Por Orlando Cruz Capote*
La
pregunta no es una ingenuidad y menos una simple retórica o metáfora
discursiva periodística, académica y política. Todos sabemos que fue en
Corea del Norte. Aunque... la jerarquización de las noticias en los
medios masivos de comunicación, monopólicamente transnacionalizados,
obra de manera tan extraña y a veces de forma tan caótica y caprichosa,
claro que con una matriz capitalista uniforme, que un ciudadano común
que no sea un lector tenaz de titulares de prensa e internet, podía
buscar disímiles respuestas ante tal interrogante.
Es
tan complejo el mundo de hoy y tan explosivas las situaciones en las
diferentes latitudes geográficas, que la detonación -y ahora si
funcionaría la metáfora- es probable que ocurriera en muchos escenarios
de guerra y crisis socioeconómicas y políticas planetarias, regionales y
nacionales, tan inimaginables como creíbles, que se despliegan en esta
renovada reconfiguración-recomposición estratégica y geopolítica del
capitalismo-imperialista mundial.
Pero…
unos podían pensar que tal “estallido” sucedió en Mali, nación africana
donde el gobierno francés intervino unilateral y militarmente contra
los islamistas radicales que había ocupado parte del país, rico en
uranio y otros metales preciosos y estratégicos y que, en un acto de
desespero, el Eliseo habría disparado un contundente golpe atómico
aniquilador contra la subversión asimétrica de los restos insurgentes; o
en cualquiera de los territorios palestinos, libaneses y sirios
irredentos, continuamente violados por las tropas elites israelíes; o
específicamente en Siria, bajo el ataque de la contrarrevolución interna
con la ayuda de mercenarios árabes y el asesoramiento del binomio
Washington-OTAN, que se encuentran ante el más seguro fracaso militar, a
pesar de la destrucción parcial de ese país; o acaso en la República
Islámica de Irán, nación sancionada internacionalmente y amenazada,
constantemente, con un sorpresivo ataque nuclear llevado a cabo por los
EE.UU., los aliados occidentales y más seguramente por Israel, por
desarrollar un programa nuclear, declarado una y otra vez por las
autoridades iraníes para uso pacífico.
Nadie
puede dudar que una bomba atómica pueda reventar, en cualquier momento,
en la India, en Pakistán, países que se han armado hasta los dientes y
que disputan territorios que les eran, hasta antes de su separación,
comunes; o que la “detonación” había acontecido hasta en el Vaticano,
ante la inesperada noticia-renuncia del Papa Benedicto XVI (hecho casi
inédito en más de cinco siglos); o en el mismísimo Palacio de la
Moncloa, en España, ante la debacle política del Partido Popular, por el
escándalo de corrupción que sacude su gobernabilidad, legitimidad y a
la sociedad española ante tantas políticas de ajustes y más reajustes
económicos y sociales neoliberales en contra de los más explotados y
pobres.
O
que un loco, un desenajenado mental, con acceso a esas armas de
destrucción masiva las haya arrojado en un acto de neurosis y paranoia
síquica contra adversarios reales o supuestos, porque “enemigos
terroristas” sobran en ese diseño de “creación” de peligros locales y
mundiales, en el que los comunistas no quedan ni siquiera fuera del mapa
de desafíos a abatir por esa derecha fascistoide que gana terreno a
pesar de avances en la lucha popular.
Al
final, la verdad se abre paso a pesar de las manipulaciones
intencionadas e inconscientes derivadas de la ignorancia que proclama el
pensamiento y el canal único.
La
República Popular Democrática de Corea (RDPC) había anunciado que
efectuaría tal explosión -el tercer ensayo- como medida defensiva contra
la hostilidad de los EE.UU. y su socio Corea del Sur, a sólo unos días
de una impresionante maniobra militar conjunta de estos dos socios cerca
de sus costas. Incluso, esa prueba se la hizo conocer al gobierno
estadounidense a través de la Embajada Sueca en el país asiático. O sea,
el hecho acaecido que ahora es noticia magnificada en todas partes del
universo terrenal, era del conocimiento del país que más armas de todo
tipo posee, así como la nación que tiene el más amplio despliegue de
bases militares en el extranjero y quien comete mayor número de
agresiones militares en la historia de la humanidad y que libra, además,
batallas ilegales de ocupación en Afganistán, Irak y Libia.
La
prueba atómica norcoreana, subterránea por más señas, fue un paso más
en la carrera armamentista que se desarrolla en Asia, la cual no sólo es
motivada por el accionar de Corea del Norte, sino por la temeridad de
Washington de cercar militarmente a la China Popular y a Rusia, y que
tiene en “última instancia”, como causa principal el incumplimiento de
los Estados Unidos, en ocasión del mandato de William Clinton, de
brindar combustible a las centrales termoeléctricas a cambio de que
Corea del Norte cesara en su programación de producir uranio enriquecido
para utilizarlo en sus plantas de generación nuclear.
Luego,
las sanciones dictadas y aplicadas en el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas (ONU), encabezadas por los EE.UU. y la Unión Europea,
entre otros, las amenazas y las provocaciones en el paralelo 38 -zona
desmilitarizada y territorio del armisticio (Panmunjong) entre las dos
Coreas, luego de la guerra de 1950/1953- más otros incidentes en islas
aledañas, constituyeron el acicate para que el pueblo norcoreano se
decidiera al derecho de poseer y desarrollar continuamente el arma
nuclear, así como misiles balísticos estratégicos y se decidiera a
desplegar la industria aeroespacial con fines militares defensivos,
según declaran sus autoridades.
La
incertidumbre de dónde, cómo, por qué y cuándo puede suceder el
holocausto nuclear es tan extensa y ambigua que hasta un experto o
analista político avezado puede señalar heterogéneas zonas de conflictos
calientes y subyacentes que pudieran ocasionar ese y otros incidentes
fatales para la vida del planeta Tierra.
Hace
años, en plena Guerra Fría, e incluso al término de ésta, los servicios
de inteligencia soviéticos, luego rusos, le advertían al imperialismo
norteño que esa posibilidad catastrófica podría sucederle a los propios
estadounidenses si era introducida una bomba atómica de pequeño tamaño o
formato, en una maleta, a través de sus insuficientes controles
aduaneros en los múltiples puertos y la gran frontera con Canadá y
México.
El
hecho de la prueba nuclear norcoreana demuestra que los caminos de una
tragedia mundial son posibles y no sólo por el casi irreversible cambio
en los patrones climáticos. Habrá quien acusará a la RPDC de violar los
acuerdos internacionales, otros proclamaran sanciones más duras contra
el gobierno de Pyong Yang y su pueblo, algunos más mesurados condenarán
la prueba pero indicarán que otras naciones tienen arsenales mayores que
utilizan incesantemente como medio de amedrentamiento contra segundos y
terceros países, seleccionados arbitraria y selectivamente, según sus
intereses imperiales.
Sin
embargo, la vía diplomática sigue abierta: las conversaciones a seis
bandas o con las seis partes (países) que garanticen la seguridad mutua y
segura de las dos Coreas, en especial, la del Norte que es la que sufre
en carne propia la agresividad sin límite de los Estados Unidos la cual
ha propiciado el padecimiento de grandes hambrunas, falta de
medicamentos, entre otras calamidades que han golpeado a la economía de
esa nación y, como correlato, sus servicios sociales. Ese sendero de paz
está a disposición de quienes quieran utilizarlo como forma de
solucionar el conflicto.
Sin
embargo, algo -o mucho- anda mal en este planeta globalizado
contemporáneo. El doble rasero, la inmoralidad, la falta de ética, la
voracidad del imperialismo y sus grandes transnacionales monopólicas
-neoliberales por más señas, la geopolítica del dominio múltiple del
capital muy agresivo por apoderarse de las riquezas naturales y humanas
de grandes zonas planetarias es la única causa de que un día explote la
bomba atómica, no como una prueba, sino como señal del inicio del fin
del mundo.
Ese
mal endémico debe ser detenido antes que sea demasiado tarde, o un día
seremos víctimas de una nube radioactiva y un invierno nuclear que
termine con todos nosotros.
Enviado por su autor, Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, CITMA, Cuba
Imagen agregada RCBáez
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