No sabemos quién escribió el insólito documento que sigue –probablemente un cubano-americano que por décadas conoció y apoyó las actividades de Luis Posada Carriles. Una conserje mexicana lo descubrió mientras barría bajo la silla donde Posada se sienta durante su juicio en el tribunal federal de El Paso. La hija de esa señora de la limpieza, y que estudia periodismo en el cercano Juárez, nos la envió.
El autor de la carta (la firma era indescifrable) aparentemente comparte las suposiciones declaradas de Posada Carriles publicadas en un libro en 1994, pero considera que el comportamiento posterior de su ex compatriota ha traicionado la causa contrarrevolucionaria. [Nuestros comentarios están entre corchetes.] [La carta comienza con palabras de la introducción del libro de Posada, Los caminos del guerrero.]:
"Existe una raza de hombres en vías de extinción. El honor, la lealtad, el valor, el amor a la tierra que los vio nacer forman su carácter, condición y estilo de vida.
Esta especie humana, de la que todavía quedan algunos raros ejemplares, viven en un hábitat hostil. La falsedad, la hipocresía, la cobardía, la traición del mundo que los rodea, no pueden contra la decisión inquebrantable de luchar por sus ideales. Estos hombres no temen a las prisiones ni a la muerte, no se rinden, no claudican en sus principios. Nadie ni nada los puede apartar de sus metas. A esta raza en extinción pertenece el autor, Luis Posada Carriles..”
Ese cuadro te describía hace tiempo, Bambi [apodo de Posada Carriles]. ¡Pero ya no! Tu comportamiento reciente ha hecho que algunos de tus antiguos seguidores que te hemos seguido hayamos reconsiderado. En otra época compartimos una ética patriótica común: huevos y reglas con las cuales realizar nuestra lucha. Coño, recuerdo el trabajo clandestino en Cuba durante el desembarco en Bahía de Cochinos –tú te zafaste de esa—y las décadas de ataques e infiltraciones a la isla. Pensándolo bien, tú nunca estuviste con nosotros en los desembarcos.
Mientras sigo tu juicio no puedo evitar compararte con tu adversario que es también el mío. Puedes decir lo que quieras de Fidel Castro, pero en 1953 atacó personalmente el Cuartel Moncada. [La segunda base militar en importancia de Batista.] Él no contrató a nadie para hacer el trabajo peligroso. En su juicio de 1953, aceptó orgullosamente su responsabilidad y utilizó su defensa para explicar su visión de una Cuba diferente y para denunciar al régimen. Incluso terminó su discurso proclamando que hasta la condena más dura de los jueces no le importaba.
Tú, por otra parte, enviaste a venezolanos a sabotear un avión de pasajeros que llevaba a 73 personas. [Suponemos que se refiere al vuelo 455 de Cubana de Aviación que estalló sobre Barbados en 1976.] Luego reclutaste a salvadoreños para que pusieran bombas en hoteles y restaurantes en Cuba. [Un turista italiano murió por una de esas bombas en 1997.] Ahora, en tu juicio, en vez de decir al mundo lo que tú y yo defendemos te niegas a declarar. Tú y tus amigos ricos contrataron a un picapleitos para que finja y luzca encantador.
“Llámenme Art," le dijo al jurado, en vez de Arturo, el nombre que sus padres le dieron.
¿Puedes defenderte? Fidel lo hizo. Los norteamericanos convirtieron tu juicio en un caso menor de inmigración y tú lo permitiste. No insististe en un juicio político que haga énfasis en el futuro de Cuba. Según los documentos publicados, te pareces a un moderno Capitán Araña [**] que contrata a extranjeros para que hagan su guerra contra Cuba. Mientras ellos se pudren en prisiones de Cuba, tú retozas con los exiliados ricos de Miami, vendes tus cuadros con buenas ganancias y asistes a actos de recaudación de fondos en tu honor. ¡Y luego mientes de cómo entraste a Estados Unidos! ¿A quién le importa tal hecho trivial?
¿Honor? Tú concebiste el plan que mató a toda esa gente en el avión de pasajeros y al turista italiano en el hotel, pero no tienes cojones para admitirlo. Si no cometiste esos actos terroristas, ¿por qué la gente te rinde homenaje? ¿Por tener la lengua larga?
Te presentas como nuestro representante, dispuesto a usar “sangre y fuego”, pero todo lo que Washington tiene que hacer es acusarte de un delito menor y te escondes detrás de una farsa legal. Tu abogado hasta llega a decir que Fidel ordenó que pusieran esas bombas. Pero tú les dijiste a dos reporteros de The New York Times [se refiere a Larry Rohter y Ann Louise Bardach en julio de 1998] que lo hiciste porque tú y nosotros queríamos publicidad por las bombas para alejar a los turistas potenciales que pudieran tener planes de ir a Cuba de vacaciones.
Hace un mes, el jurado en El Paso escuchó una grabación tuya de 2005 diciendo a un juez de inmigración que no tenías que ver con las bombas de 1997 en La Habana ni que habías pagado a centroamericanos para que llevaran explosivos a Cuba. Entonces, ¿por qué le mentiste al Times? ¿Se comportaría de esta manera un hombre de convicciones? ¿Miedo para qué?
En Miami citaste al luchador por la independencia Antonio Maceo acerca de la lucha por la libertad: “¡La libertad no se mendiga! ¡Se conquista con el filo del machete!”
Maceo se enfrentó a las tropas españolas durante 30 años y murió por Cuba –LUCHANDO por la independencia nacional, como hizo José Martí. Fidel, ese sucio jesuita rojo, no hizo a Batista blanco de un asesinato porque eliminar a una figura decorativa corrupta no cambiaría el sistema o la dependencia de Cuba. Algunos revolucionarios cubanos del movimiento estudiantil trataron sin éxito de matar a Batista. Pusieron sus vidas por delante. Tú no. Tu lucha contra un hombre te hizo matar con bombas a otros cubanos, pero nunca estuviste presente cuando estallaron y no participaste en intentos de asesinato a Fidel, a no ser que estuvieras seguro de tener una vía de escape.
[Suponemos que se refiere al plan de la CIA para matar a Castro en Ecuador en 1971.]
No es así como luchan los hombres; ni las mujeres (con una excepción congresional) se comportan de esta manera.
Parece que te has infestado con la enfermedad norteamericana: traición. Quizás sea porque trabajaste para ellos durante tanto tiempo y te contagiaste con este virus pernicioso que los llevó a eviscerar a nuestra causa del exilio. Nos joden el movimiento, pero te permiten planear actos irresponsables y sangrientos y nunca te exigieron que propusieras una alternativa viable. ¡Vaya!
En el tribunal te has rebajado a la mezquindad de tus acusadores. En vez de empinarte y declarar lo que los sufridos exiliados esperan de ti, contratas a un abogado embaucador para que complique el caso. A los 82 años, eres una vergüenza para nuestra causa. Te has vendido. Fidel, nuestro enemigo mortal, al menos tiene carácter.
Compara tu comportamiento con lo que los nobles enemigos del comunismo debieran representar. No necesitamos el permiso de Washington o su dinero para combatir a la dictadura comunista. Los líderes de EE.UU. hablan del gobierno de la ley, pero practican la tortura, hacen la guerra, violan los derechos y hacen cualquier cosa que deseen, e inventan palabras –seguridad nacional—para justificar sus actos. ¿Por qué debemos respetar a esos miserables hipócritas o a cualquier otro de los charlatanes en la ONU? No respondemos a nadie, especialmente no lo hacemos al gobierno de EE.UU. que nos ha jodido durante cinco décadas.
* Nelson P. Valdés y Saul Landau recibieron y “tradujeron” el documento.
** Capitán Araña organizó conspiraciones, pero reclutó a otros para correr los riesgos y cargar con la culpa.
Tomado de Progreso Semanal
Imagen agregada RCBáez
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