De la clase rica y oligarquica , entiendo su total despreocupación por su entorno y su egoismo hacia los demás, pues despues de todo de eso viven, de ignorar que lo que ellos tienen, es porque a otros se lo estan quitando. Los pobres deberían de ser mas solidarios y unidos para luchar contra lo que los oprime...Pero despues de mi enojo hacia su "valemadrismo", trato de tan solo repasar los motivos y causas del porque de la pobreza y sus consecuencias en cuanto a su percepción del mundo, de la tremenda explotación a la que son sometidos y de la complicidad de la clase media que con tal de tener lo" indispensable" solapan y ayudan a la clase acomodada a que todo siga igual...me doy cuenta que en verdad la pobreza esta sola.
Asi entonces, se contra que y quien debo pelear y en la medida demis posibilidades ayudar a que la pobreza desde sus bases y origenes sea erradicada.
escuche alguna vez de un Pankahacker: "CONTRA LA POBREZA NO, CONTRA LA RIQUEZA SI"
Koan
Algunas características del Síndrome de Viridiana
Por Acratosaurio Rex
Escribe un chaval con ansias redentoras que quiere ponerse al servicio de "la causa de los pobres", y me pregunta que dónde debería colocarse a ayudarlos: en las cárceles, en los barrios marginados, en las leproserías, en la cola del INEM… Parece que nos encontramos ante un caso de Síndrome de Viridiana.
Viridiana, protagonista de la película de Buñuel, es una mujer que busca pobres a los que ayudar, para ella ir al Cielo. Ella los capta, los abduce y los acoge en su casa, donde funda una comunidad utópica. Viridiana acaba mal. Los pobres a los que ayuda, por poco la matan y la violan. No sé si en ese orden o al contrario.
Traducido a nuestro tiempo, el síndrome de Viridiana ofrece las siguientes características, según nos explica Pedro García Olivo en El sindrome de Viridiana en la política
Alguien que no es pobre, que vive aparte de ellos (aunque alquile una casa en el barrio, y aunque se disfrace de pobre para hacer creíble su papel), que no padece sus problemas (abstenerse de comer, teniendo comida, no es pasar hambre, sino ayunar), decide ayudar a los pobres.
Una vez entra en acción el ayudador, se desilusiona: los pobres no reaccionan como él espera a sus esfuerzos. Aparecen seres egoístas, llenos de defectos, aprovechados dispuestos a comerse el último tarugo de pan sin compartirlo. Llegado el caso, los pobres pueden intentar aprovecharse del abnegado benefactor. Esto le produce desencanto.
El desencanto se resuelve (a veces) con el abandono de los ideales, empleando el título universitario (sicólogo, asistente social…) para explotarlo, por ejemplo, montando una clinica dental en un barrio pudiente.
Pero puede que el benefactor persevere y, aunque desilusionado, persista en el empeño. Y cambia. Una vez que el enfermo detecta el colectivo a salvar, cae sobre él como la araña sobre su presa. Tomando a la víctima entre sus peludas y pegajosas patas, la envuelve en el capullo de su verborrea, y la arrastra a su cueva para sorberle los jugos vitales con chuperreteos variados. No sólo se dedicará a mejorar la vida de esos desgraciados en los que ya no cree, sino que conseguirá vivir de ellos. Es el mal que aqueja a tantos liberados sindicales, asistentes sociales, curas de parroquia, políticos de medio pelo, valedores de indígenas, inmigrantes y etnias infames, profesores de universidades públicas y demás funcionarios del Ministerio del Malestar...
La mejora que persigue pasa, inevitablemente, por eliminar las características propias del colectivo ayudado (forma de vida, idioma, costumbre) para insertarlo en el engranaje del Estado moderno: trabajo asalariado, pago de facturas, declaración de Hacienda. No sin antes exprimirles hasta la última gota de lo que puedan aprovechar de ellos en materia de conocimientos (tradiciones, habilidades, folklore), y recursos (semillas, medicamentos, tierras, esfuerzo…)
¡Mucho cuidado con el Síndrome de Viridiana! lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
Fuente alasbarricadas
0 comentarios:
Publicar un comentario
Seamos el cambio