Las batallas de Ciudad Juárez
Carlos Murillo González
En memoria de Federico Ferro Gay y Luis K Fong Fierro
Cuando se da la orden de partir, los soldados lloran
Sun Tzu
La libertad no se conoce hasta que se pierde. Al menos esa es la sensación en Ciudad Juárez desde algunos años. El 11 de mayo del 2011 “celebramos” cien años de la toma de la ciudad por las fuerzas revolucionarias de Francisco I. Madero, comandadas entre otros por Francisco Villa y Pascual Orozco. Hoy festeja la clase política, la heredera traidora de los ideales de la Revolución, mientras el pueblo, ausente, sigue sufriendo las consecuencias de la anomia.
Por ironías de la historia los festejos del centenario de La toma de Ciudad Juárez* se realizan en medio de la peor crisis de seguridad y violencia que tenga memoria la ciudad, con altos niveles de corrupción gubernamental, autoritarismo, militarización de las calles, pérdida de las garantías individuales, criminalización de la sociedad, empobrecimiento económico y no menos importante, miles de asesinatos, huérfanos(as) y viudas(os) que todavía esperan justicia.
Esta conmemoración en sí no tiene sentido celebrarse a menos que fuese -y no lo es- una iniciativa de la sociedad. ¿Qué tenemos que festejar? Todos los días desde hace más de tres años estamos a merced de la delincuencia, vivimos junto al país más violento y racista del mundo (Estados Unidos) la policía catea casas sin permiso e impone retenes en las calles y los políticos, como siempre, sólo trabajando en provecho de ellos mismos.
Los que hoy celebran La toma de Ciudad Juárez, son los mismos que pactan con los federales; los incapaces de inspirar confianza, mucho menos de brindar seguridad y alivio a la sociedad; los cínicos e hipócritas que se pasan las leyes por el arco del triunfo; los dispuestos a militarizar a las y los jóvenes y amedrentar al resto con toques de queda; los duros con los contribuyentes y gente de bien y sumisos y entreguistas con los poderosos.
Ahora las batallas de Ciudad Juárez responden a nuevas circunstancias e intereses. Los ideales de la Revolución se quedaron en eso, ideales. La clase política actual es más fiel heredera de la mentalidad porfirista que de las causas de las y los revolucionarios. Si el primero de mayo pasado la marcha de las y los trabajadores la encabezó ¡el gobernador del estado! ¿por qué no habría de encabezar una fecha que ya resulta hueca para millones de chihuahuenses y mexicanos(as)?
Si algo nos debe de mover en la consciencia a la sociedad sobre esta fecha, es precisamente las contradicciones prevalecientes a cien años de distancia: las condiciones del contexto actual no difieren de las circunstancias de antaño; la sociedad no ha sido beneficiada en lo general y se sigue padeciendo de los mismos males políticos, económicos y sociales; no hay pues nada que celebrar y hacerlo significa además “hacerle el caldo gordo” a la clase dirigente, legitimarlos.
La reflexión también puede y debe llevarnos a la acción. Hace cien años Porfirio Díaz justificaba su adicción al poder diciendo que “México no está listo para la democracia”. Hoy la clase política, de la mano de Calderón, Duarte o Murguía, nos siguen tratando como gente ignorante, menores de edad o retrasados mentales. Su poder radica en que la sociedad se mantenga enajenada y miedosa, desinformada y apática. Pero la respuesta está en nosotros(as).
Hay mucho por hacer. Muchas personas al día de hoy siguen deseando el regreso o aparición de un Pancho Villa que los guíe y los libere; no se quieren dar cuenta que la fuerza del espíritu de Villa está en ellos(as) y ya no son los tiempos de los caudillos, sino de las colectividades. Si se quieren lograr cambios radicales, éstos no vendrán de una sola persona sino del concurso de todas y todos. La clase política persiste por que la sociedad no se da cuenta de su enorme poder.
El miedo de la clase política. Sin nadie que les haga alabanza, les aplauda sus pendejadas o los tome en cuenta, los políticos no existirían. Ellos están muy enfermos de poder y avaricia, por lo tanto están incapacitados para gobernar. ¿Sabe usted qué pasaría si un día nos quedáramos sin “gobernantes”? no pasaría absolutamente nada; la sociedad puede por sí sola organizarse y simplemente se daría cuenta de la inutilidad de la clase dirigente.
Muchas cosas están por definirse en el futuro inmediato. Todavía estamos en crisis y por ello o sucumbimos ante la adversidad o nos armamos de valor y salimos avante. Ya sobrevivimos a Santa Ana, a Maximiliano, al Clero, a Díaz, a Huerta y al viejo PRI. Hoy los enemigos de la nación siguen en el poder de la mano de los partidos, la religión, los monopolios y las transnacionales, saqueando las riquezas y engañando a la sociedad; pronto vendrá su fin.
*Con la toma de Ciudad Juárez se cierra la primera etapa de la Revolución con la renuncia y exilio del dictador Porfirio Díaz, tan sólo seis meses después de iniciado el conflicto.
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