CIUDAD CCS – “Si la gente creyera que mi padre es culpable, ningún peruano habría votado por mí”, afirmaba Keiko Fujimori en septiembre de 2007. Que dos años después Alberto Fujimori fuera condenado a 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad no parece haber moldeado el discurso de la hija del ex dictador, que sigue sosteniendo la inocencia de su padre.
Tampoco parece haber dejado una huella profunda en buena parte del electorado peruano. “Todavía está instalada en la opinión de muchas personas la justificación de estos crímenes”, afirma Francisco Soberón, abogado de la organización de derechos humanos Aprodeh.
“Se puede tener dudas de Humala, pero de Keiko tenemos pruebas”, dijo el profesor de Harvard, Steven Levitsky, en una de las frases más repetidas de la campaña. Las mismas pruebas que pesan contra muchos de sus principales colaboradores, Marta Chávez, Hernando de Soto, Rafael Rey o Jaime Yoshiyama, que fueron estrechos aliados de su padre en la década del 90. Sin embargo, tras una primera vuelta, en la que Ollanta Humala ganó con el 31,6% frente al 23,5% de Keiko, las preferencias parecen haberse invertido.
A diferencia de 2006, en estas elecciones Humala se presenta con partido propio, libre de incómodos procesos judiciales y con nuevos asesores de imagen. En esta ocasión ha hecho todo lo posible por desvincularse de la figura de Chávez, para intentar acercarse a la de Lula. La moderación de su discurso le ha valido para ganarse el apoyo de buena parte del partido Perú Posible del ex presidente Alejandro Toledo y hasta del escritor Mario Vargas Llosa. Pero de poco ha servido para convencer a los grandes medios, que apoyan invariablemente a Keiko.
CRISIS DEL MODELO
Tanto Humala como Keiko han capitalizado el hartazgo de la población ante las desigualdades en el reparto del crecimiento de la última década. Aunque durante su gobierno se privatizaron empresas y se aplicaron los planes de ajuste del FMI, un sector de la población recuerda al fujimorismo como el Gobierno que “acabó” con Sendero Luminoso, controló la inflación y repartió planes sociales.
Con el tiempo ambos candidatos han ido acercando el discurso. Mientras que el programa de Gobierno de Humala tiene como título La Gran Transformación, Keiko insiste en un “cambio radical” en cuanto a redistribución, al mismo tiempo que promete mantener el statu quo neoliberal en materia económica. Según explicaba la candidata, su política de seguridad miraría hacia la Colombia de Uribe y la económica al Brasil de Lula. Por su lado, Humala, que también cita a Lula en economía, propone que ese “cambio radical” se lleve a cabo mediante una “economía nacional de mercado”, con medidas como el aumento de impuestos a las empresas mineras.
Desde 2009, año en que el Gobierno llegó a reconocer la cifra de “247 conflictos sociales no resueltos”, la insatisfacción con el modelo neoliberal se hizo cada vez más patente.
Las luchas antimineras, las protestas contra la aplicación del TLC con EEUU, las marchas de maestros, azucareros, trabajadores, las revueltas de Apurímac, Cocachacra o Espinar sacudieron la presidencia de Alan García. Pero fue la revuelta y masacre de Bagua la mayor expresión de este hartazgo. “La masacre fue un aviso de que este modelo neoliberal no va más, que hay que apostar por cambios”, dice Carlos Flores de la Radio La Voz de Bagua. El día de las elecciones se cumplirán dos años de la masacre.
Tregua en Puno garantiza elecciones en la región
Una tregua de la fuerte protesta de las comunidades aymaras de zonas fronterizas con Bolivia allanó ayer el camino hacia la elección presidencial peruana del domingo próximo.
La tregua tendrá una vigencia de una semana, según el presidente del Frente de Defensa de los Recursos Naturales de la zona sur de la región surandina de Puno, después de un intenso debate en la ciudad del mismo nombre.
El conflicto mantuvo cerrada la frontera con Bolivia desde el 9 de mayo, con grandes daños económicos, sobre todo para el comercio exterior boliviano.
La protesta, que exige el retiro de una empresa minera canadiense y el cese de las concesiones mineras y petroleras de la zona, fue suspendida para viabilizar la segunda vuelta electoral del domingo entre el progresista Ollanta Humala y la conservadora Keiko Fujimori.
El conflicto escaló el pasado jueves hasta una gran manifestación en Puno, que derivó en graves disturbios e instalaciones públicas dañadas, acciones que los aymaras atribuyen a provocadores contra los que no actuó la policía.
Tomado de Contrainjerencia
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