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La tragedia de Ricardo III

viernes, 21 de enero de 2011
¡Oh, cobarde conciencia, cómo me afliges!... ¡La luz despide resplandores azulencos!... ¡Es la hora de la medianoche mortal!...

¡Un sudor frío empapa mis temblorosas carnes!... ¡Cómo! ¿Tengo miedo de mí mismo?... Aquí no hay nadie... Ricardo ama a Ricardo

... Eso es; yo soy yo... ¿Hay aquí algún asesino?... No ... ¡Sí!...

¡Yo!... ¡Huyamos, pues!... ¡Cómo! ¿De mí mismo?... i Valiente razón!... ¿Por qué?... ¡Del miedo a la venganza! ¡Cómo! ¿De mí mismo contra mí mismo? ¡Ay! ¡Yo me amo! ¿Por qué causa? ¿Por el escaso bien que me he hecho a mí mismo? ¡Oh, no! ¡Ay de mí!...

¡Más bien debería odiarme por las infames acciones que he cometido! ¡Soy un miserable! Pero miento: eso no es verdad...

¡Loco, habla bien de ti! ¡Loco, no te adules! ¡Mi conciencia tiene millares de lenguas, y cada lengua repite su historia particular, y cada historia me condena como un miserable! ¡El perjurio, el perjurio en el más alto grado! ¡El asesinato, el horrendo asesinato hasta el más feroz extremo! Todos los crímenes diversos, todos cometidos bajo todas las formas, acuden a acusarme, gritando todos: ¡Culpable! ¡Culpable!... ¡Me desesperaré! ¡No hay criatura humana que me ame! ¡Y si muero, ningún alma tendrá piedad de mí!... ¿Y por qué había de tenerla? ¡Si yo mismo no he tenido piedad de mí!


William Shakespeare, La tragedia de Ricardo III.
Cualquier parecido con la realidad...

1 comentarios:

Unknown dijo...

El perfecto ejemplo del dialogo interno o como diria el Cuarto Camino...la legión de Yoes...
A mi me pasa mucho este rollo, tengo a veces verdaderas discusiónes internas...¡cuantas voces!

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