Por Luis Britto García
La
imagen convencional de Venezuela se asocia a un exceso de misses y de
hidrocarburos. Últimamente ostentamos otros records sorprendentes.
Según
el Guinness World Book Records 2008, más del 55% de los venezolanos
respondieron que eran “muy felices”, lo cual nos hace el país más feliz
del mundo. De acuerdo con la Encuesta Gallup 2010, el 64% de los
compatriotas opina que prospera, lo cual nos vuelve el quinto país más
próspero del mundo, en empate con Finlandia, y sólo superado por
Dinamarca, Suecia, Canadá y Australia.
Conforme
al Happy Planet Index, Venezuela presenta para 2010 una marca de
Bienestar Experimentado de 7,5 sobre 10, lo cual lo empata con Suiza y
lo coloca apenas por un decimal por debajo de Noruega, pero por encima
de Estados Unidos, que no pasa de 7,16.
La felicidad es una opinión, pero define si nuestra vida vale la pena. ¿Hemos ganado nuestra dicha?
Venezuela
finalizó el siglo XX con una deuda pública impagable, nivel de pobreza
de 70%, crisis bancaria y un gobierno que masacró a miles de
compatriotas para entregar el petróleo y la soberanía al Fondo Monetario
Internacional. ¿Éramos felices, y no lo sabíamos?
Felicidad
es asumir el control del propio destino. Tras reconquistar Pdvsa y la
soberanía, nuestro PIB sube de 42.066.487.000 bolívares actuales en
1998, a 58.011.931.000 en 2011.
A
algunos amarga que ese ingreso se aplique al bienestar de todos. En
1988 se destinaba un 8,4% del PIB al gasto social; en 2008 se le dedica
el 18,8%. Entre 2004 y 2010, Pdvsa aporta US$ 61.369 millones
directamente al desarrollo social. Según el INE, de US$ 547.000 millones
ingresados por el Estado venezolano en los últimos años, el 60% se
aplicó a la inversión social. En 1996, 70% de los venezolanos estaba en
situación de pobreza y 40% en pobreza crítica; para 2009 la pobreza baja
al 23%, y la pobreza extrema al 6%: somos el tercer país con menos
pobreza en la región. El Índice de Gini de desigualdad en ingresos de
los hogares baja de 0,4865 en 1998 a 0,3928: somos el país con menor
desigualdad en América Latina. El Índice de Desarrollo Humano de la ONU
en 1998 nos situaba en 0,691, y para 2007 nos eleva al Rango Alto de
Desarrollo Humano con 0,878. En una década, la expectativa de vida se
eleva en dos años y la talla promedio de los niños en dos centímetros,
se acaba la desnutrición y un 37% de los compatriotas tiene sobrepeso.
¿Puede hacer infelices a algunos la felicidad de todos?
A
la mayoría le gusta que la Ley del Trabajo haya devuelto sus
prestaciones a los trabajadores, que la tasa de desocupación de 11% en
1998 haya bajado a 6% en 2012, que las misiones lleven atención médica
gratuita a las zonas menos favorecidas, que tengamos el mayor salario
mínimo de América Latina, que todos los ancianos tengan pensiones y que
casi no haya niños en situación de calle.
Pero
lo que más me contenta es la derrota del analfabetismo, que hoy
estudien 9.329.703 personas, uno de cada tres venezolanos, que para 2008
unos 4.055.135 alumnos de educación básica gocen del Programa de
Alimentación Escolar, que la matrícula universitaria se duplicara de
894.418 educandos en 2000 a 2.109.331 en 2009, que se hayan creado 15
nuevas universidades, que todo el mundo tenga acceso a la educación
gratuita. Que según encuesta del Centro Nacional del Libro en 2012, el
82% de los venezolanos lea regularmente; que 50,2% lea libros ahora
abundantes y accesibles, que ello nos vuelva el tercer país más lector
de América Latina.
Me
entristece que tanta felicidad aflija a unos pocos, porque el pesar del
bien ajeno tiene un nombre muy feo. Decía el joven Marx que no desearía
para sí mismo una dicha que no fuera compartida por millones. En
nuestra democracia tenemos todos los derechos, incluso el de sentirse
desdichado por el bienestar de otros. Nuestra dicha tiene
imperfecciones, reveses, metas por cumplir. Pero yo voto por la
felicidad, que sabe mejor cuando se comparte.
Fuente Aporrea
Imagen agregada RCBáez
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Hace 3 días
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