* Una de las acepciones de precaria:
que sólo es poseída como préstamo y a
voluntad del dueño.
El desarrollo voraz del sistema
capitalista y de su maquinaria de adiestramiento ha permitido alcanzar un nuevo
estadio en la evolución de la mente humana, sobre todo en la llamada sociedad
occidental: la mente precaria.
La mente precaria, a diferencia
del resto, no se rige por la acumulación de experiencias, ni por el
descubrimiento de patrones formales, ni por relaciones causales, ni por ningún
otro parámetro habido o por haber. Se rige por las órdenes directas de su amo,
quien en su infinita bondad le cede
espacios de autonomía para dirigir los aspectos más básicos del día a día del
cuerpo que le da cobijo, pero nada más.
Es decir, una “gran mente” (o el
conjunto de los dominadores del mundo) rige a millones de mentes precarias (o
la inmensa mayoría de los dominados) que vivimos en la más absoluta ignorancia
con respecto a este hecho.
Hay que reconocerle cierto mérito
a este sistema criminal. Aunque tengas todos los medios a tu alcance no es
fácil conseguir este nivel de efectividad. Requiere de mucho tiempo y esfuerzo
dedicado a manipular y adoctrinar generaciones enteras de mentes para alcanzar
esta generalización de la precariedad mental. Ha sido necesario desplegar todos
los tentáculos de una maquinaria infernal llamada capitalismo, al igual que ha sido
imprescindible el soporte logístico ofrecido por su necesario aliado el Estado.
Alcanzar tan rotundo éxito sólo
ha sido posible al situar en el centro de esta maquinaria al sistema educativo
(convertido en obligatorio por el bien de
la humanidad) desplazando a un segundo plano a la, hasta hace poco,
estrella del amaestramiento de fieras: el sistema represivo (judicial, policial
y penitenciario) que, no por ello, ha perdido su vigencia y su importancia sino
que, simplemente, ha pasado a ser el plan B por si falla la educación de las
mentes.
Sin duda, estos dos sistemas son
el eje fundamental en el que se basa la precarización de la mente actual.
Si imaginamos la mente precaria
como uno de esos adosados exactamente igual a los tropecientos que le rodean
formando una urbanización (o sistema), tenemos que los pilares centrales
encargados de aguantar la mayor parte del peso los forma el sistema educativo.
Durante décadas, millones de personas hemos pasado por este filtro encargado de
modelarnos y adecuarnos a las necesidades de cada momento histórico. La misma
introducción de este sistema responde a la necesidad de producir en serie
combustible humano para alimentar el engranaje de la recién llegada sociedad
industrial. Desde ese mismo instante se vislumbró el potencial de la educación
estatal y de la imperante necesidad de universalizarla. Esta necesidad se ha
visto colmada independientemente del tipo de régimen político instaurado y de
la supuesta orientación ideológica del mismo. En todos estos lugares el sistema
escolar tiene un objetivo primordial más o menos oculto: transmitir y asegurar
la asimilación de una necesidad de ser enseñados.
De esta forma se consigue que las
personas nos desentendamos de la responsabilidad de nuestro propio desarrollo,
allanando de esta manera el camino a la precarización de las mentes. Junto a
esta enseñanza, también nos inicia en una sociedad en la que todo (valores,
capacidades, necesidades, realidades…) es susceptible de ser producido y
medido. Esto nos lleva irremediablemente a la aceptación de toda clase de
clasificaciones jerárquicas, incluso a dar por válida y natural una sociedad
estratificada en la que tu posición depende de valores totalmente mesurables.
La escuela nos instruye para ocupar el lugar que el poder nos tiene reservado
dentro de nuestro sistema social y para saber aceptar que esa posición no
depende de cada uno de nosotros sino que está en función de una serie de
parámetros (económicos, étnicos, origen social,…) que la “gran mente” se
encarga de medir y catalogar.
Junto a estos pilares centrales
de los que hablábamos tenemos toda una serie de tabiques que compartimentan
nuestra mente precaria y que conforman esa sociedad para la que nos prepara la
escuela: la sociedad de consumo. Vivimos en un sistema en que la capacidad de
consumir/devorar (perfectamente medible) nos hace más o menos valiosos. Es
nuestra obligación mantener a toda costa nuestro nivel de consumo si no
queremos vernos degradados socialmente. Esto sólo es posible si somos
poseedores de una mente precaria que nos impide vislumbrar tan siquiera el
sadismo de este tipo de organización social. El consumo desaforado que ayudamos
a mantener a cada paso sólo es posible a costa de la vida de millones de seres
humanos, a fuerza de reducir a la condición de esclavitud a gran parte de la
población mundial y a estar a punto de llegar a la meta en la absurda y
desastrosa carrera por la destrucción del planeta.
Para mantenernos dentro de este
terrible modelo social tenemos las paredes exteriores del adosado (es preciso
señalar lo bien que la palabra adosado describe el concepto de mente precaria
como algo no natural). Estos muros de contención están formados por el sistema
represivo en que se basa todo Estado-Sistema (policial/militar, judicial y
penitenciario). Nuestras vidas se rigen por unas leyes ajenas a nosotros,
diseñadas y puestas en marcha por esa “gran mente” que nos domina precisamente
para asegurar su control. Todo el sistema represivo está diseñado para impedir
cualquier intento de subvertir el orden establecido y para asegurar que la
distribución de los recursos en su totalidad se hace en la dirección correcta).
Pero la élite dominante no se conforma con eso. Nuevamente, a través de la
precarización de las mentes ha logrado que la inmensa mayoría esté totalmente
de acuerdo con el sistema y esté dispuesta a apoyarlo hasta las últimas
consecuencias. Nadie cuestiona la existencia de un ejército que tiene la
potestad de tomar el mando de la situación en cuanto lo estime oportuno. No
existe ninguna duda acerca de que los cuerpos policiales deben existir porque,
al parecer, todos somos unos desalmados y necesitamos a alguien que se nos
controle y nos reprima. Qué decir de las cárceles, vendidas como centros de
reinserción (nunca he comprendido el significado de esto) pero cuyo principal
objetivo es mantener recluido a cualquiera que sobre en este sistema (por su
condición social, su manera de pensar, su origen étnico,…). Lo que es
innegable, es que estos muros exteriores se van mejorando a cada minuto que
pasa, haciendo de la mente precaria una fortaleza casi indestructible.
Por último y como es sabido, los
adosados (mentes precarias) suelen formar parte de urbanizaciones (grupos
sociales). Aquí entra en juego el último elemento de la jugada maestra de la
“gran mente”, los jardines que embellecen y mantienen unidos a todos los
elementos del grupo social. Estos jardines están formados por los medios de
desinformación masiva y por la industria del entretenimiento. Estas dos
vertientes se conjugan perfectamente creando todo un mundo de apariencias en el
que vive la mente precaria. Nos suministran la información precisa para
hacernos ver lo afortunados que somos, y lo mal que podríamos llegar a estar si
se produjera cualquier alteración del orden establecido. Nos ayudan a crear una
identidad colectiva (reforzada por la industria del entretenimiento)
mostrándonos a los nuestros y marcándonos a nuestros enemigos. Este doble
sistema (desinformación y entretenimiento) hace que las mentes precarias ocupen
toda su capacidad en espejismos y cortinas de humo (no sea caso que todo lo
descrito anteriormente haya dejado el mínimo resquicio a la capacidad crítica que
se nos presupone a los seres humanos) y las mantiene en una falsa actividad
durante toda su existencia.
El plan es absolutamente genial
pero, como todos los grandes planes, no es infalible. La clave es ir al origen,
a los cimientos de la mente precaria y no desperdiciar energías en luchas
estériles por podar el jardín o cambiar el color de los muros.
El principio del fin de esta
dominación pasa por romper con el sistema educativo (de adiestramiento), con
sus enseñanzas sobre todo las ocultas. Pasa por recuperar el control en nuestro
proceso de autoconstrucción como seres humanos y en poner en primer plano la
libertad en todos sus ámbitos. También pasa por reconocernos como iguales pero
no en la precariedad mental sino en la potencialidad de construir nuevos
cimientos que todos poseemos.
Fuente: Quebrantando el Silencio
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