Por Gustavo Espinza M. (*)
Dos candidatos virtualmente empatados en 19 puntos; un tercero con 18 y dos más con 17 de aceptación ciudadana, configuran un escenario convulso en el Perú de hoy.
Como esto ocurre cuando estamos apenas a dos semanas de los comicios nacionales previstos para el próximo 10 de abril, podríamos suscribir una formulación común que hacen los principales analistas políticos: aquí, todo puede ocurrir.
Lo significativo, sin embargo, es el crecimiento acelerado de dos adversarios naturalmente contrapuestos: Ollanta Humala, que representa a las fuerzas que pugnan por un cambio significativo en la vida nacional; y Pedro Pablo Kuczynski un economista del Banco Mundial que busca perpetuar a cualquier precio el modelo neoliberal y remachar en los peores términos la dependencia que nos ata al capital financiero.
Los otros tres candidatos del “pelotón mayor”, virtualmente están en derrota, o simplemente estancados. Alejandro Toledo viene cayendo desde el alto edificio de los 32 puntos, y aún no se sabe si llegó a su piso. Luís Castañeda cae también, agobiado por las más diversas acusaciones de orden financiero y por su dramática incapacidad para formular no ya planes de gobierno, sino incluso descargos. Y Keiko Fujimori yace sonriente, pero aferrada a una piedra que no se rompe, pero tampoco crece.
El desenlace, probablemente, no alcanzará su definición categórica en la consulta que se aproxima. Lo previsible es que los peruanos marchemos a una segunda ronda electoral -el 5 de junio- en la que los dos candidatos más votados disputen el favor ciudadano.
Pero eso dependerá también de la forma en que se plantee la polarización electoral. Y a eso solo se le podrá tomar el pulso en la recta final de esta convocatoria, es decir, a partir del 8 de abril, cuando las encuestas ya hayan callado por mandato de la ley.
Por lo pronto, y aunque no se han disipado dudas razonables en torno a su figura, Ollanta Humala asoma en la perspectiva como el candidato con más fuerza. A partir de un confuso mensaje nacionalista, se ha ido abriendo paso con una buena dosis de ingenio y astucia.
Más que afirmar un programa, su preocupación ha estado signada por un esfuerzo orientado a borrar del recuerdo de los peruanos la estela que dejó en algunos segmentos de la sociedad su “mensaje chavista” del 2006, que aún se le reprocha desde los medios de comunicación al servicio de la derecha.
En esa dirección ha marchado el sentido principal de su campaña: tomar distancia de la experiencia de Venezuela, perfilar el rostro de un candidato “más maduro”, más bien “realista”, que sabe que hay cosas “que no se pueden hacer”; o estructuras que no se pueden quebrar.
Quizá el episodio extremo de ese contenido -aparte de sus visitas a la embajada de los Estados Unidos y su viaje a Washington- ha sido su más reciente entrevista con el Cardenal Juan Luìs Cipriani, cabeza visible del pensamiento más conservador de la Iglesia Peruana.
Como lo informó la prensa, el primado le obsequió un rosario “bendecido por el Papa”, como lo subrayara un emocionado Humala al salir del encuentro; y logró que el candidato se distancie de propuestas más avanzadas como el aborto y las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Más recientemente, desde Jauja, en el corazón del ande, Ollanta reafirmó su distancia de Caracas,
Para algunos sectores de la derecha, estos “cambios” en el mensaje de Humala, no lucen sinceros. La revista “Caretas”, por ejemplo, se pregunta cuál es el verdadero Ollanta, si el del polo blanco, o el del polo rojo. Y Keiko Fujimori asegura que el Comandante no es más que un lobo disfrazado de cordero.
Pareciera, entonces, que se cumple algo que tiene cierta lógica: cuando haces un giro de esa magnitud, tus amigos se desencantan, pero tus enemigos no te creen.
Y algo de eso podría ocurrirle al abanderado de Gana Perú sino fuera porque cuenta con un escenario más bien predispuesto a ser tolerante con la nueva voluntad de un candidato presto a desplazarse entre las gotas de la lluvia sin mojarse.
Para el común de la gente, lo que cuenta es que “los otros” - Toledo, Castañeda, Kuczynski, Keiko- ya fueron. Tuvieron en sus manos, durante muchos años, las riendas del Poder. Y son, por tanto, cómplices del drama que afrontan millones de peruanos abatidos por la pobreza y afectados por serios quebrantos en materia de salud, educación y otros.
La crisis, el desgobierno, la corrupción, la violencia y el caos; tienen en nuestro país padrinos conocidos. Aunque se empeñen, ellos no podrán eludir sus responsabilidades.
Y es que están todos cortados por la misma tijera. Por eso, la gente no les cree. Sabe que ya pudieron haber hecho algo. Y no lo hicieron ¿Por qué presumir que “ahora sí”? se preguntan muchos.
Como consecuencia de esa realidad, si la polarización final se planteara entre los que son culpables del drama nacional y los que luchan por salir adelante; Ollanta podría no sólo obtener la más alta votación de la primera vuelta, sino incluso alcanzar la necesaria para no requerir una segunda consulta.
También podría registrarse un fenómeno igual si la gente optara por resolver “de una vez” el tema electoral el 10 de abril. En tal caso, podría acumular en las ánforas una cantidad tal de cédulas de Ollanta, que le permitiría ganar en una sola vuelta.
Y es que, en efecto. La posibilidad más tangible de Humala estriba en su victoria definitiva el 10, porque en una segunda confrontación, podrá cerrarse contra él un círculo adverso muy fácilmente
Es difícil que los otros candidatos tengan una similar posibilidad porque su terreno está minado por la división. Cada uno de ellos se considera el que debe sacar la cara por el “modelo”. Y eso ocurre porque, en verdad, y cada quién en su momento, todos sacaron la cara por él.
Hay dos cosas que hoy la derecha teme como Satanás el agua bendita: el cambio de Constitución Política y el abandono del Modelo Neo Liberal.
En el primer caso, el Perú podría retornar a la Constitución de 1979 -ciertamente más avanzada que la actual-, o marchar hacia una nueva Carta Política, previa convocatoria a una Asamblea Constituyente. En el caso, la derecha pondría el grito en el cielo para cerrar el paso a cualquier tentativa de “re elección” que se planteara. ¡Chávez aquí!, sería su grito destemplado
Y en el segundo, la cosa alcanzaría mayores decibeles: la derecha está dispuesta a recurrir a cualquier acción para mantener el “modelo” vigente porque él la hizo más rica -mucho más rica- aunque al pueblo lo hizo más pobre, mucho más pobre.
Todo el resto, se puede discutir. Pero la Constitución y el Modelo son el símbolo de una sociedad que se pudre ostentosamente, pero que cuenta con calificados defensores. Por ellos, puede incluso registrarse ruido de sables en los cuarteles.
Si Ollanta Humala se proyecta en el escenario nacional, supera sus limitaciones y busca un verdadero camino nacional liberador, tendrá entonces, una dura batalla por delante.
Pero no la librará solo. En ese empeño -si se dispone a darlo- podrá contar con la adhesión multitudinaria de millones. Pero a ellos, tendrá que trabajar con ellos aportando a su organización, educación y conciencia.
Y esa, es una tarea de titanes.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera /
Véase además
Guerra sucia exacerba campaña electoral peruana
Imagen agregada, foto de archivo
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