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De América soy hijo y a ella me debo

miércoles, 1 de febrero de 2012
El querido compañero Mario Bello, tras la lectura de un trabajo de Ramón Guerra Díaz sobre Martí que difundiéramos hoy, nos envió este texto, testimonio vívido del sentir de un joven chileno…

De América soy hijo y a ella me debo 
Por  Mario Bello

Hay dos etapas en la historia reciente de Chile. Antes de la visita de Fidel y después de Fidel.

Muy simple; éramos un país invisibilizado por los poderes mediáticos: "En Chile nunca pasa nada",  decían.

Hasta que llegó Fidel y estuvimos desde entonces en todos los planes de la CIA, en todos los planes del FBI, del Departamento de Estado; Kissinger estaba vuelto loco: no hallaba que hacer.

El mundo entero supo “dónde quedaba Chile” y allí estaba Fidel.

El Comandante  Fidel Castro aterrizó el 10 de noviembre de 1971 en nuestro país, en medio de las más estrictas medidas de seguridad; fue recibido por su amigo personal, Salvador Allende, en medio de aplausos por parte del pueblo chileno. En un principio su visita sólo sería de 10 días, pero ésta se extendió durante aproximadamente 1 mes, tiempo que dedicó a recorrer gran parte del país, y alentar a los trabajadores para ganar la batalla de la producción.

Fue una visita espectacular con más de 20 reuniones en diferentes puntos del país.

El 18 de Noviembre del 71 estuve en la Universidad de Concepción, en la conversación con los estudiantes de esa Universidad.

Le entregamos varias preguntas. La del grupo nuestro, de las Juventudes Socialistas, decía más o menos:

¿Considera usted que nuestra experiencia o vía chilena es un camino revolucionario que nos llevará a la patria socialista?  

Porque oíamos mucha teoría al respecto y queríamos la opinión de un “experto”

Recuerdo que con mucho amor y respeto hacia nosotros nos dijo  “Si un día nosotros formamos parte de un grupo de países,  en que estemos todos juntos  y tenemos el derecho a opinar, ese día nosotros opinaremos también en cualquier discusión”.

Esta respuesta de Fidel fue profética “Ya anunciaba a la ALBA que estaba en el vientre de las mentes de muchos líderes que incluso no habían nacido para la historia de América”.

Dijo que en la intimidad podíamos decir cosas (oye, mando a callar a los chilenos que públicamente hablaban mal del proceso chileno) y nos consoló diciendo que él creía que estábamos en presencia de un proceso que se inicia.

Él dijo algo así como, “si a mí me preguntan qué está ocurriendo en Chile, sinceramente les diría que en Chile está ocurriendo un proceso revolucionario que se inicia”, insistió en eso.

Nosotros aplaudíamos como locos. Necesitábamos una confirmación para seguir luchando incansablemente contra un enemigo tan poderoso como el Imperio

Muchas cosas pasaron en eso días, pero verdaderamente el discurso del Comandante en el estadio nacional en Santiago fue una cátedra de amor por América. Justo renovó ese compromiso “a ella me debo”

Y el 2 de Diciembre, en su despedida en el estadio nacional en Santiago,  sus  palabras quedaron en mi mente para siempre.

Años más tarde, cuando hubo que vivir experiencias junto con otros pueblos de América,  mi mente estuvo preparada por esas enseñanzas,  de que sí había que hacerlo, que debíamos luchar por la libertad de nuestras generaciones.

Nos llamo a enfrentar a los adversarios con la única fuerza indestructible del pueblo… Creo que dijo algo así: “Tendremos que decirles, váyanse al diablo con sus mentiras, con sus cantos de sirenas con sus engaños; los mandaremos al diablo con la razón,  con la verdad,  con la moral”.

De esos días aprendimos que había que luchar en todos los frentes, con todas las inteligencias activas, aprendimos que se nos avecinaba una oposición que no trepidaría en nada con tal de abortar el proceso que se iniciaba. Fueron enseñanzas terribles que muchos no quisieron entender.

Al año siguiente Santiago Álvarez nos regala ese documental-película fantástico que resume brillantemente la visita del Comandante a Chile.

Yo lo vi en el teatro Cervantes, en Santiago en 1972.  Creo que fue en julio o agosto. Había huelga de transportistas en todo el país; ya el fascismo estaba en acción.

Al terminar la película los “momios” nos atacaron: nosotros, nuestro grupo, éramos unos 20, estábamos preparados; les sacamos la cresta a patadas pero llegamos a la misma conclusión que el Comandante: el fascismo estaba en acción.

Lo demás es historia.

Gracias, amiga, por refrescarme la memoria y renovar mi compromiso con el pensamiento latinoamericano.

Enviado por su autor

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