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Carta para agraviados y desagraviados por el caso Joaquín Becerra

miércoles, 11 de mayo de 2011
Por Ramón Mendoza, Juan Manuel Mendoza, Gustavo Borges Revilla y  David Arraez

rcbaez_chavezpueblo.JPGLa revolución no se puede ni se debe creer, es.

A los odiantes y amantes de Chávez; a los creyentes y no creyentes en revoluciones ideológicas; a los participantes activos y pasivos en la revolución de carne y hueso que nos ocurre sin quererla y queriéndola en este tiempo exacto; a derechistas e izquierdistas de todo signo, fuera y dentro del gobierno, fuera y dentro del país; a cada uno de nosotras y nosotros que sabemos e ignoramos como ocurre una revolución no sólo en este país sino en el planeta entero: una revolución que no depende en absoluto de lo que hagamos o digamos como individuos, que no depende de cuantos mueren o se salvan, una revolución que tiene sus propios códigos signos y claves, una revolución que ha ocurrido cuando nadie la esperaba, ni los que la deseaban ni los que la negaban; una revolución que no reclama pasado glorioso o vergonzoso, una revolución que no se aferra a mártires o a héroes, o a sacrificados aún cuando los tiene, una revolución que atenta contra todas aquellas ideologías que dicen sustentarla y las que no, una revolución que irrumpe sin preguntar por izquierdas o derechas o centros o ultras de cualquier lado a pesar de sus existencias, una revolución que no es burguesa ni proletaria ni mucho menos de clase media, pero que todos reclamamos su paternidad hasta donde nos beneficia, o la maldecimos en lo que nos afecta; una revolución que no pide ni da apoyo.  Es solamente una joven y vigorosa revolución que arrasa con todos los códigos, claves y signos, que hicieron posible la existencia de la sociedad burguesa y sus contrapartes.

Una revolución que no tiene límites de ningún tipo y mucho menos de tiempo, una revolución a la que olímpicamente por nuestra sabiduría nos negamos a estudiar y sólo queremos dirigirla desde cada uno de nuestros particulares y poderosos saberes y entenderes; una revolución que a veces es amorosa y otras violenta, incluso contra los mismos que la aplauden, pero no justo cuando uno la desea o a veces coincide y nos da gran alegría, pero tengamos por seguro que nunca ocurrirá porque uno lo desee o lo pida o lo intente imponer. Cuántos no hubieran deseado que algún miembro de su gremio (indio, sociólogo, poeta, negro, mujer, viejo, joven, obrero, campesino, y todos los demás representantes de los millones de gremios) fuera el presidente del gobierno, líder de la revolución, pero no es así: a nuestro despecho, la revolución decidió otra cosa; cuántos no desean que un izquierdista puro dirija la revolución, cuantos no quieren que con su inconmovible ética se rijan los destinos de la revolución, pero ocurre que ésta en particular tiene su propia ética, que a lo mejor no coincide con la de ninguno de nosotros, tiene su propia filosofía, su manera de hacer las cosas, cuántos no ambicionan aún hoy la toma del Palacio de Invierno, el Cuartel Moncada o realizar la gran marcha del presidente Mao, pero resulta que en esta revolución no hay palacios de invierno, ni Cuarteles Moncadas ni marchas de Mao ni ningún libro verde, ésta es sólo de este tiempo y de este territorio caribellanoamazónicoandino donde no hay fideles ni ches ni maos ni lenines ni troskis que asesinar ni stalines a quien echarle la culpa de todos los males que está sufriendo mi pueblo como decía el viejo Alí.

Esta es una revolución que no la parió nadie en particular ni derechas ni izquierdas de ningún tipo a pesar de tanto haberla deseado una y de evitarla los otros, no fue previamente pensada ni estudiada, ni organizada, no entró en ninguno de los modelos previamente propuestos, rompió todos los estuches en donde fue imaginada, no tuvo ningún buró o directorio para guiarla pero cuando irrumpió en medio de los limpios lenguajes y boatos, cuando pateó las parafernalias y los protocolos, cuando se presentó en medio de los pulidos pisos con sus rotos zapatos llenos de charco y bailó su propio estribillao como le dió la real gana, entonces ahí sí, como moscas a la mierda le aparecieron todos los criticadores del planeta a tratar de enmendarle la plana, a intentar corregir, que así no se dice, que así no se hace: menos mal que ella sigue su curso y no le para mucha bola a los lacras que se la baten de una y no son chicha ni limoná, y sólo merecen cachetá colectiva como dice el pana Franco.

Esta es una revolución con filósofos al estilo de Manuel Rosales, con geógrafas como Alicia Machado y científicas al estilo de María Conchita Alonzo, no es así como la deseamos pero es la única que tenemos, es la monstruosamente bella revolución que jamás pueblo alguno ha parido, la más imperfecta, la más insana, la menos pensada de todas, la menos ideologizada, la más incomoda, la más desesperante, la cagada de las cagadas que ha hecho posible el estremecimiento, el sacudón de ésta moribunda cultura capitalista a la cual todos hasta ahora le rendimos tributo con nuestros actos aun cuando lo neguemos con la palabra; la felicidad estaría en saberlo, pero no lo sabemos porque la revolución que todos tenemos en el cerebro es religiosa, es aquella que viene a destruir a los malos a poner a mandar a los inmaculados, la que viene a resolverle los problemas a los pobres para que vivamos felices para siempre como si nosotros fuéramos mancos, una revolución en donde el verso de Gino “no te empatuques de mierda si quieres ver socialismo” no tiene cabida.

Una revolución que de acuerdo a como la vemos en su constancia no le interesan los jueces así nos desgañitemos en juzgarla. Una revolución que no quiere hacernos caso, que en su realengura, en su lacreo, se niega a la sabiduría de los poderosos, una revolución que no es más que consecuencia de la pura pudrición de la sociedad burguesa en su proceso de deterioro, del cáncer de una cultura que nos condujo a miseriarnos hasta las tripas; una revolución que surge en medio del grito poderoso de la miseria, una revolución que surgió luego que se practicaron todas las ideologías, los valores, las éticas (sea humanismo comunismo socialismo o todos los ismos) que pregonaron la salvación de la sociedad y la felicidad futura; esta revolución estalló sola solita no blanca blanquita ni roja rojita, en medio de su ignorancia, de su candidez casi rayando en la estupidez, a veces se deja guiar para un lado y para otro pero cuando cada uno la cree encaminada, llega ella y se sacude con estruendo de caletero en plena pelea y espeta su ¡qué güevona es lo que pasa aquí! y cada quien sale con el rabo entre las piernas a refunfuñar su cerveza, vino o guisqui según sean sus preferencias, pero ninguno de nosotros tiene la suficiente humildad para ir a sentarse con el caletero que carga en sus espaldas todas nuestras miserias a preguntarle cómo es que es la cosa.

Nota 1.

En las discusiones generadas a raíz del caso Becerra,  éstos fueron los escritos considerados por nosotros más destacados a favor de Chávez y la decisión de enviar a Colombia al compañero Becerra.


Como reflexión para nosotros decimos: no somos dueño de nada, mucho menos de la verdad objetiva o subjetiva, la verdad es revolucionaria y sólo la contiene la revolución en cuanto está referida a ella y se confronta cada día sin aferrarse a dogmas o grupos o individuos, se torna verdad cambiante en su proceso cotidiano, ella comporta una responsabilidad en sí misma quien dice tenerla debe apretar los pelos del burro en las manos.

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Fecha de publicación: 10/05/11    

Tomado de Aporrea

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