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¡Pioneros por la libertad: seremos Delta Force!

martes, 6 de marzo de 2012
Hace apenas unos minutos, participé en Facebook en un enconado encuentro entre algunos amigos de allí. El tema era este artículo, publicado por Vincenzo Basile en su blog Capítulo Cubano y el rechazo de algunos por la palabra "adoctrinamiento", a pesar de que Vincenzo se declara apasionado de la obra revolucionaria... enredo que ya ha sido aclarado...

Respondía yo al careo que, según el Pequeño Larousse, adoctrinamiento no es más que un:

            1 Conjunto estructurado de ideas, teorías y enseñanzas de un autor, de una escuela, de un partido político o de una religión: doctrina cristiana; doctrina marxista; doctrina del positivismo lógico.

             2 Estudios que se imparten a una persona o colectivo.

Así que, de hecho, sí adoctrinamos a nuestros niños, a nuestros adolescentes, a nuestros jóvenes: les enseñamos un conjunto  estructurado de ideas, teorías y enseñanzas que los hagan ver la realidad de un mundo circundante pleno de engañifas, de falsos profetas, de buenos que son malos y malos que no son tan malos como los pintan…

¡Pioneros por la libertad: seremos Delta Force!
Por Vincenzo Basile


FOTO: Roberto Suárez (Cuba en fotos)
Desde pequeños, a los niños cubanos se les enseñan los valores del amor a la Patria, del antimperialismo, del internacionalismo, de la solidaridad, de la humanidad. A esos niños se les cuenta quienes eran los héroes de Cuba y de América, desde Martí hasta el Che, los que murieron sembrando las semillas para la construcción de un mundo más justo y libre.
Los niños cubanos crecen con un conocimiento histórico y una capacidad crítica que nunca he encontrado en un niño italiano.

Pero, a pesar de eso, una de las argumentaciones más utilizadas por los “detractores o criticos” de la Revolución cubana es el hecho de que, en los últimos 53 años, el gobierno cubano ha llevado adelante una obra de adoctrinamiento que empieza desde la edad más temprana. Según esas personas, la enseñanza de los valores básicos de una sociedad, se convierte en adoctrinamiento ya que, según su visión simplista de la realidad, se trata de ideas impuestas a través de un auténtico lavado de cerebro. 
 
El ejemplo más utilizado por esas personas, para construir la imagen de una Cuba adoctrinada, es el ejemplo de los niños cubanos en las escuelas que cantan el himno nacional acompañándolo con la famosa frase: ¡Pioneros por el comunismo: seremos como el Che!

A los niños occidentales eso no le ocurre, no se les impone el estudio de la vida del Che y de sus obras, no se les impone la visión de documentales que les explican los hechos de la Sierra Maestra o el genocidio en Vietnam. Esos niños crecen "libres de semejantes atrocidades ideológicas".

Imagínen que, gozando de mi "profunda libertad occidental" cuando era niño, mi película preferida, y la de todos mis amiguitos, era Delta Force, un film americano-israelí de 1986 que nos cuenta la "ola de democracia y de paz" que los Estados Unidos han traído al Líbano (Oriente Medio) y de su "incesante lucha contra el terrorismo árabe-palestino". Los árabes -todos los árabes- son presentados con colores grises, sin escrúpulos, como personas que odian la democracia y se deleitan en matar, riéndose en los cadáveres de sus inocentes víctimas norteamericanas e israelí. Pero, cuando la victoria parece imposible, finalmente llega la Delta Force, un equipo de expertos democratizadores que arreglan las cosas, liberan a los eventuales rehenes y "restablecen el orden" en la peligrosa Beirut...
 
En mi mente está indisolublemente marcada la escena final: los sobrevivientes están en un avión, regresando a Estados Unidos, y se unen cantando el himno américano en homenaje a los que han caído en la lucha por la libertad y contra el terror y cuyo ejemplo siempre nos acompañará.

Me acuerdo que mis amigos y yo pasábamos horas corriendo por las calles, con nuestras pistolas de juguete, divididos rígidamente en dos frentes distintos: los buenos y los malos. El guión ya estaba escrito: aquellos que, a pesar de sí mismos, tenían que jugar la parte mala, sabían que no podían sobrevivir frente a las más sofisticadas armas americanas y a los más altos valores que guíaban a los buenos: libertad, paz, democracia. 
 
Por fin, el bien siempre ganaba sobre el mal y todos regresábamos a nuestras casas con la convicción de haber construido un barrio -lo que entonces era nuestro mundo- más justo, seguro y protegido de las amenazas de los malos y peligrosos árabes...



Sinopsis tomada de la carátula de Delta Force

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