaciones virtuales de los medios de comunicación a fin de crear falsedades inexistentes en la realidad.
Las
conversaciones en la Mesa prosiguen de modo normal, nadie se ha puesto
de pie o amenazado formalmente con retirarse. Por el contrario, las dos
partes trabajan en busca de puntos de aproximación sobre el tema
agrario, con el afán de producir acuerdos significativos que representen
avances ciertos hacia la terminación del conflicto y la paz.
Lo
demás es especulación, escándalo promocionado con fines
malintencionados. Los hechos de guerra que sacuden el país y que afectan
personas e intereses de las dos partes involucradas en la
confrontación, son precisamente eso, los avatares del conflicto que se
procura solucionar en la Mesa. Pretender destruir la vía de la paz
apelando a ellos es una verdadera locura.
Antes
que echar leña al fuego, aquellos que se califican a sí mismos como
patriotas y bienhechores del país, debían de promocionar de modo franco y
positivo el fortalecimiento de la vía dialogada. El ex Presidente Uribe
difunde histérico las fotografías de unos agentes de la Policía caídos
en una emboscada, pero aplaudía emocionado en su momento las de Raúl
Reyes o Iván Ríos mutilados.
Eso
para citar solo un ejemplo. Los sucesores de los generales de la
República que dieron partes orgullosos acerca de la aniquilación de las
guerrillas en el Chocó o la Guajira, para no ir más lejos, exponen hoy
su preocupación por el accionar de las FARC en esas mismas regiones.
Escarbar hasta encontrar y solucionar las causas de la confrontación
resulta más práctico y humano.
Si
algo debe ser puesto en duda y condenado es el recurso de invocar
sentimientos humanitarios con el fin de azuzar la agresión y la muerte.
Algo que se ha convertido en característica del tendencioso programa del
señor Herbin Hoyos en Caracol Radio, quien propone ahora una marcha
contra el proceso de paz, y lo hace a nombre de la libertad y la vida.
Herbin Hoyos de Caracol Radio (¿Con bandera americana al cuello? N. del E.) |
Suele
criticarse por excesivo el calificar a alguien como fascista. Pero eso
de considerar que en un país existen grupos humanos que no pueden ser
objeto sino de la eliminación física, con los que no cabe ningún trato o
acuerdo porque se trata de terroristas despreciables, omitiendo
protuberantes realidades históricas y sociales, no puede ser llamado de
otro modo.
Y
así precisamente piensan todos esos fanáticos furiosos que sueñan con
unas FARC humilladas y vencidas. Valerse del uso de la fuerza, de la
violencia extrema para aplastar a sus contradictores. Como si la guerra
popular no hubiera brotado de la sangre y los cuerpos torturados o
despedazados de la oposición política revolucionaria en Colombia.
Toda
vida humana es sagrada, incluida la de los policías y soldados de
Colombia, claro está. Pero si estos llevan décadas triturando
compatriotas sin piedad, cabe pensar también en el valor de la vida de
sus víctimas. Cualquier parte victorioso del Ministerio de Defensa pone
de presente que se ha conseguido con la actuación conjunta de la
Policía, el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada.
Todo
el poder armado del Estado e incluso poderes criminales paralelos a su
servicio, en una cifra que rebasa el medio millón de hombres y mujeres,
apoyados por la inteligencia y la tecnología de guerra de los Estados
Unidos, se dedica las veinticuatro horas del día a localizar y matar
colombianos en pie de lucha. Mal puede pensarse que resultan intocables.
Hay una guerra.
Y
una guerra en el que la parte fuerte y bufona miente, engaña,
desinforma. Con el pleno respaldo de los grandes medios de comunicación.
El Ejército y los paramilitares asesinaron impunemente miles de
personas en Urabá, y desterraron decenas de miles. Cuando la Corte
Suprema de Justicia ordena al Estado pedir perdón sólo a la Comunidad de
Paz de San José de Apartado, todos callan.
Uribe
y su vicepresidente Santos que el mismo día de la masacre de 2005
acusaban falsamente a las FARC, los primeros. El gobierno actual, los
segundos. Los mandos militares, los terceros. Los grandes medios de
comunicación, los cuartos. Ninguno de ellos daría el mínimo apoyo a una
marcha que exija el cumplimiento de lo ordenado por la Corte. Herwin
Hoyos tampoco.
El
plan de los fascistas es claro. Generar un escándalo de dimensiones
internacionales con relación a los presuntos crímenes de humanidad
cometidos por los insurgentes, llevar supuestas víctimas a los
micrófonos y estrados, exacerbar y utilizar el dolor de las familias de
los soldados y policías víctimas de la confrontación. Para obtener el
repudio universal contra los insurgentes.
Igual
a como procedieron los nazis con las comunidades judías. Con el
propósito de conseguir la aprobación generalizada al genocidio. Mientras
hacían pública ostentación de su poder militar de aplastamiento.
Mientras se perseguía con saña a comunistas, gitanos y negros. Mientras
se pisoteaba la dignidad y la libertad de naciones enteras. Los métodos y
fines son idénticos.
Los
matones adiestrados en las academias militares y policiales reciben el
título de héroes. Los horrores cometidos en el país por semejante fuerza
sencillamente no existen, deben ser desaparecidos del imaginario
popular. La sangre y el dolor que esparcieron no se pueden llamar
violencia, fueron apenas el ejercicio legítimo de la fuerza. Su
Excelencia El Cardenal bendice.
Semejante
monstruosidad en construcción no puede ser tolerada. Precisamente las
FARC vamos a la Mesa de Conversaciones a luchar contra eso. Y sabemos
que millones de colombianos de buena voluntad nos acompañan en este
histórico empeño. La paz no es eso que nos quieren meter por los ojos.
La paz es verdad, la paz es justicia. Esa sí es la Gran Marcha que debe
cumplir Colombia.
ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP
Montañas de Colombia, 3 de febrero de 2012
Además, en pdf descargable
Declaración política del ELN de Colombia en los 48 años de su fundación, a propósito de la última reunión de comandantes del ELN
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